80 años de DC Comics en España

Con todos los extraños acontecimientos que se están dando desde que comenzó el año (tanto respecto a cuestiones editoriales en el seno de DC Comics como en todo el resto de ámbitos) es fácil perder la perspectiva de que en este 2020 se ha cumplido una importante onomástica para la historia editorial en España de la casa de Superman: y es que los aficionados a sus personajes y relatos deberíamos estar celebrando por todo lo alto que hace nada menos que ocho décadas que sus tebeos se publican en castellano. Sí, habéis leido bien. Este 2020 se cumplen 80 años desde que se publicó en España el primer cómic DC.

National Publications (la editorial que hoy por hoy conocemos como DC) desembarcó en nuestro territorio en 1940 de la mano de, no podía ser de otra manera, su personaje emblema, Superman. Pero lo hizo de un curioso modo: con escala antes, en Italia. Y es que el año anterior, un editor llamado Lotario Vecchi que publicaba allí muy precozmente (la primera aparición en USA del personaje, en Action Comics #1, recordemos, data de 1938) a la creación de Jerry Siegel y Jerry Shuster vio como el Ministerio de Cultura Popular del régimen fascista de Benito Mussolini prohibió la aparición de héroes extranjeros (especialmente de países potencialmente hostiles a sus aliados alemanes, como Estados Unidos) dentro de sus fronteras. Vecchi utiliza entonces su filial española, llamada Hispano Americana de Ediciones, para seguir capitalizando en algún lado los tebeos del Hombre de Acero, que parece que ya tan pronto eran bastante populares y rentables incluso fuera de Norteamérica.

¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No! ¡Es Ciclón, el superhombre!
¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No! ¡Es Ciclón, el superhombre!

De ese modo, al llegar a esa España de postguerra, el personaje conserva (castellanizado) el nombre con el que Vecchi le ha bautizado en Italia: Ciclón, el Superhombre. Eso sí, dado que, aunque no hay prohibición, el régimen de Franco tampoco acaba de ver con buenos ojos héroes que no sean patrios, a Clark Kent se le renombra Carlos Sanz, el periódico en el que trabaja no será ni el Daily Planet ni el Daily Star sino La Jornada, y su jefe allí en lugar de Perry White o George Taylor se llama Jorge Martín. Los padres biológicos del Hombre de Acero allí en el planeta Cryptón (sí, se cambió la “K” por una “C”, pero no la “y” por una “i”) pasaron a responder por Aldebarán en lugar de por Jor-L, y por Liama en vez de Lara.

El material no provenía directamente de los comic-book originales USA, sino de la edición italiana que, a su vez, traducía las tiras de prensa en blanco y negro del personaje (y en algún caso de Action Comics) con importantes alteraciones de censura y remontado y mutilando las viñetas para que encajasen en el formato de cuadernillo apaisado. Tres de las 16 entregas que se llegaron a sacar se trataron incluso de historietas totalmente apócrifas, de factura italiana (los hermanos Vincenzo y Zenobio Baggioli) o de artistas anónimos de Hispano Americana. Y es que se dieron dos factores que propiciaron esta curiosa anomalía: primero, al nutrirse en Italia de las tiras de prensa norteamericanas recién estrenadas en 1939, no se producían el ritmo suficiente de publicación europea, así que había que crear nuevas historias para mantener puntualmente la presencia en los kioscos. Además, para 1941, con la segunda Guerra Mundial en marcha, resulta harto complicado conseguir material procedente de Estados Unidos.  Eso sí, tampoco por tanto hay por qué preocuparse mucho de la aprobación por parte los dueños norteamericanos de los derechos originales para las mencionadas modificaciones y relatos apócrifos. Otros cambios de la edición italiana, como el nuevo color de su uniforme, amarillo en lugar de azul en las primeras portadas, fueron heredados en esta iteración primigenia española del personaje, que terminó en 1943.

Imagen sacada de Tebeosfera

Cuatro años después, Hispano Americana de Ediciones se decide a probar suerte con otro héroe de la National. Por supuesto, no se podía tratar de otro más que de Batman, al que se bautiza aquí como Alas de Acero. El material publicado, igualmente, procede de las tiras de prensa norteamericanas, y del mismo modo es alterado sin contemplaciones para que encaje en el formato patrio. Sin embargo, parece que curiosamente el hombre murciélago tiene una fría acogida por parte del público español, y tan solo sale a la venta una primera entrega de su serie, que conste a día de hoy. Se habló mucho tiempo de otras dos más, pero no se ha certificado la existencia de ningún ejemplar, y parece que esta creencia puede ser debida a la promoción de los siguientes números, que nunca se llegó a materializar.

Sin embargo, ese mismo año Batman vuelve a aparecer en los kioscos españoles por parte de una editorial barcelonesa, de nombre similar al de Hispano Americana de Ediciones: Publicaciones Ibero Americanas. Resulta muy dudoso que ésta adquiriese los derechos del personaje de National, y probablemente aprovechase al máximo esa circunstancia de descontrol de la propiedad intelectual en un lugar tan alejado y aislado de Estados Unidos.  La serie se llamó Robin y el Murciélago, y lo más curioso no es  ya este énfasis en el ayudante juvenil desde el título, sino que Publicaciones Ibero Americanas elaboró sus propias historietas, con viñetas copiadas de las de las tiras de prensa norteamericanas del héroe nocturno, en lugar de reproducirlas directamente. Se da la circunstancia de que el dibujante encargado de este trabajo, uno de sus primeros, es Julio Ribera, autor por aquel entonces jovencísimo que posteriormente emigraría a Francia para convertirse allí en un importante nombre de la historieta gala. Él y el guionista J. Fernández (que en seguida pasó a usar el pseudónimo de Walter Benson), según declaraciones de Ribera en 2008, seguían las instrucciones de un editor judío huido de Alemania que tenía las primeras placas (sic.) originales de las tiras de prensa. Ya en el primer cuaderno, sin complejos, se pasó de adaptar relatos norteamericanos a crear historias totalmente propias durante el resto de la serie. En esas trece entregas, Batman (o El Murciélago, mejor dicho) dejó de tener el emblema del pecho, el protagonismo de Robin se acentuó como el título parecía pedir, y a ninguno de los héroes les temblaba el pulso en ejecutar a sus enemigos alegremente con armas de fuego, cuando ya en Estados Unidos se había implantado en Batman su código de no matar.

