El Doctor Extraño, Mark Waid y la jaula de Faraday

El 2 de julio, Panini Cómics publica en España el número #1 de Doctor Extraño: Cirujano Supremo. Marvel renueva su confianza en Mark Waid y es el encargado de narrar el cambio de tercio que nos conducirá hasta la nueva entrega cinematográfica protagonizada por el Hechicero Supremo.

El reinicio de la numeración de una serie y las variaciones en el título de una cabecera son dos jugadas que están en el libreto de cualquier editorial de cómics de superhéroes. Generalmente, se trata de conseguir nuevos compradores (¿o eran lectores?) para compensar los que se han ido quedando por el camino o aprovechar un momento promocionalmente propicio para darse una alegría en forma de pico de facturación. Lo mismo sucede con la creación de cabeceras que acompañen el anuncio de una nueva franquicia cinematográfica, casi como si se tratase de una pata más del merchandising. La primacía de lo pecuniario sobre lo literario en los grandes sellos editoriales, como en cualquier otro ámbito de la industria cultural, suele resultar en catástrofes de 48 páginas con dos grapas en el lomo que, por desgracia, a menudo son las que permiten que lleguen a las librerías tebeos más interesantes pero menos rentables.

Sin embargo, contar con los mejores escritores e ilustradores del sector suele ser una buena forma de contrarrestar la voracidad de los consejos de administración y, en ocasiones, lograr convertir una investment opportunity en un artefacto narrativo que no avergüence tener en las estanterías. Es el caso del Doctor Extraño. La trayectoria editorial de la serie en los cinco últimos años permite apreciar cómo estos movimientos no tienen por qué acabar siempre en despropósito.

Tras varios años sin protagonizar su propia colección, el Hechicero Supremo del Universo Marvel volvió a hacerlo con Jason Aaron y Chris Bachalo a los mandos, en aquellos días en que se empezaban a filtrar imágenes de Benedict Cumberbacht ataviado con la Capa de Levitación. Este julio, Doctor Extraño vuelve a poner el contador a cero en España, pero en esta ocasión, además, se retitula como Doctor Extraño: Cirujano Supremo, una cabecera que desde el diseño del logotipo, que remite a los cómics de terror clásicos (¿alguien ha escuchado que su siguiente película la dirigirá Sam Raimi y que va a ser más oscura?), busca comunicar que hay un cambio de dirección que justifica gastarse cinco euros al mes para comprobar de qué va el asunto.

Lo cierto es que las últimas páginas que escribió Mark Waid en el número que cerraba la etapa anterior presentaban un cambio lo suficientemente drástico en la vida del protagonista. Un punto y aparte al que se nos condujo de forma un tanto forzada tras un par de historietas de impasse, metidas con calzador en la serie regular, probablemente para sincronizarla con el calendario editorial. A juzgar por lo precipitado e imprevisto del movimiento, no parece que el cambio de status quo del personaje fuese iniciativa de un autor que ha demostrado conocerlo y saber narrarlo a largo plazo. Pero, sea como fuere, los dos años previos del guionista de Alabama al frente de la colección deberían de hacerlo merecedor de la confianza de los lectores (y así han debido juzgarlo en la Casa de las Ideas) si se trata de revestir de interés narrativo esta vuelta de tuerca que cuesta disociar de la estrategia de negocio.

El escritor norteamericano se hizo cargo de la serie tras el breve baile de autores que siguió a la marcha de Aaron y Bachalo tras el número #20. El equipo creativo que lanzó la serie en 2017 dejó al Doctor Extraño teniendo que buscar fuentes de energía alternativas para su magia e ideando formas alternativas de enfrentarse a sus enemigos. Nada que no hubiese sucedido en otras ocasiones, pero sí una situación inusual que ninguno de sus predecesores llegó a explorar con la pericia de Waid. De hecho, en el tiempo que va desde la marcha de Aaron hasta la llegada de éste, la serie resulta más interesante en el apartado gráfico que en el argumental, con el canadiense Niko Henrichon y el español Gabriel Hernández Walta desplegando talento y recursos técnicos.

