¿Qué pasaría si… Alan Moore hubiese hecho su carrera en Marvel y DC?

Buscando culpables

La culpa la tuvieron Marvel y DC, incapaces de ofrecer unas condiciones laborales y contractuales que satisficieran a Alan Moore.

La culpa la tuvo Alan Moore, eterno cascarrabias al que le parecía que las editoriales y colaboradores no tenían otro interés en la vida que traicionarle y que a principios de los 90 estaba básicamente en paro por no tener sitio donde publicar ni ofertas interesantes. Entre 1991 y 1992 había publicado la novela gráfica “Un pequeño asesinato”, sacaba algunos capítulos de From Hell y pare usted de contar.

La culpa la tuvieron siete autores que, tras petarlo en Marvel, montaron en 1992 su propia editorial en su afán de controlar y sacar el máximo beneficio posible de su producción. No eran los primeros en intentarlo, pero sí los primeros en triunfar en serio. Millonariamente en serio. Incluso más que los creadores de las Tortugas Ninja, Kevin Eastman y Peter Laird.

La culpa la tuvo Peter David, tremendamente crítico con los autores de Image Comics, especialmente con la calidad de sus guiones y con declaraciones como las de Erik Larsen que sostenía que los dibujantes no necesitaban a los guionistas. David y Todd McFarlane protagonizaron un acalorado debate sobre el tema moderado por George Pérez el 8 de octubre de 1993 en el Comicfest de Filadelfia que David ganó por KO dialéctico.

La culpa la tuvo Todd McFarlane que, en un ejemplo de pensamiento lateral, respondió con un “¿Queréis buenos guiones? Aquí tenéis a los mejores guionistas”. Los números 8, 9, 10 y 11 de Spawn, publicados entre febrero y mayo de 1993 presentaban historias firmadas por Alan Moore, Neil Gaiman, Dave Sim y Frank Miller y ya en 1994 los números 17 y 18 los escribió Grant Morrison. Cada uno recibió 100.000 dólares por capítulo. Hoy en día un escritor medio de las Dos Grandes recibe entre 1800 y 2200 dólares por capítulo, royalties aparte. Que Gaiman crease al personaje de Angela en Spawn nº 9 originó unas olas que llevaron a que Miracleman sea hoy en día propiedad de Marvel, una afrenta más para Moore.

La culpa la tuvieron los siete fundadores de Image, encantados de tener al mejor guionista de la Historia del comic anglosajón y deseosos de darle cancha y lo que él quisiera para demostrar que Image era algo totalmente distinto a las Marvel y DC de las que todos habían huido.

La culpa la tuvo Alan Moore que, claro, se dejó querer y pagar.

La culpa, también, la tuvo Rob Liefeld y su incapacidad para crear algún concepto original y, en general, para crear alguna historia interesante con ellos.

Pero el que se sentía culpable era Alan Moore, que había llegado al convencimiento de que los cómics oscuros y atormentados de esos inicios de los 90 eran fruto de la incomprensión sobre sus intenciones con Watchmen. Lo que él quería que fuese una celebración de la innovación narrativa y del estudio psicológico de los personajes se convirtió en violencia y dientes apretados, en personajes “estancados”, decía Moore, “en esta especie de gueto depresivo de oscuridad y psicosis. No me siento orgulloso de ser el autor de esta tendencia lamentable”. Él lo había provocado, y él lo arreglaría. Ojo, que Frank Miller también tuvo algo de culpa.

La última frase de Espectro de Seda en Watchmen pretendía ser un guiño al complejo de Elektra que sentía por su recién descubierto padre, el Comediante, pero resultaba insospechadamente profética: “Espectro de Seda suena demasiado ñoño, ¿sabes? Además, quiero un traje mejor, que me proteja. Quizás algo de cuero, con una máscara sobre mi cara… También, quizás, debería llevar una pistola”. Moore pasó la década de los 90 trabajando para la editorial de los trajes de cuero y las pistolas. Arreglando desde dentro el problema que había provocado.

