Marvel, la censura y el Comics Code Authority

Como el resto de la industria del cómic, Marvel convivió durante cinco décadas con el código ético que se impuso a sí misma, una convivencia no exenta de tensiones y anécdotas.

Un tiro en el pie

Cuando William Gaines, editor de EC Comics, declaró ante el Subcomité del Senado de los Estados Unidos sobre Delincuencia Juvenil, sus colegas del resto de editoriales, que estaban viendo la sesión por televisión, hicieron un facepalm colectivo. EC Comics se caracterizaba por sus cómics que exploraban géneros como la ciencia ficción, policíaco o terror, con historias de altísima calidad y que ahorraban pocos detalles escabrosos. Un dubitativo, sudoroso y cabizbajo Gaines, contestaba al senador Estes Kefauver que la portada del nº 22 de su revista Crime SupenStories, que presentaba una mujer decapitada, era “de buen gusto para una portada de cómic de horror” después de declarar que los contenidos de sus cómics no se regían por el efecto que podían tener en los niños sino solo por los límites del buen gusto, del suyo particular. Solo era uno de los varios patinazos de Gaines durante la audición. Toda la industria pensó que el Senado reaccionaría con furia contra el negocio del cómic, llevándolo a la ruina mediante legislaciones y restricciones que serían imposibles de cumplir.

Estábamos en 1954 y Estes Kefauver, era un senador demócrata por Tennessee y candidato presidencial que se había hecho famoso por sus ataques a las prácticas de la industria farmacéutica (el tiempo le dio la razón) y el crimen organizado. Una pata de su lucha parlamentaria contra la delincuencia fue el citado Subcomité que, basándose en el libro del psiquiatra Fredric Wertham , La seducción del inocente, sostenía que los cómics eran una mala influencia para los jóvenes estadounidenses. Esos ataques contra los cómics se venían produciendo desde principios de los 40, con artículos a cargo del escritor Sterling North, que aseguraba que los comic books eran una “desgracia nacional” y la intervención de las siempre oportunas y oportunistas asociaciones de padres dispuestas a encontrar factores externos en la mala educación de sus hijos. Obviamente las periódicas quemas públicas de cómics (¿cuántos números 1 de Action Comics perecerían de esa manera?) no tranquilizaban a los editores.

Las editoriales buscaron el consejo de asesores externos cuya colaboración publicitaron ampliamente en un intento de ganarse la respetabilidad deseada. En la acera de la protoDC National Periodicals uno de esos asesores fue el psicólogo William Moulton Marston cuya Wonder Woman y su parafernalia bondage y lésbica tuvieron su propia ración de críticas a posteriori. En la acera de la protoMarvel Timely se contrató en 1948 a la psiquiatra infantil Margaret North con el fin de “asegurarse de que nuestros comics no contengan nada que pueda suscitar objeciones por parte de tus padres, profesores o amigos” según un editorial publicado en los números de noviembre de ese año escrito por Stan Lee con la supervisión del dueño de la editorial Martin Goodman. El tema preocupaba lo bastante a la empresa como para que en 1949 apareciesen más textos atacando a Wertham y defendiendo las bondades morales y educativas de los cómics.

Contra lo que se pudiera pensar, el Subcomité no condenó a la industria del cómic ni estableció una causa directa entre la delincuencia y los contenidos de las historietas, aunque sí que instó a los editores a bajar el tono de los mismos y a buscar una manera de regular sus contenidos. Gaines, quizás por su propia idiosincrasia liberal o por redimirse de su metedura de pata, reunió a sus colegas y les propuso crear una asociación que llamaron Comics Magazine Association of America con el fin, o esa era la intención de Gaines, de luchar por la libertad de expresión en el medio y contra la censura. Sin embargo, sus colegas optaron por la autocensura creando el Comics Code Authority (CCA) como forma de autorregulación. Basándose en el cinematográfico código Hays de 1934, establecieron una serie de normas que debían presentar de forma positiva a las fuerzas del orden, y donde al final el bien debía ganar al mal y prohibían historias que simpatizaban con el crimen y los criminales, el uso de palabras como “horror” o “terror” y todo lo que tuviera que ver con violencia, tortura, muertos vivientes, vampiros, canibalismo, desnudez, palabrotas, sexo, violación, drogas,… El sueño húmedo de cualquier puritano.

