David Muñoz: «Tiene que apasionarte lo que haces y ser capaz de pasar mucho tiempo solo frente al teclado del ordenador sin tener la certeza de que lo que estás escribiendo lo vaya a leer nadie más que tú»

La semana pasada tuvimos acceso a una entrevista con David Muñoz, una voz del mundo de guion de la que más se puede aprender. Con él conversamos del proceso creativo, de la industria, de su labor como profesor y, sobre todo, de su imprescindible libro Escribir con Viñetas. Pensar en Bocadillos, un manual de guion de cómic imprescindible tanto para veteranos como para principiantes.  En todo momento se mostró predispuesto, amable y cercano y por ese motivo, desde aquí queremos agradecérselo. Sin mayor dilación, la entrevista.  

El primer día en el Máster de Guion, sentenciaste que, si quieres dedicarte a esto, tu apellido pasaría a ser frustración. Al principio, hay risas. Con el paso del tiempo, entendimiento. Muchas veces es luchar contra los molinos… Es una de las mejores lecciones que se podrían dar a alguien primerizo, por mucho que pueda ser visto como desalentador.

Bueno, yo cuando digo esas cosas lo último que quiero es desalentar a mis alumnos. Lo que pretendo es que vayan haciéndose una idea de lo que les espera si quieren llegar a ganarse la vida como guionistas, que estén mejor preparados para enfrentarse al mundo real cuando termine el curso. También dedico tiempo a estos asuntos porque de no hacerlo en cierta manera me sentiría un estafador. En los másteres y los cursos que doy cada año, me encuentro con bastante gente que podría conseguirlo, que tiene talento y capacidad de trabajo, pero es imposible que la industria audiovisual pueda absorber a los centenares de aspirantes a guionistas profesionales que salen cada año de las escuelas o las universidades. Así que creo que tengo que advertir a mis alumnos de que eso es así y de lo que más o menos se van a ir encontrando. En realidad creo que lo que explico son las cosas que a mí me habría gustado saber cuando empecé. ¡La de disgustos innecesarios que me habría ahorrado!

No es por peloteo, pero todos los alumnos que han estado en alguna de clase tuya, ha comenzado odiándote, pero se termina amándote. Y al leer el libro, por momentos, es como una vuelta a ello. ¿Era intencionado?

Hombre… ¡nunca he pretendido que me odie nadie! ¡Ni tampoco soy tan maquiavélico para saber cómo conseguir que mis alumnos pasen del odio al amor a lo largo del curso! Si ocurre, no es algo intencionado. Lo que sí es verdad es que intento tratar a mis alumnos con respeto. Y para mí respetarlos consiste en hablarles con sinceridad (aunque espero que con cariño, ser sincero no implica ser desagradable) y sin olvidarme de que tengo sentados delante de mí a gente que cómo poco suele tener veintitantos años y han pagado para que se les forme y prepare para salir al mundo real, no para que se les engañe y se les hagan creer cuentos de la lechera. ¡Aunque estoy seguro de que hay alumnos que sí que me siguen odiando al final del curso! No suelo tener problemas con mis alumnos, pero cuando los he tenido, ha solido ser con gente que más que formación espera adulación, que pretenden que su profesor les confirme el talento que creen tener pero que la mayor parte de las veces brilla por su ausencia. Eso frustra y acaba provocando esa sensación de que el problema no eres tú sino que “el profe te tiene manía”. Afortunadamente, en los 20 años que llevo dando clase no creo haberme tenido más de siete u ocho casos así.

Respecto al libro, he intentado que cualquiera que haya estado en una clase mía reconozca mi “voz” (eso que tenemos todos pero solo somos capaces de reconocer en los demás). Una de las razones por las que me costó tanto terminarlo ha sido que emular esa voz por escrito no me ha resultado nada fácil. También fue una de las razones por las que rompí con la que iba a ser su primera editorial. Muchas de las notas que me enviaban buscaban que el estilo del libro fuera más aséptico, más neutro, y a mí eso no me interesaba nada. Quería que cuando alguien leyera mi libro se sintiera como si hubiera podido asistir a una de mis clases.

¿Qué es lo que te hizo ponerte a escribir en primer lugar? ¿Tu primer impulso fue hacia el cine o hacia los cómics?