Si nos choca ver a Robin usando metralleta…
…atención a lo que decía mientras la usaba

Vamos a hacer un poco de trampa en este recorrido e incluir a un superhéroe que por aquellos entonces no pertenecía todavía al catálogo de DC/National (en los años 70 ésta arrendó su licencia y en los 90 lo compró definitivamente), pero que fue publicado en España durante la segunda mitad de los años 40 con gran éxito: hablamos del Capitán Marvel de Fawcett Comics, hoy por hoy conocido como Shazam. De nuevo, Hispano Americana de ediciones, tras la popularidad del serial de cine emitido en las salas españolas como Capitán Maravillas, de una adaptación a las viñetas del mismo, y de dos colecciones de cromos, comienza en 1947 a ofrecer en los kioskos los tebeos traducidos de CC Beck, adaptados por supuesto al blanco y negro y formato apaisado de rigor. La andadura en España del Gran Queso Rojo ilustra una circunstancia bien conocida que también se daba en Estados Unidos: en aquella época, éste tenía más éxito que Superman, motivo último por el que National se enfrascase en procesos judiciales con Fawcett usando el argumento del supuesto plagio. Y aquí, de hecho, muchísimo más: frente los 16 números de Ciclón el Superhombre (que, por cierto, fueron reeditados por esta misma época), la colección española del Capitán Marvel alcanzó los 88, y puede que se publicasen más, de los que no tendríamos constancia.

El año siguiente se publicaron 4 entregas de una serie dedicada a su sidekick juvenil, el Capitán Marvel Jr, o El Pequeño Capitán Marvel como aquí se le bautizó. En 1949 la colección protagonizada por el alter ego de Billy Batson se reinició con número uno, y formato vertical más próximo al comic-book USA original, aunque en blanco y negro, publicándose 20 entregas, más un almanaque, lo que hoy por hoy llamaríamos un anual. Y mucho después, en 1960, de manera patentemente pirata (Fawcett había cesado en la publicación del personaje debido a los litigios con National y los derechos no estaban por tanto disponibles) Hispano Americana volvió a la carga con una colección de 38 entregas.

Ya en 1952, la poderosa editorial mexicana Novaro irrumpe en el mercado de prácticamente todos los países de hispanoparlantes, publicando comics, y de ese modo el lector español vuelve a poder disfrutar de los personajes de DC. Y de qué manera. Comparando con los valores de producción que Novaro ofrece —a todo color, buen papel, formato cercano al original USA, sin viñetas mutiladas— el resto del tebeo patrio de la época sufre. No solo eso, sino que esos cómics resultan una ventana al mundo exterior, a la opulencia y modernidad cotidiana de la sociedad norteamericana de los años 50 para los lectores, acostumbrado a no conocer nada más que la gris existencia de ese país aislado, prácticamente cateto, todavía saliendo de la miseria arrastrada de posguerra. Y quizás, por tanto, además de los motivos lógicos asociados a las historietas en sí, a pesar de los elevados precios de cada ejemplar, las publicaciones de Novaro son un rotundo éxito. Superman, Batman, Mystery into Space, My greatest adventure, Blackhawk y otros títulos de la Silver Age temprana de National/DC son devorados por el público ibérico durante los más de diez años de este periodo de Novaro en territorio peninsular.

Este éxito lleva en 1958 a otra editorial, la madrileña Dólar, que publicaba en formato apaisado otros personajes del cómic norteamericano (los de las tiras de prensa de King Features Syndicate como Flash Gordon, Mandrake, The Phantom, Prince Valiant o Rip Kirby) a probar también con Superman. Lo hacen a través del material que Novaro no está utilizando y con el que ellos están editorialmente familiarizados, las tiras de prensa, que publican en pequeños álbumes en blanco y negro de encuadernación rústica, con bellas portadas pintadas, que curiosamente acreditan todo el contenido al dibujante Wayne Boring, a pesar de que el elenco de autores sea variado. Dólar publica un total de 18 novelas gráficas, como se emplea el término para los tebeos de estos formatos en la época, y para infarto de algunos divulgadores actuales no demasiado bien informados.

Sí. Pone «Novelas gráficas». En los años 50. En un tebeo de Superman. Y en los 60 también pasaría con los primeros cómics Marvel que editase Vértice

Para 1964, Novaro lleva una docena de años publicando con éxito rotundo los títulos DC en España, y la popularidad de especialmente Superman entre la chavalería es desmesurada. Este entusiasmo debió alcanzar el paroxismo cuando Radio Televisión Española comienza ese año a emitir la serie de televisión de acción real protagonizada por el personaje, interpretado por George Reeves. Tanto da que en Estados Unidos ya sea vieja y el actor lleve un lustro muerto, aquello debió suponer un auténtico soplo de aire fresco, con sus efectos especiales espectaculares para la época. Pero esto será solo un espejismo. Cuando el público español solo ha podido ver dos episodios, el Comité de Información de Publicaciones Infantiles y Juveniles, un órgano censor del franquismo auspiciado por el Ministerio de Información y Turismo dirigido por Manuel Fraga Iribarne (fundador del actual Partido Popular), dictamina que los superhéroes pueden confundir las mentes infantiles al gozar de capacidades sobrehumanas que solo debieran ser atribuibles Dios y los Santos. Se prohíbe por tanto la importación de sus cómics, y la serie de televisión deja de emitirse.

