David Ayer, testosterona, barrios chungos y antihéroes

La noticia de la producción del Snyder Cut de La Liga de la Justicia ha hecho correr ríos de tinta. Por un lado, es una buena noticia tanto porque puede suponer una segunda oportunidad a películas fallidas. Y, por otro navega hacia el horizonte perversos de las películas a medida del público y eso puede suponer una aún menor capacidad de decisión por parte ya no solo de los directores, sino de los estudios. Y como es evidente, el público (como ente abstracto) no es quien debe tomar las decisiones. En no pocas ocasiones tiene un rigor y un criterio muy formado. Eso convierte la experiencia culturar en un masaje en lugar de algo desafiante. Y elimina la posibilidad de que los receptores descubran cosas que no conocen y que pueden interesarles porque, de seguir esta tendencia, solo tendrán únicamente cosas a su gusto.

En todo caso, ha sido una noticia que ha traído muchas consecuencias. Algunos periodistas están tanteando a otros directores si querrían ver su “versión” de sus grandes fracasos. Y la que aquí nos congrega es que David Ayer ha lanzado su propia campaña para lograr que vea la luz su versión del Escuadrón Suicida, de la que lleva años contando detalles en su cuenta de Twitter. También es ahí donde lleva más de una semana reclamando que su que saquen a la luz el Ayer Cut.

Si cuela, cuela.

Oportunismo no es la palabra, pero sí que es un timing interesante del que Ayer intenta sacar algo de provecho. Es un tipo listo y ha sabido aprovechar sus oportunidades. No debe ser sorpresa de nadie que se suba a esta ola.  

¿Hasta qué punto el contexto afecta al trabajo? Es una pregunta que podría aplicarse a todos y cada uno de los artistas, pero el caso de David Ayer es muy evidente. David Ayer es alguien que de no haber terminado haciendo cine, lo más probable es que fuera a haber acabado encarcelado.

El director abandonó su natal Illinois siendo muy joven. De hecho, fue expulsado de la casa de sus padres. Y eso le condujo a un punto de inflexión en su vida. Abandonó, siendo adolescente, los estudios y se mudó con su primo a Los Angeles. Y esa fue la primera decisión testósterónica que tomaría.

El Southwest de Los Angeles no es una zona particularmente pacífica. Los barrios y suburbios ubicados al sur de la ciudad de las estrellas, está lejos del glamour y las fiestas en mansiones con piscinas y personalidades. Hablamos de algunos de los barrios con mayores índices de criminalidad de todo Estados Unidos. La subcultura de las bandas se ha proligado como la pólvora (comprensible con el entorno hostil económica y racialmente en el que se han criado y conocen) y, de ningún modo, tratar de subsistir en un entorno semejante forja tu propia identidad.

Es probable que Ayer no tardase en querer escapar de esa vida y eso fuese lo que le llevase a alistarse en la marina con 18 años. Ahí estuvo ejerciendo de técnico submarinista entre 1986 y 1988. Fue muy breve esa experiencia, pero se convirtió en una fundamental para el devenir su obra.

Con su retorno a la vida civil comenzó a escribir guiones de películas y a sentir una pulsión más intensa a dedicarse a trabajar en la industria cinematográfica. No en vano, estaba donde tenía que estar para dedicarse a ello y ya había acumulado unas cuantas experiencias vitales que plasmar en el papel.

Ayer aguantaría con trabajos de mala muerte hasta que en 2000 vio la luz su primera aportación al cine. U-571, que narra como la guerra submarina contra los nazis dio un vuelco en el momento en el que se logró descifrar la máquina enigma. Es una película para la que Ayer se valió de su experiencia de submarinista para dotar de verdad a los personajes y a sus relaciones. Menos creíble fue el que los protagonistas de esa hazaña fueran militares estadounidenses y no británicos. Eso llegó a causar un conflicto diplomático con Blair y Clinton carteándose al respecto. Ayer terminaría confesando que fue una decisión de producción con la que él no estaba a gusto. Se pretendió apelar al público americano. Primer guion. Primera polémica.

