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George Sprott: la melancolía hecha cómic que redefine cómo recordamos a los héroes cotidianos

Nos adentramos en la novela gráfica de George Sprott, un tebeo donde la memoria fragmentada de un ícono canadiense y la fugacidad de la fama televisiva son las claves.

Cuando hablamos de cómics que saltan por encima del entretenimiento puro y se meten de lleno en el terreno de la reflexión profunda, George Sprott (1894-1975) de Seth emerge como un golpe maestro. Publicado en 2009 por el canadiense Gregory Gallant (Seth), este álbum no se limita a retratar la vida de un presentador de televisión local excéntrico: es un puñetazo visual sobre el tiempo que nos devora, la fama que se evapora como humo y los recuerdos que se deshilachan como un carrete viejo.

George Sprott (1894-1975): Una vida en fotogramas desvaídos

George Sprott no es el típico héroe de capa ni un sabio todopoderoso; es un tipo común que el pueblo eleva a mito de barrio, un showman vanidoso atrapado en su propio reflejo. Seth arma la historia como un collage caótico: entrevistas a familiares y colegas, clips de sus programas cutres, titulares amarillentos y flashes de memoria que se entrecruzan sin piedad. Olvídate de la cronología recta; aquí el lector juega a detective, montando un puzle donde cada trozo expone la gloria efímera y las grietas profundas de un hombre que brilla solo bajo sus focos.

El trazo de Seth es una delicia quirúrgica: líneas pulidas, minimalistas, con una gama de grises y sepias que te transportan directo a los 50 y 60, esa era dorada de la tele de provincias donde Sprott reinaba en su feudo. Cada panel congela el instante, obliga a detenerte y saborear la melancolía que rezuma; la tipografía vintage y el ritmo entrecortado convierten las páginas en un archivo polvoriento, un mausoleo de instantes robados al olvido.

Nostalgia por un Canadá perdido, fama confinada a un radio postal, soledad tras la máscara del carisma y la memoria como gran distorsionadora: estos son los pilares que Seth clava con ternura brutal. Es melancólico pero con corazón, un tributo a los que iluminan rincones olvidados sin pedir aplausos mundiales.

George Sprott trasciende el cómic para erigirse en documental poético y ensayo gráfico sobre el paso inexorable del tiempo

La edición española, cortesía de Salamandra Graphic, llega en tapa dura XXL con 96 páginas a todo color, fiel al original y con una impresión impecable que hace justicia a las maquetas fotográficas y el caos narrativo. Un objeto de culto para fans del noveno arte, que Salamandra vende como "novela en imágenes" cargada de universalidad nostálgica, perfecta para el lector hispano actual.

La fuerza de la obra reside en su narrativa y composición. Seth emplea viñetas muy pequeñas -a veces más de treinta por página- combinando testimonios de personajes y una voz en off omnipresente e invisible. Originalmente publicada en tiras, la edición compendio ofrece ventajas y desventajas: la densidad de las páginas puede hacer pesada la lectura prolongada, pero permite apreciar mejor el conjunto de la obra, sus contrastes y subhistorias, que de otro modo serían difíciles de percibir en la lectura fragmentada.

George Sprott trasciende el cómic para erigirse en documental poético y ensayo gráfico sobre el paso inexorable del tiempo. Seth prueba que las viñetas pueden capturar universos enteros en vidas pequeñas, y que recordar es, quizá, el gesto más épico que nos queda.[1]