Quizás Superman fue víctima de su propio éxito en la España de esos años

Por marciano que al lector actual le pueda resultar que pudiesen esgrimirse motivos de tal índole, así de enajenadas (y más) eran las cosas aquí en aquellos años. Sin embargo, hay quien opina que quizás esto solo fuese la excusa utilizada para quitarse de en medio a una editorial, Novaro, y a su personaje emblema, Superman, que venían presentando una seria competencia para la industria tebeística patria, potente (hasta el punto de quizás poder ejercer influencia en organismos oficiales) pero recelosa de la abrumadora popularidad de aquellos cómics mexicanos. Y es que ya con esa serie de televisión en el aire, quizás no hubiese habido manera alguna de presentar batalla al Hombre de Acero y su caros pero hipnóticos tebeos. Apoya esta teoría de la conspiración el hecho de que además de los cómics superheroicos, se aprovechó para negar la entrada también al resto de la producción de DC en otros géneros, como la ciencia ficción. Pero es complicado probar nada de todo esto.

Hacia 1969 algunas de las facetas más represoras del régimen aflojan, y Novaro puede de nuevo distribuir el material traducido de DC en formato grapa (que, por cierto, en 1975 sufrió una reducción de tamaño para abaratar costes debido al aumento del precio del papel), el cual llega a España en contenedores de barco, de manera irregular. Además, desde sus imprentas en Barcelona se lanzan los llamados Libro Cómics, que reeditaban historias de los años cincuenta en tomos de tapa blanda y encuadernación otoñal; ya saben, en la que las hojas se caen. También se publican algunos libros en tapa dura (uno de los cuales llevó introducción del insigne divulgador Javier Coma) y los especiales en formato tabloide con los encuentros que tuvo Superman con Spiderman (el primero de ellos, vaya) y con Muhammad Ali.

Novaro tuvo presencia en nuestro país en esta segunda fase durante 10 años, hasta 1979, pero no fue la única editorial que publicó material DC aquí en esa década de manera simultánea. En la etapa publicada por Ibero Mundial de Ediciones de la mítica revista de terror Dossier Negro, se empezó a serializar en 1976 en blanco y negro La Cosa del Pantano de Len Wein y Berni Wrightson, y se publican las 24 entregas de la colección estadounidense, incluidos los capítulos posteriores de Nestor Redondo, David Michelinie, Gerry Conway, Ernie Chua y David Anthony Kraft. Ese mismo año Editorial Valenciana lanza un especial en formato tabloide dedicado a Batman que contenía cinco historias de diversos periodos de publicación USA del Hombre Murciélago.

Además, en 1978, ediciones Vértice comienza a publicar algunos títulos de DC además de los de la Marvel por los que es principalmente recordada. En su habitual por aquel entonces formato algo más grande que el comic book, en blanco y negro, el aficionado español tiene la oportunidad de disfrutar (en un castellano más próximo al suyo que el de las traducciones de Novaro) de varias series: el Green Lantern/Green Arrow de Denny O’Neil (eso sí, en su segunda etapa, sin Neal Adams, y con Mike Grell y Alex Saviuk), la Justice League of America (dibujada por Dick Dillin y aquí rebautizada como Círculo Justiciero), las aventuras del miembro de la Legión de Superhéroes llamado Karate Kid, la colección aquí titulada Super Stars en la que se publicaba las historias de la Sociedad de la Justicia de Gerry Conway, Paul Levitz, Wally Wood y Joe Staton que en EEUU aparecían en All-Star Comics, el excelente Sargento Rock de Robert Kahninger y Joe Kubert, y el Shazam con el que DC Comics licenciaba al Capitán Marvel de CC Beck. Vértice también saca una revista monográfica sobre la primera película de Superman protagonizada por Christopher Reeve, la dirigida por Richard Donner, de reciente estreno por aquel entonces.

Hoy por hoy nos puede resultar muy extraña esa situación en la que los títulos de una editorial estadounidense se repartan entre varias de otro país, y que de hecho alguna de ellas sea la que publique también material de su principal competidora. Pero en aquellos tiempos, los derechos de cada serie debían negociarse de manera independiente sin que importase mucho para ello el universo compartido ficticio de las historias contenidas. Esto llevaba a que los aficionados se encontrasen dispersas las colecciones entre compañías, cuyas historias publicadas hacían referencia velada a menudo a tebeos publicados aquí por sus competidores. Por tanto, a pesar de que tanto Novaro como Vértice dejaron de publicar material DC en España en 1979, pronto una situación similar se repetiría: ese año, Editorial Valenciana volvió a animarse con DC y sacó dentro de su serie Colosos del Cómic 12 entregas protagonizadas por Superman y sus personajes secundarios, con complementos de Batman o Shazam. Y uniéndose a la fiesta, Editorial Bruguera lanzó su línea de cómics ese mismo año que traducía material norteamericano. Allí podíamos encontrarnos títulos secundarios de Marvel como 2001: Una Odisea en el espacio, La Mosca Humana o Ka-Zar, pero también series dedicadas a los héroes de DC: Superman, Batman, Superacción (con el Warlord de Mike Grell, e historias de complemento de Sargento Rock, House of Secrets y House of Mystery), y Super Ases (cabecera contenedora de aventuras de Wonder Woman, Green Arrow, Flash, Hawkman, Relámpago Negro, Atom, Shazam, Capitán Marvel Jr, Átomo, Aquaman, JLA, Tornado Rojo o Man-Bat). Además, aparecen álbumes de mayor tamaño y escuadernación rústica en dos series protagonizadas por Superman y Batman (aunque con abundantes personajes invitados), y un libro firmado por Dardo Gomez dedicado a la historia de Superman.

La apuesta de Bruguera por los personajes de DC parece rotunda a pesar de su poco inspirado recoloreado y su rotulación mecánica, y se sortean preciadísimos posters entre los lectores, pero no parece que le saquen el partido que esperaban a la licencia. Así que, a partir de 1981, se centran en sus nuevas series Marvel de Spiderman y La Masa, y los superhéroes de su Distinguida Competencia tan solo figurar en tres de los pequeños y abultados libros de la serie Pockett de Ases: dos ese año, dedicados uno a Superman y otro a Batman, y el tercero, de nuevo al hombre murciélago en 1982.