Los cómics. A mí lo de poder ser guionista de cine o de televisión no se me pasó por la cabeza hasta los veintitantos años. Era algo inconcebible teniendo en cuenta de dónde venía yo (barrio obrero, sin ningún contacto en la industria) y cómo era el mundo entonces. En aquella época pre-Internet era casi imposible encontrar información sobre el mundo del guion. ¡Hasta era difícil ver cómo era un guion de verdad! Y aunque tuvieras formación, tampoco había mucho trabajo. Por no haber, no había ni cadenas privadas de televisión. Vamos, que haberme planteado con 20 años ser guionista de cine o televisión hubiera sido tan absurdo como decidir ser astronauta. Y luego, claro, que amaba el cómic. Y lo sigo amando. Aunque tengo que aclarar que yo no quería ser guionista de cómic, quería ser autor completo, escribirlos y dibujarlos. Quería ser Carlos Giménez.   

 

Viñetas de de 36-39. Malos Tiempos de Carlos Gímenez, una de las inspiraciones para el entrevistado.

Tú no tuviste formación académica en la materia. Y eran otros momentos. ¿Has echado de menos en algún momento tener esa base a la hora de comenzar a trabajar?

No, nunca. La base la adquirí leyendo todo lo que pude encontrar sobre cómo se escribían los guiones, que por entonces eran los libros de Syd Field y Linda Seger, artículos, entrevistas, etc. En realidad, la teoría que tienes que conocer para poder escribir un guion se puede aprender rápidamente. Por eso el libro que más suelo recomendar en mis clases es Cuéntalo bien, de Ana Sanz- Magallón, que es cortito, claro y va al grano. Lo difícil es saber aplicar bien después esa teoría, o esos conceptos. Por eso, lo que sí eché de menos durante mucho tiempo fue participar en talleres de escritura. No hay manera más rápida de mejorar que escribir mucho y tener alguien al lado que sepa más que tú indicándote cómo mejorarlo. Afortunadamente, conocí a mi primer coguionista, Antonio Trashorras, y además de que uno al otro nos espoleábamos para trabajar mañana, tarde y noche, éramos bastante exigentes con los que escribíamos. De hecho yo creo que a veces nos pasábamos de autocríticos. Aunque en ese sentido lo más importante para mí fue ser elegido por el programa de desarrollo Canal + guiones (cuando ya llevaba unos años trabajando profesionalmente) para acudir con un guion de Antonio y mío a un taller del Mediterranean Film Institute que se celebraba en una isla griega en el que tuve la suerte de ser tutorizado por el profesor y guionista Lewis Cole. Reamente me cambió la vida. Con él aprendí mucho sobre cómo contar las historias, pero también sobre cómo dar clase. De hecho, lo que hago como profesor es emular lo que hacía Lewis en sus talleres. Él fue el modelo que siempre tengo en mente cuando llego a un aula. 

Ya que mencionas a Lewis Cole como referente educacional. ¿Cuál es la mayor lección que aprendiste de él?

No te puedo hablar de una sola lección porque fue mucho lo que aprendí con él a muchos niveles (no solo teóricos, sino también humanos). Aprendí por ejemplo una cosa que intento repetir siempre en mis clases: estructura, personajes y argumento es lo mismo. Las historias hay que abordarlas en su totalidad, no como si fueran las piezas de un coche que pueden ser “reparadas” de forma independiente. Pero cuando recuerdo a Lewis antes de dar una clase en lo que pienso sobre todo es en algo que él supo transmitirme a mí muy bien: escribir historias, dedicar tu vida a ellas, merece la pena, y aunque no siempre es divertido, siempre es apasionante. E intento transmitírselo también a mis alumnos. Sin pasión, esto no merece la pena.

Algo que siempre llama la atención en las profesiones creativas, es que funcionan con unas reglas muy particulares que, al resto, les resulta difícil de entender. Si se comprende que no se puede opinar sobre astrofísica si no se tienen conocimientos, ¿Por qué todos se creen que pueden hacer, opinar y controlan de cine o cómic?

Porque una de las cosas más fascinantes de nuestro oficio es que hace parecer fácil lo difícil. Cuando una historia está bien escrita, produce la impresión de que su autor la ha escrito de corrido, sin pensar, sin esfuerzo. Pero claro, lo más habitual es que ese autor haya escrito no sé cuántos borradores de su historia hasta dar con la forma correcta de contarla. Y esa sensación de “facilidad” provoca que a veces se subvalore el esfuerzo que lleva escribir una buena historia. Hasta que intentas escribirla tú, claro. Entonces es cuando te das cuenta de lo jodido que puede ser. De todos modos, ese tipo de cosas a mí dejaron de molestarme hace mucho tiempo. Es normal que ocurra. En realidad es parte de la magia de este trabajo. Es como los buenos efectos especiales. Cuanto mejores son, más posibilidades hay de que la gente no solo no los valore sino de que ni siquiera vea que están ahí. ¡Lo malo es cuando gente sin formación acaba teniendo puestos de responsabilidad en una productora o una editorial y se cree capaz de decirles lo que tienen que hacer a los guionistas que trabajan para ellos! De todos modos, es un tema complicado, porque a veces encuentras gente sin formación que tiene instinto para contar historias, y te ayuda más que quien la tiene y se empeña en que respetes reglas que en realidad ha entendido regular en ese curso intensivo que hizo con Robert McKee. No se puede generalizar.

