La Marvel de colores de Jeph Loeb y Tim Sale

El sello Loeb

Jeph Loeb es un guionista tremendamente limitado que ha conseguido hacer una carrera de algunas de sus escasas virtudes, siendo una de ellas su excelente comprensión de las esencias de los personajes y una remarcable capacidad para buscarles la cara más sensible, unidas a una envidiable habilidad para trabajar con algunos de los mejores artistas del mercado. De todas formas, cualquier aficionado completará la frase “Jeph Loeb y…” con Tim Sale y con ningún artista más. Ya hablamos de este dúo artístico en nuestra reseña  de Superman: Las cuatro estaciones al cual os remitimos. Precisamente es esa obra publicada en 1998, en la que se volvía a narrar los primeros tiempos del Hombre de Acero, la inspiración obvia para Daredevil: Amarillo, Spiderman: Azul, Hulk: Gris y Capitán América: Blanco.

Todas ellas suceden en las épocas más clásicas y tempranas de los personajes y en todas se cuenta una historia de amor perdido que vertebra la narración. También en todas se abusa de la narración en off por parte del héroe protagonista en forma de conversación desde el presente con ese amor perdido. Los que hemos leído sus sagas con Batman ya sabemos que Loeb cuando encuentra una fórmula de éxito la repite y explota hasta la náusea.

En el aspecto gráfico todas están exquisitamente dibujadas, narradas y coloreadas, tienen unas portadas brutales y abunda en reinterpretaciones de alguna viñeta o secuencia de los cómics clásicos.  Los autores se esfuerzan para que las historias sean a prueba de guardianes de la continuidad y que estén situadas de manera milimétrica entre unos números concretos de las colecciones de los personajes. Ya había precedentes de esto como Las historias jamás contadas de Spiderman de Kurt Busiek y Pat Oliffe. No hay en estas cuatro miniseries ningún intento de actualizar las historias originales al estilo de lo que había hecho recientemente John Byrne en Spiderman Capítulo Uno, sino que la ambientación respeta la original de los años 60.

¿El resultado? Pues, salvo una excepción concreta, realmente bueno. Entremos en detalles

Amarillo

La miniserie que abrió fuego empezó a publicarse en junio de 2001 y tenía a Daredevil de protagonista en la época en la que su traje, diseñado por Bill Everett, era rojo oscuro y amarillo. De hecho, más rojo que amarillo, pero es que el amarillo no solo hace referencia al color sino a lo que simboliza, la cobardía, en contraposición a la valentía inherente al Hombre sin Miedo. Esto lo sabemos por entrevistas a los autores, pero realmente no se infiere de la historia, donde Matt Murdock es el mismo personaje confiado y temerario de sus inicios. Aquí Loeb y Sale recuentan los seis primeros números de la serie original de 1964, ya que en el 7 es cuando aparece el traje rojo diseñado por Wally Wood. Fieles a la narración original usa a los mismos villanos de esos seis primeros números: el Búho, Electro, Matador y el Hombre Púrpura, recreando muchas escenas de esos cómics.

Como suele pasar con todo lo escrito por Loeb esta historia es un excelente punto de entrada para conocer al personaje y funciona realmente bien como relato de origen. No falta nada: la muerte de su padre boxeador y la consecuente búsqueda de retribución, los inicios del bufete Nelson y Murdock y su rivalidad por el amor de su secretaria Karen Page, que en 1999 moría manos de Bullseye en el relanzamiento de Daredevil en el sello Marvel Knights. La narración en off la constituyen una serie de cartas que Matt le escribe a su novia muerta, bien escritas, pero que acaban resultando cargantes por reiterativas.

En el aspecto gráfico cualquier elogio se queda corto. No se trata ya del arte de Sale, sino del fabuloso coloreado de Matt Hollingsworth. Este aspecto gráfico no es manco en ninguna de las miniseries.

Azul

En julio de 2002 empieza a publicarse Spiderman: Azul. Si amarillo es el color de la cobardía, el azul lo es de la tristeza, la que sigue sintiendo Peter Parker muchos años después de la pérdida de Gwen Stacy. Aquí no hay una carta como en Daredevil: Amarillo. Hay una grabación. Peter Parker, en una suerte de psicofonía inversa, graba sus recuerdos de la época en la que se enamoró de Gwen y Mary Jane entró en su vida y, de manera bastante enfermiza, se dirige a la difunta en segunda persona.