Hubo que esperar otro año para que los personajes de DC volviesen a aparecer por los kioscos españoles. Y así, en 1983, Ediciones Zinco publicó la adaptación al cómic de la película Superman III, protagonizada por Christopher Reeve y Richard Pryor. También publica Toutain un tomo dedicado a La Cosa del Pantano de Len Wein y Berni Wrightson, con los cuatro primeros números en blanco y negro. Al año siguiente Zinco se anima a lanzar toda una línea de cómics DC, un tanto a imagen y semejanza de la que ediciones Forum tenía de los personajes Marvel por aquel entonces: al mismo precio (95 pesetas) formato similar al original norteamericano, de algo mayor tamaño y extensión, pero respetando el color original escrupulosamente y manteniendo rotulación manual en sus traducidos bocadillos. Jamás se ha visto algo así en España con los héroes de esta editorial, que incluyeron en esa primera etapa a Superman, Batman, Flash, el gran éxito del momento de DC Nuevos Titanes (desconcertantemente la Liga de la Justicia de George Perez brilla por su ausencia), y un par de títulos de ciencia ficción: Atari Force y Camelot 3000. Es razonable que en esa España se apostase también por algo alejado de los superhéroes, en ese momento en que el género es visto con cierto desprecio por la crítica especializada de entonces, más proclive al cómic europeo y nacional, que se encuentra en plena ebullición de búsqueda de temas adultos y transgresores, tras décadas de censura franquista. Nadie podría imaginarse el vuelco que el mercado experimentaría hacia los tebeos pijameros unos años después.

De hecho, en la siguiente oleada que lanza Zinco durante 1984 figuran títulos algo más apartados del universo DC, como La Cosa del Pantano (de Martin Pasko y Tom Yeates), Arion, u Omega Men, pero no está el que parecería lógico, dado el éxito que está cosechando en Estados Unidos: y es que la Legión de Superhéroes de Paul Levitz y Keith Giffen hubiese encajado muy bien en esa tanda, pero no se tiene el tino de publicarla. Los complementos de las colecciones también siguen esa tendencia de ser menos superheroicos, o de ni formar parte del universo compartido de la editorial a pesar de haber sido producidos por ella: los Nuevos Dioses de Jack Kirby, Night Force de Marv Wolfman y Gene Colan, Warlord, el Príncipe Vikingo de Joe Kubert, los tebeos de licencias jugueteras (desconocidas en España en ese momento todavía, por cierto) como Masters del Universo o Power Lords… También se lanza la novela gráfica de fantasía medieval Warlords de Steve Skeates y David Wenzel, sin nada que ver con la creación de Mike Grell.

Empieza a haber cancelaciones y los títulos que aparecen en sustitución proceden de otros materiales distintos a DC y los Estados Unidos: británicos como Judge Dredd y Robo Hunter, fumetti italianos de Bonelli como Zagor, Mister No, Martin Mystere y Ken Parker. Los aficionados se empiezan a temer que los días de DC en España vuelven a estar contados. Después de todo, si Surco, la última iteración de Vértice, con comics Marvel de arraigo como Patrulla-X, Star Wars, Hombre de Hierro, Maestro de Kung-Fu, Powerman, Motorista Fantasma, o Capitán América, ha cerrado no hace mucho, no parece descabellado pensar que los títulos DC, que no se han beneficiado de una presencia de cierta constancia cultivando el amor del lector por su universo ficticio compartido más allá de sus héroes icónicos, sean pasto de la desaparición por malas ventas. Dado que en Zinco no existe correo de los lectores (la gran diferencia con los cómics publicados con Forum), no hay mucha comunicación por parte de la editorial. En esos días sin internet y con la escasa información posible limitada a los fanzines de distribución tan solo en las escasísimas librerías especializadas del momento, para la mayor parte de los lectores, simplemente no se puede saber nada.

La aparición de los títulos de Batman y los Outsiders, Green Lantern, Vigilante e Infinity Inc en 1986 ofrece un pequeño respiro a esa sensación. Pero no solo eso, porque algo después de repente aparecen, como salidos de la nada, los correos de lectores, respondidos por Miguel G. Saavedra, y se anuncian Crisis en Tierras Infinitas, Watchmen y Batman: The Dark Knight Returns. Y a partir de ese punto nada será igual para el aficionado a DC en España. Porque es desde aquí desde donde existe verdaderamente y por primera vez posibilidad de serlo, de que se genere cierto sentimiento de comunidad que en Forum ya llevan unos años cultivando mediante correos y otras secciones que hacen que la editorial le sea más cercana al lector.

Efectivamente, es la portada de un retapado: uno usa el material del que dispone

Además, si se fijan ustedes, hasta ahora solo se han estado editando series sueltas de personajes, en mayor o menos volumen, pero de manera aislada. En la ficción aparecida en España hasta en ese momento apenas hay sensación de universo coherente cuya inercia conjunta beneficia al todo, como sí pasa con Marvel. Parece más bien de algo deslavazado, que sí, supuestamente está conectando, pero de manera casi testimonial. Han faltado por publicar de manera constante series que abundasen en ello (ni siquiera, más que puntualmente la Justice League of America) y apenas se ha visto algo ocurrido en una serie que luego sea referenciado en otra. Ya echábamos campanas al vuelo con el crossover entre los Nuevos Titanes y Batman y los Outsiders, (cuyos dos episodios consecutivos se vieron con muchísimo espaciamiento temporal el uno del otro), o con las referencias al sistema Vega en los títulos guionizados por Marv Wolfman.

Esto cambia en 1986 con Zinco, que apuesta fuerte por cambiar su modelo y hacerse más cercano a su público. Aparte de los correos de Saavedra (y luego también de Sergio Pradera, procedente de Forum) todas las contraportadas internas de sus publicaciones llevan a partir de ese momento una sección de noticias llamada DC News y un checklist con todos los títulos que se lancen cada mes, así como una pequeña sinopsis de cada uno. De ese modo, el aficionado puede tener una visión global no solo de lo que ofrece el universo DC en España, sino al otro lado del atlántico, y por tanto, de lo que puede tener aquí en un futuro. También se publica una sección de mercadillo de cómics, otra de fanzines y otra de contactos, en las que los aficionados ven reforzados sus lazos entre ellos y con la editorial.

