Casanova 1. Luxuria, cuando James Bond es un antisistema hedonista de otro universo

El espía tipo James Bond, por mal que pueda haber envejecido, es un arquetipo más que recurrente. Aun en tiempos como estos, en los que parece que un personaje de estas características ya no debería tener espacio. Más allá del evidente aspecto misógino. Ejerce un poder de seducción propia de una fantasía de poder masculina.

Y es que, no en vano, se ha convertido en un icono que ha aguantado durante décadas creando momentos para la memoria de un gran público internacional. Siendo algo tan específico y enmarcado en la guerra fría, sigue teniendo cierto interés.

Ya sea para adorarlo y venerarlo, como para odiarlo y despreciarlo. Ahí sigue. Con lo que la opción más inteligente es la deconstrucción del mito. Y en eso ha consistido el Bond de Daniel Craig así como las distintas ficciones que han puesto el foco en dicho personaje.

Y seguramente, quien lo ha hecho desde una perspectiva más delirantemente subversiva y festiva ha sido este Casanova. ¿Qué sucedería si Bond, en verdad, fuese un canalla hedonista sin principios que busca derrocar el sistema desde dentro? Ese es el planteamiento, una vuelta de tuerca a las historias de espionaje megalómanas con héroe masculino pasadísimo de vueltas.

Matt Fraction es uno de esos guionistas que funcionan más eficazmente cuanto mayor es su libertad creativa. Lo ha demostrado en el momento en que se pone en contraste aquello eventos superheroicos de encargo frente a sus proyectos más pequeños e independientes. Es ahí donde brilló realmente y, seguramente, este alarde que hizo con Casanova fue la primera vez que un público que lo conocía por su trabajo en Marvel descubrió de lo que era realmente capaz.

Este cómic si algo es, es una explosión de conceptos creativos que pillarán con la guardia desprevenida a más de uno. De metatextualidad y de juegos de guiños con el espectador. Eso, por sus propias circunstancias, hace que no sea un cómic accesible o disfrutable para todo tipo de público. Pero los que acepten este cómic por lo que es, van a pasar por un viaje que no querrán que se finalice.

Lo que aquí se cuenta es que Casanova Quinn, un pícaro que solo busca una vida placentera, es secuestrado y transportado a un universo paralelo. Ahí tiene que encarnar a su versión de ese universo. Pero el problema es que esta es todo lo contrario a él. Se tendrá que adaptar a estar en el bando del sistema, pero lo hará según sus propias reglas.

Es un cómic absolutamente impredecible, con un aspecto de comedia negra absolutamente punky, pero muy consciente de lo que a lo que está jugando. Eso se nota en las referencias que maneja y como busca dinamitar muchos de los tropos habituales de las historias de espías y de aventuras. Todo ello aportando un peculiar, crítico y comprometido punto de vista con respecto a algunos temas como la corrupción o el colonialismo.

Se sigue una estructura episódica, lo cual hace que no se sepa qué se puede encontrar al abrir estas páginas. Pero eso no quiere decir que se olvide de las tramas. Por el contrario, siempre consigue equilibrarlo todo y dar la sensación de bullicio, de que siempre están sucediendo cosas. Las respuestas que aporta siempre resultan chocantes y dejan escenarios todavía más interesantes para un personaje que, aunque no caiga bien ni sea moralizante, tiene suficiente carisma como para que quieras seguir con él.

Ya sea por la época en la que se publicó (en 2007 debutó) o por el punto de vista con el que se ha decidido contar esta historia, lo cierto es que hay algunas cosas que chocan para el lector contemporáneo. Especialmente el papel accesorio y ultrasexualizado de los personajes femeninos de esta serie. No dejan de ser meros trofeos u objetos de placer del protagonista. Aunque, siendo justos, se ha tratado con cierta ambigüedad que lo hace digerible, porque no deja de ser una parodia de este tipo de historias.

El arte de Gabriel Bá (con algunas colaboraciones de Fábio Moon) aporta un tono desenfadado y macarra y caótico, similar al que se puede apreciar en otros trabajos suyos, como The Umbrella Academy. Sus personajes caricaturescos, su peculiar sensibilidad para lo espectacular y su lenguaje eminentemente visual y difícilmente disociable del cómic es lo que le hace ser él.

Pero esta pieza parece haber sido un vehículo para demostrar de lo que es capaz. Seguramente, por las propias características de este título, sea su trabajo menos constreñido y más variado. Y Bá está completamente pletórico encajando escenas muy difíciles, cuidando detalles de todas las viñetas y sabiendo manejar perfectamente el ritmo.

El color de Cris Peter opta por escoger una paleta de colores cálidos, pero no muy vivos. Todo parece atenuado, dentro de los parámetros habituales de este medio. Pero no deja de ser una decisión estética perfectamente consciente (parece querer subrayar lo vacía que es la vida de Casanova), así como la predominancia de verdes y amarillos. Un trabajo que toma decisiones arriesgadas que, puede que no siempre funcionen, pero que dan una identidad visual innegable a esta Casanova.

El tomo de Norma Editorial viene cargadísimo de extras, puesto que han respetado la edición original americana en la que se incluía todo el material especial de las grapas, así como alguna sorpresa más. Estos son detalles y boceto de Gabriel Bá así como reflexiones de Fraction alrededor del proceso creativo e influencias de este cómic o, incluso, una extensa conversación con Howard Chaykin.

Casanova 1. Luxuria es un divertimento de primer orden. Un cómic espídico que embauca como el espía más seductor de todas las dimensiones. Tan desconcertante, como errático. Pero a la vez, un verdadero deleite con cierto regusto a ser un título que es difícil de ver de una manera tan libre en el mercado actual. Para bien o para mal.