1963: Moore hace suya Marvel

Si ponemos las fechas en su sitio 1963 surgió a propuesta de Jim Valentino, que a mediados de 1992 convenció a Moore y a sus habituales colaboradores en aquella época Rick Veitch y Stephen Bissette para que publicaran en Image haciendo literalmente lo que quisieran. Moore se descolgó con la propuesta nostálgica de 1963, que no dejaba de ser una parodia-pastiche de la Marvel de ese año, la Marvel que ya habían aparecido los 4 Fantásticos, Iron Man, Capitán América, el Hombre Hormiga, la Avispa, Thor, Hulk, el Doctor Extraño, Spiderman, los Vengadores, la Patrulla-X…

Moore, y no sería la última vez que lo hiciera, quería volver a los orígenes del género superheroico, a la inocencia y desparpajo del mismo, empezando por ese Stan Lee dicharachero que él mismo impostaría durante la miniserie de seis números con el apodo de “Affable Al”. Para hacer la historia más “auténtica” Moore renunció al papel satinado y a la impresión de alta calidad que Image estaba usando. 1963 se publicó en el papel más pulp posible con colores de puntitos gordos, como tenía que ser. No solo eso, sino que todos los valores de producción, guion, diálogos, dibujos, logos, rotulación, diagramación de la página, cartas de los lectores, publicidad, textos adicionales,… debían tener el aire retro que Moore buscaba. Buena parte de lo que hizo a finales de siglo con La Liga de los Caballeros Extraordinarios ya estaba en este 1963.

A “Roaring” Rick Veitch y “Sturdy” Steve Bisette se les unió “Dashing” Dave Gibbons ya fuese entintando o dibujando en algunos de los capítulos de la serie, consiguiendo dibujos con el aire añejo que la ocasión requería.

Mistery Incorporated era la versión de los 4 Fantásticos que, por supuesto, tenían que aparecer en el primer número de la miniserie enfrentándose a una incursión en su Cuartel General por parte de un misterioso arquero. Moore llena la historia de conceptos basados en la ciencia y la ciencia ficción de la época y se apaña para, en la misma historia, mezclar los viajes temporales de Vengadores Endgame y de Tenet 25 años antes de estas dos películas. La historia acaba, por supuesto, con un collage como los que Kirby realizaba a finales de los 60.

No One Escapes… The Fury es la versión 1963 de Spiderman que, en este caso, además, el hijo del primer personaje que llevaba ese nombre, introduciendo el concepto de legado en este universo. The Fury es huérfano, pero solo de padre. En vez de una tía May el protagonista tiene una madre rolliza con un peinado a lo princesa Leia.

En Tales of the Uncanny Moore imita las colecciones antológicas con las que Marvel publicaba historias independientes de dos personajes, tipo Journey into Mistery o Tales to Astonish. En este caso los protagonistas son U.S.A. acrónimo de Ultimate Special Agent, y The Hypernaut. El primero, obviamente, es un héroe patriótico al que en la primera viñeta de su historia vemos ocupando el lugar de John Fitzgerald Kennedy en el descapotable de Dallas y evitando así su muerte. También evita que Oswald sea asesinado por un Ruby que se revela como el villano soviético Cerebro Rojo. The Hypernaut es, básicamente, un Iron Man creado por Steve Ditko, un héroe con una pantalla en el pecho a lo Arnim Zola que se mueve a través de las dimensiones y vive en un Triángulo de Penrose, una figura imposible creada por el matemático y premio Nobel Roger Penrose en 1954, o sea, antes de 1963. Moore no deja el más mínimo detalle al azar. Hypernaut se enfrenta a un enemigo que viene de la cuarta dimensión y lo derrota de la manera más inteligente posible.

Tanto en el número anterior como en Tales of Beyond Moore saca al guionista inglés que se ha criado leyendo/escribiendo historias cortas autoconclusivas. Aquí los personajes referenciados son Hulk en forma de un N-Man, que obtiene sus poderes del ser más resiliente de la naturaleza, la cucaracha, y se enfrenta a un plan de invasión soviético en Yucca Flat, la región de Nevada donde el ejército norteamericano hizo 739 pruebas nucleares. Johnny Beyond es el Doctor Extraño de la miniserie, un hechicero beatnik que viaja inadvertidamente a su propio futuro alternativo. No podían faltar, por supuesto, bolas flotantes y bocas de las que emergen puentes.

Horus Lord of Light es lo que hubiese sucedido si Lee y Kirby se hubiesen inspirado en el Antiguo Egipto en vez de en la mitología nórdica para crear a Thor. Moore exprime todos los conceptos de la mitología egipcia cuando la enamorada del héroe, la estudiante de egiptología Janet, se introduce en el mundo de Horus y el dios debe salvarla del malvado Set y el juicio del panteón egipcio.