En este libro, explicas que este libro empezó con Diminuta Editorial, pero que hubo problemas a la hora de cómo enfocarlo. ¿Podrías desarrollarnos cuál fue el origen de este libro?

Al principio, lo que iba a escribir era un apartado teórico dentro del libro El Guión de Cómic, coordinado por Gerardo Vilches y editado por Diminuta Editorial, en el que nos entrevistaban a otros guionistas y a mí. Pero luego, no sé si Gerardo o el editor Joan Antón Sánchez, o los dos, me sugirieron la posibilidad de, en vez de escribir ese apartado, hacer un manual de guión de cómic. Y les dije que sí, sin darme cuenta del lío qué me estaba metiendo. Nunca me habría imaginado que me costaría cerca de cuatro años conseguir terminarlo, y otro año que se editara. Si al final no lo terminó editando Diminuta fue porque ellos querían un manual muy manual, o sea, muy rotundo, con reglas, lleno de verdades absolutas, y escrito en un estilo más frío y académico, y yo estaba escribiendo otra cosa, algo que es un manual pero que además de estar redactado de una manera muy personal, nada fría (o eso espero), está escrito desde la duda, sin intentar sentar cátedra, incluyendo entrevistas con guionistas que trabajan de una manera totalmente distinta a la mía, y además incluye apartados que no están dedicados a la escritura sino a explicar cómo es ser guionista de cómic hoy en día. Con Diminuta el momento en el que decidí no seguir adelante con ellos fue cuando me enviaron unas correcciones del texto que no solo subsanaban errores ortográficos o gramaticales, sino que reescribían frases enteras cambiando las mías por otras que a ellos les sonaban mejor y que en realidad cambiaban el sentido de lo que yo quería decir. Así que, pese a llevar ya cuatro años trabajando y sin tener ni idea de si alguien lo acabaría editando, les mandé un mail diciendo que prefería que el libro no se editara a que lo que se editara no fuera lo que yo había escrito. No sé si mi libro será malo, bueno o regular, pero lo que sí puedo decir es que es mío realmente. Pero tengo que decir que, pese a que no nos pusimos de acuerdo sobre cómo tenía que ser el manual, mi relación con el director de Diminuta, Joan, nunca fue mala. No estar de acuerdo no quiere decir que tengas que tirarte los trastos a la cabeza. Joan falleció hace unas semanas y lo lamenté mucho. Justo pocos días antes me había escrito felicitándome por la edición del libro, y yo le había contestado dándole las gracias, imaginándome que por fin nos conoceríamos en persona en el Salón del cómic de Barcelona de este año.

Hay muchas guías para dibujar. Pero no tantas para escribir cómics. Sin embargo, en cine, hay mucha bibliografía acerca del proceso de escritura de guiones. ¿A qué crees que se debe?

Pues no lo sé. Casi toda la información sobre cómo escribir guiones de cómic aparece dentro de libros que hablan tanto del guión como del dibujo. De todos modos, sí que hay algunos libros que hablan específicamente sobre cómo escribir guiones de cómic, lo que ocurre es que creo que ninguno se ha publicado en España, como el de Brian Michael Bendis, el de Peter David, o el de Dennis O’Neil (pese a su brevedad, quizá el más interesante de los tres, o por lo menos el más útil).

El manual de guion de Dennis O’Neil.

El proceso de documentación y decodificación ha sido bastante intenso. ¿Has encontrado algo que te llamase particularmente la atención?

Me pasé meses leyendo libros y revistas, buscando citas y ejemplos para usarlos en el libro. Pero al final, las ideas más interesantes no las encontré en los manuales sino en las entrevistas de revistas como The Comics Journal. Es una pena que no estén todas digitalizadas. Se van a perder horas y horas de conversaciones muy interesantes, que además cada vez los son más según pasan los años. Ah, también aproveché para leer libros que tenía desde hace años sin leer por casa como el de entrevistas con Hergé, que me pareció interesantísimo y me hizo replantearme muchas de mis opiniones sobre Tintín. Con las citas y los ejemplos pasó que recopilé demasiados y al final tuve que eliminar más de la mitad porque sino el libro habría sido demasiado largo.

