Episodio especial de The Sandman, de gatos soñando y musas presas

Una de las series más esperadas del año ha sido, sin duda alguna, la adaptación de los dos primeros arcos de The Sandman, de Neil Gaiman. Este ha sido un caballo de batalla que lleva lustros dando guerra hasta que, finalmente, ha sido en Netflix donde ha llegado a producirse.

Y la paciencia de Gaiman hasta dar con la producción propicia y satisfactoria es, ciertamente, inquebrantable. Hasta tal punto que, tal y como se ha confirmado, él mismo ha saboteado algunos de estos proyectos anteriores con tal de preservar la integridad de su creación. Y eso no es algo que muchos creadores hayan podido decir.

Sea como fuere, se ha alcanzado un punto en el que se ha satisfecho a un gran público, tanto al conocedor como al neófito por estos lares. Todo con una pieza en el que, si algo ha imperado, es, clarísimamente, un respeto reverencial hacia aquellos cómics que, por derecho propio, se convirtieron en un hito en la vida de tantas y tantas personas. Pero, tal vez, esa veneración haya sido excesiva.

El mayor problema de estos episodios, así como de la serie es que la estética pierde algo de fuerza con respecto al material que adapta. Se tocan todas las teclas que hay que tocar, pero se hace con un pulso tembloroso y delicado. Y eso hace que el sonido legue atenuado… La dirección tiene una estética propia y va meticulosamente al núcleo de lo que se busca contar. Sin embargo, se echa en falta imágenes de una mayor personalidad, especialmente con las posibilidades que abren los conceptos que propone esta serie.

Tal vez sea por la inversión hecha en la contundente escenografía, pero no se traduce en la traslación de la fuerza icónica de las imágenes del cómic. Obviamente, debe de haber resultado significativamente compleja esta adaptación. Sin embargo, de haber cogido la inercia arriesgada y atrevida del cómic, el resultado, sin lugar a dudas, hubiese sido todavía más impactante.

Lo mismo se puede decir a la hora de rebajar el tono y la morbosidad de determinados conceptos. Sigue resultando algo chocante en el contexto actual, pero está algo alejada de los momentos más traumáticos y grotescos del material original.

Dicho esto, lo justo es decir que es un material verdaderamente inadaptable y el hecho de que se haya hecho con ciertas garantías es algo impactante. Como lo es el hecho de que hayan mantenido tan compleja estructura que ya tenía el cómic original.

Desde ese pretexto, se han permitido lanzar un episodio sorpresa que contiene dos de esos capítulos independientes que tanto enriquecieron el cómic, así como esta serie televisiva. Son pequeñas píldoras satisfactorias que traen premisas argumentales que rompen con cualquier idea de linealidad. Si The Sandman es una oda y un depósito de historias, entonces, propuestas como esta son la quintaesencia de ello.

La primera de ellas es Un Sueño de mil Gatos, que da respuesta a todos aquellos dueños de mascota que, alguna vez, mientras observan a su animal de compañía mientras duerme, se han preguntado en qué deben estar soñando. Pero la respuesta que da Gaiman tal vez no sea la que les hubiese gustado escuchar. Pero sí que es una de las más imaginativas que se podrían haber dado.

La pieza es una reivindicación del gato como figura cuasi mitológica y un llamamiento a que estos recuperen lo que les ha sido arrebatado. Su tesis es verdaderamente subversiva y estimulante. Además de certeza, a tenor del comportamiento habitualmente desapegado de estos animales.

En este caso, se ha optado por lanzarlo en forma de animación puesto que, seguramente, hubiese sido imposible otro formato en el que los gatos transmitieran todo lo que necesitaban. Además, eso ha permitido contar con estrellas invitadas a la altura de Sandra Oh, James McAvoy (quien dio voz a Sueño en la versión de Audible) o los habituales Michael Sheen y David Tennant.

El equipo detrás de este episodio es el que hizo la memorable serie Undone, de Amazon Prime Video. Eso significa que, al contrario que con otros episodios, las trazas de autoría sí que están más presentes. Este fragmento, sin embargo, tan solo ocupa un pequeño metraje del episodio.

La mayor parte de este se ha empleado en contar la terrible pero esperanzadora experiencia de cautiverio de Calíope. Este es uno de los episodios más duros del cómic original y, desgraciadamente, llega con menos transgresión de la que debería.

Si bien es cierto que, en algunos aspectos, se ha tratado con una sutileza, una sensibilidad y un cuidado mayor, dejando en ambiguo lo que antes era más explícito, el problema radica en que parece algo timorato el resultado final. El episodio, eso sí, se sostiene gracias a una impecable interpretación de todo el elenco.

La decisión se lanzar este episodio de forma sorpresiva teniendo tan reciente la primera temporada ha resultado una jugada extraña. Se agradece ese aire imprevisible, tan propio de lo onírico, pero, bajándolo a tierra, se trata de una manera de que la conversación alrededor de la serie se mantenga. Pero el timing podría haberse establecido de una manera más precisa.

The Sandman todavía tiene un largo camino por delante. Y por eso es importante que la gente vea la serie. Es tristemente revelador que tenga que ser el propio Neil Gaiman quien tenga que estar reclamando, a través de los altavoces proporcionados por las redes sociales, a sus seguidores que hagan todo lo posible por acabar de ver la serie y conseguir que nuevos públicos la vean. En otro momento, probablemente, The Sandman ya habría sido renovada. Pero ahora mismo, debido a sus altos costes de producción, parece que nada es suficiente…

Así que lo mejor será que esta serie sea vista por ingentes cantidades de espectadores. De lo contrario, las lamentaciones serán inútiles.

Mientras tanto, siempre quedará soñar…