Hacen falta hombres, el cómic que habla sobre la guerra de Argelia sin violencia

Al ver el título Hacen falta hombres en la estantería de la tienda de cómics llama la atención. Quizás por que es un título extraño y no deja claro de que trata. Pero pasada la primera impresión la portada captura la mirada del lector. Es una portada sencilla, con el subtítulo Joseph que anuncia el nombre del protagonista, algo que quizás lleve a la confusión de no saber si es un número único o una colección abierta.

Y aun así consigue llamar la atención. Porque tiene algo en esa forma de mostrar al protagonista en uniforme de combate reflejado en un charco que contrasta con los zapatos limpios y el maletín de la parte superior.

La trama narrada por Philippe Pelaez es sencilla y ya nos suena. Otros cómics como La Prórroga de Jean-Pierra Gibrat ya nos habla de algo parecido: el soldado que vuelve a casa. Pero cuidado, esto no es algo negativo, hay mucha tela que cortar y mucho se puede sacar de esta clase de tramas.

Esta vez es Joseph, un soldado que vuelve de Argelia en 1961 donde transcurría la guerra de la independencia, que luchaba contra la colonización francesa ocurrida en 1830, una guerra que estaba ya cercana a acabar. Allí el protagonista se había alistado en el ejército como voluntario, pero con el tiempo le habían dado un cargo de oficinista; un soldado detrás del escritorio, un cobarde que ha evitado las zonas de combate donde tantos otros jóvenes han resultado heridos o han muerto. Si el conflicto era duro, volver a su pueblo natal con su familia donde su hermano y su padre le guardan rencor, sus vecinos lo critican por no haber estado en el frente y donde la mujer de la que estaba enamorado ha seguido su vida, no es nada fácil tampoco; sin embargo, no todo es lo que parece.


Por el lado del dibujo se encuentra Victor L. Pinel cuyo estilo es… complejo de describir. Sí, es un estilo europeo, es sencillo pero a su vez es rico en detalles. Desde luego, lo que en este tebeo demuestra es que es un autor polivalente. Igual dibuja una campiña francesa o una fiesta llena de personas bailando, que elimina el fondo para centrarse en un primer plano sobre la expresión de un personaje. Los diseños son sencillos y limpios y con sencillos se entiende que las figuras no son complejas, los trazos son claros y muy entendibles y no emborronan la imagen o la figura de los personajes. Pero aun así cuida todo tipo de detalles, desde las expresiones, hasta el contenido de una mesa o los adornos de una plaza. Una fantasía de dibujo que al principio no llama mucho la atención, de esos cómics que quizás si se ojean rápido en la librería no consigan interesar al posible lector o lectora, pero que empieza a relucir en cuanto la vista se detiene en sus viñetas.



El color utilizado, con tonos suaves y pastel ayuda a reflejar ese ambiente de campiña francesa, con colores cálidos que representan muy bien la temperatura del campo a pleno sol. Aunque también juguetea mezclando o rompiendo esos tonos con la ropa de los personajes o algunas de las escenas, resaltando así su importancia dentro de la trama.

Nos encontramos ante una de esas historias que cogen al lector y no le sueltan hasta que acaba. De esos en los que, aunque desde el principio se huele la tostada es imposible no seguir leyendo para ver, y verificar uno mismo, lo que va a ocurrir. La trama parte de una premisa que ya ha sido vista más veces, pero va introduciendo elementos y cartas que no llegaron, un accidente en la familia, viejos rencores, etc., que entretejen una madeja de sensaciones. Porque sí, no es un cómic sobre la guerra sino de lo que ocurre después: el regreso. Al final del tomo hay unas pocas páginas dedicadas precisamente a eso mismo, en ellas su guionista nos explica los temas que quiso tratar y parte del trabajo de documentación que hizo para escribir el guion de este tebeo. En él, nos detalla un poco más el conflicto de la Guerra de Independencia de Argelia, del estrés postraumático e incluso la brutalización de la sociedad después de todo el caos.



Harriet Ediciones trae a España un cómic sobre la guerra sin apenas violencia; las escenas violentas entre sus páginas son muy pocas, pero están muy bien colocadas para que impacte, aunque realmente esto es lo de menos. No es un cómic bélico, aunque sí es uno que pretende hacer que el lector se sienta mal o, mejor dicho, incómodo durante su lectura; porque uno puede imaginar muchas cosas que pueden haber ocurrido mientras el protagonista estaba inmerso en el conflicto armado, incluso da lugar a imaginar los posibles sucesos que les han ocurrido a otros.

Pero lo que realmente importa, y en lo que se centra gran parte de la historia, es en la sociedad, en los vecinos y familiares y su comportamiento. Sobre cómo juzgan y cómo actúan ante ciertos actos que puede que ni lleguen a comprender. Y ahí está parte de lo bueno del cómic, que son situaciones y reacciones que no solo se dan en un suceso como en la guerra, son momentos; diálogos que cualquiera puede haber vivido o visto pasar a otras personas cercanas, y por tanto es muy fácil empatizar con su protagonista y apretar los dientes mientras este baja la cabeza y trata de hacer oídos sordos a los rumores que se escuchan sobre él, mientras intenta mantenerse ocupado trabajando. Por que son sucesos, injustos o no, que cualquiera ha podido sufrir.

Una apuesta arriesgada, cualquiera diría que el cómic europeo lo es, por norma general, por parte de la editorial pero que seguramente haya dado en el clavo. Es un gran tebeo para leer pausadamente y disfrutar mientras se va sumergiendo en ese pueblecito de la campiña francesa con todos sus entresijos, hasta llegar a un final que seguramente rompa el corazón de muchos, pero que es perfecto para esta historia.

Hacen falta hombres
Guión: Phillipe Pelaez
Dibujo y Color: Víctor L. Pinel
Edición original: Bamboo Édition
Edición Nacional: Harriet ediciones
Formato: Cartoné 64 páginas
Precio: 18€