En una galaxia muy, muy lejana no todo vale. El universo de Star Wars, desde su concepción en 1977, se rige por una serie de normas internas que buscan diferenciarlo de nuestra realidad cotidiana. Esa coherencia estética explica por qué ciertos objetos habituales en nuestro día a día parecen vetados en la saga.
Los objetos cotidianos de esta galaxia, sobran
Diego Luna, protagonista de Rogue One y de la serie Andor, ya señaló que los cordones de zapatos, los botones, las cremalleras e incluso el velcro no tienen cabida en esta epopeya espacial.
La decisión responde a una máxima clara: crear un entorno visual único y reconocible, donde la tecnología y la cultura se alejen de cualquier referencia directa al presente terrestre. Así, en lugar de cartas o notas en papel, los habitantes de la galaxia utilizan pantallas digitales, mensajes holográficos y dispositivos de comunicación futuristas. La única excepción la encontramos en Los Últimos Jedi, cuando Luke Skywalker protege los antiquísimos textos de los Jedi, reliquias que subrayan lo extraordinario de ver libros en este universo.
Se evitan las ruedas todo lo posible
El papel no es la única ausencia llamativa. Tampoco abundan las ruedas. Los vehículos de Star Wars suelen desplazarse por el aire o mediante orugas, otorgándoles un aspecto propio de la ciencia ficción retrofuturista. Sin embargo, los droides han introducido matices: BB-8, con su diseño esférico, o D-0, presentado en El Ascenso de Skywalker, utilizan sistemas rodantes que rompen la regla sin desentonar con la estética general.
En el mismo sentido, las puertas no tienen pomos ni bisagras tradicionales. Se abren automáticamente, reforzando la idea de un futuro distante en el que lo cotidiano se ha transformado en mecanismos más avanzados. Esta ausencia deliberada, aunque pueda pasar desapercibida en un primer visionado, contribuye a la sensación de extrañeza y maravilla que distingue a la franquicia.
Las armas blancas constituyen otro terreno en el que Lucas y sus sucesores han marcado distancias. Aunque no están prohibidas del todo —ahí están la daga Sith o los vibrocuchillos—, lo común es que la acción esté dominada por los icónicos sables de luz y blásters. En algunos productos derivados, como los videojuegos de Caballeros de la Antigua República, sí se permite blandir espadas convencionales, pero siempre fuera del canon oficial.
Limitar la presencia de ciertos objetos cotidianos evita que la saga pierda su aire de exotismo y mantiene al espectador sumergido en un mundo que, pese a parecer lejano, resulta siempre familiar en sus conflictos humanos.