Recordando las Secret Wars de Jonathan Hickman y Esad Ribic, el mejor evento de la historia de Marvel Comics

Hace 35 años, Jim Shooter decidió enviar a los superhéroes más famosos de Marvel Comics a Mundo Batalla, donde una misteriosa identidad cósmica conocida como el Todopoderoso los enfrentaba en un combate por el poder y, por supuesto, su divertimento. Las Guerras Secretas fue el evento que comenzó todos los evento. Creada específicamente para vender muñecos, la saga se convirtió en un clásico instantáneo, que pese a ser denostado por muchos lectores como fuegos de artificio, marcó un antes y un después en el cómic de superhéroes. La maxiserie de 12 números tuvo continuaciones directas e indirectas con el paso de los años sin que ninguna de ellas fuera más destacable en cuanto calidad, nostalgia o impacto… hasta 2015. Las nuevas Secret Wars fueron la traca final de Jonathan Hickman a su andadura en los Vengadores en particular y, en el fondo, en Marvel Comics en general, muchos años antes de regresar como un hijo pródigo a revolucionar la franquicia-X. Sin duda alguna, el evento del 2015 cambió de arriba abajo la Casa de las Ideas. Y, sin que sirva de precedente, esta vez fue de verdad.

Hickman en Vengadores

Corría el mes de diciembre de 2012 cuando ocurría lo impensable por todos, esperado por muchos y temido por pocos. Con motivo del relanzamiento editorial Marvel Now!, Brian Michael Bendis dejaba la franquicia vengadora tras haber batidos todos los récords de permanencia y cabeceras lanzadas. El patriarca que había llevado al grupo a las cosas más altas de popularidad y ventas desde que se hiciera cargo de la serie en el número #500 de Vengadores dejaba el grupo tras haber revitalizado a la serie y haber abierto las puertas a nuevos miembros hasta entonces fuera de órbita del grupo como se vio, por primera vez (y con un grado de curiosidad dado el presente tema en cuestión) en aquel pseudo-prólogo a sus Nuevos Vengadores titulado Secret War (en singular), junto al dibujante italiano, Gabrielle Del’Otto. En aquel momento, el guionista elegido por Marvel Comics para tomar las riendas de la franquicia fue Jonathan Hickman (Los Proyectos Manhattan, S.H.I.E.L.D.), amigo personal de su antecesor al cargo y uno de los nuevos talentos más interesantes de la década gracias a su trabajo en Guerreros Secretos o, sobre todo, los Cuatro Fantásticos y FF. Por momentos, podría parecer una apuesta arriesgada, ya que su trayectoria en Marvel se limitaba a los títulos mencionados demás de una corta etapa al frente de Ultimates junto a Esad Ribic, de la cual salió de forma apresurada dadas las bajas ventas, al coincidir este debut con el reboot en masa de DC Comics de septiembre de 2011: los Nuevos 52. Curiosamente, muchas de las ideas no ejecutadas en esta serie de Ultimates irán a germinar años más tarde en la hasta ahora, obra más importante del autor.

Lejos de amilanarse ante el desafío (de hecho, ya había tomado el relevo a Mark Millar en los Cuatro Fantásticos), Hickman y una legión de fieles escuderos dibujantes de la talla de Jerome Opeña, Steve Epting, Adam Kubert, Dustin Weaver o Mike Deodato Jr. comenzaron a tejer una macroaventura épica y galáctica en fascículos y jugando con conceptos tan grandes como universos alternativos, futuros apocalípticos y colonizaciones de mundos, al contrario que el toque más urbano que había imprimido Bendis al título, salvo excepciones. Jonathan comenzó estructurando sus planes en las dos cabeceras vengativas, relacionadas tanto a corto como a largo plazo, como él mismo insistía: «Vengadores y Nuevos Vengadores son las dos caras de una misma moneda. Temáticamente, están en fase. Mientras que Vengadores trata de la vida, New Avengers tratará de la muerte«.

