Devon Sawa resucitará en Death Rider, el western The Room vampírico de la leyenda del rock que ama los comics

El caso es que estos días se cumplen, como pudimos ver en la cuenta de Twitter de @Horrorlosers, veinte años del estreno de Destino Final, una película infravalorada que supuso un antes y un después en la industria del miedo a volar. Hizo por los aviones lo que Spielberg por los tiburones: convertir un bicho de lo más inofensivo en un monstruo de película -porque los aviones son el medio de transporte más seguro y los hipopótamos matan casi cien veces más humanos que los tiburones cada año-.

El caso es que el protagonista de la película era el joven Devon Sawa, un actor infantil que conoció el éxito con Casper, rodó después El diablo metió la mano y terminó haciendo el film de James Wong y esquivando a la Muerte como un nazareno el coronavirus.

Cabe decir que el propio Wong es un tipo interesante. Venía de escribir mucha televisión, fue parte del éxito Expediente X, y aunque su carrera como director nunca fue lo mismo después de perpetrar Dragon Ball Evolution, desde entonces ha estado coproduciendo y escribiendo cosas como American Horror Story.

Pero centrémonos en Sawa. Nacido en 1978, en 2000 tenía la edad ideal para interpretar a Stan, el fan loco de Eminem en el videoclip que rodó con Dido. El parecido era tal, que reconozco que hasta que he visto el nombre de Sawa en IMDB, estaba convencido de que el rapero también conocido como Marshall Bruce Mathers III había interpretado ambos papeles. 

El bueno de @Horrorlosers dice en su tuit que Destino Final fue la película que hizo despegar la carrera de Sawa. Sólo se le olvidó recordar que también acabó ahí. Básicamente no ha vuelto a hacer nada decente, y eso si te gusta Destino Final tanto como a mí, porque Rotten Tomatoes apenas le concede un paupérrimo 34% -por eso antes lo he considerado un film infravalorado-.

De Sawa puedes decir que en toda su carrera sólo tiene una carrera que Rotten Tomates considere un “tomate fresco”, con un 63% de criticos a los que les gustó: SLC Punk, de 1998. Y si miras el reparto tiene a bastante gente que me cae bien: Jason Segel, Matthew Lillard, Christopher McDonald o Til Schweiger.

Dejadme parar un segundo en este último: un actor alemán al que conocí en 2007 por la peli romántica Un conejo sin orejas (os lo juro), que protagonizó y dirigió, y que rodó Inglorious Basterds con Tarantino. Sólo por su interpretación de Hugo Stiglitz en esta fantasía bélica, un homenaje al actor mexicano homónimo, ya es mejor persona que yo.

El caso es que la carrera de Sawa no es gran cosa pero puede dirigirse a la gloria sin que lo sepamos. Y es que prepara su papel protagonista en una de las películas en la que más fe tengo en mucho tiempo. Death Rider in the House of Vampires.

Pero para hablar de esta maravilla tengo que pararme a hablar, durante unos párrafos, de…

GLENN DANZIG!

Danzig es, básicamente, un músico. Y es un músico realmente influyente. A pesar de su aspecto de personaje de tebeo, su metro sesenta y sus 63 añazos, este cantante de New Jersey nacido Glenn Anzalone, que se crió como un amante de los cómics y el cine de terror, ha visto cómo sus canciones eran adaptadas por Metallica, Green Day, Guns N´Roses o My Chemical Romance, entre otros. Sus bandas son muy conocidas: Misfits, Samhain y Danzig, y ha escrito canciones para gigantes como Johnny Cash o Roy Orbison. Casi nada. 

En 1994 se lanzó a editar cómics con el sello Verotik, que pretendían combinar la violencia y el erotismo. No es tan sorprendente, si piensas que hablamos de un tipo que escribió The Last Ride con Danzig para que formase parte de la banda sonora de The Walking Dead. Un tipo que sabe distinguir fumetti de manga. Que en su sello ha dado trabajo a Simon Bisley, Liam Sharp o Frank Teran y que ha firmado en la Comic Con de San Diego. Que en su Black Aria puso a Mike Kaluta a dibujar la portada del disco y para la segunda parte optó por Bill Sienkiewicz -quien también ha trabajado para su editorial-.

Quede constancia, además, de mi sorpresa al ver trabajando en varias cosas de este sello a Rafa Garrés, el autor español al que los seguidores del sello Laberinto conocimos por su Hombres y Bestias.

En 2019, este hombre del renacimiento estrenó su primera película como director, Verotika, una película que resumió perfectamente mi amigo John Tones en Espinof: “’Es una película de episodios de terror con vampirismo, monstruos asesinos y strippers roba-rostros rodada con un absoluto desprecio por las normas del audiovisual más elementales (planos interminables, montaje tramontano, fallos de raccord y saltos de eje demenciales, interpretaciones infrahumanas). Pero también, como The Room, encuentra en su ineptitud un aliento poético de genuíno malditismo: los monstruos lamentables, el erotismo arrabalero, la concepción del terror como estética extremada… Dentro de unos años seguiremos hablando de ella, aunque quizás no por los motivos que le gustarían a Danzig”.

Death Rider, no Death Adder ni Ghost Rider

Si juntas a Danzig y a Sawa ya tendríamos un cóctel interesante. Pero es que Death Rider and the House of Vampires, a estrenar este mismo año, tiene entre su elenco a ¡JULIAN SANDS! Sí, el mismo actor británico que lo mismo te hacía Una habitación con vistas y Los gritos del silencio que se marcaba Warlock o hacía de Jor-El en Smallville. Un tipo cuyo mejor amigo es John Malkovich, que estuvo a punto de ser Greystoke y que nunca ha dejado de hacer buenas películas ni de participar en buenos productos. 

Pero eso no es todo. Death Rider and the House of Vampires tiene también en su elenco a Eli Roth, el rey del torture-porn (que también salió en Inglorious Basterds), a Kim Director (Shay en la más que decente The Deuce), a Jen y Sylvia Soska (las directoras de Rabid), Ashley Wisdom (su actriz fetiche), al propio Danzig y a ¡DANNY TREJO! 

Estos actores, y el propio Danzig, interpretan a personajes con nombres como Carmilla Joe, Mina Belle, Bad Bathory, Kid Vlad, Mircala Mae, Bela Latigo, Count Holiday o Drac Cassidy, en un spaguetti western vampírico escrito y dirigido por alguien a quien llaman ‘el Tommy Wiseau Gótico’ cuando es bastante justo decir que Tommy Wiseau probablemente sea el Glenn Danzig de “arte y ensayo”.

No puedo dejar de pensar en las ganas que tengo de que veamos en Sitges este hallazgo, confío estar allí cuando llegue el momento y confío en que pronto conozcamos muchos más detalles de algo que tiene pinta de ser abrumadoramente hermoso. Mientras tanto, en abril Danzig estrena su album de versiones de Elvis Presley. Para ir abriendo boca.