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Amalie Lundstad, ingeniera, sobre su salario: 'Ganas más de 130.000 euros, con 250 días libres al año, pero es peligroso'

El salario de seis cifras es solo una parte del trato; la otra se paga en aislamiento, sacrificios y una vida que no todo el mundo está dispuesto a firmar.

Ganar más de 130.000 euros al año y disfrutar de unos 250 días libres suena a vida de ensueño… hasta que miras el mapa y ves dónde se gana ese sueldo. Amalie Lundstad, de 29 años, es ingeniera de procesos en una plataforma petrolífera frente a la costa de Bergen, en Noruega. Trabaja en turnos de dos semanas en alta mar, seguidos de largas rotaciones en tierra, en una especie de "ciudad industrial flotante" donde todo está regulado al milímetro. Desde hace tres años su oficina es el mar del Norte, lejos de familia, amigos y planes improvisados.

Su rutina está marcada por el reloj y los relevos: jornadas que empiezan antes de las seis de la mañana o en turno de tarde-noche, briefing con el equipo anterior, reparto de tareas y repaso obsesivo de protocolos. Como jefa de zona, coordina operaciones en un laberinto de tuberías por las que circulan presiones altísimas y enormes cantidades de energía. No hay dos días iguales, pero todos comparten la misma premisa: si algo se hace mal, las consecuencias pueden ser graves. Por eso insiste tanto en que este no es un trabajo para cualquiera, sino para quien aguanta tensión y disciplina sin bajar la guardia.

Seguridad extrema en mitad del mar

La frase que más repite es casi un lema de la plataforma: "trabajamos según el principio de los cuatro ojos". Nada crítico se hace en solitario; siempre hay otra persona comprobando que el trabajo se ha realizado bien. Ese doble control sirve para atrapar despistes, prisas o decisiones impulsivas antes de que se conviertan en un accidente. En un entorno donde una simple válvula puede ser la diferencia entre rutina y emergencia, cuatro ojos siempre ven más que dos.

Fuera de los turnos, la vida a bordo intenta compensar el aislamiento con comodidades: gimnasio, simulador de golf, simulador de caza, salas comunes. Aun así, la sensación de encierro está ahí: mismo pasillo, mismas caras, mismo horizonte de agua por todas las ventanas. Amalie admite que la tensión psicológica y las ausencias prolongadas tiran para atrás a muchos candidatos. Hay que estar dispuesto a soportar el ruido constante, el clima extremo y la distancia emocional de lo que ocurre en tierra firme.

Mucho tiempo libre, muchos sacrificios

La recompensa llega cuando el helicóptero la deja de nuevo en casa. Es entonces cuando se materializan esos 250 días "libres": bloques enteros para viajar, estudiar, escribir o dedicarse a proyectos personales mientras el resto del mundo trabaja. Amalie lo aprovecha para recorrer medio planeta y, de paso, contar en redes su día a día en la plataforma a casi 90.000 seguidores. En sus vídeos mezcla amaneceres imposibles, consejos para jóvenes ingenieras y la letra pequeña del sueldo soñado: los cumpleaños, bodas y conciertos que se ha perdido por estar embarcada.


Ese es, para ella, el verdadero matiz de este trabajo: tienes muchísimo tiempo libre, pero no decides cuándo. Tu calendario lo marca la rotación, no tus ganas ni las agendas de los demás. "Sobre el papel, cuatro semanas enteras parecen un lujo; en la práctica, muchas veces todos están ocupados cuando tú por fin eres libre", resume. Por eso insiste en algo que no se ve en las fotos de Instagram: para que la ecuación compense, hace falta tener un proyecto propio y una cabeza muy clara.