En las páginas de cada entrega mensual de Crisis en tierras infinitas, se incluyen artículos maravillosos en los que se hacen repasos increíblemente informativos sobre personajes con los que muchos lectores tienen contacto por primera vez. Crisis es el tebeo que todo el mundo se va a comprar: “si solo vas a tener un tebeo de DC, ha de ser este”, parece ser la consigna. Está, después de todo, dibujado por un peso pesado como George Perez, que atrae a lectores históricamente marvelitas por muchas reticencias condicionadas que puedan tener contra DC. Por primera vez, con esos textos, el grueso de los aficionados españoles por fin tenemos una visión global de conjunto de este cosmos ficticio más o menos completa, de sus pasados, futuros, universos paralelos, y de los cómics y personajes que se están publicando en USA en ese momento. Y comprendemos por qué uno puede enamorarse de DC.

El formato de los tebeos de aparición regular pasa a reducir ligeramente su tamaño para coincidir con el del comic-book USA, y se inauguran las ediciones en el llamado formato prestige con Batman: El Señor de la Noche, como se pasa a titular el Dark Knight Returns de Frank Miller. Aparecen números especiales no solo en épocas de vacaciones, sino dentro de las propias colecciones, con más páginas de lo habitual, cuando es necesario que el continente se adecue al contenido. Se aprovecha bien por tanto la inercia venida de Norteamérica, en la que no solo DC está reinventándose y recibiendo espectaculares críticas por varias de sus obras, sino que además se ha redefinido su universo ficticio para hacerlo más accesible y atractivo a nuevos lectores, con orígenes nuevos para personajes clásicos y autores punteros procedentes de Marvel como Miller, Perez y John Byrne.

Zinco lleva un tiempo publicando la revista Dossier Negro tras otras editoriales, y en ella tras hacer circular a los Creature Commandos y al Yo, Vampiro de JM DeMatteis, incluye en blanco y negro de nuevo a La Cosa del Pantano, como se hizo en los años 70; pero en esta ocasión el material es el de la aclamada andadura de Alan Moore reinventando al personaje y prácticamente el género. La figura de este guionista, que casi de la noche a la mañana pasa a tener un reconocimiento estratosférico que causa furor, servirá de reclamo para muchas publicaciones. Aparece Batman Año Uno de Miller inaugurando una nueva colección para el Hombre Murciélago, la Legión de Superhéroes (por fin), el evento Legends dibujado por Byrne, el Superman de este autor (que llega a tener cadencia quincenal), la nueva Liga de la Justicia de Keith Giffen, JM DeMatteis, y Kevin Maguire, el Ronin de Miller en mejor papel del habitual, The Shadow de Howard Chaykin, los tres prestige con el Green Arrow: Long Bow Hunters de Mike Grell, la Broma Asesina de Moore, las historias pre-crisis de este autor con Superman, la nueva Patrulla Condenada, la Wonder Woman de George Perez, The Question… Las cosas son, en definitiva, como deben ser dado lo que se está cociendo al otro lado del atlántico con DC, dentro de las posibilidades, ya que obviamente no se puede publicar todo. Pero casi todo lo esencial tiene su traducción al castellano. Es una auténtica era dorada para unos lectores que no tienen precedentes de algo por el estilo en España con el material de la compañía de Superman y Batman.

Y sucede además otra cosa: a partir de Legends, se publican especiales relacionados con los consecutivos eventos como Millennium, o Invasión: primeros números de series que surgen a partir de éstos, o números que hacen de tie-in con ellos, de colecciones que aquí no se publican o que van algo retrasadas de ritmo para ofrecerlos a tiempo: El Escuadrón Suicida y de John Ostrander, el Flash de Mike Baron, Los Nuevos Guardianes de Steve Englehart, Blasters… También se lanzan series contenedor con entregas de mayor número de páginas de lo habitual (Universo DC, DC Premiere), que ofrecen arcos argumentales breves de cabeceras estadounidenses cuya viabilidad aquí no está clara. Con esas dos medidas, se consigue un doble efecto: la editorial lanza globos sonda que le dan datos sobre qué material puede animarse a publicar (aunque vaya a ser en forma de mini o maxiseries, que vayan prorrogando su andadura si las ventas acompañan), y el seguidor español de DC tiene una mayor sensación de que su universo ficticio ya predilecto es un apasionante escenario vivo, dinámico, con interrelaciones y ramificaciones. Y eso, contribuye a generar afición.

En 1989 se cumplen 50 años de la primera aparición de Batman, y se estrena la película de Tim Burton en la que Michael Keaton interpreta al Hombre Murciélago. Zinco no se duerme en los laureles y aprovecha al máximo la batmanía promocional que acompaña a estos eventos, publicando el Batman: The Cult de Jim Starlin y Berni Wrightson, el grueso y lujoso tomo de Las Mejores Historias de Batman Jamás Contadas, la adaptación del filme al cómic de Denny O’Neil y Jerry Ordway (en dos formatos: grapa y prestige), y a partir de ahí el Arkham Asylum de Grant Morrison y Dave McKean, Gotham by Gaslight de Mike Mignola, una novela gráfica en 3-D, otra realizada enteramente por ordenador… desde ese momento Batman es un éxito comercial rotundo perenne, cosa que ya no cambiará jamás, y Zinco sabe exprimirlo publicando prácticamente todo lo que da abasto.

Aparece una serie de Clásicos DC en la que se publican antiguas y míticas etapas de décadas anteriores aprovechando las reediciones de ese material que se dan en EEUU, como queriendo saldar la deuda histórica con el aficionado castellanoparlante. Zinco también se empecina con productos que considera de enorme calidad pero que comercialmente no resultan muy viables.  Sí, aunque parezca mentira, el éxito de Watchmen por aquel entonces fue muy limitado, y quizás este es mal ejemplo de lo que acabamos de decir, porque Zinco no la llegó a reeditar tras los 12 números de su maxiserie. Pero, por ejemplo, Sandman pasa por una etapa en una serie contenedor a otra hasta que por fin goza de su propia cabecera; y aunque ésta más adelante es cancelada por falta de ventas, luego irán apareciendo sus arcos argumentales en formato prestige. Quien toma las decisiones en Zinco es visionario, y sabe que son productos de largo recorrido, que a la larga serán muy apreciados y vendidos. Pero no será esta editorial quien disfrute de las mieles de esa apuesta que no será ganadora hasta unos años después, como veremos más adelante. 