Finalmente, los héroes más poderosos del Universo 1963, que incluían a los microscópicos Infra-Man e Infra-Girl, se unen para formar Tomorrow Syndicate, que emprenden un viaje a través de las dimensiones para buscar a los desaparecidos Mistery Incorporated hasta llegar a un lugar que resulta ser el 1993 de los personajes de Image Comics, revelándose que el arquero misterioso del primer número no era otro que Shaft, el personaje de Rob Liefeld. La última página promete un séptimo número de ochenta páginas en el que aparecerían Spawn, WildC.A.T.S, Shadowhawk, Youngbloud, Savage Dragon y Supreme. Ese número nunca fue publicado.

Cuanta Stepehn Bissette que, aunque fue Jim Valentino el que fichó a Moore y editó 1963, aquella Image de 1992 se convirtió en un concurso para ver quién conseguía los servicios de Moore. Así McFarlane se llevó el gato al agua con el número anteriormente citado de Spawn y algunas miniseries posteriores. En la Comic-Con de aquel año Jim Lee convenció a Veitch y Bissette para dibujar el último número de 1963, sin saber que Lee estaba puenteando a Valentino. Moore dio su visto bueno a Jim Lee como artista de ese séptimo número y cuando llevaba medio número escrito Jim Lee decidió tomarse un año sabático. Como todos sabemos, no sería la última vez que Lee dejara tirado a Alan Moore. Valentino también había perdido interés en apoyar el proyecto por sentirse dejado de lado y, además, Rob Liefeld había abandonado Image de malas maneras, lo que imposibilitaba poder usar sus personajes como estaba previsto. A esto unimos el hecho de que Moore cortó toda relación con Bissette tras una entrevista en la que Moore pensó que los comentarios del artista sobre los problemas de trabajar con un guionista no le dejaban en buen lugar.

En 1998, cuando ya estaba claro que no habría una continuación de 1963, Moore dejó que Veitch y Bisette se repartieran los personajes con la condición de que no se reeditara la miniserie original. Bisette se quedó con The Fury, N-Man, Hypernaut y sus personajes asociados y en marzo de 2021 dejó que caer que cabía la posibilidad de retomar estos personajes por parte de una pequeña editorial llamada 100% Comics.

1963 es divertidísima y demuestra que Moore, cómo no, también es un fabuloso escritor humorístico. Merece la pena dejarte la vista con esos textos de letra diminuta repletos de aliteraciones en los que remeda el estilo de Stan Lee, al que reconoce tanto sus méritos como sus deméritos, como cuando Affable Al recomienda la lectura de su libro Cómo lo creé todo yo mismo conmigo mismo y por qué soy tan grande o en ese anuncio en el que afirma que saber escribir cómics conlleva el uso de múltiples signos de exclamación y textos en negrita para enfatizar palabras aleatorias. La amenaza comunista, el pánico nuclear, el racismo y el machismo implícitos en aquella sociedad llenan los anuncios falsos en los que no pueden faltar los monos de mar o la profecía inaudita de que en 1993 habría tiendas que venderían exclusivamente comics. Una genialidad que es una lástima que probablemente nunca sea reeditada.

Supreme: el Superman que fue y será

Durante los 90 Moore se dedicó a escribir historias convencionales de superhéroes y se convirtió en el mejor escritor de historias convencionales de una época en la que estaban brillando o empezaban a brillar Grant Morrison, Mark Waid, James Robinson o Kurt Busiek. Entiéndanse por convencionales historias en las que la experimentación y la búsqueda de nuevos terrenos narrativos pasaban a segundo término en favor de la acción, la aventura y las historias imaginativas. Convencional no significa sencillo, ni aburrido. Un Moore que parecía ir cómodamente a mitad de potencia brillaba tanto o más que cualquiera de sus colegas, ya fuera con los personajes de Mc Farlane, los de Jim Lee,… o los de Rob Liefeld.

Rob Liefeld creó a Supreme como un obvio remedo de Superman, pero un Superman a su estilo, enfadado, violento y sin pies. Tampoco tenía pies ni cabeza lo que hizo con el personaje, al que mató dos veces en sendos eventos, le dio un origen que mezclaba el de Luke Cage con el del Capitán América, le hizo luchar en la II Guerra Mundial, lo exilió al espacio, lo enfrentó a unos Thor y Loki y lo mandó a un universo alternativo.

