Transitorios, cuatro historias breves sobre tu vida

Las historias que transcurren en lo cotidiano son las que al final respiran más verdad. Por ese motivo, deberían conseguir conectar con los lectores de una forma más profunda que el entretenimiento puro y duro. Son más difíciles de digerir y exigen más de ti, pero también son las que más te van a gratificar. Y, en ese sentido, son muy pocos los autores nacionales que han conseguido llegar a ese punto como lo ha hecho Nadar.

Los últimos trabajos de Nadar han sido escritos por otros guionistas. Y han resultado ser unas odas al cine. Así que ya iba siendo hora que llegara un cómic como autor completo y la espera ha merecido la pena.

Transitorios, en parte, se siente como un retorno del artista castellonense a las características que han marcado su trabajo hasta el momento. Pero también es una evolución que engloba todo su recorrido hasta el momento. Así pues, esta obra es una continuación de lo que conocemos de Nadar y sirve como punto de inflexión respecto a sus intereses y capacidades como narrador.

En este proyecto ha volcado toda su inquietud y demuestra ser un gran observador. También se puede entender su madurez a la hora de analizar las conductas y las complejidades de las interacciones humanas. Pone la lupa en las sutilezas y en las escenas que componen distintas inquietudes y momentos existenciales. No en vano, Transitorios está protagonizado por cuatro personajes en distintas etapas de sus vidas.

En cierto modo, vuelve a emplear las historias de vidas cruzadas (que no dejan de recordar a obras como La Colmena de Cela o al cine de Robert Altman) para dar una visión poliédrica de los distintos temas que busca abrir un camino de reflexión y de identificación con el lector. Y es que es difícil encontrar a un retratista del alma humana más sincero y minimalista.

Esta obra se compone de costumbrismo y momentos de pura banalidad. No exige mucho al lector, pero en cuanto este se pone a rascar por encima de la superficie, averigua todo un cuadro de detalles y de decisiones en las que pesa tanto lo explícito como lo implícito. Si no más.

Nadar opta por estructurar el relato con cuatro pinceladas interconectadas en las que, por diferentes que puedan ser (un adolescente sufre un accidente, un actor debe recuperar a su personaje más famoso por última vez, un profesor entabla una problemática relación con una alumna y un estudioso debe lidiar con el choque entre aquello que le apasiona y la realidad…) todas tratan sobre el legado que queda a nuestro paso. Y de cómo pequeñas acciones, en apariencia, anodinas e insignificantes, pueden suponer todo un mundo para otras personas, sea uno o no consciente.  

Aunque aquí pueda parecer que hay una menor carga socio-política, sigue estando presente, aunque de una forma menos evidente. No dejan de filtrarse las dificultades de tratar de vivir de algo relacionado con la cultura, así como la alienación y los choques generacionales. Por no hablar del desgarrador relato de las relaciones de poder entre hombres y mujeres y como estas se han visto alteradas. Sin embargo, aquí se han huido de las respuestas fáciles o de los planteamientos ya conocidos. Lo mejor será que uno lo lea por sí mismo…  

Nadar es alguien lo suficientemente habilidoso como para confiar en que sea el lector el que destile qué es lo que aquí se plantea. Pero todo despierta un humanismo y, en cierto modo, un optimismo (a pesar de todas las capas de drama que aquí se incluyen) propio del que sabe que, al final, nada es importante porque todo está de paso. Y eso puede ser desesperanzador, pero también es liberador. Nada importa y todo es relativo por mucha trascendencia que se quiera poner a las cosas.

El arte de Nadar tiene la misma apariencia sencilla, pero guarda detrás de sí una fuerza que impacta desde el menos, es más. Tiene un trazo limpio y unos personajes muy expresivos. Consigue que el lector se meta en este mundo en base a crear ambientes claramente identificables. Su mundo responde a un realismo impecable.

Además, consigue construir las escenas desde una composición sobria y con unos ritmos contemplativos. Y el color responde a motivos naturalistas. Nunca pretende quedar por encima de lo que se está buscando contar. No hay estridencias, es un trabajo muy sólido estéticamente con respecto al contenido que busca contar. Viene de alguien que sabe que ya no tiene nada que demostrar y con un estilo e idiosincrasia muy marcados.  

El tomo de Astiberri incluye un estimulante epílogo de la crítica y divulgadora de arte Mery Cuesta. Se trata de una edición idónea para el contenido aquí tratado.

Transitorios es un espejo en el que uno puede ver reflejado sus propias vivencias. Un marco de reflexión de las interacciones humanas. Todo ello en la forma de pequeñas pildoritas, aparentemente, anecdóticas, pero verdaderamente profundas. Mucho que digerir… Pero, desde luego, este es un regalo para la vista.