A poco que lo pensaras, este código de conducta estaba pensado teniendo en mente las publicaciones de Gaines que, en efecto, acabó cerrando casi toda su línea editorial y añadiendo un “magazine” a Mad para que quedara claro de que no era un comic book. El resto de la industria suspiró aliviada pensando en que ahí acababan todos sus problemas, pero el desinterés de las nuevas generaciones de lectores y problemas en las empresas de distribución hicieron que a principios de los 60 solo sobrevivieran seis de las veinte editoriales que habían firmado el CCA: Archie, DC, Dell, Charlton, Harvey y Marvel. En esos años el código se había convertido en el marchamo en el que se basaban los distribuidores y las empresas que deseaban publicitarse para hacer negocios con las editoriales de cómics, y así seguiría siendo durante décadas. No llevar el sello suponía una pérdida vital de ingresos y para conseguirlo las editoriales debían mandar una copia de cada publicación para su evaluación por el órgano censor, exactamente lo mismo que tenían que hacer los editores de cualquier publicación en la España franquista.

The Man and the Code

Como editor y guionista Stan Lee siempre tuvo claro cuál era el público juvenil e infantil al que se dirigía y qué exigían sus familias, así que los contenidos de sus cómics durante los 40 y 50 no estuvieron directamente en el foco puritano, pero sí que entraban en el saco nebuloso de publicaciones señaladas por el dedo acusador de asociaciones de padres histéricos y políticos oportunistas. Sea como sea Timely se adhirió fervientemente al Comics Code Authority con el que, ya en los años 60, no tuvieron problemas dignos de reseñar, aunque ahí estaba siempre la espada de Damocles que condicionaba creativamente a los autores. En 1968 Stan Lee participó en un debate radiado con la psiquiatra y pedagoga Hilda Moss, colaboradora de Fredric Wertham. Habían pasado quince años y la camarilla de Wertham seguía empeñada en sus tesis anticomics, aunque el propio Wertham había suavizado levemente su postura. Seguía pensando que los comics eran una mala influencia pero sobre todo en personas predispuestas o influenciables. Se sabe que Wertham estuvo escuchando el programa y tomando notas sobre el mismo. En el programa Lee defendió a la industria y al medio negando su supuesta perniciosa influencia y resaltando los valores que transmitían. Lee recordaba lo mal que lo pasaron en la última Caza de Brujas y haría lo que fuera para que no se repitiera, ya fuese defendiéndose de los ataques como cumpliendo a rajatabla los artículos del Código. Sin embargo, en 1971 Stan Lee le echó un pulso al CCA… y lo ganó.

La administración Nixon, preocupada por la proliferación de drogas entre la juventud se puso en contacto con Marvel para que produjera cómics para concienciar a los lectores sobre el peligro de las drogas. Lee, encantado porque el Gobierno pensara que los cómics podían tener esos efectos positivos, escribió una historia en tres partes que se publicaría entre los números 96 y 98 de su serie más vendida, The Amazing Spider-Man. En esta saga el amigo de héroe, Harry Osborn, se volvería un adicto a las pastillas.

El mensaje negativo sobre el consumo de drogas era inequívoco, pero el CCA denegó la autorización porque, aunque no había ninguna clausula específica sobre la aparición de drogas en los cómics, tácitamente se aceptaba que su aparición iba contra el espíritu del Código. Vale que la historia había sido encargada por el Gobierno, pero la encargase quien la encargase, tenía que cumplir el código a rajatabla. Lee y Goodman, que ya no era el dueño de Marvel pero seguía actuando como Publisher, sintiéndose respaldados por el Gobierno decidieron publicar los tres cómics sin el sello del CCA. Esto provocó el enfado de otros editores, como Carmine Infantino, que declaró que DC nunca publicaría ninguna historia sobre drogas mientras no se cambiara el Código. Goodman prometió que era algo excepcional y que en cuanto se publicara el sello volvería a la cabecera de Spiderman, y así sucedió. La historia de Spiderman fue un éxito y fue alabada por el Gobierno, lo que hizo al CCA revisar sus directrices, permitiendo la aparición de drogas siempre que fuera con ánimo crítico. Casi inmediatamente Dennis O´Neil y Roy Thomas publicaron su mítica historia sobre la drogadicción de Speedy, el sidekick de Green Arrow. La portada del nº 85 de Green Lantern/Green Arrow presentaba la frase: “DC ataca el mayor problema de la juventud… ¡las drogas!”.

Pronto vendrían más cambios.

