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Morir de aburrimiento es más posible de lo que crees: 'Es tan peligroso como fumar o beber en exceso'

Mantener la mente ocupada, cultivar aficiones, buscar entornos estimulantes y combatir la rutina son estrategias que también mejoran el bienestar emocional.

El aburrimiento, esa sensación universal que parece inofensiva cuando aparece en pequeños lapsos del día, puede convertirse en un enemigo silencioso si se prolonga durante semanas, meses o incluso años. Aunque no mata de forma directa como un infarto o un accidente, la ciencia lo ha identificado como un factor de riesgo capaz de acortar la vida.

Estudios como el realizado por el Departamento de Epidemiología y Salud Pública del University College de Londres, que siguió a más de 7.000 personas durante 25 años, detectaron que quienes declaraban estar aburridos de forma frecuente tenían un 40% más de probabilidades de morir antes que aquellos que no lo estaban. No se trata, por tanto, de una simple molestia anímica, sino de un estado que puede erosionar la salud física y mental con el tiempo.

Si te aburres puedes caer más fácilmente en vicios

Uno de los mecanismos detrás de este vínculo es la relación entre el aburrimiento crónico y la adopción de hábitos perjudiciales. Trabajos monótonos, tareas poco gratificantes o situaciones de privación de libertad, como largos ingresos hospitalarios, pueden empujar a las personas hacia el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol o la ingesta de comida ultraprocesada. El psicólogo John Eastwood, de la Universidad de York en Toronto, señala que en dosis controladas el aburrimiento puede ser un motor creativo, pero cuando se vuelve persistente deja de ser chispa y se convierte en un riesgo que mina la motivación y la disciplina personal.

La investigación publicada en International Journal of Epidemiology por Martin Shipley y su equipo subraya además la conexión con la salud cardiovascular. Según el experto, la gente atrapada en empleos mecánicos o poco estimulantes debería buscar intereses externos que contrarresten la apatía, en lugar de recurrir a sustancias nocivas. A este panorama se añade la influencia de la dopamina, un neurotransmisor clave en el sistema de recompensa del cerebro: quienes tienen menor producción o receptores menos sensibles son más vulnerables a la sensación de vacío, lo que puede derivar en la búsqueda compulsiva de estímulos a través de conductas dañinas.

El boreout también es malo

Las consecuencias no se limitan al plano individual. El aburrimiento grave en el ámbito laboral ha sido bautizado como boreout, un síndrome identificado por Peter Werder y Philippe Rothlin que es, en cierta forma, la cara opuesta del burnout. En lugar de un exceso de carga de trabajo, se produce una ausencia de retos y responsabilidades que desemboca en estrés, desmotivación y desconexión emocional. Incluso la justicia española ha empezado a reconocerlo: una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Galicia en 2024 indemnizó a un trabajador por "marginación sistemática" y falta de ocupación efectiva, considerando que la empresa vulneró su derecho a un empleo digno y productivo.

El impacto del aburrimiento también se ha estudiado en entornos sanitarios. Investigaciones recopiladas en PubMed Central y por la Universidad de Cambridge muestran que los ingresos hospitalarios, especialmente en unidades psiquiátricas, favorecen un "aburrimiento situacional" que puede agravar patologías previas o generar nuevas. La falta de luz natural, el aislamiento social y la ausencia de actividades significativas elevan el riesgo de depresión, insomnio e incluso problemas inmunológicos. Para contrarrestarlo, expertos recomiendan la terapia ocupacional, el acceso a espacios verdes y el fomento de vínculos más allá de la relación paciente-médico.