Has escrito en Twitter en múltiples ocasiones que se te han quedado muchas cosas en el tintero. ¿Qué temas o contenido se ha quedado por el camino?

Como he dicho antes, corté muchas cosas por motivos de espacio. Algunas de ellas se podrán leer en la web de la editorial del libro, EsPop, como una entrevista que me gusta mucho con el guionista Darko Macan. También eliminé los análisis de las estructuras de los guiones de una novela gráfica y de un álbum francés. Eso sí que no creo que lo recupere. No sé… igual entre todas las revisiones que hice del texto eliminé cerca de 60 0 70 páginas, quizá más.

Todavía es pronto, pero, ¿Se podría continuar este libro?

Ja, ja… ¡pues no lo sé! Ahora mismo la verdad es que no me veo con fuerzas como para dedicar otros cuatro años a escribir un libro. Aunque yo qué sé… igual después de la primera vez resulta más fácil. Lo que sí que a lo mejor me gustaría es ampliarlo, incluyendo alguna de las cosas que he descartado, u otras que he descubierto después de acabarlo, como los webtoons. En el libro hay un apartado explicando cómo puede ganarse la vida un guionista de cómic, y creo que los webtoons son una buena manera de hacerlo.

¿Hay algún mecanismo en tus clases que puedas haber empleado en este libro?

Más que “mecanismos” en el libro lo que he hecho es usar muchas explicaciones que he ido puliendo en mis clases. Por eso en los agradecimientos menciono a mis alumnos. Dar clase te obliga a verbalizar, a aprender a expresar, muchas cosas que a veces solo sabes instintivamente, o que a veces no sabes ni que sabes hasta que te ves obligado a contarlas. Además, tener que resolver problemas de tipos de guiones que yo no escribiría nunca y contestar preguntas de los alumnos (a veces bastante puñeteras) es una gimnasia mental estupenda. Se aprende mucho. Suena a topicazo pero es cierto. Dando clases de guion a veces aprendes más dándola que tus alumnos recibiéndola.

¿Por qué decidiste comenzar a dar clases?

Yo pasé mucho tiempo diciendo que no quería dar clases. Pero en realidad lo decía porque era muy tímido, casi un fóbico social (y bueno, sin el “casi”), y me aterraba la idea de hablar en público. Porque la verdad era que sí que me apetecía dar clase, aunque lo ocultara y me lo negara a mí mismo. Pero un día, hace ya muchos años, mis amigos los guionistas Nacho Faerna y Carlos Molinero andaban organizando un curso de guion creo que, para ALMA, necesitaban a alguien y me convencieron para que lo intentara. Recuerdo que la primera clase que di me la pasé entera con las manos metidas en los bolsillos para que no se notara lo que me temblaban, y con las orejas coloradísimas. Pero… ese día descubrí que disfrutaba hablando con mis alumnos de sus historias y me obligué a seguir hasta que poquito a poco, a base de práctica, las manos dejaron de temblarme y mis orejas de enrojecerse. Poco después también fue muy importante para mí que Pedro Sangro y Michi Huerta confiaran en mí para llevar el taller de guion de largometraje del Máster de Guion de la Universidad Pontificia de Salamanca. Fui a dar una charla (en la que lo pasé fatal) con Antonio Trashorras, les gusté, me llamaron para el taller, y ahí sigo no sé cuántos años después. Una gran suerte que he tenido en la vida es la cantidad de veces que me he encontrado con gente que ha creído en mí más de lo que yo creía en mi mismo.

David Muñoz dando clase a la XIII promoción del Máster de Guion para Cine y Televisión de la Universidad Pontificia de Salamanca.

Corriges y tutorizas, das clases de todo tipo, escribes guiones de cómics… Pero también lo has hecho para el cine, para series, para programas… ¡Hasta has colaborado con los Chanantes! ¿Cuál ha sido el proyecto con el que más has disfrutado y en qué faceta te sientes más cómodo?

En general es más fácil disfrutar con los guiones de cómic porque son procesos mucho más sencillos. Tienes que ponerte de acuerdo con tu dibujante y tu editor y ya está. Mientras que en cine o televisión todo es mucho más complicado. En cine o tele es fácil que cuando se estrene la película o la serie que has escrito no reconozcas tu guion porque le ha metido mano hasta el apuntador, mientras que eso nunca ocurre en el cómic. Pero vaya, que cómodo me siento con todo. Me gusta ser guionista de cine, de tele, de cómic, de lo que sea… y me gusta ser profesor. Son dos vocaciones complementarias. Por mucho trabajo que tenga como guionista nunca abandono las clases. Lo he pasado muy bien y muy mal – dependiendo del proyecto-, trabajando en cada medio y en cada formato. Si tuviera más tiempo, u otra vida, me gustaría probar a hacer muchas más cosas.