Tan solo un año después, vería la luz la película por que la que se recuerda principalmente las labores de guionista de Ayer: Training Day. Esta película fue la primera en la que se deja entrever los grandes temas que estarán presentes en el resto del trabajo y que capta mucho de sus vivencias en los barrios complicados de L.A. Eso se tradujo en una película cruda en su momento y que influiría a muchas de las películas policías. Y todo nació del propio Ayer, quien tuvo su primer borrador en 1996. Este fue el filme que abrió bastantes puertas esteascendente hombre.  Todo funcionó. Tanto es así que el presidente de Warner, la major detrás de esta película, felicitó al guionista al ser una gran película firmada por una única persona. Poco habitual en el Hollywood contemporáneo. Menos normal si hablamos de un principiante.

Conversaciones de hamburguesas europeas mal.

Salvo un contrapunto: el trabajo dirigido por Fuqua sería calificada como una “completa pérdida de tiempo” por el afamado y respetadísimo escritor de novela negra James Ellroy. Eso resulta muy curioso, dado que terminarían colaborando juntos. Y es muy probable que fuera debido a que Ayer se pusiera en contacto a raíz de ello.

Además de esto, ese mismo año, se estrenó The Fast and the Furious. Logró formar parte del equipo de guionistas de la primera entrega de una las franquicias más lucrativas del Hollywood reciente. También escribiría los guiones de Dark Blue y del reboot de S.W.A.T. (Los Hombres de Harrelson).

Con este bagaje detrás, siendo un currito competente, fácilmente llevable y con toda confianza por parte de los estudios, era de esperar que comenzase a encaramarse hacia la laboriosa labor de dirección. Es otro salto para el que se necesita valentía para aceptar todos los riegos que ello trae consigo.

Y, siendo justos, David Ayer no ha tenido una carrera ejemplar como director. Ni tampoco es alguien que tenga una voz autoral muy marcada. Es alguien con una sucesión de películas cortadas por un mismo patrón hasta tal punto que pueden resultar un tanto genéricas. Pero para entenderlas y, con ellas, poder tratar de sacar a relucir la parte más interesante de ellas, es necesario comprender de dónde viene y cómo ello le ha creado una identidad de la que, por el momento, le resulta imposible escapar. Ni parece tener la más mínima intención.  

Vidas al límite, el tibio debut

Esta película destila un tufillo opresivo de homofobia, sexismo y racismo que, si contamos con que es un reflejo de la personalidad del South West de Los Angeles y no del director, es verdaderamente problemático. Es una película que ha envejecido un tanto mal y que se aprecia muchos de los dejes y vicios tan propios de la primera década de los 2000.

Es de esas piezas de las que se puede decir que tiene buenas intenciones por las que resulta difícil despreciarla del todo. No es difícil ver en el personaje interpretado por Christian Bale, un veterano de guerra nihilista, hedonista e incapaz de vertebrar una vida normal, mucho de lo que podría haber experimentado el propio Ayer en su vuelta a la vida civil. La película, como sucederá con tantas otras de este director, tiene un tono tremendista o, incluso, trágico con personajes al límite, masculinidades tóxicas y decadentes (aunque es difícil entrever si esto es intencionado o no), vidas marcadas a fuego por la violencia y la autodestrucción… Todo lo que se puede imaginar cuando se emplea esa etiqueta tan desprestigiadora y paródica como certera que es “intensito”.

Christian Bale y Robin pensando en por qué decidieron hacer esta película.

A su vez, es una película más ambiental y character driven que narrativa. Los personajes son planos y ha envejecido mal, pero algo que no se le puede negar es que es una película con vocación inmersiva en la que no es difícil ver cómo debe ser la dura vida en esos ambientes. Tampoco se puede negar que es un director que no tiene ningún impedimento en ser seco, explícito y crudo a la hora de mostrar la sordidez.

Aunque la ópera prima de David Ayer es irregular y le falta mucho de cocción, lo cierto es que fue una película de un presupuesto de 2 millones que logró rentabilizarse sin convertirse en ningún terremoto de la taquilla. Suficientes motivos por los que podría seguir desarrollando sus inquietudes como director.