De murciélagos hombre, hombres pterodáctilo y zuvembies

Durante los 60 los elementos del género del Terror estuvieron ausentes en los comics Marvel debido al CCA, pero en 1969 Roy Thomas y Neal Adams crearon para la Patrulla-X un personaje que era un hombre murciélago con el poder de absorber la energía vital de sus víctimas, que no la sangre. A pesar de que con ello intentaban separar al personaje de la definición de vampiro, un tipo de personaje prohibido en el CCA, esa cara de murciélago y esos brazos con alas no les hacían tenerlas todas consigo, así que decidieron convertirlo en un pterodáctilo humano llamado Karl Lykos y cuyo nombre de villano era Sauron en homenaje a Tolkien. Sauron apareció en el nº 60 de X-Men con fecha de septiembre de 1969. Lo bueno viene ahora: a principios de 1970 el editor de DC Julius Schwarz le dio la vuelta a las sílabas de Batman y pensó en un Man-Bat, idea que encargó que desarrollaran el guionista Frank Robbins y el propio Neal Adams, que reutilizó su diseño original para Sauron. Para más coña el murciélago-hombre fue bautizado como Kirk Langstrom, las mismas iniciales de la versión humana de Sauron. Este antihéroe apareció en el nº 400 de Detective Comics con fecha de junio de 1970 con el beneplácito del CCA. Algo estaba cambiando en el órgano censor.

En 1971 el CCA cambió su política sobre las drogas como hemos visto un poco más arriba, y además revisó la línea que rezaba: “Están prohibidas las escenas que traten de muertos vivientes, tortura, vampiro, vampirismo, ghouls, canibalismo y hombres lobo”. Tan a rajatabla se llevaba que en 1970 se censuró un cómic de DC que se suponía que estaba narrado por un “hombre lobo errante”, en realidad una referencia al guionista Marv Wolfman. A partir de esta revisión se permitiría el uso de vampiros, hombres lobo o momias siempre que fueran del estilo de los clásicos de la literatura de terror. Podemos sospechar que esta permivisidad tuvo que ver con el hecho de que las ventas y popularidad de los superhéroes atravesaron un pequeño bache en aquella época y había que ampliar géneros. Con fecha de octubre de 1971 el nº 101 de The Amazing Spider-Man, el primero firmado por Roy Thomas, presentaba a un Spiderman con seis brazos y a Morbius, el Vampiro Viviente, el primero de los muchos personajes de terror que poblaron los cómics Marvel en los 70. Entre esos personajes no había zombis porque el CCA no los admitía al no ser personajes de la literatura clásica. Nada que un cambio de nombre absurdo no pudiera resolver.

Simon Williams, alias Wonder Man, resucitó en 1976 en el 151 de Avengers y en el nº 152 la Bruja Escarlata decía de Williams que era un “zuvembie”, la palabra que Marvel ya había utilizado un par de años antes en una historia de terror para no usar la prohibida “zombi”. Esta palabra la había acuñado Robert E. Howard en un relato de terror para adjudicársela a un personaje que tenía más de vampiro que de muerto viviente. Hasta 1989 no permitió el CCA el uso de “zombie”. 

En todo este tiempo el organismo se había vuelto cada vez más permisivo, aunque había temas como el sexo que aún seguían siendo espinosos.

Teléfonos descolgados y la difuminación del Comics Code

De las 19 reglas originales, 7 tenían que ver con la representación del sexo. Como ya hemos señalado, las editoriales practicaban la autocensura para evitar que el CCA les señalara y las mujeres que dibujaba Jim Steranko en 1968 para Nick Fury Agent of SHIELD recibieron frecuentes retoques para restarles exuberancia en cumplimiento de los artículos que prohibían las «posturas sugerentes» y «la exageración de las cualidades físicas de las mujeres».

Un momento cumbre fue la modificación de la páginas del número 2 de la serie de Furia en la que se sugiere que se da un revolcón con la Condesa Valentina. En una viñeta aparecía un teléfono descolgado sugiriendo un «no molestar» que el código interpretaría como una representación poco respetuosa de una figura de autoridad, ya que insinuaba que Furia hacía caso omiso de su deber, así que se reemplazó por un teléfono colgado. Más gracia tuvo aún que sustituyeran un más o menos casto beso entre la pareja por una imagen de una pistola enfundada. El dibujante que hizo la modificación, posiblemente John Romita, quiso mostrar así que Furia estaba listo para la acción como agente secreto, pero la metáfora sexual era tan evidente que Steranko lamentaba que no se le hubiese ocurrido a él.