Cuando se entra en los noventa, a pesar de traer material de la reciente línea Vertigo, en arcos argumentales publicados en formato prestige (como Shade, Hellblazer o Predicador), y de lanzarse dos crossovers clásicos con Marvel en formato  tabloide (el primero de los de Superman vs Spiderman de nuevo, y el de Batman Vs La Masa), el universo DC canónico ha perdido el esplendor de hace tan solo lustro. El aficionado detecta este bajón de nivel, las ventas sufren, y las series regulares se van cancelando. Se dan extraños fenómenos como que Watchmen empiece a ser reeditado por Glenat aprovechando la versión francesa en formato álbum en tapa dura, pero que no llegue a completarse siquiera. La competencia de Marvel, Image y Malibu, publicadas todas por Forum, o de varios títulos en comic-book de Dark Horse traducidos por Norma, pesan, y Zinco va desplazando esfuerzos editoriales a otros ámbitos como las revistas y los juegos de rol.

Hay balones de oxígeno, como toda la saga de la resurrección de Superman, publicada en formato grapa, pero incluso la muerte del Hombre Acero que la propiciaba, al igual que La Caída del Murciélago, Crepúsculo Esmeralda y muchas otras historias de la actualidad DC se publican en cuestionables tomos en rústica de formato otoñal. En ellos tenemos ocasión de ver cómo algunos autores españoles empiezan a trabajar en DC (Carlos Pacheco, Salvador Larroca, Oscar Jiménez) e ilustran el Flash de Mark Waid. Pero paradójicamentelLa estrella de DC ha perdido brillo en España, y de repente en 1996, justo cuando parecía que se estaba experimentando cierta recuperación con el lanzamiento de por ejemplo Batman: Black and White, Ediciones Zinco deja de publicar sus cómics en castellano. Los licenciatarios de material DC en Sudamérica se han quejado a la empresa estadounidense de que Zinco distribuye cómics en su territorio, y el conflicto de competencias lleva a que ésta última pierda los derechos.

Comienza en ese punto una travesía en el desierto para los aficionados, ya que en EEUU justo DC vuelve a lanzar títulos de enorme interés como Kingdom Come, la JLA de Grant Morrison, o por supuesto, las sagas encadenadas por las que Batman irá pasando como Contagio, Cataclismo o Tierra de Nadie. En 1997, Vid, la editorial hispanoamericana con la que Zinco tuvo el conflicto, desembarca en España con sus cómics DC, que, aunque palían en una medida la sed de material del aficionado español, no acaban de satisfacerle. Están los giros idiomáticos y las traducciones de nombres distintas a las que han arraigado en España, pero además tampoco se publica todo el catálogo (se pudo ver además de a Batman y Superman a la JLA de Morrison, Supergirl de Peter David, Green Lantern…) y los ejemplares llegan en tandas cada medio año. Eso sí, Vid, de manera considerada para con su nuevo mercado (poco significativo comparado con el de México y Argentina, así que quizás podrían no haberse tomado la molestia), lanza ediciones de Kingdom Come, La Broma Asesina y Asilo Arkham con una traducción más cercana al castellano.

De nuevo empezó a darse la circunstancia de que varias editoriales distintas publicasen material de DC en España ya que ese mismo 1997 Norma se hace con los derechos de la línea Vertigo y los de Lobo, publicando la serie de éste y las de Sandman, Transmetropolitan, Los Invisibles, 100 Balas o Predicador en tomos de formato similar al prestige, con un papel algo peor y un precio bastante superior. Dos años después Norma y Vid llegaron a un acuerdo para coeditar el resto del material DC en suelo español, y la editorial barcelonesa se encargaría de estas traducciones. De ese modo, aunque a precios nada populares, el aficionado patrio pudo volver a disfrutar de parte de su material. Hitman, Batman, Superman, el Largo Halloween, la saga de Tierra de Nadie… todas ellas aparecieron con los logos tanto de Vid como de Norma en la portada. Sin embargo, en 2001, el de la editorial iberoamericana de repente desapareció.

Por algún motivo, Norma pasó a ser la única licenciataria de DC en España, y sus títulos, en tomo, empezaron a multiplicarse: la JSA, Flash, Wonder Woman… incluso series de Wildstorm que hasta poco antes publicaba Planeta, pero que al pasar a ser parte de DC en EEUU, pasaban a manos de Norma. Así, la conclusión de Tom Strong, Planetary o Promethea vieron la luz aquí de por parte de esta editorial. Se reeditó material de la época Zinco en formatos lujosos, como Watchmen, Dark Knight Returns, Crisis en Tierras infinitas, Odisea Cósmica, Mundo de Krypton, Ironwolf, la Broma Asesina, V de Vendetta, La Cosa del Pantano (al principio en blanco y negro, luego de nuevo en color), Año Uno, nuevas ediciones de Sandmany es que para comienzos de siglo XXI, aquellos cómics que para Zinco no habían sido tan rentables unos años antes, habían pasado a convertirse en clásicos rotundos de ventas aseguradas de manera regular. Curiosamente, Kingdom Come aparece no recopilado en tomo, sino como cuatro albums en tapa dura correspondientes a los cuatro números en formato prestige de la edición americana, pero a mayor tamaño, un poco con aspecto europeo.

