La editorial Fulgencio Pimentel publica “Pompeo” de Andrea Pazienza, un clásico que sigue rompiendo moldes.

Muchas veces cuando escuchamos, o leemos, la palabra “clásico” relacionado con el mundo del cómic tenemos algunos prejuicios respecto a lo que vamos a leer. Tal es el volumen de publicaciones que hay a lo largo del año en castellano que, muchas veces, esa palabra hace que parte de los lectores pasen de largo por estas obras. Y es que, habiendo tanto nuevo, ¿para qué mirar al pasado? Por suerte, gracias al trabajo de recuperación de muchas editoriales, poco a poco están saliendo al mercado obras clásicas que a su vez son muy contemporáneas, como es el caso de Pompeo de Andrea Pazienza. Y es que, hay clásicos y clásicos. Y la editorial Fulgencio Pimentel lo sabe bien.

Andrea Pazienza, también conocido como Paz, fue un autor de cómics italiano que vivió una vida complicada y dejó grandes obras a su paso. Su muerte en 1988, cuando sólo tenía 32 años dejó a la industria del cómic conmocionada. Y es que igual de potente que fue su vida y su obra, fue su desaparición. Ahora, cuando se cumplen 32 años de ese trágico momento, se publica la que fue su última obra, en castellano.

Pompeo, cuyo título completo en italiano sería Los últimos días de Pompeo, cuenta la historia de las últimas horas de vida de un dibujante de cómics que tiene problemas con la heroína. Su drogadicción le llevará a la tumba, y lo acompañaremos durante esas horas en un paseo pedregoso y tambaleante por su atormentada y complicada vida. Pompeo, protagonista y narrador de la historia, no sólo se abre en canal ante el lector, sino que también comparte con él tanto sus alucinaciones por culpa de la droga, como sus sentimientos más profundos: miedo, angustia, aflicción… Además de todo esto, la obra muestra el impacto que esta enfermedad tiene no sólo en la persona que lo sufre. Vemos cómo Pompeo olvida por completo su carrera profesional y académica, en busca de una nueva dosis. Pero también relega a su familia a un segundo plano, convirtiéndose ésta y todo su círculo social más cercano, en víctimas de su drogadicción. Aunque no hay que olvidar que la principal víctima de todo ello fue Pompeo, o mejor dicho Pazienza, quien murió de improviso, pero de la misma enfermedad que Pompeo. De ahí que esta obra se considere su testamento. Y es que Pompeo sólo quería descansar, y finalmente su autor lo consiguió.

El apartado gráfico de Pazienza, tal y como puede verse en las imágenes que acompañan a esta reseña, es de todo menos formalmente tradicional. Y es que, ya en su momento, el autor rompió con cualquier normalidad en la división de página, cada una de ellas es distinta, a veces llenas de texto, a veces con viñetas tradicionales y otras sin orden ni concierto aparente. A veces con un dibujo detallado y definido, otras con un estilo de carboncillo cada vez más duro y expresivo. En algunos casos, el propio Pazienza dejó los bocetos rápidos que hacía en libretas como páginas finales, y es por esto que podemos ver páginas cuadriculadas en la edición final.

Hay que tener en cuenta que el autor pasaba por una situación complicada cuando realizó esta obra, y por desgracia, en parte esta obra es una genialidad por ello. Pazienza fue capaz de mostrar esta enfermedad en primera persona, cuando creó Pompeo tanto el sida como la drogadicción mataron a muchísima gente. Entre ellos, a muchos artistas como él. Cuando comentamos que por desgracia esto hace su obra una genialidad, no nos referimos a que porque muriera el autor la obra fuera buena, sino a que la inmersión que sufre el protagonista en la enfermedad, el autor es capaz de transmitirla al lector. Mediante dibujos, collages y los saltos entre el dibujo realista y el cartoon, Pazienza muestra y explica una situación que en los setenta y los ochenta afectó a muchísima gente. Y que gran parte del público actual no vivió, pero ahora puede conocer de primera mano gracias a Pompeo.

Como ya se ha comentado, esta obra no sólo muestra los momentos más escabrosos en la búsqueda de la heroína por parte de Pompeo. Sino que muestra también conversaciones con su familia y monólogos interiores extensísimos escritos de puño y letra por el autor. Esto último convirtiéndose en la rotulación propia de la obra, algo que la editorial española ha sabido recrear de forma casi perfecta. Y es que la edición en castellano de Fulgencio Pimentel es una delicia, en especial la traducción y su localización, así como la rotulación. Además de un papel, como siempre, de alta calidad. Una edición preciosa para una obra imprescindible.

Como comentábamos al principio, Andrea Pazienza murió muy joven y dejó unas obras maravillosas que ahora son considerados clásicos. Entre ellos, este Pompeo. Sin embargo, esa etiqueta clásica no debe desalentar a los lectores adultos más jóvenes. Ya que, si están interesados en saber más sobre los temas tratados, o aquello que sufrieron muchas familias en los años ochenta, ésta es una obra magnífica para adentrarse en ello. Pues quienes ya conocían las obras de Pazienza en su momento, ya sabían antes de leer esta reseña que iban a hacerse con esta edición.

Título: Pompeo
Guion, dibujo y color: Andrea Pazienza
Edición Nacional: Fulgencio Pimentel
Edición Original: Fandango Libri
Formato: Rústica con solapas, 128 páginas
Precio: 21,85€