Mundos vivirán, mundos morirán

Como si de un gran dominó se tratase y haciendo referencia siempre al largo plazo y a la escalada creativa, Hickman empezaba a ganarse el favor de los aficionados. ¿El resultado? Un total de 78 números (sumando las entregas de ambas cabeceras) de argumentos que llenarían los corchos de post-its e hilos de lana de los garajes de los más paranoicos Marvel Zombies graduándose de un doctorado multiversal made in Hickman. Número a número y mes a mes, el seguidor de las series veía el multiverso Marvel iba menguando a raíz de las bautizadas incursiones de Tierras de distintos universos, quedando cada vez menos universos antes de la última colisión. Entre ellos, en todo un órdago del mayor obseso por los diagramas que ha pisado Marvel, el Universo Ultimate. Es imposible resumir en pocas líneas las distintas y paralelas líneas argumentales hiladas por Hickman, pero sería injusto no intentarlo, aunque haya cosas que se queden en el tintero. Porque, al fin y al cabo, no son pocos los conceptos introducidos o empleados por Hickman. Constructores. Los Jardineros Aleph. Reyes de Marfil. Sacerdotes Negros. Yabbat Ummon Tarru, el Cisne Negro, Rabum Alall, el Destructor de Mundos. Ex-Nihilo. Sidera Maris y los Cartógrafos. La Capitana Universo y el Evento Blanco. Thane y la Orden Negra. Los Caballeros del Espacio (sin ROM). Iron Lad, Kang el Conquistador e Immortus. La Gran Sociedad. Los Todopoderosos. La Muerte del Tribunal Viviente. Los Hombres Molécula… Pero empecemos poco a poco.

En los primeros pasos de la cabecera de los Nuevos Vengadores, Reed Richards descubrió la existencia de esta anormalidad multiversal en la cual dos versiones alternativas del planeta Tierra entran en colisión durante un periodo de ocho horas. Al concluir este lapso de tiempo, si ninguno de los planetas ha sido destruido, lo serán ambos universos. Richards transmitió este descubrimiento al resto de los Illuminati, este particular Club Bildeberg marvelita compuesto también por Iron Man, Doctor Extraño, Capitán América, Namor y Rayo Negro, con los nuevos fichajes de Pantera Negra (reacio en su día) y de la Bestia (en sustitución de por el entonces recientemente fallecido Charles Xavier). Los Illuminati deberán destruir (en secreto, claro) todas aquellas Tierras que colisionen con la tradicionalmente denominada 616. ¿El coste? Sus principios como héroes. Sin embargo, este es un precio que todos están dispuestos a pagar… exceptuando el Capitán América, contrario a que el fin justifique los medios. Para mantener esto en secreto, el resto de los Illuminati deciden borrar la memoria del Capitán América (al estilo de Crisis de Identidad) y continuar luchando contra las incursiones, algunas veces con fortuna (las Tierras que debían destruir estaban deshabitadas o justo en ese momento Galactus se encontraba en plena merienda haciendo el trabajo por ellos) y otras no tanto.

Simultáneamente, en la cabecera de los Vengadores los acontecimientos se sucedían al mismo ritmo que los nuevos reclutas vengativos ingresaban en el grupo, con el especial énfasis en La Guerra contra los Constructores o la nueva llegada de Thanos, en busca (y posterior eliminación) de su último hijo resultante de sus tiempos mozos, como se vio en la miniserie de Thanos Rising, de Jason Aaron y Simone Binachi. Una vez más la Tierra estaba en el centro de un gran conflicto cósmico (volver a ver a Leinil Francis Yu dibujando Skrulls no trae buenos recuerdos…) en el que los Vengadores, esta vez sí, lideran las revoluciones y acaban con el Titán Loco, cuyo cuerpo, en animación suspendida, queda bajo custodia de los Illuminati. El éxito y la paz poco iban a durar. Exactamente el mismo tiempo que tardó el Capitán América en descubrir la destrucción secuencial de Tierras que estaban llevando a cabo sus (ex)compañeros Illuminati, además de su borrado de memoria. Arrastrados por los deseos de Steve Rogers (y su propia culpa), los Illuminati deciden detener esta escalada de violencia, aunque ello derive en el final del universo 616. Sin embargo, Namor decide unilateralmente continuar con su misión y para ello reúne al Cónclave, un grupo de villanos (creaciones de Hickman durante su etapa vengativa) con Thanos a la cabeza y el Reed Richards Ultimate como incorporación final para seguir destruyendo (y disfrutando con ello) nuevas incursiones, una tras otra… hasta la última de ellas. La mencionada incursión final: nuestra Tierra, la Tierra-616, contra la Tierra del universo Ultimate, la Tierra-1610. La destrucción del universo Marvel y el universo Ultimate dan comienzo a las nuevas Guerras Secretas.