Dueños de la Calle, el asentamiento en Hollywood.

Tal y como se ha explicado antes, Ellroy terminaría colaborando codo con codo con Ayer. Y el resultado es esta nueva propuesta que indaga en la corrupción del cuerpo policial angelino. Y la verdad es que es una película con mucho pulso dramático

Contando con la participación de John Wick Keanu Reeves y el Capi Chris Evans nos volvemos a encontrar una película árida en la que no hay ningún personaje mínimamente amable. Sin embargo, al contrario que en la película anterior sus personajes tienen una serie de motivaciones nobles.

Buenísimo el número del Capi en el que le dio por tomar la pastilla roja.

Ayer aquí nos trae su película más clasicista y con un componente narrativo más potente. Seguramente el hecho de que el guion esté co-escrito por un maestro como el escritor de La Dalia Negra tendrá algo que ver. También tiene temas de mayor interés, aunque su enfoque favorable a la fisicidad constante y a las escenas de acción le restan potencia. Es como si el Serpico de Sidney Lumet le hubiesen chutado esteroides.  

Esta es la primera película que parece eso: una película. Con ello se aprecia un manejo más claro de la estética cinematográfica, siempre al servicio de lo que se quiere contar. Y una historia que, si obviamos todos los excesos de la acción, tiene su interés y tiene una construcción notable. Es aquí donde Ayer demostró que sabe dirigir.

Sin Tregua, policías polis

“Soy policía. He venido a detenerte. Has incumplido la ley. No las escribí yo. Puede que ni siquiera esté de acuerdo, pero haré que se cumplan. Por mucho que supliques, ruegues o trates de ganarte mi simpatía, nada de lo que hagas evitará que te meta en una jaula de acero con rejas. Si te escapas, te perseguiré. Si me atacas, te atacaré. Si me disparas, te dispararé. La ley no me permite desentenderme. Soy una consecuencia. Una factura sin pagar. Soy el destino con una placa y un arma. Tras la placa, hay un corazón como el tuyo. Sangro. Pienso. Amo. Y sí, puedo morir. Y aunque solo sea un hombre, tengo miles de hermanos y hermanas que son iguales que yo. Arriesgarían sus vidas por mí y yo por ellos. Hacemos guardia juntos. La delgada línea azul que protege a la presa de los depredadores.  Al bien del mal. Somos la policía.”

David Ayer.

Este es el monólogo con el que empieza la película. Con este diálogo se resume perfectamente el tono y las intenciones de esta obra: mostrar las vicisitudes de la vida de un policía en la zona sur de Los Angeles. Y la decisión estética de seguir, por momentos, las reglas del found footage le da esa capa de pretendido realismo a la película.

Esta película seguramente sea la que mejor capte la esencia del cine de Ayer. Y es donde se puede apreciar un cuidado mayor al establecer personajes tridimensionales y creíbles. Se aleja (aunque no del todo) de los excesos y lanza una película más intimista de lo que había hecho hasta este momento.

Sin Tregua
Watcha gonna do?

A su vez, es su película más accesible y donde menos deudas con otros directores vemos pendientes. Esta pieza también tiene la virtud de mostrar ciertos aspectos de esta profesión de la policía que no se habían analizado en otras propuestas. La mejor forma de resumirlo es que es como si estuviésemos viendo una versión fílmica de un episodio de Cops.

Una vez más, no es una película que vaya a conseguir ni pretenda romper con lo establecido, pero es una película a la que hay mucho mimo y en la que se puede apreciar de una manera más cristalina todas las virtudes y el potencial de este director.

Sabotage, la cima de la violencia

Esta película es la cúspide de una buena parte de lo que es su cine: tíos duros haciendo cosas de tipos duros. Aquí en esta película es donde más patente se hace cierto tufillo sexista. Sus personajes femeninos se comportan como sus compañeros masculinos. Por no hablar de que una ejerce de inocentona novia del protagonista y la otra de pérfida y villana de serie B, traidora de la camaradería entre señores.

Mucho chuache y poco Beastie Boys.

