Costas Salvajes, monstruos y relatos góticos en la perla del Imperio Británico

“Lo divertido de la vida es ese misterioso arreglo de una lógica despiadada para un propósito fútil. Lo máximo que se puede esperar de ello es un conocimiento de usted mismo que llega demasiado tarde, una cosecha de remordimientos inextinguibles”.

El Corazón de las Tinieblas. Joseph Campbell.

Esta cita de El Corazón de las Tinieblas es una de las más impactantes de toda la novela. Expresa como el hambre de trascendencia lleva al ser humano a una nada que no superará. Y, por el camino, dejará una serie de acciones que le causará un gran remordimiento.

La India fue una de las perlas del imperio británico y una de las regiones que más impedimentos ha dado a los planes de estos. Costas Salvajes nos traslada al contexto de la Primera Guerra anglo-mysore, sucedida entre 1766 y 1769. En ella se encontraron un foco de resistencia que les terminó derrotando. Posteriormente, se aliarían a Francia, lo cual causaría un nuevo conflicto entre ambos bandos. Y lo cierto es que comparte con la obra de Campbell bastante: esa aproximación hacia lo salvaje y desconocido en este contexto de expansión británica, ese choque entre dos mundos en el que es imposible no cuestionar todo lo que dabas por hecho o ese emplazamiento exótico para todos los urbanitos europeos.

Por ese preciso motivo es una obra totalmente atmosférica y absorbente. Es un viaje de ida que transporta a un mundo y a conceptos totalmente nuevos, como el Asura, ser mitológico del cual no se suele hablar por en la cultura occidental. Además, bebe del relato gótico (solo hay que prestar atención. No es azaroso que parte de la obra se narre de forma epistolar, del mismo modo que el Drácula de Bram Stoker optó por ese formato), lo cual encaja temáticamente con la obra y con el destino trágico e inevitable para sus personajes.

Ram V ha creado una obra que, a pesar de hablar del choque de una de las criaturas más terroríficas del hinduismo, con el europeísmo más sofisticado, representado por los vampiros, habla por encima de la condición humana. De cómo la sed de poder del hombre (que se traduce en una necesidad de importar, al fin y al cabo) le lleva a cometer las acciones más atroces, independientemente del contexto en el que estemos. Si se retiran las capas de metodología, forma de entender el mundo y de proceder, al final queda exactamente lo mismo.

 

El vampiro es un lobo para el asura.

Esa miniserie de cinco números está narrada desde varios puntos de vista. Eso hace que entendamos a todas las perspectivas contrapuestas del relato. Esta decisión formal hace que la obre gana complejidad y se mantiene en una equidistancia que, lejos de ser criticable, muestra que no estamos ante algo prejuicioso. La intención máxima de la narración es hacer un análisis respecto a la facilidad que tiene el hombre de corromperse, tenga la motivación que tenga.

Pero no por ello sacrifica el factor entretenimiento. También hay una trama de terror en base de los folclores reales de dos partes distintas del mundo. Y, como tal, sigue ciertos mecanismos ya conocidos. Pero que, trasladados a otro contexto resulta refrescante. Esta trama aun estando construida con buen hacer, es la parte menos interesante de un relato que va más allá de eso. En este caso, fondo importa más que la forma en la que se ha contado la historia, por muy bien que esté contada.

El dibujo de Sumit Kumar es espectacular. Destaca especialmente en la crudeza de sus imágenes en las dinámicas secuencias de acción. Además, el guion en muchas ocasiones sabe que el silencio aumenta la tensión dramática en estos casos. Es habitual que en las escenas de acción se hable poco, pero este es un ejemplo de emplear esos silencios de una forma dramática.

Además, es cuando echa el freno también Kumar es muy preciso a la hora de crear imágenes expresivas en las que se cuenta más a través de la forma. Es un narrador clasicista y  talentoso que muestra en diversas páginas como es capaz de construir y aportar información con pocos elementos y a través de la composición de página. Convendría prestar atención a este dibujante.

 

«A la parrilla. Como a mí me gusta»

Pero el apartado gráfico no sería tan interesante si no estuviese apoyado por el soberbio trabajo de color realizado por Vittorio Astone (el único miembro del equipo creativo que no es hindú). Es un ejemplo de cómo aportar capas de información a través de la selección de colores. Hay que ser muy ciego para no darse cuenta de que tenemos dos usos de colores muy diferenciados si estamos en Inglaterra (colores grises, apagados y fríos. Es un mundo hostil, estático, formal y hasta aburrido) o en la India (mayor experimentación, colores vivos con un predominio de los amarillos y rojos). Sin embargo, en ambos vemos que hay algo en común: una capa de neblina, a modo se simbolizar tanto el desconocimiento como la desesperanza del ser humano. Un magistral ejemplo de como un color bien empleado suma enteros al dibujo que, si ya está a un buen nivel, el resultado es una obra estéticamente formidable.

Esta obra, por ese preciso motivo, no es un tratado político acerca de los conflictos y efectos de la colonización con toques paranormales. No, va más allá de eso gracias a esta ambigüedad. Habla del choque de dos culturas y de dos mundos que, paradójicamente, están movidas por las mismas motivaciones. Solo que una es más primigenia y salvaje y la otra es más hipócritamente civilizada.

Costas Salvajes es un relato gótico en un contexto colonialista. Pero también a su manera, un imaginativo relato de aventuras. Una obra sorprende por su emplazamiento y contexto pero que no deja indiferente por sus subversivas ideas alrededor de la condición humana. Merece un lugar destacado en las lecturas anuales.

Título: Costas Salvajes
Guión: Ram V
Dibujo: Sumit Kumar
Color: Vittorio Astone
Edición Nacional: Hydra Editorial
Edición original: Vault comics
Formato:  Cartoné. 160 páginas a color.
Precio: 14.50  €