Bermuda, aventuras, piratas, chicos perdidos e islas con secretos

Cuando no hay nada demostrado, cualquier explicación, por inverosímil que pueda ser, es válida. Porque, precisamente, no hay ningún indicio de cuál puede ser la verdad objetiva de un fenómeno. Y todavía más cuando los acontecimientos superan los límites de la lógica.

Este es un mundo extraño en el que pueden producirse cosas que desafían las leyes de lo real y para lo que todavía no hay una causalidad incuestionable. Una de esas cuestiones es el misterioso triángulo de las Bermudas, un punto del mapa que tiene un historial de desapariciones por encima de la media. Eso conduce a que se construya una leyenda alrededor de ello cuando, perfectamente, podría ser producto de la casualidad.

En cualquier caso, este es un terreno fértil para contar narrativas más o menos fundamentadas. Pero también para jugar con ello como uno quiera.

La historia toma el mito del triángulo de las Bermudas y ubica la acción dentro de una isla virgen donde aparecen todos los desaparecidos en dicho triángulo. Es ahí donde habita Bermuda, la intrépida y carismática aventurera que da título a este cómic. Y no es para menos, puesto que ella es el corazón de la narrativa. Se ha definido a un personaje con el que se quiere pasar tiempo y que consigue ganarse un espacio en la memoria del lector con total naturalidad.

Sin embargo, no es la protagonista. El guionista, John Layman, sabe perfectamente que para presentar un mundo es necesario que el lector comparta punto de vista con alguien que lo va descubriendo a la vez que él. Por ese motivo, el protagonista principal es un joven que iba en un viaje con su familia cuando sufre un accidente y despierta en la isla de Bermuda. El chico tendrá que encontrar a su padre, pero no lo tendrá fácil: la isla está poblada por perturbadoras criaturas y rufianes de toda índole. Bermuda es su única aliada.

Con esa simple premisa se despliega ante los ojos del lector todo un universo que va desde piratas, a lagartos, pasando por magia y más elementos que mejor no desvelar para que el lector tenga oportunidad de sorprenderse. Esta isla es un lugar muy peligroso y, a la vez, bellísimo donde uno quiere pasar el máximo tiempo posible.

Si algo es este cómic es una reivindicación de la capacidad de maravillarse ante las extrañezas del mundo. Un universo lleno de acción y peripecia, con un ritmo endiablado. Layman ha configurado un guion verdaderamente impredecible que, aun con toda su locura, consigue tener un fondo emocional que conecta con el lector.

El guion funciona en la medida en que conoce cualquier exigencia y consigue satisfacerla. Además de conocer los cánones genéricos para sacarlos a relucir y que parezca algo muy fresco y novedoso.

Aunque parezca, en ocasiones, que no va a ninguna parte y que parece más un cómic episódico (lo cual tampoco estaría del todo mal), el escritor consigue otorgarle un sentido dramático en el último tramo. Hace una jugada verdaderamente inteligente que conecta todo y da capas la mar de interesante (esos conflictos generacionales, ese contraste entre ciencia y magia…). No se trata de reinventar la rueda, pero sí aprovecha todo lo construido en este primer tomo para dejar al lector con ganas de conocer más.

El arte de Nick Bradshaw es puro cómic. Despierta una ligereza pop aderezada por un nivel de detalle impresionante. Todos y cada uno de sus personajes tienen una clara vocación icónica y, simplemente, es alguien deslumbrante. Como también lo son sus espectaculares diseños de personaje y del universo. Se percibe como algo especialmente imaginativo y estimulante.

Es un artista con una personalidad muy fuerte (aunque muy deudor del mejor Arthur Adams) y eso se deja entrever en unas páginas que transmiten dinamismo y energía. A ello contribuye un ritmo endiablado y unas composiciones hechas por y para su lucimiento, sin que se sacrifique la legibilidad y la coherencia narrativa. Bermuda es todo un regalo este de dibujante y aquí parece haber querido exprimir todas sus habilidades. 

El color de Len O’Grady enriquece enormemente el dibujo. Hace un trabajo con colores muy cálidos, vivos en el que se resalta todos y cada uno de los detalles. Es un color accesible que llama la atención en base a un barroquismo que encaja a las mil maravillas con las intenciones del cómic. Es imposible que está explosión estética no haga que te quedes observando hasta el último milímetro de cada viñeta. Y lo hace desde un clasicismo muy definido, sin necesidad de tomar decisiones arriesgadas.

El tomo de Planeta Cómic incluye los cuatro primeros números de una serie que tendrá continuidad en un futuro.

Bermuda es una aventura a la vieja escuela con un toque muy fresco y sorprendente. Un ejemplo creativo que vale la pena degustar con la misma ilusión con la que un niño abre un regalo. Un festín para la vista en el que cualquiera querría quedarse a vivir. Entretenimiento sin límites.