Universo Marvel: The End

Combinando elementos de la Crisis en Tierras Infinitas y de las propias Secret Wars originales (así como de su segunda secuela a manos de Steve Englehart en los Cuatro Fantásticos), da comienzo el evento de 2015 en Marvel Comics. Un sálvese quien pueda y un enfrentamiento imposible de ganar. En palabras de Valeria Richards: «No podemos ganar, pero podemos no perder«. Para ello, los héroes liderados por Míster Fantástico deciden crear una balsa salvavidas en la que poder sobrevivir al final de todo. El choque entre ambas realidades trae consigo la destrucción de todo cuanto existe. Pero, y gracias al Doctor Muerte, también el nacimiento de algo nuevo: Mundo de Batalla. En las Secret Wars originales, el mítico evento que publicara Marvel entre 1984 y 1985, existía también un Mundo de Batalla. Lo había creado a partir de restos procedentes de otros mundos el Todopoderoso para su divertimento, enfrentando héroes y villanos. Era un tapiz gigantesco formado por diferentes regiones, muy distintas entre ellas, y que incluso incluía un pedazo de la Tierra. Esta vez, el creador no es el Todopoderoso, sino el Doctor Muerte. O, lo es que lo mismo, no es Jim Shooter sino Jonathan Hickman y, sin olvidarnos de él, Esad Ribic.

El equipo creativo de The Ultimates se reúne para la creación de este nuevo mundo. El dibujante croata ha demostrado durante su dilatada trayectoria en Marvel que se trata de un artista especialmente dotado para los ambientes medievales, la fantasía heroica y la épica mitológica, como queda claro en Loki o Thor: Dios del Trueno. Para ello, a más de uno le resultó sorprendente que Ribic fuera elegido por Hickman para encargarse del gran crossover del año. Sin embargo, cuando el Mundo de Batalla y sus habitantes quedan presentados en todo su esplendor en el segundo número de Guerras Secretas, uno entiende que la decisión no podía ser más acertada.

Como si de una marvelita versión de Juego de Tronos se tratase, Mundo de Batalla incluye territorios enfrentados, fronteras conflictivas, intrigas palaciegas, misterios insondables y la muerte acechando a cualquier esquina. Toda esta construcción de mundos es lo que convenció a Ribic para embarcarse en esta aventura. «No me gustan ese tipo de proyectos. Me ofrecieron algo similar antes de las Secret Wars y les dije que no quería hacerlo. Pero Hickman me comentó que esto iba a ser algo distinto, con una parte importante de construir mundos, desde cero y que quería que yo lo hiciera. Así que me convenció y dije que sí. Porque me gusta la idea de empezar algo desde cero.«, admitía el dibujante croata. El trabajo de Esad Ribic es espectacular y a la altura de las expectativas, que no eran pocas. Sin embargo, como hasta cierto punto era de esperar, su velocidad a la hora de ilustrar las páginas no fue suficiente como para mantener la cadencia de la serie mensual, retrasando la conclusión de la maxiserie más allá de lo previsto, y solapando con el relanzamiento editorial posterior: All-New, All Different Marvel. Para amortiguar el impacto de no poder publicar nuevas entregas durante más de un mes, desde la editorial decidieron dividir el contenido de los dos últimos números de la serie en tres (y reordenando algunas de las escenas), haciendo que su duración se alargue hasta los nueve capítulos (más un pequeño prólogo), en lugar de los ocho previstos inicialmente. Afortunadamente, con esta maniobra la maxiserie al completo está dibujada de forma consistente, algo de lo que han adolecido muchos eventos anteriores y posteriores.