¿Qué has aprendido tú de la actividad lectiva que has terminado empleando en tus guiones?

Uff… mucho. Más de una vez me doy cuenta de cómo solucionar un problema de uno de mis guiones viendo el mismo problema en un guion de uno de mis alumnos (porque siempre es más fácil ver los errores en los trabajos ajenos; la cercanía, la familiaridad impide ver con claridad, por eso a todos nos vienen bien tener lectores de confianza). Pero lo más importante que he aprendido es que cuando un guion no funciona suele ser porque algo no está bien a nivel básico, por algo que, cuando por fin consigues detectarlo, suele ser muy sencillo. Como por ejemplo no tener una fuerza antagonista lo suficientemente potente.  

En este libro, animas a que cada uno busque sus propios métodos, tras exponer el tuyo. Y, en tus clases, llamas a persistir y a seguir trabajando. Sin embargo, es difícil hacerlo si veza que no avanzas y que no tienes un rumbo fijo. ¿Cómo te enfrentas a la incertidumbre y a la ansiedad tan propia del trabajo de guionista?

Malamente. Tengo días buenos, y también días malos. Como todo el mundo, supongo. Este es un oficio en el que lo más fácil es que las cosas en las que trabajas no salgan o salgan mal. A veces cuesta sobreponerte al desánimo que produce darte cuenta de que ese proyecto al que llevas dedicando muchas horas al día durante años no va a llegar a ninguna parte. Cada persona es distinta y no hay recetas que valgan para todo el mundo, pero a mí siempre me ha ayudado ponerme objetivos muy claros (por ejemplo, terminar en una determinada fecha, aunque nadie esté esperando mi guion), olvidarme de qué voy a hacer con lo que estoy escribiendo y concentrarme solo en escribir y tratar de disfrutar haciéndolo. También ayuda tener varios proyectos en marcha a la vez. No conviene jugárselo todo a una sola carta. Si solo compras un billete de lotería lo más probable es que no toque. Pero vaya, que también entiendo que haya quien se rinda. Para seguir con algo necesitas que de vez en cuando te salgan bien las cosas. Ahora pienso que algo con lo que tuve suerte cuando empecé es que nunca pensé que escribir fuera algo con lo que podría ganarme la vida. Lo hacía porque me gustaba, como hobby. Pensé que me ganaría la vida haciendo otras cosas, no con los guiones. Me quitó mucha presión. No esperaba resultados. Lo hacía porque sí.

En tu libro pones en relieve que es interesante contar con un dibujante profesional en tus inicios. Pero lo habitual es que, al ser muy precario, prescinden del guionista por no repartir el poco beneficio que puedan sacar. Por otro lado, los profesionales están a otro nivel y, como es lo justo, pedirán un pago. Al final, los guionistas primerizos están un poco vendidos. ¿Qué aconsejarías para encontrar un dibujante?

Mirar lo que hace la gente en Internet, leer fanzines (que todavía los hay) y escribir a alguien si te gusta lo que hace. También ir a salones y jornadas sobre cómic para conocer gente. No se trata de encontrar a un dibujante profesional, o sea, que ya se gane la vida con el cómic, sino a un buen dibujante, o a un dibujante que pueda llegar a ser bueno, que “crezca” contigo según vais trabajando juntos. No es fácil, pero puede conseguirse. Es cuestión de ser perseverante y de echarle tiempo.

¿Alguna vez te han rechazado un buen guion por presentar un dossier con un mal dibujo?

Sí, claro, pero no tanto porque el dibujo fuera malo sino porque no le gustó al que en principio iba a ser su editor. Yo le había contado la historia antes y le había gustado, pero al ver las páginas de muestra me dijo que no. De todos modos también puede ser que a mí me dijera que el rechazo se debía al dibujo y al dibujante que era por el guion!

Hay unos cuantos artistas que recomiendan a los guionistas que se vayan directamente al cine, puesto que del cómic no se puede vivir. ¿Qué ventajas le ves a hacer cómics frente a escribir series o películas?