Dennis Hallum fue el encargado de explicarnos la participación del personaje en Imperio Secreto, y John Barber nos contó una historieta en la que Strange se enfrentaba a un trío de taumaturgos, el clásico monster of the week, a los que despachaba sin demasiados problemas. Donny Cates llegaría para enfrentar al Doctor Extraño contra el gran antagonista asgardiano en Loki Hechicero Supremo, firmando un cinco entregas bien narradas, pero en las que sobresale el trabajo gráfico de Hernández Walta o el gracioso conejo sacado de la chistera de colocar a Strange ejerciendo como veterinario. El propio Cates y Nick Spencer lograron repuntar el interés a fuerza de pirotecnia con Condenación justo antes de ceder el testigo. Las Vegas, Mefisto tratando que sumergir en el infierno la ciudad del pecado y el Doctor Extraño arropado por el Caballero Luna, Blade, Motorista Fantasma… Ingredientes ideales para un cómic palomitero, con un ritmo trepidante y escenas arquetípicas (como esa fáustica partida a las cartas con un demonio), que supuso el preludio a una etapa con un tono y uno sabor mucho más introspectivo.

El primer número con Waid al teclado se publicó en España en noviembre de 2018 y ya entonces vino acompañado con el primer reinicio de la numeración tras su relanzamiento. La nueva etapa abre con un Stephen Strange que reflexiona sobre los motivos y el significado de haber perdido su magia, una preocupación que Jesús Saiz muestra con un talento desbordante que cristaliza en una página sobrecogedora en la que, sobre un fondo negro que va ganando terreno al color, el protagonista cierra su monólogo interior abrazado a su capa de levitación. ¿Y si fuese la causa en lugar de la víctima?, se pregunta el Doctor.

En esta ocasión no es una desaparición global de la magia, como leímos en la etapa anterior, cuando el Empírkul sustrajo la energía mística del planeta y quiso extinguir a los brujos, sino que el problema afecta al Hechicero Supremo de manera específica. Así que después de hacerlo lamentarse, Waid lo sienta a la mesa de un restaurante con Tony Stark para idear una forma de recuperar sus poderes. Y es aquí donde el guionista realiza una declaración de intenciones: intentar explorar nuevos territorios con el personaje, convertir al místico en cosmonauta espacial, subirlo a una nave diseñada por Stark, colocarle una escafandra y ponerlo a buscar el rastro de la magia en otras latitudes de la galaxia.

La propuesta es menos arriesgada de lo que parece y durará solamente tres grapas (cinco en la edición norteamericana). Desde que la crítica se ocupase Star Wars sabemos que, a pesar de que haya naves y pistolas de rayos láser, una historia ambientada en una galaxia muy lejana puede tener más de fantasía épica que de ciencia ficción. Y esto sucede en este arco argumental, Hechicero Supremo de la Galaxia. La epopeya de Strange por el espacio tiene más de Ulises regresando a Ítaca, de Frodo camino del Monte del Destino, que de literatura prospectiva. No hay preocupación por el futuro, ni indagación técnica. Se renueva el envoltorio pero, en esencia, reconocemos las motivaciones y características que Steve Ditko y Stan Lee le dieron al personaje en la década de 1960; nos encontramos antes ante un viaje iniciático –con sus mitologemas propios: el héroe caído en desgracia, las pruebas…– que con una reflexión sobre el mañana.