Liefeld, al que le gusta imitar la voz de Moore en su podcast Robservations, le ofreció su Supreme al guionista que había escrito posiblemente las mejores historias de Superman hasta ese momento. Moore aceptó a condición de poder hacer tabula rasa porque con el material previo poco había que hacer. Su primer número, publicado fue el 41, de agosto de 1996, en realidad no hacía tabula rasa, sino que establecía el principio de “todo es válido”. Todas las aventuras anteriores del personaje, todas las que se le ocurrieran a Moore, y todas y cada una de las características de Superman a lo largo de su historia y que el guionista incorporaría con todo el desparpajo del mundo. A su manera Grant Morrison hizo lo mismo en su andadura en Batman en los años 2000: todo lo contado con el personaje era válido y entraba de una manera u otra en el canon del personaje.

El camino que inicia Moore no puede ser más metatextual. Supreme vuelve a su universo para descubrir que la continuidad ha sido reescrita. Debe descubrir su propio pasado y lo hace con la ayuda de todas las versiones suyas habidas y por haber, borradas de continuidades pasadas y que viven en una especie de limbo en forma de una ciudad llamada Supremacía. Por haber hay hasta un Supremouse. Esta idea de sociedad de versiones de un mismo personaje, que recuerda al Consejo de los Kangs que apareció en el 267 de Avengers 10 años antes, fue retomada por el mismo Moore en Tom Strong y por Jonathan Hickman en Los Cuatro Fantásticos.

Moore firmó por un año de historias y luego renovó por otro año más. Cuando hablamos de “año” entendemos que son doce números, porque los azares empresariales de Liefeld afectaron a la publicación del cómic, que pasó de estar publicada por Image entre los números 41 y 42, a hacerlo por las editoriales de Liefeld Maximum Press (que previamente era un subsello de Image) entre el 43 y el 48, y por Awesome Comics el resto de números. Tanto vaivén editorial no ayudó a la periodicidad de la serie, cuyo último número con Moore se publicó en marzo del 2000.

Las historias de Moore están llenas de infinidad de detalle. En su primer año, reunido bajo el título de “La historia del año”, Moore recoge hasta el último aspecto del Superman más clásico, el editado por Mort Weisinger entre 1941 y 1970: la infancia de Supreme como Supremite y su adolescencia como Kid Supreme en su pueblo, Littlehaven, la kriptonita (el supremium), su Lana Lang (Judy Jordan), su archienemigo (Darius Dax), el superperro (Radar, el Sabueso Supremo), su identidad secreta como el dibujante de comics Ethan Crane (que es como lo bautizó Liefeld ignorando la necesaria aliteración), la Legión de Superhéroes en forma de Liga del Infinito con miembros de varias épocas temporales un par de años antes de que a Mark Waid se le ocurriera sugerir una idea similar para Avengers Forever.

Curiosamente lo más diferente es el origen, donde Supreme no es un bebé extraterrestre exiliado sino que fue irradiado por un isótopo de supremium en una historia circular que vuelve a mostrar el genio de Moore.

Y sigue: la Liga de la Justicia (y también la Sociedad de la Justicia) son The Allies, que incluían a Fighting American en la época en la que Rob Liefeld había adquirido los derechos del trasunto del Capitán América cocreado por Joe Simon y Jack Kirby. De hecho, Moore estuvo a punto de escribir una serie sobre The Allies pero quedó en nada. Tampoco puede faltar un Jimmy Olsen (el insoportable Billy Friday), una superhermana llamada Suprema a la que rescata de una galaxia viviente, y su Lois Lane en forma de la guionista de cómics Diana Dane. Ethan y ella realizan un cómic llamado Omniman basado en las aventuras de Supreme, añadiendo capas y recursividad a la historia, incluyendo conversaciones sobre los procesos creativos.

La idea original era que el primer año de la etapa acabara en un número especial de 80 páginas que, finalmente, se dividió en dos, el 52a y el 52b, narrando la vuelta de Darius Dax y su plan maestro contra Supreme que recordaba un poco al ¿Qué pasó con el Hombre de Mañana? del propio Moore.

