Maldita, la serie de Netflix que adapta el libro ilustrado por Frank Miller

Una de las cimas más altas que intenta alcanzar cualquier creador siempre tiene que ver con dar su visión reformista, disruptiva o respetuosa de aquellos mitos y paradigmas narrativos que se han mantenido a lo largo de la Historia. Y las leyendas artúricas es un bombón al que en no pocas ocasiones de ha recurrido. Por algo será.

¿Qué tienen esas historias mitificadoras y fundacionales que atraen a tantas personas? Sorprendente que sigan persistiendo y reivindicándose en un contexto cultural de cuestionamiento y de juzgar vehemente e inquisitivamente el pasado. Se intenta ajustar a las historias del pasado a la forma contemporánea de ver la realidad (se sea o no fiel a la época en la que fue concebida). Y, claro, muchas veces no se pasa la criba. O, si se pasa, se deben adaptar a nuestros valores.

Esa es la sensación que, en último término, deja una propuesta como Maldita.  Hay que tener mucho cuidado a la hora de transformar y reformar aquello que, a ojos del creativo no le terminan de funcionar. Porque si se va de la mano, al final no queda nada de la historia original. Y si eso sucede, ¿Por qué no crear algo nuevo desde el principio?

¿Fuegos verdes y magos? ¿Dónde se habrá visto eso antes?

Esta nueva propuesta de Netflix, no es una adaptación de un cómic, aunque Frank Miller esté implicado. El origen proviene de algunas conversaciones mantenidas entre el creador de El Regreso del Caballero Oscuro y el guionista televisivo, Tom Wheeler. Ambos compartieron sus inquietudes respecto a los mitos del rey Arturo y se plantearon ¿Por qué no darle una vuelta de tuerca y narrar la historia desde una perspectiva femeninsa con Nimué, la dama del lago, protagonizando el relato? Y de ahí vino la madre del cordero de lo que ha terminado siendo esta serie en la que el mismo Tom Wheeler ejerce de showrunner.

Los aspectos audiovisuales de la serie son como poco, tremendamente sosos. La dirección resulta considerablemente plana y televisiva (en el mal sentido) y con una absoluta falta de personalidad. A tal nivel que fusila totalmente planos y escenarios que no dejan de recordar a los de sus referentes: la presentación de Merlín es un calco de la de Aragorn de El Señor de los Anillos, la base de los Fey recuerda enormemente a la de los niños árboles de Juego de Tronos, los campamentos también son clavados a los de las campañas bélicas de la serie de HBO… Es como si esos referentes se hubieran pasado por el filtro estético de The Witcher. Aunque lo cierto es que tiene momentos algo más inspirados y que sí que logran mantener una atmósfera y un punto inquietante, la gran mayoría de ellos son totalmente genéricos.

Por no habla de decisiones de montaje un tanto chirriantes que hace que la serie, luzca aún menos. Muchas contiendas están montadas de forma demasiado caótica como para poder entender el todo. Tampoco favorece una realización, tal vez, demasiada pegada a los actores, con lo que no permite que se disfrute plenamente de las coreografías. Por no mencionar se unas transiciones rococós que, se supone que intentan emular las ilustraciones de Miller en el libro, pero que rompen la inmersión del espectador todas y cada una de las no pocas veces.

Hacer binge-watching puede provocar conjuntivitis. Arriba la prueba gráfica.

Maldita, todo sea dicho, tiene algunas virtudes. Principalmente provenientes del guion. Se está frente a una serie que no aburre y eso es gracias a que se logra contar una historia con pulso dramático y con personajes lo suficientemente bien construidos como para que te interesen algo. La serie, además, sigue bastantes subtramas sin descuidar ninguna, mantiene un ritmo y un pulso dramático bastante estimable, y logra mantener un ritmo dramático constante. Además, las tramas cierran de forma potente (y fiel al libro, aunque, en este caso, dejando la puerta abierta a continuación) y con unos personajes con un arco bastante claro y desarrollado. Es una temporada muy cargada de información pero que termina siendo bastante concisa, dadas las circunstancias. El guion es el mérito principal de esta temporada el todo aun no terminando de cuajar del todo. Funcionan muchas cosas, pero hay algo que sigue chirriando y que hace que no logre completar el círculo como debiera: escenas un tanto forzadas, diálogos más que escuchados en favor de soltar la referencia…

Katherine Langford está muy implicada en su papel y se nota. No solo porque haya ejercicio, si no por ese intangible que se nota cuando un actor está haciendo un papel en el que cree verdaderamente. Sin embargo, es difícil que resulte creíble como reina debido a su falta de carisma. No es el primer caso (¿alguien dijo Emilia Clarke?) pero resulta bastante más notable en este caso al tener un protagonismo indiscutible. También resulta anodino un Devon Terrell que parece más con el piloto puesto. Ante esta interpretación, es muy fácil distanciarse de un papel tan legendario como el del rey Arturo, que, lógicamente, debería tener el efecto contrario. No es así con Gustaf Skarsgard que hace suyo el que, sin duda, es el papel más agradecido de la serie. Su versión de Merlín socarrón y alcohólico no se puede decir que sea sorprendente, pero sí que logra subir la apuesta y mantener la atención del espectador en todo el momento.

Maldita tiene mimbres y puntos redimibles, pero no son suficientes como para compensar las 10 horas que exige ver su primera temporada. Y es una lástima porque demuestra que, aunque el fondo es necesario que sea el mejor, se puede desmontar con una facilidad pasmosa. Intenta ser más de lo que puede llegar a ser y resulta insatisfactorio ver como se queda a medias.