Plástico, el amor de un asesino en serie todo lo puede

El psychokiller es uno de esos elementos dramáticos que despiertan un interés inmediato en el público. Tal vez sea por el morbo que provocan este tipo de historias truculentas o por el hecho de que resulte exótico una vida tan diferente e incomprensible. Sea como fuere, este tipo de figuras tienen, de un modo u otro, un poder sobre la gran mayoría de la población.

Se pueden ver como entidades casi abstractas venidas a sembrar el caos y a despertar terror, seres con una psique llena de demonios, de un ego avasallador y de incapacidad por sentir la más mínima empatía. Son peligrosos y parecen estar por encima de cualquier legislación. Cualquier medida punitiva les resulta indiferente. Como si  acciones valiesen la pena por sí mismas.

El tratamiento que se le suele proporcionar está más cerca del terror y de la indagación psicológica. Pero no tiene por qué ser así. Plástico demuestra la versatilidad que puede llegar a tener este tipo de personajes si se le da un enfoque novedoso.

Doug Wagner es uno de esos artesanos que hacen industria sin que su nombre resalte. Pero tiene un recorrido más que consolidado trabajando tanto en franquicias como en el mercado independiente. Su obra más destacada hasta el momento ha sido Vinyl, pero en Plástico vuelve a sorprender con una propuesta disparatada.

Lo primero que sorprende es que se escoja tener de protagonista al personaje más extremo y excéntrico posible. Normalmente, este tipo de personajes son secundarios de lujo que terminan perdiendo el punch si se les da un tratamiento protagónico. Pero este caso da con las claves correctas para no ceder ni un ápice de locura y que la historia, aun así, tenga sus dosis dramáticas.

La premisa parte de que Edwym Stoffgrupen, un asesino en serie retirado, se ve forzado a volver a las andadas. Ahora bien, se retiró por amor. Por un amor… Especial. Su pareja, Virginia, es una muñeca sexual. A la pareja le va bien hasta que Virgina cae en las garras de un millonario de Luisiana, que la utiliza para forzar a Edwyn a que mate para él. Casi nada… 

El personaje protagonista es abiertamente amoral y eso es parte de la gracia de la narrativa. Cuando se centra en un personaje de este tipo, se tiende a aflojar por temor que el público sienta un desapego a sus acciones. Es difícil que no se busque humanizar a un personaje, indagar en su psique, ponernos en su perspectiva e, incluso, tratar de encontrar una forma de redimirlo. Afortunadamente, esta intencionalidad no podría ser más ajena a esta obra.

El contexto que presenta no podría ser más decadente. Todos los personajes son despreciables y eso, en buena medida, permite que el lector acepte todo lo que les termine pasando. Se trata de una obra que muestra un profundo desprecio a la humanidad, pero, gracias a ese atrevimiento, hace que el lector quiera formar parte de este desfase.

Es una obra de una visceralidad fuera de toda duda. Es cruenta, es violenta y tiene momentos que rozan lo desagradable. El gore es la constante en este cómic, pero todo se hace digerible gracias a un tono ácido y sin pretensiones. Es una pieza que, a pesar de tener ese punto antipático, resulta profundamente entretenida si el lector está dispuesto a entrar en el cafre juego que se pone encima de la mesa.

Además, al tener un protagonista tan marciano, añade un punto de sorpresivo a la historia. Las decisiones que toman no siempre responden a una lógica racional y esperable y eso hace que sea una obra verdaderamente impredecible. Eso contribuye a que el lector permanezca atento durante todas las páginas de esta obra.

Daniel Hillyard es el dibujante que ha conseguido que una propuesta tan peculiar llegue a buen puerto. Eso se debe a que, a pesar de los momentos más absurdos, se trate con un realismo clasicista impecable. Es un ejecutor perfecto que aporta algo de sobriedad y de contención que hace que Plástico no se vaya de madre.

Tiene un estilo cartoon que rebaja el tono constantemente. Si se consigue que el lector se involucre en el relato  es, en buena medida, gracias a que el dibujo trae consigo cierta ligereza. Se nota que se ha buscado el pasarlo bien y no el intentar lanzar una historia desde el ego y la pretenciosidad. Por ese motivo, aunque no destaca por su espectacularidad, era el dibujante adecuado para contar esta narrativa.

El color de Laura Martin opta por soluciones naturalistas. No es un trabajo particularmente resultón, pero sí que se ajusta a las necesidades que tiene el dibujo. Se nota su oficio y en ningún momento trata de eclipsar. Por el contrario, es una herramienta muy afinada que contribuye a contar esta narrativa.

El tomo de Norma Editorial viene cargado de extras como las portadas de todos los números recopilados, así como un detallado texto en el que se analiza con profundidad las partes del proceso creativo. Se trata de una edición accesible e inmejorable.

Plástico es una majadería que se puede disfrutar si se acepta como lo que es. Ofrece las dosis humor negro que todo el mundo necesita de vez en cuando. Parece más propio de otras épocas. Un cómic tan robusto como disparatado. El disfrute sangriento y adrenalínico que siempre viene bien.