El Mal Camino de Simon Hanselmann, mi reino por una dosis de popper

Hay personas cuyas circunstancias personales nunca les permitirán llevar una vida convencional. Por más que lo intenten, no tienen donde sostenerse para intentar llevar conductas socialmente aceptadas.  Si tu madre es una traficante, tu padre es un motero y te has criado en una de las ciudades más peligrosas de Australia, eres un ejemplo perfectamente ilustrativo de ello.

Si el arte consiste en buscar nuevas formas de contar las cosas, nuevas perspectivas con las que analizar el mundo y la existencia, Simon Hanselmann cuadra perfectamente en esa definición. Es alguien que que presenta cosas que ya son conocidas por todos de una manera que sorprende a cualquiera.

Megg y Mogg es una versión trash de las historias infantiles de Meg and Mog. Nación en el mundo fanzinero y a través de Tumblr, pero va más allá. Es un viaje a los submundos que están ahí por mucho en, en no pocas ocasiones, se tome la decisión consciente de ignorarlos. Es una profundización en los traumas, la psique y las inquietudes de alguien que no es como nadie que se pueda conocer.  

Pero si por algo destaca es por su humor totalmente desinhibido, ácido y socarrón. No es exactamente una sátira social, pero sí que lo es. Se aproxima a los bajos fondos de los bajos fondos con una perspectiva desmitificadora y nada paternalista. Escribe desde las entrañas y es algo que conoce muy bien y eso se traduce en la verdad que se respira en todas y cada una de sus viñetas.

Portada del tomo .

Tampoco se corta un pelo a la hora de ser todo lo escatológico y explícito que puede. Y, aun así, consigue no ser de mal gusto. Eso es casi un milagro debido a que es muy complicado tratar se hacer chistes de ese contenido y hacerlo de una manera inteligente y fresca.  

Este libro, por tanto, se antoja como un gran deudor de la mejor tradición del undeground (ya sean cómics, cine o literatura… Al fin y al cabo, esto no puede llegar a ser entendido como una novela bastarda y aún más cruda de la generación beat). Al contrario que el mainstream, dan historias muy punkies y ácidas en las que no se pretende lanzar moralina ni intentar buscar nada nada particularmente positivo.

Pero también es así con la forma. El Mal Camino no es que tenga la narrativa más desafiante ni está estructurado para ello. Tiene una estructura capitular, pero Hanselmann es más de exhibir escenas  cotidianas (o al menos serán cotidianas para el artista) pasadas por un filtro personalísimo. Aunque sí que hay un hilo conductor y hay algunas tramas horizontales, están más en un segundo plano. Eso hace accesible la lectura para cualquiera. Y, por si fuera poco, El Mal Camino tiene un resumen de lo acontecido hasta el momento.

Y es que este tomo lo merece, ya que se nota que se ha llegado a un punto importante. Búho, que ejercía un poco de “Pepito Grillo” de todos los personajes, abandona el hogar hasta las narices de que tenga que ser él el que siempre se vea perjudicado por sus conductas. Deja a Megg, Mogg y Warewolf Jones a su suerte en casa y todos estos deberán hacer lo que sea para subsistir. O para conseguir droga, que para el caso… Todo ello mientras Megg tiene que decidir qué hacer con su vida sentimental: ¿Seguirá con la relación con su gato Mogg o con la mujer trans Moco? Y, por si fuera poco, su madre camella drogadicta reaparecerá en su vida cuando peor podría haberle venido.

Aparte de eso, trata también temas como las dificultades de la inserción laboral, los oportunistas del sistema (que los hay, por mucho que no se quieran ver) o las consecuencias de la drogadicción, cosa que se presenta por primera vez en esta serie tan excesiva. Pero lo hace sin lamentaciones, con un humor sequísimo que tapa la tragedia detrás de él. Es una máscara.  

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Curioso también es la elección de componer las páginas en un 4×3 constante, repetitivo. Es una decisión meramente estética, pero de la que se puede sustraer muchos aspectos. Esa decisión se haya tomado por lo que se haya tomado, permite a Hanselmann hacer un uso magistral del ritmo interno de la página en una búsqueda de un humor absolutamente desternillante. Sus silencios siempre suman. Pero también se puede apreciar que es una manera de expresar la absoluta monotonía de la vida de sus personajes. Cabe recordar que, aunque su vida es excesiva, siempre se ve como algo decadente y triste. Sea como fuere, es una marca de estilo muy patente que hace que una página de Megg and Mogg pueda ser reconocida al instante.

El estilo de Hanselmann es también muy identificable. Es muy detallista, pero también es muy caricaturesco. Es alguien que conoce todos los recursos que puede dar el cómic, pero no parece ser alguien particularmente culto. Más bien, y se puede apreciar en este trabajo, es un autodidacta con un talento innato. Además, es un estilo difícilmente traducible y que solo podría tener cabida en el cómic. A la vez que es muy sencillo de entender y de seguir, ya que es bastante limpio, que contrasta a la suciedad de las cosas que cuenta.

Con El Mal Camino se vuelve a este mundo en un claro punto de inflexión para la narrativa global y lo hace manteniendo todos y cada uno de los elementos que hace de esta propuesta algo sobresaliente.

Megg and Mogg tienen cuerda para rato. No han existido seres tan patéticamente entrañables como los creados por Simon Hanselmann.

Título:  El Mal Camino
Guion: Simon Hanselmann
Dibujo y color: Simon Hanselmann
Edición Nacional: Fulgencio Pimentel
Edición Original: Phantagraphics Books
Formato: Cartoné , 176 páginas a color
Precio: 24.95€