Así, de algún modo, de nuevo el aficionado DC podía acceder al material en castellano. Pero es verdad que al publicarse los grandes eventos y las historias de las cabeceras  en tomos que aparecen con varios meses de separación entre sí, mientras en medio van saliendo los de otras, se pierde esa regularidad del mes a mes, y parte de la emoción consecuente. En 2005 se producen dos sucesos: por un lado, curiosamente Dolmen empieza a publicar brevemente el Starman de James Robinson, sacando poco más de lo que ya había sacado en su día Zinco a principios de los 90. Por otro, con mas relevancia, el grupo editorial Planeta pierde la licencia para publicar los cómics Marvel en España en favor de Panini. Ni corto ni perezoso, Planeta reacciona haciéndose con la licencia de DC Comics, con lo que Norma deja poseerla. Ésta sin embargo consigue los derechos de Wildstorm (adquirida por DC a finales de los 90), y reeditan varias ocasiones Planetary y The Authority, incluso en un formato que se va a hacer conocido con Planeta: el Absolute.

Y es que a continuación, entre ese año y 2011, aquello fue una auténtica orgia de material de DC como jamás se ha vivido en España. Se publica muchísimo, tanto la práctica totalidad de la actualidad más relevante como abundantes clásicos, en muchos formatos. Por el mencionado Absolute (muy criticado en su momento por sus enormes dimensiones, pero muy apreciado hoy por hoy) pasan no solo apuestas ya demostradas seguras como Watchmen, V de Vendetta, Dark Knight Returns, Año Uno, Crisis en Tierras Infinitas, La Broma Asesina, el crossover JLA/Vengadores, o Arkham Asylum, sino también Los mejores del Mundo de Dave Gibbons y Steve Rude, Camelot 3000 o las etapas más míticas de Neal Adams: su Batman, su Green Lantern/Green Arrow e incluso su Deadman. Por supuesto por otro lado se presta atención a los títulos Vertigo, y a los de una actualidad de DC que está en una forma excelente, con Crisis de Identidad, los microeventos que llevan a Crisis Infinita, ésta misma, la publicación semanal (bueno, en alguna fallaron) de la serie 52  y una gran parte de los títulos centrales del universo compartido en grapa.

Planeta lanza libros de pequeño tamaño y precios muy razonables, muy similares a la Biblioteca Marvel que la editorial había creado unos años antes, unos en blanco y negro y otros en color, con material clásico: los Nuevos Titanes de Wolfman y Perez, La Liga de la Justicia de Giffen y DeMatteis, la Legión de Superhéroes de Paul Levitz, el All-Star Squadron de Roy Thomas, el Espectro y el Detective Marciano de John Ostrander y Tom Mandrake, el Cuarto Mundo, Kamandi y OMAC de Jack KirbyPlaneta debe tener claro su posición de desventaja con el material DC frente a la Marvel de Panini y sobrecompensa publicando mucho, de calidad  y a buen precio. Aparece la colección Showcase que publica en tomos baratos en blanco y negro el Shazam setentero, el Fantasma Errante de esa misma época, Jonah Hex, Unknown Soldier, Enemy Ace… nada es demasiado oscuro o de dudosa viabilidad comercial, parece, como para que no aparezca de un modo u otro en las librerías especializadas españolas. También se produce ese fenómeno de que otras editoriales publiquen material DC (en concreto material Vertigo) al mismo tiempo: Recerca llega a un acuerdo con Planeta para lanzar series en las que Planeta no tiene interés (The Extremist de Peter Milligan y Ted McKeever, y Hell Eternal de Jamie Delano y Sean Phillips), y  (curiosamente) Panini por su parte se encarga de la línea de novelas gráficas Vertigo Crime, con Asquerosamente Rica de Brian AzzarelloVíctor Santos,  o The Chill de Jason Starr.

No se publican clásicos del fondo de la editorial solo atendiendo a prestigio y calidad, sino también al componente de importancia para el Universo DC, como atestigua la colección de Grandes Sagas en tapa dura: en ella, además de las típicas y aclamadas, también aparecen recopiladas historias como Millennium, la Guerra de Los Dioses o The Kingdom. De golpe y sopetón, en resumen, en unos pocos años el lector español tiene acceso a una ingente parte del material que le ha sido negado durante décadas, y cuesta un esfuerzo económico importante mantenerse al día de tantos lanzamientos de cómics largo tiempo soñados, que no paran de inundar las estanterías de las librerías especializadas y todavía de muchos kioscos.

También aparecen lujosas y abultadas colecciones como el cofre de Predicador, el ómnibus de la JLA de Morrison, el de la Muerte de Superman, o el maletín con todo 100 Balas. Y se producen errores de edición de vez en cuando incluso en éstas, como no respetar la tipografía roja cuando Jessie Custer usa el poder de su voz, aparte de aquello tan vergonzoso de Gonder Coman en lugar de Wonder Woman. Con tal desenfrenada producción, es imposible que todo vaya bien, y aparte de esto, la interacción online con los aficionados a veces deja qué desear, y hoy por hoy recordamos casi con humor lo frustrante que era tratar de obtener respuestas claras por parte de la editorial a través de lo que se vino a llamar el bot de Planeta.

La oferta es desmesurada, y resulta dudoso que Planeta la estuviese capitalizando con buenas ventas de tantísimo material clásico al que dar salida y que pocos parecían pedir. Con todo, y aunque tras 52 la actualidad del universo DC parezca pasar por un periodo menos notable en calidad que los años anteriores, el nivel de producción se mantiene. Todo lo esencial para la continuidad del cosmos compartido de la editorial norteamericana aparece aquí. Comienzan su andadura colecciones de tomos en tapa dura que reeditan de nuevo a tamaño ya no reducido la Wonder Woman de George Perez, o sus Nuevos Titanes. Y de repente, aquello se corta.

En 2011, se produce la desconcertante noticia: ECC (El Catálogo de Comics), una empresa de packaging que ofrecía sus servicios a Planeta, consigue arrebatarle a ésta los derechos de DC en España. El relevo editorial de facto se produce en enero de 2012, al principio con una política bastante continuista respecto a las publicaciones de actualidad DC tal y como las tenía planteadas Planeta. Pero los clásicos desaparecen, y poco después, aprovechando el reboot masivo y relanzamiento de todas las series del universo DC tras Flashpoint, los nuevos licenciatarios tienen ya vía libre para seguir su propia política. La actualidad deceíta queda asegurada: se publican regularmente en grapa los títulos más vendidos, y en tomos de tapa blanda aquellos de segunda línea, y se reeditan los primeros en el formato de los segundos. Más adelante varias sagas irán apareciendo en volúmenes de tapa dura.

