El Tarzan crepuscular de Archie Goodwin y Gil Kane

Tarzan, el rey de la jungla pasada

Cuando Edgard Rice Burroughs publicó Tarzan de los monos en 1914 no pensó que sería el primero de los 24 libros sobre el personaje escritos por él, ni que estaba creando una franquicia multimedia cuando estos conceptos ni siquiera existían. Burroughs no era precisamente un escritor exquisito, pero sabía contar historias y transmitir emoción y energía, lo cual hizo que sus historias fuesen prontamente adaptadas a películas (algunas como Tarzan en Nueva York -1942- creaban tanta expectación como hoy en día Vengadores Endgame), seriales de radio y televisión, obras de teatro (la primera se estrenó en 1921), videojuegos, juguetes y, por supuesto, cómics.

El 20 de octubre de 1928 apareció la primera tira de prensa sobre el personaje en el semanario británico Tit-Bits, obra de Hal Foster, y el 7 de enero de 1929, se publicó en los periódicos estadounidenses. De 1931 a 1937 Foster ilustró la página dominical, que dejó para dedicarse al Príncipe Valiente. Entre los dibujantes que continuaron la labor de Foster tenemos a Burne Hogarth (1937-1950), Dan Barry (1948), Russ Manning (1967-1979), Gil Kane (1979-1981), Mike Grell (1981-1983), Gray Morrow (1983-2001) y Eric Battle (2001-2002). La publicación de la tira diaria acabó en 1972 y la de la página dominical en 2002 y hoy en día solo se publican reimpresiones de historias pasadas en algunos los periódicos y aventuras originales que aparecen en la web oficial dedicada al autor www.edgardriceburroughs.com, con autores como Roy Thomas, Pablo Marcos o Tom Grindberg.

Por supuesto que también se han publicado comic books de Tarzan desde 1948 pasando por editoriales como Dell, Gold Key, Charlton, DC, Marvel y Dark Horse, que es quien actualmente tiene los derechos del personaje para el en comic. Pero lo que nos interesa para los propósitos de este artículo es su trayectoria en tiras de prensa que representa perfectamente la evolución ddel formato. Ahora nos puede parecer algo marciano, pero dibujar una tira para prensa era entrar en la realeza del mundo del cómic al menos hasta los años 60. Jack Kirby lo intentó y no lo consiguió, fracasó en un par de intentonas que tuvo. Los comic books, que se crearon como recopilaciones de tiras ya publicadas y que solo a partir de 1935 con New Fun Comics empezaron a publicar material original, eran considerados como el hermano pobre, y el lugar donde iban los dibujantes que no daban la talla. Jerry Siegel y Joe Shuster malvendieron Superman a DC porque sus intentos de publicarlo como tira de prensa fueron infructuosos, y se entiende: la tosquedad de los dibujos de Siegel palidecía ante el arte de Foster, Hogarth o Milton Caniff y no alcanzaba el nivel medio exigido. Hacer una ucronía con lo que hubiese pasado si Superman hubiese llegado a ser una tira de prensa originalmente -lo fue a posteriori- puede ser un ejercicio mental muy estimulante. Desde luego que se hubiese cambiado la Historia y, por no tener, no tendríamos Universo Cinematográfico Marvel.

El auge del comic book en los años 60 coincidió con el declive de la tira de prensa de aventuras (la humorística siguió adelante y, en general, sigue gozando de buena salud), y no se trata solo de una cuestión de formato, sino de que los personajes clásicos como El hombre enmascarado, Doc Savage, Mandrake, Flash Gordon, El Zorro, el Príncipe Valiente, La Sombra o el propio Tarzan palidecían ante el empuje de los superpoderosos y multicolores superhéroes. Los reyes indiscutibles durante 40 años entraron en un lento crepúsculo, ensombrecidos, cuando no fagocitados, por el género de las mallas y de las capas, algo que denunciaron Alan Moore y Warren Ellis en, respectivamente, La liga de los extraordinarios caballeros y Planetary, donde el trasunto de Tarzan resulta ser el padre de uno de los protagonistas. No deja de ser una valiosa lección, cuando no una advertencia: el pujante género superheroico puede sufrir el mismo destino crepuscular. Lo sufrirá, tarde o temprano.

