Murder Falcon, halcones vitaminados, traumas reprimidos y heavy. Ruidoso heavy.

La música, como arte, salva vidas. Pocas cosas pueden afectar al estado anímico de una manera más directa y palpable como las composiciones con una finalidad melódica. E, incluso, también despiertan sensaciones si han sido creadas con el objetivo contrario. Una buena canción puede salvarte el peor día de tu vida. Y una mala puede enfangar el mejor día. Puede hundirte en la miseria o darte ganas de comerte el mundo. Ese es el poder de la música.

Pueden parecer obviedades, pero se olvidan con tal frecuencia que se tiende a no valorar en su justa medida a la música, omnipresente en la vida de todo habitante occidental, por otra parte. De tal modo, siempre es de agradecer que esté ahí acompañando. Y las obras que  hace se reenamore uno y ponga en perspectiva todo lo que da, bienvenidas sean.

Murder Falcon tiene un ritmo acompasado. A pesar de que hay una evidente predominancia de peripecias, logra contarte sutilmente lo suficiente como para generar esa empatía e interés hacia los personajes. Estos, sin embargo, no son los más complejos (de hecho, pueden llegar a resultar un tanto arquetípicos) pero sí que tienen la cualidad de tener mucha verdad detrás de ellos. Para Daniel Warren Johnson este fue un modo de exorcizar algunos fantasmas propios y se nota cuando una obra tiene ese algo intangible.

El tema principal de Murder Falcon es la superación de un trauma, de dejar atrás la oscuridad. Cuando te dan una noticia que va a hacer de tu vida algo infinitamente peor de lo ha estado siendo, lo normal es lidiar con ese dolor de la forma más autodestructiva. Y de ese paso a la reconstrucción y de darte cuenta de qué es lo que te motiva a seguir es de lo que habla propuesta.

Imagen de la portada del tomo de Planeta.

Pero también trata otros temas, intrínsecamente unidos al tema principal, como la vicisitud de la amistad y del amor, de la reconciliación, de la redención y del perdón… De nuevo, no es la pieza más profunda ni pretende serlo. Pero sí que es bastante efectiva respecto a sus pretensiones. No es más de lo que busca ser, pero, desde luego, podría ser menos.

El propio título ya te indica que no es algo que se deba tomar demasiado en serio (a pesar de que sí contenga algunas escenas verdaderamente dramáticas). Al fin y al cabo, la premisa es extrema: un halcón hipermusculado se cruza en la vida de Jake, un antiguo músico heavy amateur. El halcón ha sido enviado desde un extraño lugar llamado el heavy para acabar con unas criaturas lovecraftianas que se alimentan de la negatividad de los humanos. El halcón las luchará a mamporro vivo con sus técnicas de kung fu y es más poderoso cuanto mejor toque Jake la guitarra. Benditos cómics y sus premisas relocas.

Esto es un high concept de manual (de ahí su escasa duración. Tan solo ocho números que se leen en un suspiro) que le permite al autor explorar algunas cosas de su gusto personal. Aquí se encuentra una grandísima cantidad de referencias al mundo heavy. No es que sean narrativamente oportunas, pero tampoco te las tiran a la cara. Es un cómic hecho por alguien que ama esa música y que mira cómplicemente al lector. Ya sea a través de álbumes o camisetas o, mejor, con algunos personajes y homenajes que están claramente ahí. Dicho esto, tampoco son los más rebuscados y cualquiera con unos mínimos de conocimientos en ese género musical entrará al trapo.

Otro gran referente más que claro es Pacific Rim (que, a su vez, bebía flagrantemente del cine de kaijus japonés). Ambas tienen esa historia de superación personal para tomar las riendas de tu vida y como esa es la clave para vencer al mal. Que, en ambos casos, son criaturas inmensas de aspecto monstruoso. Aunque eso se explicita en el climax en el que el lector es testigo de un cuerpo a cuerpo entre un mecha y el antagonista.

Monstruo vs. tanque. Con la nueva normalidad, todo es posible.

Sin embargo, los recursos narrativos no funcionan del todo bien. En el momento en el que se le ven los hilos, una historia pierde fuerza. Y, en este caso, hay un excesivo uso de ex machina y de repeticiones constantes de patrones que pueden resultar frustrantes. La estructura, eso sí, es efectiva y está bien conducida.

Daniel Warren Johnson es el artista completo. No es alguien revolucionario, pero sí que tiene un estilo que encaja respecto a lo que se pretende contar. Sus líneas recuerdan a las vibrantes cuerdas de una guitarra. Es muy dinámico y genera muy bien esa sensación de energía que busca. No es el más depurado del mundo, pero una historia que pone el heavy en el foco, pues función a las mil maravillas. También es interesante su diseño de personajes, que es memorable e imaginativa. No así con sus recursos, demasiado convencionales y su forma de narrar, si bien es algo que funciona, se echa en falta algo más juguetón respecto al viñetado y a la composición de página.  Tal vez, se más imaginativo en ese aspecto habría hecho que la obra hubiese ganado. Aun así, es una obra muy concisa, con un apartado visual acorde que destila talento artístico y ganas de pasárselo bien.

Murder Falcon es estruendosa. Como el buen heavy, se mete dentro de ti y es difícil dejar de escuchar. Pero también tiene algo que decir:no dejéis que la negatividad tome el control de vosotros. Apoyad a las escenas locales. Apoyad a los cómics. Porque salvan vidas.

Título: Murder Falcon
Guión: Daniel Warren Johnson
Dibujo: Daniel Warren Johnson
Color: Mike Spicer
Edición Nacional: Planeta Cómics
Edición original: Image Comics/Skybound Entertainment
Formato:  Tomo cartoné de 232 páginas a color. 
Precio: 25 €