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Adiós a las facturas de la calefacción: el sencillo truco que puede ahorrarte entre 50 y 120 euros al año

El margen de ahorro aumenta si, además, se recorta un poco la temperatura de consigna.

Poner la calefacción "en piloto automático" todo el día sale caro. Cada invierno se repite la misma duda: ¿es mejor dejarla al mínimo o apagarla cada vez que salimos de casa? Los datos que manejan tanto la OCU como distintos estudios de eficiencia energética apuntan en la misma dirección: lo que dispara la factura no son los encendidos puntuales, sino las horas totales de funcionamiento. Con un gasto medio anual en calefacción en torno a los 640 euros, la diferencia entre calentar una casa vacía o no hacerlo puede ser de decenas de euros a final de temporada.

Los cálculos son claros. Diversos análisis estiman que apagar o bajar la calefacción cuando la vivienda se queda vacía, aunque sea para "bajar a por el pan", reduce el consumo entre un 8% y un 15% al año. Sobre la factura media de la OCU, eso supone un ahorro aproximado de entre 50 y 120 euros, que puede ser aún mayor en hogares con calderas de gas natural donde el desembolso anual se mueve entre los 760 y los 900 euros. No es un truco milagroso, pero sí un margen de mejora nada despreciable para algo tan sencillo como accionar un botón al salir.

El mito de "gasta más al encenderla"

La explicación física desmonta uno de los mitos más repetidos: esa idea de que "si la apago, luego gastará más para recuperar la temperatura". En la mayoría de viviendas con aislamiento medio, el calor se pierde con relativa rapidez, de modo que la caldera o la bomba de calor tiene que seguir trabajando de forma intermitente —y consumiendo energía— solo para mantener la temperatura en una casa vacía. En cambio, si se apaga, el sistema se queda a cero consumo durante ese rato y solo vuelve a gastar cuando realmente hay alguien que va a aprovechar ese confort térmico.

Los expertos del IDAE y divulgadores como Jorge Morales de Labra insisten en que la estrategia eficiente pasa por adaptar la calefacción a la vida real de la casa: apagar o bajar cuando salimos unas horas, dejarla directamente apagada si nos vamos el fin de semana y evitar tener a 22 ºC estancias que nadie está usando. Un termostato programable —no hace falta tener seis, como algunos fanáticos de la domótica— puede hacer gran parte del trabajo por nosotros, encendiendo media hora antes de que lleguemos y apagando cuando la última persona cruza la puerta.

Grados de menos, euros de más en el bolsillo

Bajar solo uno o dos grados el ajuste habitual puede recortar hasta un 20% el consumo anual, según los estudios de eficiencia: cada grado de menos supone menos esfuerzo para la caldera y menos pérdidas de calor por paredes y ventanas. Es el clásico consejo de "ponerse un jersey" antes de subir el termostato, pero respaldado por números muy concretos cuando se combina con el apagado estratégico en ausencias.

En el caso de las bombas de calor, la lógica es similar: estos equipos son muy eficientes alcanzando de nuevo la temperatura de confort, por lo que también compensa apagarlos cuando nadie está en casa en lugar de mantenerlos todo el día "a medio gas". Al final, el truco doméstico no tiene mucha ciencia: no pagar por calentar aire que nadie va a respirar. Convertirlo en hábito —apagar al salir, programar por horarios y ser algo más realista con los grados— es, a la larga, lo que marca la diferencia entre una factura que se dispara y otra que, sin milagros, se contiene.