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Crítica de 'El hoyo 2' - Netflix resucita el fenómeno español con una secuela más cruda, salvaje y feroz

Netflix lanza la secuela de una de las películas españolas más queridas de los últimos años: ¿Merece la pena 'El hoyo 2'? ¿Es tan buena como la primera?

'El hoyo' supuso un fuerte golpe sobre la mesa por parte del género fantástico patrio. Allá en 2019, con la pandemia del coronavirus llamando a la puerta, Galder Gaztelu-Urrutia escribió y dirigió un complejo largometraje de ciencia ficción que aparentemente recordaba a obras como 'Circle' o 'Cube', pero en su haber residía una compleja alegoría con implicaciones políticas y religiosas representadas mediante la ley del más fuerte y la supervivencia más primitiva. Cinco años después de ese fenómeno que arrasó en festivales y hasta optó a tres nominaciones en los premios Goya, alzándose con los Mejores efectos especiales, Gaztelu-Urrutia vuelve con una secuela en Netflix que prosigue ese trágico y terrorífico relato: ¿Merece realmente la pena?

'El hoyo 2' eleva la metafísica de la primera entrega en Netflix y con un escenario cargado de violencia, religión y algún personaje memorable

'El hoyo 2' no se anda con chiquitas y se salta las presentaciones extensas para sumergirnos de nuevo en ese pozo violento donde imperan los instintos primarios por encima de cualquier cosa, con la escasez de comida como leit motiv. Gaztelu-Urrutia atropella directamente al público arrojándolo de nuevo a ese experimento en el que ahora se intenta mantener un orden a través de la figura de un líder tirano que castiga severamente a aquellos que no siguen sus reglas. En la segunda entrega el problema no es tener comida para todos, sino que todos cumplan una sencilla ley: solamente se puede comer el plato que cada uno escogió antes de entrar al Hoyo. El guionista y director cambia el enfoque del proyecto con este sencillo gesto haciendo que la globalidad del producto tenga un fondo más agresivo y feroz que estalla de forma inevitable en un conflicto cargado de vísceras y sangre.

En favor de esa violencia, se sacrifica parte del contenido político y social que se exploraba en la primera entrega, lo que por otro lado hacía que aquel producto fuera realmente interesante, y eso perjudica ligeramente la experiencia de la secuela, puesto que por momentos se siente solamente como una batalla campal entre presidiarios que buscan defender su comida frente a los demás niveles, y es que era realmente complicado suceder al proyecto de 2019. El filme original era redondo y exploraba todo tipo de ideas jerárquicas a través de los ojos de un protagonista que acaba convirtiéndose en una especie de Mesías para así poner fin al clasismo y egoísmo humano, y la secuela recoge ese legado y se distancia del mismo para ofrecer en conjunto un pan y circo que no logra transmitir nada parecido al espectador aun a pesar de que introduce personajes realmente interesantes.

Hovik Keuchkerian ofrece la mejor interpretación de 'El hoyo 2'.

Hovik Keuchkerian ('La casa del papel') realiza un trabajo sensacional y espectacular robando cada una de las escenas en las que aparece, con una transformación física memorable y una evolución corta pero tremendamente atractiva. Milena Smit ('La chica de nieve'), por su parte, encabeza el proyecto tomando el relevo de Iván Massagué para mostrar en primera persona cómo es ese Hoyo "contemporáneo", acompañada de la presencia de Natalia Tena ('Juego de Tronos') y un Óscar Jaenada ('Piratas del Caribe: En mareas misteriosas') especialmente bueno debido a las limitaciones de su personaje y cómo lo soluciona en pantalla. El filme sigue contando con geniales efectos especiales, una puesta en escena sencilla pero efectiva y un trabajo de arte al que hay poco que rascar, pero el conjunto no transmite la misma sensación que la película de 2019 y eso pasa factura.

'El hoyo 2' posee ingredientes similares a los vistos hace cinco años, pero los plasma y prioriza de diferente manera y el relato pierde mucho impacto, teniendo en cuenta a su vez que la obra ya no tiene a su favor ese factor sorpresa de la predecesora. La cinta salta de un conflicto a otro de forma extremadamente rápida y precipitada con ese hilo conductor de mantener el legado del Mesías intacto de fondo, lo que convierte el metraje en una carnicería constante no siempre efectiva. No es una secuela fallida, puesto que guarda en su haber elementos que funcionan e interpretaciones magníficas para nuestro cine como la del mencionado Hovik Keuchkerian, pero carga con un legado demasiado pesado a sus espaldas.