Y un acontecimiento que en su día hubiera sido un gran evento por sí solo (¡¡¡el universo Marvel tradicional contra el universo Ultimate!!!), aquí pasa casi desapercibido en las últimas páginas del primer número. Hickman va más allá. Tras los acontecimientos del primer número (luz, fuego y destrucción de universos), el lector se sumerge de nuevo en una nueva realidad, creada por el Doctor Muerte, con ayuda de Owen Reece (el Hombre Molécula) y de Stephen Extraño. Consiguen robar el poder a los Todopodoresos y emplearlo para reiniciar un nuevo mundo, construido a partir de pequeños fragmentos de distintas realidades Marvel (el mencionado Mundo de Batalla). Autonombrado como dios supremo de esta realidad, Muerte gobierna con puño de hierro (nunca mejor dicho) su reino de reinos, con ayuda de su consorte Susan Storm, el Sheriff de Agamotto (encargado de asuntos místicos) y de Valeria, directora de la Fundación Futuro, encargada de asuntos científicos (con Franklin, Alex Power, Dragon Man, Bentley 23, Nostradamus, Night Machine y Psycho Man como miembros). Ah. Y con Galactus como mascota/estatua/guardia de entrada. Además, para asegurarse de que la palabra de Muerte se ejecuta con firmeza sin amagos independentistas entre los reinos, ha creado un grupo policial formado por distintos Thor de distintas realidades.

Esta nueva realidad será ajena a todos sus habitantes, quienes pensarán que este siempre ha sido el orden establecido, mientras que tan solo Muerte, Extraño y Owen recuerdan los acontecimientos anteriores… Al menos hasta la llegada de los supervivientes en dos balsas salvavidas procedentes una de cada Tierra. Como los diagramas de Hickman se encargan de explicar, por parte del bando de los ángeles y de Tierra 616, los supervivientes son Míster Fantástico, Pantera Negra, Capitana Marvel, StarLord, Cíclope (con el poder del Fénix, tras una elipsis narrativa un tanto conveniente), Spiderman (Peter Parker) y la nueva Thor. Por el lado de los villanos (y de la Tierra Ultimate), el Cónclave, al completo con Thanos, Cisne Negro, un Terrax Alternativo, Namor, Próxima Midnight, Maximus EL Loco, Corvus Grave y El Hacedor (aka Reed Richards Ultimate). Y un polizón en la figura de Miles Morales, que poco o nada tarda en juntarse con el resto de héroes. Con todas las piezas sobre el tablero cósmico, el enfrentamiento entre ambos bandos y el Doctor Muerte no se hace esperar, con bajas inesperadas y alguna que otra incorporación de última hora que sorprenderá a más de uno (¿qué fue de la Antorcha Humana y de la Cosa?).

El ritmo frenético de la serie no impide que Hickman pueda dedicar tiempo a explorar este mundo, lleno de guiños a sagas pasadas propias y ajenas, e incluso explicar a los lectores que no hayan leído sus números vengativos cómo se ha llegado a esta situación. Por supuesto, como solo ocurre con sus sagas, donde únicamente cuando Hickman te muestra la última pieza del puzle todo cobra sentido o, como él mismo afirma: Definitivamente es la culminación de todo lo que he hecho para Marvel. Como la relación que Pantera Negra ha tenido con el mundo de los muertos desde su etapa en los Cuatro Fantásticos o el que será el enfrentamiento definitivo entre Doctor Muerte y no uno sino dos Reed Richards (con un Thanos de por medio, todo sea dicho de paso).