Como he dicho antes, es más probable que un cómic sea realmente tuyo que una película o una serie de televisión. Y ese mayor control sobre el resultado final es algo que disfruta cualquiera que se dedique a escribir. De todos modos, si es verdad que hay artistas que recomiendan lo que dices, me extraña un poco. ¡Ni que fuera fácil ganarse la vida escribiendo cine o televisión! De todos modos, yo en esas cosas pienso poco. Obviamente, tengo que ganarme la vida, y ojalá ganara más dinero haciendo cómics. Pero si hago cómic es porque amo el cómic, porque me hace feliz escribirlos. No es algo que aborde desde una posición… no sé cómo llamarla… pragmática. Bueno, yo es que en realidad soy poco pragmático (o práctico) para todo.

Se podría decir que el cómic es el medio más libre. Es el único lugar en el que puedes colar conceptos relocos. Y no solo los aceptan, si no que los alaban. Además de que no tiene presupuesto… ¿Es esa libertad creativa la que te interesa del cómic?  ¿O tiene que ver con los aspectos más formales?

Las dos cosas, esa libertad creativa que te he comentado antes, y los aspectos formales. El cómic es un milagro. Viñetas estáticas que se mueven en tu cabeza, globos con textos flotando delante de los personajes que para el lector no están ahí… Aparte de la cuestión puramente estética, claro, del placer que se extrae del dibujo.

Es interesante la parte en que señalas que el lector maneja el tempo y el ritmo. ¿Crees que eso afecta a la hora de escribir? ¿La sucesión de acontecimientos de la trama en el cómic funciona de otra manera respecto a un guion para el cine o las series?

Si que afecta y es algo a tener muy en cuenta a la hora de escribir un guión de cómic. Cada medio tiene sus pautas, pero básicamente, contar una historia es contar una historia, da igual que la cuentes en una película, en un capítulo de una serie de televisión o en un cómic. Lo único es que para el guionista suele ser más complicado (o más trabajoso) estructurar un cómic porque la lucha contra el espacio es mucho más dura que la lucha contra el tiempo. Un producto audiovisual puede durar más o menos, sobre todo ahora, en la era de las plataformas, pero si un álbum tiene 48 páginas, pues son 48 y ni una más. Además, el guionista de cómic no tiene luego un montador que pueda sacarle las castañas del fuego si se equivoca y escribe un guion descompensado.

¿Qué cualidades consideras totalmente necesarias para escribir?

¡Para contestar esto bien tendría que escribir un capítulo de un libro! Pero, resumiendo mucho, sobre todo tiene que apasionarte lo que haces, tener esa cosa a veces difícil de definir que es “vocación”, y ser capaz de pasar mucho tiempo solo frente al teclado del ordenador sin tener la certeza de que lo que estás escribiendo lo vaya a leer nadie más que tú. Como con todos los oficios, te tiene que agradar la vida que te obliga a llevar la práctica de ese oficio. Eso tiene mucho que ver con la personalidad que tengas. Yo por ejemplo, he dirigido algunas cosillas, pero no me siento director, especialmente porque a mí me agota tener que estar relacionándome con gente continuamente, dando órdenes, etc. Me deja extenuado. Sin embargo, puedo pasarme días y días escribiendo en mi casa sin ver a nadie, y tan feliz. A veces elegir un oficio u otro es más cuestión de temperamento que de talento.

¿Consideras fundamental que un guionista de cómics sepa dibujar?

No, lo que tiene que saber no es dibujar sino visualizar, o sea, ser capaz de imaginar cómo van a ser las viñetas que está describiendo en su guion, sobre todo para no describir cosas imposibles de dibujar. En mi manual pongo como ejemplo una viñeta de la serie Los profesionales de Carlos Giménez en la que un pobre dibujante se desespera al leer un guion en que se le pide dibujar la batalla de Pearl Harbor… ¡en una sola viñeta! Además, si necesitas dibujar storyboards para poder visualizar la página antes de redactar el guión vale con que uses muñecos de palotes a lo Calpurnio. No hace falta ser un buen dibujante. Ahora estoy pensando que hasta puede ser contraproducente ser bueno, porque puedes acabar intentando que el dibujante pase a limpio tus bocetos, cosa que no suele acabar nada bien. El dibujante no es la “mano” del guionista, es un colaborador con un criterio propio.

Página ilustrativa de los esquemáticos monigotes de Capulrnio.

¿Hasta qué punto un dibujante se tiene que adaptar a tu estilo y él al tuyo?