En la segunda tanda de episodios Morrison sigue jugando con los tropos del personaje y el género: Mr Mxyztplk (Szasz), los problemas de ser la novia del superhéroe, las ucronías, los villanos de la Zona Fantasma (aquí la Dimensión Espejo), Bizarro (Emerpus), Brainiac (Optilux), la versión malvada (Supreme Sombra). La trama se resuelve en la nueva serie Supreme The Return que se estrenó un año después del cierre de la anterior en el nº 56 de febrero de 1988. En los seis números de Supreme The Return aparece un Consejo de Daxes y Radar preña a 378 perras a supervelocidad que dan a luz cientos de cachorros superpoderosos. La historia es graciosa hasta que piensas que Radar ha hecho eso sin consentimiento de la otra parte, lo que le convertiría en un violador en serie. Moore y su cosa con las violaciones, ya sabéis…

El último número publicado cuenta el viaje de Supreme a la ciudad de New Jack City cuya arquitectura delata a su líder, el mismísimo Jack Kirby, una idea que se adelantó varios años a aquella historia de Mark Waid y Mike Wieringo que contaba el encuentro entre Los 4 Fantásticos y el Rey. Aún quedó un guión inédito que Erik Larsen ilustró en 2007 para continuar la trama con dos números más realizado completamente por él en los que resolvía el cliffhanger del ataque de los múltiples Darius Dax, pero sin más interés ni repercusión.

En el aspecto gráfico los primeros números los dibuja un Joe Bennett que sigue los cánones de la época, con un fill in de Mark Pajarillo, el infausto dibujante que también hizo números de la JLA de Morrison. En la última etapa se une el que se suponía que iba a ser el dibujante regular, Chris Sprouse, que abandonó pronto pero que luego formaría un equipo estelar con Moore en Tom Strong. Mención aparte merece Rick Veitch, que ilustra los muchos flashbacks de la serie imitando el estilo de Joe Shuster, Wayne Boring, Curt Swan, Mike Sekowsky o Neal Adams. Jim Starlin hace el número en el que aparece la ciudadela de los Dax (mucho antes del Consejo de los Dooms y la ciudad de los Ricks) y el propio Rob Liefeld hace portadas y dibuja a cuatro manos el último número con Veitch.

Esta es otra obra que va a tener bastante dificultad en ser reeditada. Hubo una reedición en 2003 a cargo de Checker Book Publishing, con una calidad bastante deficiente ya que al no poder disponer de los materiales originales tuvieron que escanear bastantes páginas con nefastos resultados. Esa edición fue la base de la edición de Dolmen en 2003, tras que la no-edición a cargo de Dude Comics diera lugar al famoso meme “El mes que viene, Supreme”. Si no sabes de qué hablamos es que eres muy joven. También hay una edición de bolsillo a cargo de Random House Mondadori en 2010.

Con Supreme Moore se une, si no lidera, el movimiento reconstructivo del género superheroico que en ese último quinquenio del siglo XX dio lugar a Marvels, Kingdom Come, Flash, JLA o Starman. No es, para nada, una obra menor. Probablemente Moore no lo pretendía, pero le estaba diciendo a DC que su línea editorial de despojar a Superman de sus elementos más imaginativos no era el camino. Curiosamente a partir del año 2000, DC empezó a recuperar el Krypton brillante Pre-Crisis, a Supergirl como prima de Superman, a Krypto superpoderoso… El autor de todo esto fue Jeph Loeb, que había sido el editor de Supreme en Awesome Comics.

La Gloria efímera

En 1999 Moore tuvo la oportunidad de reformular a Glory, la Wonder Woman de Rob Liefeld, en una historia en la que una camarera con trastorno bipolar vive una vida paralela como la superheroína. Glory tiene mucho de la mitología y los mundos paralelos de la imaginación con los que nos apabullaría en Promethea. El cierre de Awesome solo permitió publicar un número 0. En 2001 Avatar Press publicó los dos números que Moore había dejado escritos.

La parte gráfica corre de parte de Brandon Peterson y Marat Mychaels con los consabidos flashbacks esta vez a cargo de Melinda Gebbie y Matt Martin. No faltan, no podían faltar, las escenas subiditas de tono y los guiños a los elementos sadomaso de Wonder Woman.

En la memoria del aficionado medio los 90 en la carrera de Alan Moore parecen ser una nebulosa de obras menores. No se puede estar más equivocado. Quizás, si dejamos aparte From Hell, no produjo ninguna obra maestra pero sí un conjunto de trabajos muy interesantes y divertidos. Porque el que es un genio es un genio en todo.