La historia comenzó en Monterey, California, con unas imágenes que parecían sacadas de un relato de ciencia ficción: jabalíes salvajes abiertos en canal cuya carne y grasa brillaban en un tono azul eléctrico imposible de ignorar. No era un truco de la luz ni un efecto de la cámara; uno de los cazadores lo describió con crudeza al Los Angeles Times: "azul arándano, azul neón".
La explicación oficial no tardó en llegar. El Departamento de Pesca y Vida Silvestre de California lanzó una alerta contundente: esa coloración delataba la posible exposición de los animales a rodenticidas. En otras palabras, veneno. La recomendación fue tajante: no consumir bajo ningún concepto carne que presentara esa apariencia, ni ninguna otra anomalía extraña. Pero había más.
Abaten a un gigantesco jabalí y hallan en su interior carne de un azul eléctrico: la extraña explicación detrás del fenómeno
El caso, sin embargo, no se reducía a una simple advertencia. Desde marzo, los laboratorios del estado y la Universidad de California habían analizado varias muestras de estos cerdos salvajes, encontrando en su hígado y estómago restos de difacinona, un anticoagulante de primera generación diseñado para bloquear la vitamina K y provocar hemorragias internas en plagas. Lo inquietante es que muchos de estos cebos se tiñen de azul precisamente para identificarlos como tóxicos, y ese mismo pigmento acaba filtrándose en los tejidos de los animales que lo consumen.
El problema es aún mayor de lo que parece. Aunque la carne no presente un color extraño, eso no significa que esté libre de residuos: los compuestos pueden acumularse en órganos como el hígado y resistir incluso el cocinado. Asar, hervir o freír apenas reduce su toxicidad. La conclusión es clara: la cocina no neutraliza el veneno.
California lleva tiempo intentando poner coto a estos productos. La difacinona pasó a considerarse material restringido en 2024, y otros anticoagulantes de segunda generación ya estaban limitados por sus efectos devastadores sobre la fauna silvestre. Pese a ello, los datos son reveladores: un estudio detectó restos de rodenticidas en jabalíes, osos, coyotes y hasta en pumas. La cadena trófica entera se ve contaminada.
Los jabalíes, híbridos oportunistas que colonizan casi todo el estado, actúan como vectores perfectos: carroñean, comen cebos y expanden el problema. El fenómeno del "cerdo azul" es la prueba más visible de un peligro invisible. Un recordatorio incómodo de que el veneno no entiende de fronteras y acaba siempre viajando más lejos de lo que pensamos.