Hacer cómics es un trabajo en equipo. Salvo cuando se trabaja para mercados como en el americano, en el que muchas veces guionista y dibujante no llegan a conocerse nunca, lo normal es llegar a acuerdos, intentar aproximar posturas y tratar de que el resultado final sea una mezcla de la sensibilidad de ambos. El guionista no trabaja para el dibujante, sino con el dibujante (y viceversa). Y lo ideal es que uno se amolde al otro sin tener que renunciar a su identidad.

¿Cómo consigues decidir cuál es el dibujante adecuado para cada proyecto? ¿Haces que el tono de la historia se ajuste a su arte o viceversa?

Yo la verdad es que casi nunca escribo un guion pensando en que lo va a dibujar un dibujante en concreto. Escribo una historia, y luego pienso en quién la puede dibujar (si es que ese alguien existe). Y si un dibujante te dice que “sí” a un proyecto es porque esa historia le interesa, porque le toca de cerca o lo que sea, con lo que es raro que te pida grandes cambios. Luego lo que ocurre es que mientras estoy escribiendo el guion siempre intento que el dibujante se implique, sugiera, comente, etc. Y también siempre le dejo claro que no pretendo que siga al pie de la letra lo que está escrito en el guion sino que espero que aporte cosas, que mejore lo que yo he escrito (al fin y al cabo un dibujante de cómic es alguien que está todo el día pensando en cómo narrar una historia, lo normal es que aporte cosas interesantes que a mí ni se me han pasado por la cabeza). Ahora estoy con un cómic que se titula 15 con un dibujante estupendo, Andrés G. Leiva. Le mandé un guion tradicional, o sea, con cada viñeta descrita indicando el plano, etc., pero luego él me envía bocetos en el que a veces cambia cosas, lo comentamos, vemos si funciona mejor que lo que había planteado yo y, si es así (y casi siempre lo es), tiramos por ahí. Como he dicho antes, es una colaboración.

¿Es recomendable escribir con un dibujante en mente?

Yo creo que no, salvo que tengas muy claro que ese dibujante en concreto es quien va a dibujar el cómic. Y nunca se sabe. Una de las novelas gráficas que voy a publicar con Astiberri el año que viene, Infectado, ha tenido tres dibujantes. Los dos primeros abandonaron por temas personales (con uno de ellos estoy trabajando ahora en otro proyecto). Son cosas que pasan. Y claro, según quien dibuje el guion, el resultado es totalmente distinto. Un cómic es guion y dibujo.

¿En qué se diferencia un guion mediocre de uno extraordinario?

Ja, ja… ¡no lo sé! Es algo muy subjetivo. Lo que a mí me parece extraordinario a otro lector le puede parecer ordinario… Y además, con el paso del tiempo lo que consideramos “extraordinario” o no, cambia. A mí hubo una época en la que me deslumbraban los guiones atrevidos formalmente, que jugaban con la estructura, el punto de vista, etc., pero ahora valoro más otras cosas. Por ejemplo, para mí uno de los mejores guiones de cómic que se han publicado nunca en España es La casa de Paco Roca, una historia de construcción sencilla pero muy honda. Y me aburren soberanamente los juegos metalingüísticos, las obras construidas sobre referencias, cuya razón de existir es servir casi como de comentario de texto de obras previas. Pero yo qué sé… igual me compro mañana un cómic así que me encanta. Nunca se sabe. En principio tampoco puedo con esta moda de los wikitebeos, o sea, las biografías y ensayos simplones en forma de cómic que tanto abundan ahora mismo, o con las adaptaciones de novelas, y sin embargo me encantó la de Intemperie que hizo Javi Rey.

Este es un libro que dedica una buena parte a introducir el lector en el funcionamiento de un cómic a nivel más básico. Es lo correcto y es lo habitual. Pero no descuidas las partes más técnicas. ¿Cómo consigues el equilibrio este de ser amable para los nuevos y para los hardcore?

Eso es algo a lo que le di muchas vueltas. Se trataba de escribir un manual que le fuera útil a un lector que no sabe nada o casi nada sobre cómic, pero intentando que también pudiera sacarle partido alguien con más experiencia. En ese sentido creo que las entrevistas, o el texto de Rayco Pulido sobre cómo escribió Lamia, pueden resultarles interesantes hasta a gente que se sepa de memoria todo los que explico en la parte en la que desgrano las herramientas básicas que hay que conocer para poder escribir historietas. Con esto me ayudaron bastante tanto mi primer editor, Joan, como el segundo, Óscar Palmer, haciéndome ver qué conceptos debía explicar mejor y cuáles estaba explicando demasiado. Pero vaya, que es un equilibrio delicado, y horas antes de enviarle el texto definitivo a Óscar todavía estuve reescribiendo párrafos enteros tratando de explicar de forma más clara algunas cosas.