Además, tiene una violencia más desagradable respecto al resto de sus películas y mantiene ese aspecto de personajes hiperbólicos. Al contrario de los presentes en Sin Tregua, con los que sí podemos ver trazas de algo con lo que el espectador pueda identificarse. Resulta muy contradictorio que la película que, en muchos sentidos, es donde Ayer consigue ser más desenfrenado, sea la más anodina o, incluso aburrida.

La representación máxima de que la peripecia sin emoción, sin identificación con los personajes, no es más que un fuego de artificio agobiantes que a los que no solo se inmuniza quien ve la película, si no que no entretiene. 

Corazones de Acero, retorno a la guerra

El retorno a Ayer al género bélico y, más concretamente, a la campaña militar de la Segunda Guerra Mundial fue la demostración de que Ayer puede manejar grandes presupuestos. Y una un cambio en su carrera muy coherente, teniendo en cuenta de que venía de Sabotage.

El enfoque militarista sigue estando presente en una historia de tanqueros y, sobre todo, su camaradería en las circunstancias bélicas más adversas y el proceso de deshumanización que contrae la guerra. Nada nuevo. Pero el director, al haber tenido experiencias militares (y descender de algunos luchadores de la Segunda Guerra Mundial), consigue dotar de veracidad a algunos de las escenas y sus personajes, aunque estos sean tan extremos que puedan resultar caricaturescos.

«Shia, no te rompas botellas en la cara, anda.»

Es difícil encontrar en mucho del cine estadounidense centrado en Segunda Guerra Mundial que sean críticas. Seguramente tenga que ver con que ganaron la contienda. Tienden a idealizar la aportación estadounidense en la lucha contra los nazis (de hecho, él fue partícipe en una de ellas), mientras que, en esta pieza, los soldados son más antiheroicos, y tienen una jerarquía muy particular. Y es otra decisión valiente a la hora de enfocar la película.  

Aun con todo, esta película capta la esencia de lo que debería haber sido el Escuadrón Suicida: perdedores que forzosamente están obligados a colaborar si quieren sobrevivir. Lo cual hace más extraño que su siguiente película terminando resultado lo que fue.

Suicide Squad, el colapso absoluto

El hermetismo de las grandes producciones de Hollywood impide acceder a la información de lo que realmente ha sucedido ahí. Warner no sabía exactamente cómo enfocar y vender esta película: ¿Deben continuar con la línea editorial heredada por Christopher Nolan o, por el contrario, deben buscar hacer su Guardianes de la Galaxia?

El primer tráiler se presentó en la San Diego Comic Con y tenía un tono continuista y grave respecto al Universo DC cinematográfico:

Sin embargo, el siguiente trailer tuvo un mayor tirón gracias a presentar un aspecto más juguetón y festivo:

El segundo adelanto recibió una acogida mayor lo cual condujo a los problemas de producción y a las re-grabaciones. Y, como no podía ser de otra manera, el rodaje fue intenso debido, principalmente, a las excentricidades de Jared Letto y su Joker trapero.

En cualquier caso, fue una terminó siendo una película absolutamente descabezada y descentrada. Con una clara falta de una dirección y una serie de montajes que hace de esta producción un claro Frankenstein fílmico. Videoclipera y recursos muy facilones y solo muy ligeros rastros de la huella de Ayer.

Cuando se ve Escuadrón Suicida vemos una historia mal narrada, montada a hachazos y con un interés más icónico que en desarrollar de forma coherente a unos personajes. Y es ahí donde se ven las completas interferencias y desentendimientos con el estudio. A este realizador se le puede poner muchos peros, pero es capaz de contar historias y cuida sus guiones.

Esta película, sin embargo, se le puede ver los aspectos más cuestionables de este director. No en vano, ahí tenemos la controvertida decisión estética del uniforme de Harley Quinn que, sin embargo, logró calar hondo en el fandom e hizo al personaje más popular de lo que ha sido jamás. Es lo único verdaderamente recordado de esta película.

Descripción gráfica de la reacción de los críticos al ver esta ¿película?