Con todo, resulta evidente que Waid busca explicarnos algo distinto. No sólo manda al Doctor Extraño a surcar las estrellas, en lugar de otras dimensiones, o lo enfrenta a extraterrestres en lugar de a brujos siniestros; también lo lleva a explorar otras formas de magia. A este respecto, el intento resulta especialmente tímido, teniendo como única consecuencia que Extraño incorpore a su arsenal una forja mágica. Si el autor hubiese sido un adepto de la Ordo Templi Orientis como Steve Englehart, o algún otro de los célebres guionistas brujos que entre cómic y cómic se han dedicado a leer a Peter Carroll o Austin Osman Spare, quizá ese camino habría sido más explorado, pero no es el caso de Waid, que se define como un  science boy through and through. En un universo paralelo, Grant Morrison nos está narrando el paso del protagonista del paradigma espiritual al paradigma semiótico de la magia, sólo hace falta conocer el hechizo que abre el portal. Pero en nuestro plano de existencia, la historia que Waid decidió contar es la búsqueda de algo desaparecido y que el héroe necesita para estar completo, para poder serlo. El Doctor Extraño de Waid es Parsifal buscando el grial entre estrellas, asteroides y cometas. Hasta que lo encuentra.

Con su capacidad de volver a lanzar hechizos restaurada, Strange regresa a la Tierra y no tardará en volver a verse las caras con sus antagonistas habituales en escenarios recurrentes. Antes, sin embargo, Waid nos regala una socarrona grapa (Doctor Extraño #6) en la que retrata a uno de los grandes villanos de nuestro tiempo: los fondos inmobiliarios. Resulta imposible no reírse al ver a un grupo de especuladores pactar con una suerte de demonio y creer que pueden comprarle el 177a de la calle Bleecker al Doctor por las buenas o por las malas, transmutando al protagonista en el campeón de la resistencia a la especulación inmobiliaria: ¿Quieres saber por qué no te dejaré que te hagas con la calle Bleecker? ¿Por qué la protejo tanto? ¡No tiene nada que ver con un portal! Es porque la gente de aquí me cae bien. ¡Porque es un vecindario maravilloso, lleno de alegría y de vida! ¡Es peculiar, encantador y hay buenas familias que han construido sus vidas aquí y no te dejaré destruirlas! ¡Eso es lo que protejo!

Después de haber introducido nuevos aliados, enemigos y escenarios, la segunda mitad del volumen devuelve a la primera línea a los enemigos clásicos del protagonista, aquellos que aparecían recurrentemente en los Strange Tales de Ditko y Lee. Primero Mordo, luego Dormammu, Galactus y finalmente Mefisto hostigan por enésima ocasión al mago de la calle Bleecker, pero con planes y objetivos que están anclados al argumento principal que vertebra esta etapa.

Los distintos arcos argumentales que conforman el volumen gravitan en torno al desarrollo de uno de los leit motiv (sería más apropiado aquí hablar de mantra) que se repitió hasta la saciedad durante la época de Aaron: la magia tiene un precio, para poder lanzar conjuros el Doctor Extraño pide un préstamo a distintas fuerzas místicas y, después de muchos años, le exigen que cumpla con el pago. Por ejemplo: el Doctor pasa por su purgatorio personal cuando debe enfrentarse a Casey Kinmont, una joven a la que dejó abandonada en una dimensión paralela y cuyo resentimiento y miedo, Mordo aprovecha para convertirla en un arma arrojadiza contra su adversario. El pago, en muchos casos, tiene que ver con hacer frente a las consecuencias de sus actos (¿alguien ha invocado al tío Ben?).

Otro de los focos argumentales de la etapa es el debate interno que sostiene el propio Strange sobre los límites de sus acciones. El Doctor Extraño de Waid se ve constantemente interrogado sobre qué es ético hacer y qué no para salvar el mundo. Es un paladín de la luz sobre cuya figura se proyecta como una sombra oscura la máxima maquiavélica de que el fin justifica los medios. Sin embargo, el debate no parece establecerse tanto en torno a la idoneidad o no del postulado, sino respecto a las consecuencias psicológicas sobre aquel que decide ponerlo en práctica. El héroe de Waid está apesadumbrado porque carga sobre sus espaldas decisiones dolorosas en lo personal, que lo apartan de sus seres queridos, a los que manipula y engaña si es preciso, para salvar una dimensión. Así lo hará, en una jugada arriesgadísima, cuando envíe a morir a  todos sus aliados, ocultándoles la probabilidad casi segura de su destino, prometiéndoles una victoria, infundiéndoles ánimo y esperanza, para derrotar a Galactus en la conclusión de Heraldo Supremo, el último arco argumental extenso del volumen.

