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Torrejón desata la polémica por el control de la fauna: 150.000 euros para 'limpiar' los parques de gansos, palomas y conejos

Madrid ya recorrió un camino parecido con su plan para reducir cotorras, justificándolo por riesgos para biodiversidad y salud y apoyándolo en informes técnicos de necesidad.

Torrejón de Ardoz ha decidido que la convivencia con la "fauna urbana" ya no puede seguir siendo un asunto de quejas vecinales y parches puntuales. Con la gripe aviar ocupando titulares y la idea de "riesgo sanitario" en el ambiente, el Ayuntamiento ha activado un plan de control para especies que se han adueñado de parques y zonas verdes: cotorras, gansos del Nilo, palomas y conejos. El movimiento no es menor: implica externalizar un servicio continuado para medir, vigilar y, si hace falta, reducir poblaciones que el Consistorio considera problemáticas por salud pública, seguridad y daños ambientales.

La pieza central es una licitación de varios años que, sobre el papel, busca algo más que "quitar bichos": exige diagnóstico y seguimiento, con informes periódicos, controles sanitarios y la posibilidad de realizar actuaciones directas sobre nidos y ejemplares cuando la situación lo requiera. El contrato se plantea con una duración inicial de tres años desde enero de 2026 y un presupuesto anual cercano a los 50.000 euros con IVA, además de la opción de prórroga, y aparece ya en fase de evaluación en plataformas de seguimiento de contratación pública.

Invasoras, normativa y vigilancia sanitaria

El listado de especies señaladas no es casualidad, porque mezcla dos debates que a veces se cuentan por separado. Por un lado, las exóticas con potencial invasor: la cotorra argentina y la cotorra de Kramer están incluidas en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, lo que empuja a las administraciones a tomarlas en serio aunque resulten "simpáticas" en el imaginario urbano. Por otro, el ganso del Nilo tiene un marco todavía más explícito: figura en la lista de especies exóticas invasoras preocupantes para la Unión Europea, la que deriva del Reglamento (UE) 1143/2014 y marca el tono de "prevención y gestión" a escala comunitaria.

La carpeta sanitaria también va más allá del miedo abstracto a la gripe aviar: en entornos urbanos, el problema suele ser la exposición cotidiana a excrementos y aerosoles en zonas muy usadas (parques infantiles, estanques, bancos), con patógenos que no siempre causan brotes, pero sí justifican vigilancia. Un ejemplo concreto: la Agencia de Salud Pública de Barcelona documentó en palomas urbanas presencia de Campylobacter jejuni y Chlamydia psittaci (la bacteria asociada a la psitacosis), dos nombres que aparecen recurrentemente cuando se habla de zoonosis ligadas a aves. Y, aun así, el contexto de gripe aviar se maneja con matices: organismos europeos como EFSA y ECDC insisten en que el riesgo para la población general suele ser bajo, aunque aumenta para quienes se exponen a animales infectados o entornos contaminados; de ahí que las recomendaciones oficiales se centren en evitar el contacto con aves muertas o enfermas y avisar a emergencias.

Coste ambiental y choque ético

En paralelo, está la dimensión ecológica y de infraestructura, que es donde estas especies dejan de ser "anécdota de parque" y pasan a ser un coste municipal. Las cotorras, por ejemplo, llevan años en el radar por su expansión y por el impacto de sus colonias: SEO/BirdLife las cita como exóticas establecidas con carácter invasor en España, y trabajos y coberturas recientes describen un avance sostenido que, si no se frena, puede saltar del ruido urbano a daños en agricultura e infraestructuras. En el caso del conejo europeo, Torrejón lo enmarca como especie capaz de "colonizar" el ecosistema urbano y deteriorar arbolado, praderas y sistemas de riego, un tipo de daño que en jardinería pública se traduce rápido en horas de mantenimiento, reposición y conflictos vecinales.

La decisión, con todo, no escapa al choque ético: hablar de capturas, control reproductivo o sacrificio —aunque sea como "último recurso"— abre un debate incómodo sobre qué significa gestionar naturaleza en una ciudad. Por eso el enfoque que adopten (y cómo lo expliquen) será casi tan importante como el resultado: datos públicos, criterios de intervención y prioridades de medidas no letales antes de intensificar el control.