El caso de Tarzan es paradigmático, porque siendo el más famoso de los personajes nombrados en el párrafo anterior, es el que más ha envejecido y menos capacidad de adaptación ha demostrado. Viciada de origen, su historia blanca de bebé blanco que consigue sobrevivir en la jungla y se convierte en el rey de la misma tiene un tufo colonialista que hoy no es de recibo. No estamos haciendo un ejercicio de presentismo, no solemos pecar de eso y somos conscientes de que el personaje nació en la época en la que nació, para lo bueno y para lo malo. Lo que queremos decir es que su encaje en la época actual parece complicado, aunque también podríamos pensar que es un buen momento para esta historia de un buen salvaje, alguien cuya bondad no ha sido corrompida por lo que llamamos civilización.

Aunque sigue siendo un personaje sobradamente conocido, su último momento de fama se lo dio Disney en 1999, obviando los muchos elementos racistas de la representación de las tribus negras en la obra original, e incidiendo en los valores ecologistas presentes en las novelas originales, así como en la representación negativa del cazador blanco. Quizás ese sería el camino, pero nadie ha querido o sabido seguirlo y el personaje ha seguido recorriendo el camino de declive que inició hace décadas.

El reposo de los guerreros

Cuando Archie Goodwin (1937-1998) y Gil Kane (1926-2000) se encargaron de la página dominical de Tarzan en julio de 1979 el viaje se había invertido: ahora eran las viejas glorias del comic book los que recalaban en las tiras de prensa. Aunque su fama le llegó como guionista y editor en Marvel y DC, Goodwin tenía una dilatada experiencia escribiendo tiras para King Features Syndicate, posiblemente la más famosa distribuidora y licenciataria de este formato, y Kane también había dibujado Star Hawks entre 1977 y 1981, siendo galardonado por este trabajo por la National Cartoonist Society.

Su etapa en Tarzan solo puede ser calificada de un back to the basics, en tanto en cuanto prescinden de las ciudades y civilizaciones perdidas y los valles perdidos repletos de dinosaurios, algo que ya aparecía en las novelas de Burroughs. Los autores se retrotraen a los primeros libros del personaje y presentan un Tarzan que rescata niños perdidos en la jungla, protege a una mujer del acoso de un millonario, o, basándose en su película más famosa, viaja a Nueva York para enfrentarse a un simio, aunque sea uno de tamaño normal, no esperéis a King Kong aquí. Todo es más pegado a la tierra, menos arriesgado y fantasioso, prescindiendo incluso de Jane y de su hijo, Korak.

Por su parte Kane, ya en su cincuentena demuestra una vez más ser un artista tremendamente dinámico y con una solvencia narrativa más que notable a pesar de que el formato de tres filas de viñetas apaisadas le impide usar su arma más potente en su obra en comic book, la combinación de viñetas verticales y horizontales que hacían lucir tan bien los escorzos marca de la casa que aquí también son protagonistas de la composición de viñeta. También hay que reconocer que cuando Kane se entinta a sí mismo el resultado no le hace justicia a sus propios lápices.

Sin ser ni mucho menos su mejor trabajo, está claro que ambos autores saben en qué terreno juegan y apelan más a la esencia clásica del personaje que a intentos de modernizar a un personaje que asumen que serán infructuosos. Como curiosidad, las páginas están firmadas por ambos autores y, contra la costumbre generalizada, el dibujante aparece en primer lugar, quizás como deferencia al artista más veterano de la pareja creativa o, simplemente, como un detalle más de Goodwin, considerado por muchos como la mejor persona que jamás ha habido en el mundo del cómic.