La escena del beso se modificó porque el código tildaba de “inaceptable” las ilustraciones sugerentes, pero en el 175 de The Avengers de 1978, Korvac y Carina hacen el amor y hay quien calificaría de más que “sugerente” la cara de la hija del Coleccionista. A esta página no le falta detalle: relaciones sexuales, un padre mandando a su hija para que seduzca a un villano, maltrato físico y psicológico,…

Un experto en el subtexto erótico es Chris Claremont, y ahí están por ejemplo los más que explícitos vestidos sadomaso de las integrantes del Club Fuego Infernal o, por supuesto, su obsesión por la sumisión y la dominación. El CCA que prohibía en otro artículo “mostrar o sugerir la seducción o la violación”, permitía que un malvado Profesor Xavier le provocara mentalmente orgasmos involuntarios a Danielle Moonstar, una adolescente en ropa interior, en la miniserie de La Patrulla-X y los Micronautas de 1984.

No todo era permitido y las drogas y la violencia seguían en el punto de mira;, un par de años antes Frank Miller tuvo que reescribir el guion de Juego de niños, la descarnada historia de Daredevil sobre el consumo de drogas por parte de adolescentes, para que fuera aprobado por el CCA. A pesar de ello en Born Again, el villano Nuke tomaba pastillas para aumentar su fuerza y resistencia, y la pareja del protagonista, Karen Page, era una drogadicta, y este hecho pasó la censura del CCA.

Parecía que las normas del CCA se iban diluyendo o aplicando con menos rigor según avanzaban los 80. Sin embargo, lo viejos fantasmas seguían ahí, y algunos predicadores evangélicos del Cinturón de la Biblia aparecían en la televisión diciendo que la novela gráfica de la Patrulla X Dios ama, el hombre mata, era obra del diablo. Los cómics estaban de nuevo en el punto de mira del puritanismo y eso volvió a poner nerviosa a las grandes editoriales, que consideraron usar un sistema de clasificación por edades al estilo del de las películas y los discos, lo que provocó la airada protesta de Frank Miller y otros autores como Marv Wolfman o Howard Chaykin. Los telepredicadores encontraron otros objetivos más apetitosos y se olvidaron de los comics, así que el sistema de clasificación no se llegó a aplicar.

En paralelo iban surgiendo nuevas editoriales independientes que se distribuían en el más específico circuito de librerías especializadas, y que en su gran mayoría declinaron pasar por el aro del CCA. Una excepción fue Now Comics, creada en 1989. Las Dos Grandes, por su parte, iban experimentando con sellos y líneas editoriales como Epic o Vertigo que publicaban series sin el sello del CCA. El organismo iba acercándose inexorablemente a su final y, por mucho que estirara la manga, estaba claro que cada vez era más obsoleto y, desde luego, cada vez menos temido. Un irreverente John Byrne hacía que Hulka apareciera en la portada del nº 40 (1989) de The Sensational She-Hulk tapándose con el sello del CCA.

Marvel inició la cuenta atrás para la destrucción del CCA en 2001 cuando el organismo rechazó el 116 de X-Force, el primero de Peter Milligan y Mike Allred, por considerarlo demasiado violento. La respuesta de Bill Jemas y Joe Quesada fue no solo publicarlo sin el sello del CCA sino abandonar ese organismo. En la portada del 116 de X-Force el lugar tradicionalmente destinado al sello del CCA era ocupado por la frase “Hey, chicos, mirad, sin código”. Esto sucedió en mayo de 2001. Para julio ningún comic publicado por Marvel llevaba el código. Esto no solo daba a la editorial más libertad creativa, sino que le sirvió para atraer a talento con la promesa de trabajar bajo dicha libertad. En septiembre de 2001 los cómics Marvel adoptaron un sistema de clasificación por edades, aquello con lo que amagaron en los 80. Una cosa era la libertad creativa y otra que un padre montara un pollo porque su hijo había comprado un comic poco adecuado para su edad. Este sistema ocupaba el hueco en portada que había dejado el sello del CCA y se sigue usando con alguna pequeña modificación en la actualidad.

Durante los 2000 las editoriales que aun usaban el sello del CCA fueron abandonándolo. DC fue la penúltima, anunciando que abandonaba el organismo el 20 de enero de 2011 y Archie la última, al día siguiente. En septiembre de 2011 la organización en defensa de la libertad de expresión Comic Book Legal Defense Fund adquirió la propiedad intelectual del sello del CCA que ahora usa para merchandising con el que obtener dinero para la organización y también lo licencia, como en el caso de su aparición los títulos de crédito de Spider-Man: Into the Spider-Verse, un uso más que adecuado en homenaje al héroe que por primera vez le plantó cara.