También se rescatan de Norma los derechos de Wildstorm, cosa bastante lógica especialmente dado que inmediatamente después de New 52 el universo resultante era fruto en parte de la fusión con del de DC de toda la vida con el de la editorial comprada a Jim Lee. Además, por supuesto, se publica el fondo editorial de Vertigo, que también tiene elementos en ese nuevo cosmos compartido.

Hay luces y hay sombras a lo largo de estos nueve años de ECC publicando material de DC: Algunas obras aparecen en multitud de formatos y reediciones, como Watchmen o La Broma Asesina, mientras que los lectores se quejan de que tomos esenciales de reediciones de series regulares pasan a estar descatalogados. Por otra parte, la afición sigue reclamando la edición de más clásicos, que aparecen con cuentagotas, aunque nos den alegrías como el Gilgamesh II de Jim Starlin, que no ha vuelto a parecer desde los 80 ni en Estados Unidos. Últimamente, esta situación está empezando a ser subsanada, y hemos podido ver por ejemplo el Cuarto Mundo de Jack Kirby en lujosos tomos, o la llegada de la modalidad de mecenazgo para poner en marcha proyectos como el Kamandi de este mismo autor, y el esperado 5 años después de la Legión de superhéroes de Keith Giffen. Este mes se ha puesto a la venta el Demon también de Kirby, y está anunciado para el año que viene la continuación a finales de los 70 de sus Nuevos Dioses por Gerry Conway y Don Newton, así que esperamos que esta tendencia continúe.

Después de todo, el público se ha ido acostumbrando esta última década a que la competencia le ofrezca una auténtica avalancha de cuidadas ediciones de su material antiguo, de diversos momentos de su historia. Se espera que con DC suceda lo mismo que con Marvel, y se ajusten varias deudas históricas solo saldadas en parte durante la etapa de Planeta. Pero también es cierto que es la pescadilla que se muerde la cola: si no hay afición arraigada suficientemente numerosa a DC es porque históricamente no se ha publicado de forma abundante ni sincronizada sus cómics, y el lector no ha tenido ocasión de prendarse de ellos; no porque no sea más complicado hacerlo con su material. Pero si no existe esa afición asegurando el éxito de los lanzamientos, es comprensible que una editorial se piense mucho arriesgarse con algo más que lo que venda seguro. Además, cabe plantearse si la mayoría de los lectores interesados en esos tebeos clásicos no se hicieron con ellos durante la época de aplastante oferta de ellos por parte de Planeta. Es una cuestión complicada, y algunas soluciones que ECC ha lanzado, como el formato en tapa dura de reducidas dimensiones (sin llegar a ser de bolsillo), el llamado jibarizado, han sido polémicas entre los lectores. Y también hay quejas de material relativamente reciente con sagas básicas para la ferviente actualidad del Universo DC que queda rápidamente descatalogado.

Este 2020 además ha visto cómo de nuevo ha pasado a no haber una sola editorial publicando DC en España: Hidra (cuya experiencia anterior en el mundo del cómic se circunscribía a los de Valiant a través de su sello Medusa) ha comenzado a lanzar las novelas gráficas que DC destina a su público más juvenil, con el Harley Quinn: Cristales Rotos de Mariko Tamaki, o el Batman Nightwalker de Marie Lu. Se está hablando mucho últimamente de cómo este tipo de iniciativas puede ser un parte muy importante del futuro de la industria del cómic USA,  donde las novelas gráficas young adult llegan a ser auténticos superventas, y es muy posible que esta estrategia de DC vaya adquiriendo relieve, y tal vez, por reflejo, aquí en España la línea de Hidra también lo vaya teniendo en el futuro próximo.

Otro de los títulos de Hidra

Se mire como se mire, ningún tiempo presente o pasado ha sido perfecto, claro. Muchos de esos momentos, eso sí, contienen la magia de ser contemplados desde el prisma de la nostalgia para quienes nos hicimos apasionados a DC en cualquiera de ellos. Tras estos 80 años de abrupta presencia en España de los cómics de la editorial, cada uno tendremos una era dorada distinta, ya fuese más o menos o completa respecto a catálogo ofrecido y con unos u otros legítimos problemas de edición que achacarla. Es parte de la magia, es parte de DC, casi uno se atrevería a decir: Esa idiosincrasia, a menudo molesta, pero genuina, sujeta a tempestades que tiran el tenderete cuando uno menos lo imagina. Y que llevan a que después recordemos con añoranza iteraciones anteriores de las que minimizaremos aspectos que entonces nos parecían justificadamente irritantes. Como en el resto de la vida misma, cuando se empieza a acumular edad, vaya. Porque al final, a esto de DC, se le puede llegar a tener el suficiente cariño como para pasar a contarse entre las experiencias vitales. Como rezaba una frase promocional parecida que un autor lanzó sobre un cómic DC (invitamos al lector a que participe en el juego de tratar de localizar quién, cuándo y sobre qué obra lo dijo), esa es la mayor alabanza que conozco; especialmente para algo que en teoría solo sería un aspecto del entretenimiento.

Llegamos al final de este repaso, recalcando el lujoso elenco de autores españoles que hay ahora mismo trabajando en primera línea de los títulos DC: Jorge Jiménez, Mikel Janin, Jorge Fornés, Bruno Redondo, Álvaro Martínez Bueno, Xermánico, Jesús Merino, Aneke, y muchísimos más. Se podría decir que, por tanto, tras todo este tiempo, no solo es que DC esté implantada en España, sino que además España está implantada de algún modo en DC. Alcemos, pues, nuestras copas, y brindemos celebrando estas ocho décadas pasadas y deseando por lo menos otros ochenta años más.