En estos tebeos, lo que piensa Strange es tan importante como lo que sucede en ellos. No es de extrañar, en tanto que se ha podido leer a Waid afirmar que el Doctor Extraño es un pensador […] uno de los personajes más profundos del Universo Marvel (entrevista en Westfield comics blog!) y que lo único que realmente importa en una historia son las emociones (entrevista en The Comics Journal).

La verdad y la mentira, lo que se debe o lo que se quiere, el bien y el mal… La etapa está marcada por la dualidad. El protagonista se encuentra en el centro de fuerzas contrarias que tratan de atraerlo con igual intensidad. Está sometido a una prueba de estrés constante, en un reflejo de lo que parece padecer el guionista. La tensión entre el autor y la serie, entre la voluntad de innovar del creador y los condicionantes externos, se hace evidente grapa tras grapa, pero cristaliza de forma sublime en un monólogo (que probablemente sea el momento literariamente culminante de la etapa) en el que se antoja que Waid habla por voz de Strange para revelarse como un autor comprometido con su arte que se halla enjaulado en las dinámicas de mercado del cómic de superhéroes y trata de escapar: Cuando asumí este rol por primera vez, todo era nuevo. Los enemigos a los que me enfrentaba eran distintos a todo lo que el mortal en mí había imaginado. Las maravillas del universo me asombraban… Me asustaban… Me emocionaban constantemente. A la luz del día me hice amigo de alienígenas, dioses y monstruos. En las sombras me alié con aquellos que operaban en secreto contra el caos. Pero mientras tanto, casi sin darme cuenta, mis problemas y logros se volvieron gradualmente… Bueno… Familiares. Repetitivos. ¿Cuántas veces he perdido mis poderes solo para poder recuperarlos luego? He defendido el cosmos de Mordo y Umar una docena de veces ¿Dormammu? ¿Veinte? ¿Treinta? No me extraña que me sienta insatisfecho. No soy un doctor. No curo nada. Soy un bombero extinguiendo las mismas llamas una y otra vez.

Resulta imposible no leer en la queja del personaje una crítica del autor a las dinámicas del sector y a sus dificultades para narrar mes tras mes nuevas aventuras de un personaje que lleva más de seis décadas en las librerías sin aburrir al lector. Pero en la actitud del protagonista, que es también la que adopta su autor, encontramos el motivo por el que miles de lectores se han mantenido fieles a su cita mensual con el discípulo de El Anciano y por el que, probablemente, merezca la pena seguir haciéndolo. Como el Doctor Extraño se obstina en seguir salvando el mundo y derrotando una y otra vez a los mismos villanos, Waid parece decidido a encontrar la forma de escribir buenas y originales historias para su héroe.

La lectura de Doctor Extraño: Cirujano Supremo tendrá en ese diálogo subterráneo entre el autor y las circunstancias de su obra una segunda veta de lectura, interesante para quienes sientan interés por el cómic como artefacto literario. Mientras descubrimos cómo ha cambiado la vida del protagonista y a qué nuevas amenazas deberá hacer frente, asistiremos también a los esfuerzos de Mark Waid, que en esta ocasión trabajará junto al ilustrador Kev Walker, por contar una historia genuina con un protagonista mil veces leído y a pesar de los condicionantes del márketing y los síntomas de agotamiento que presenta un género que, convertida su rama cinematográfica en la gallina de los huevos de oro, conviene no cambiar demasiado. Dentro de unos pocos días podremos comenzar a leer cómo gestiona el escritor de Alabama el viraje del Doctor Extraño hacia el género de terror o el hecho de que su vínculo con la Bruja Escarlata deba estrecharse.