A su vez, argumentas por qué en España es imposible dedicarte exclusivamente a ser guionista de cómics. Sin embargo, tenemos referentes exitosos en Francia y en Reino Unido. ¿A qué crees que se debe esa gran diferencia de industrias culturales, estando en medio de las dos?

¡Otra respuesta que merecería un capítulo de un libro! En España se lee poco, las tiradas son cortas, tanto en el cómic como en la literatura. ¿Por qué? Pues no lo sé, la verdad. De todos modos, tampoco hay que mitificar demasiado los mercados de otros países. Es cierto que en Francia hay algunos títulos que venden mucho, pero la mayoría de los cómics que se editan cada mes (y se editan muchísimos) pasan sin pena ni gloria y sus autores llegan a mil euristas por los pelos (si llegan). Que sí, que su situación es mucho mejor que la de un autor español, por supuesto -aquí tienes que repartir un adelanto que no suele pasar de los 3.000 euros en un año de trabajo-, pero tampoco está la cosa como para echar cohetes. Por eso andan revolucionados ahora mismo los autores franceses, porque tienen una industria gigante sostenida por trabajadores que en su mayoría viven en la precariedad más absoluta. Vamos, que trabajes donde trabajes, si te dedicas al cómic, lo tienes jodido para hacerte rico.

También señalas  que a muchos guionistas españoles les gustaría trabajar en la industria americana. Si a ti te diesen la oportunidad de hacer un proyecto soñado ahí, ¿Cuál sería?

Me encantaría tener una serie de creación propia en un sello tipo Image. Pero si te refieres a escribir un cómic de un personaje de toda la vida, lo tengo claro: Superman. La culpa es de las dos primeras películas con Christopher Reeve, claro. Verlas de niño en el cine me marcó para siempre. Para mí, Superman es EL superhéroe. Lo que a muchos lectores (y guionistas) le parecen defectos del personaje, como que sea una buena persona que ante todo quiere hacer siempre lo correcto, a mí me parecen virtudes. Me pone de los nervios leer, hace poco en Twitter por ejemplo, que Superman es un personaje reaccionario, cuando es todo lo contrario. Tal como lo imaginaron Siegel y Shuster, Superman era yo diría que casi un revolucionario. Como curiosidad, hace ya bastantes años me reuní con un editor de DC para hablar de un proyecto de Superman que podría haber dibujado un dibujante español ahora muy conocido, y llegué a escribir una sinopsis bastante detallada, pero al final la cosa quedó en nada. ¡Eso sí que fue frustrante!

El proyecto era realmente interesante y es una pena que no haya llegado a ver la luz.

Estamos en un momento sin precedentes en el que nadie sabe cómo va a avanzar las industrias del cine y del cómic. ¿Cómo encaras este futuro incierto?

Pues como siempre, escribiendo todo lo que puedo y tratando de sacar proyectos adelante. Lo que he hecho siempre. Si te digo la verdad, yo no he tenido la sensación de tener estabilidad laboral en mi vida. Si acaso, durante el tiempo en el que estuve trabajando en Paramount Comedy, que creo que fueron 7 años. Pero también hubo altibajos y mucha incertidumbre en aquella etapa. No fueron 7 años de trabajo continuo. De pronto, se cancelaba el programa en el que estabas colaborando y te podías pasar meses sin saber si ibas a volver a tener trabajo. Así que estoy acostumbrado a la incertidumbre. Lo más importante que he aprendido respecto a esto es a tener ahorros que me permitan sobrevivir unos meses si las cosas vienen mal dadas, porque en este trabajo un día lo tienes todo y al día siguiente te quedas sin nada (eso es algo que también procuro decirles siempre a mis alumnos, el único contrato válido es el que has cobrado, lo demás son castillos en el aire).

¿Cuál es el futuro profesional de David Muñoz?

Ahora mismo lo que sé es que seguiré dando clases y que tengo escritas tres novelas gráficas que en teoría se publicarán (si no pasa nada) a lo largo de 2021. Dos las publicará Astiberri y todavía estamos pensando qué hacer con la tercera. En cuanto a cómic, también tengo otros proyectos medio arrancados que aún no he empezado a mover. Luego, tengo vendidas tres series de televisión en diferentes fases de desarrollo (incluyendo una de animación) con las que vete a saber qué pasa, y he vendido recientemente un guion de cine de terror que sus productores están intentando financiar en estos momentos. Como siempre, intento pasármelo lo mejor que puedo escribiendo y disfrutar de los procesos. Lo demás ya no depende de mí.