Cuentos de Bribones, la antología aventurera protagonizada por Bram y Weasel

Dejar tus “juguetes” a otras personas siempre ha llevado consigo algunos riesgos. ¿Y si te los devuelven rotos? ¿Y si no te los devuelven de ninguna manera? ¿Y si resulta que te das cuenta de que esos juguetes están mejor en otra parte? Lo mismo pasa cuando cedes el testigo con algo que tú has creado. Puede salir genial o estrepitosamente mal, sin términos medios. Y no termina de quedar claro cuál es la mejor opción para ti como “padre” de la criatura.

Por ese motivo, para dar paso a estas cuestiones hace falta tener una gran confianza en el equipo que va a manejar tus personajes. Y en ello reside el que sea necesario que los equipos tengan una libertad creativa para poder aportar y llevar a su terreno todo ello. Debido a ello, no todos los artistas están dispuestos a aceptar esa intrusión de distintas sensibilidades.

El Torres ha demostrado ser un colaborador de lujo. No en vano, no son pocos los que solo guardan buenas palabras para ese guionista. Y prueba de ello es una pieza tan particular y generosa como es Cuentos de Bribones.

El cómic arranca con la potente historia titulada Fuga de Hall-Katraz, en la que Roberto Corroto consigue entender a la perfección este universo y llevarlo a un terreno relativamente contenido y, sobre todo, divertido. Es un cómic directo y sin complicaciones que es una puerta de entrada idónea al tono de esta propuesta.

El trazo de Ertito Montana tiene una personalidad innegable que traslada a estos personajes a un entorno más parecido a la animación (con toques feístas) que a las historias de espada y brujería convencionales. El artista da mucho carisma a esta narrativa y hace que todo se eleve.  Los colores de Ángel Lidon fomentan el toque desinhibido de este relato.

La segunda historia, titulada, Los Límites del Juego  hace honor a su título y es que ofrece una sugerente propuesta metalingüística con los videojuegos en el centro. Desirée Bressend probablemente haya dado con la narrativa más rompedora e imaginativa de todas las que aquí se recogen. Esto es así porque lleva a los personajes a otro género y se aleja lo máximo de los tropos habituales de sus historias, aun manteniendo la esencia, por contradictorio que pueda parecer.

José Antonio Sollero tiene un trazo que respeta lo cartoon pero busca un aspecto más realista. Si bien es solvente y apuesta por opciones que impactan, no se termina de aprovechar del todo el potencial gráfico de esta historia (salvo en unas pocas páginas donde se rinde un verdadero homenaje a célebres videojuegos). Juanma Cañada Aguilera pone el color de tal manera que encaja con el dibujo, pero tampoco sorprende. 

Este fragmento cuenta con una portada exclusiva del mítico artista Pasqual Ferry. Todo un privilegio contar con él en un proyecto de estas características.

La pieza más claramente humorística es la sátira imaginada por Jos y titulada Rogues Got Talent. El guionista aprovecha las circunstancias para lanzar una mordaz y ácida crítica hacia los talent shows. Pero, es que, además, lo hace en una historia que encaja a la perfección en este universo y que incluye una visión muy creativa y estimulante del arquetipo de las sirenas. Este resulta ser uno de los fragmentos más potentes de todo el contenido de la obra.

El dibujo de Manuel Díaz es el idóneo para esta propuesta. Sabe mantener el complicado tono y demuestra tener un timing cómico notable. Además de crear páginas espectaculares.  El color de Alexandra Thöne sabe entender y enriquecer las páginas además de tomar elecciones que alimentan las posibilidades visuales de esta narrativa.

La cuarta historia no es otra que La Espada del Cielo. Este es el único caso en el que el autor del dibujo y del guion es la misma persona: Irene Roga. Y además lo hace atreviéndose en llevar a este universo a territorios inexplorados: el relato tiene una ambientación más propia de la mitología griega y, además con un estilo más cercano al manga que al dibujo occidental. Se siente como la narrativa más radicalmente distinta y eso puede terminar siendo difícil de digerir, pero se pone encima de la mesa una aventura épica contundente. Se han contado con diversas coloristas: María Pedrosa, Ana Melendo y Carolina Almueldo. A pesar de esa disparidad de voces, el resultado es bastante coherente.  

La quinta propuesta se titula Los Atajos del Destino y cuenta con los guiones de David Abadía y Pablo Durá, siendo estos los únicos que pueden presumir de formar parte del reducido club de escritores españoles que han tenido la oportunidad de trabajar en Marvel. Y consiguen un equilibrio perfecto entre comedia y acción. Su narrativa es la más espídica e irónica de todas. En el dibujo vuelve Ertito Montana, el único artista que se ha encargado de dos capítulos. Y no es de extrañar, puesto que en las dos consigue dar lo máximo. Tiene un punto que recuerda ligeramente a Head Lopper, pero con una manera de hacer que es fácilmente identificable como suya. Sin embargo, el arte Nuno y Ricardo Rodrigues se distingue de la primera historia en que opta por unas soluciones más vivas y coloristas, que van en consonancia con el tono, más ligero.

Por último, esta antología se despide con Silencio, se roba. Las ideas de José Luis Vidal van en relación con construir un relato nostálgico, sexualmente cargado y con un toque de absurdez bastante notable. Es una narrativa de un ritmo endiablado que invita a lector a participar en estas peripecias. A ello tiene que ver que el característico trazo de El Flores abrace el cartoon con un fuerte nivel expresivo. Este artista consigue que el lector esté con una sonrisa de oreja a oreja en todo momento.

El tomo de Karras Cómics incluye todas las portadas (de artistas del nivel de citado Ferry o de Stefano Martino), las biografías de los autores junto con una breve introducción de El Torres en cada una de las propuestas. Se desconoce si habrá un nuevo volumen de Cuentos de Bribones, pero está claro que no es el final para Bram y Weasel.

Cuentos de Bribones es una lectura ligera que no aburre y que permite al lector tener una evasión, en el mejor sentido de la palabra. Además, capta que lo mejor de las antologías es que no sabrás que te vas a encontrar a la página siguiente. Una pieza que da lo que promete y que, sin pretensiones, da un buen rato de principio a fin.