A pesar de todo, se convirtió en un bombazo para la taquilla, aunque las críticas fueron poco o nada favorables. Lo fue hasta tal punto que es de los pocos casos en los que DC se atrevió a anunciar secuelas, aunque como es habitual, hubo vaivenes. En un primer momento, entró en pre-producción Gotham City Sirens, en la que volvería Margot Robbie y Ayer a sus respectivos puestos. El proyecto no cuajó, lo cual condujo a Aves de Presa y la Fantabulosa Emancipación de Harley Quinn.

Ese error de concepto está en el momento en que contrataron a David Ayer para hacer esta película. No es alguien caracterizado por hacer un cine de este tipo. Ni tampoco nunca ha mostrado particular interés (a pesar del entusiasmo lógico mostrado en las giras promocionales en las que se hartó de decir que su visión es la película que se estrenó). Eso quiere decir que, evidentemente, lo intentó llevar a su terreno, cosa que no terminó de ser del agrado de algunos fans. No todos los directores valen para este tipo de películas. Y es difícil querer contratar a un director especializado en mostrar la vida criminal de la forma más cruenta para caparlo para convencer a un público mayoritario.  

Sea como fuere la película ganadora de un Oscar (sic) no se ha cerrado, ya que, como se ha explicado, se está comenzando la campaña para que Warner libere la visión de Ayer.

Bright, la mezcla de transición

David Ayer vino de hacer una película que, como vemos, a día de hoy se puede ver como un movimiento más lúcido de lo que podía parecer. Y, aun siendo de las películas más estériles y aburridas de su carrera, tuvo mucho apoyo por parte de Netflix.

Esta es una película de transición. Literalmente. Ayer les vio la gracia a los elementos fantásticos, pero trasladándolos a un mundo similar al nuestro. Y vio en el guion de ese despreciable individuo que es Max Landis una manera de aunar en una única película su estilo y los aspectos más relacionados con hadas y fantasías.

Bright
Mucho Bright y todo lo que tú quieras pero no esta right la cosa (badum tss)

Es la película que abraza de forma más directa el tema del racismo a través de la metáfora bastante simplona. Narrativamente intenta emular una clásica historia de fantasía heorica a la vez que se combina con las complicaciones implícitas de la vida en (¡Oh, sorpresa!) el sur de Los Angeles.

Bright es una película que se cree y podría haber sido mejor de lo que es. Tiene muchos flecos que hacen árido el visionado de su prolongado metraje. Y, al no terminar de no ser una cosa ni la contraria, se queda en tierra de nadie. También en la memoria del espectador.

El de Illionois todavía tiene pendiente de llegada a los cines su nueva película: The Tax Collector, con la que volverá a contar con Shia Labeuf (tuvo un papel secundario en Papeles de Acero), en este caso, en un papel protagonista. Tiene prevista la fecha en agosto de este año y supondrá un retorno a aquello que le hizo labrarse su nombre: los thrillers criminales con temas sociales.

Shia, no debiste romperte botellas en la cara.

Y, por si fuera poco, tiene dos grandes proyectos en preparación en la que parecen haberse convertido sus dos casas: un remake de Los Doce del Patíbulo, junto con Warner, y la adaptación del exitoso libro Seis Años, de Harlan Coben, para Netflix. En cualquier caso, son dos proyectos de gran ambición para este aguerrido realizador. Además, Bright tendrá una secuela a cargo de Louis Leterrier, pero con un guion co-escrito por el propio Ayer.

David Ayer no será ser recordar como el director más audaz. No ha dado grandes avances, no ha tenido una gran inventiva ni ha aportado nada que no hayamos visto antes y más depurado antes. Pero es alguien que se atreve a hacer un cine que ya no se estila y a pasarlo por un filtro personal. Aun siendo bastante convencional y plano, pocos son los directores que hayan querido basar su carrera en sacar a la luz las vergüenzas policiales del cuerpo de L.A. Ni tampoco son tantos los que hayan tratado temas como el racismo y las consecuencias trágicas y deshumanizadores de un sistema opresivo y asfixiante. Haya estado acertado o no, recuerda a cuando el cine con vocación de entretener a las masas tenía algo que decir.