La historia se sitúa entre los números 40 a 48 de la serie original, ya en la época de John Romita Sr, unas historias en las que Spiderman se enfrentaba mayormente a enemigos inspirados en animales. Para entonces Stan Lee y Romita habían convertido a Peter Parker en una especie de Archie Andrews que se debatía entre dos amores, la rubia y modosita Gwen Stacy y la pelirroja y alocada Mary Jane Watson. Pocas veces ambas han sido retratadas tan guapas como las dibuja Sale y mira que eran bonitas cuando salían del pincel de Romita padre. Solo hay un detalle que se aparta de la continuidad oficial: Tim Sale cambia el traje de Mary Jane en la mítica escena del tigre al que la ha tocado la lotería, un modelo sesentero precioso pero que no tiene nada que ver con el jersey sin mangas con la que los lectores de la época conocieron a la sobrina de Anna Watson.

Esta miniserie probablemente sea la mejor de las cuatro que estamos reseñando, tremendamente nostálgica y emotiva. La frase de Mary Jane al final siempre hace saltar las lágrimas del redactor de estas líneas. Aquí el color lo realiza Steve Buccellato también con excelentes resultados.

Gris

Si en las miniseries anteriores se recapitulaban entre seis y ocho números de las series originales, aquí todo transcurre durante el primer número de The Incredible Hulk y único donde el personaje aparece con piel gris algo que, es bien sabido, hubo que cambiar a verde dado que el gris se reproducía muy mal con los medios del marzo del 62 que marca el origen del personaje. Y por eso la miniserie se titula Hulk: Gris, no hay más misterio ni explicación cogida por los pelos para justificarlo

 Como no podía ser de otra manera, todo se articula otra vez sobre la añoranza por el amor perdido, una Betty Ross que, en el momento de la publicación de la miniserie, diciembre de 2003, llevaba 5 años muerta. En este caso la narración no se construye sobre unas cartas ni unas grabaciones, sino que los textos en off son una conversación entre Bruce Banner y Leonard Samson ejerciendo como psiquiatra.

Los remordimientos de Rick Jones, el miedo de Bruce Banner, la obsesión del General Ross, la confusión de una Betty envuelta en algo que no entiende y, sobre todo, la ira de un Hulk que solo quiere que le dejen tranquilo y que Betty no le tenga miedo. Todos los elementos claves del personaje de los 60 y 70 años están aquí y están bien representados. Como aspecto novedoso, aparece Iron Man con la segunda armadura, la que era un mazacote dorado, cuando se supone que el primer encuentro entre ambos personajes se daba en el nº 1 de Los Vengadores en 1963 y que Iron Man fue creado nueve meses después del número 1 de The Incredible Hulk. Loeb y Sale lo despachan aduciendo que la presencia de Stark en Nuevo México era información militar reservada y asumiendo que Hulk tiene memoria de pez y para cuando se unió al supergrupo ya se había olvidado de Iron Man. De todas formas. este Loeb no tiene nada que ver con el escritor disparatado que en 2008 se hizo con la serie del personaje y lo llenó de versiones… de colores. Ya hemos dicho que cuando Loeb coge una vereda, se acaba la vereda y sigue el Loeb. Random fact: también introdujo la kriptonita roja como guionista de la serie Smallville.

En su descargo tenemos que decir que representa perfectamente la ira y la confusión del protagonista, sobre todo en esa escena descorazonadora en la que, incapaz de valorar su propia fuerza, Hulk mata sin querer a un conejito y no sabe comprender las consecuencias de sus actos. En el aspecto gráfico voy a ser tan pesado y reiterativo como Loeb y no me queda más remedio que decir que Sale vuelva a estar sobresaliente, en la cúspide de su talento. Destacan sobre todo las impactantes portadas con un iracundo Hulk que borda la locura. En el color repite Matt  Hollingsworth.

Blanco

Como la fórmula iba funcionando bien, y Loeb es el ajo de los cómics, siempre repitiéndose, le tocaba el turno al Capitán América. También hablaría del inicio de la carrera del personaje, en la II Guerra Mundial en este caso, y del dolor por la pérdida de su gran amor. O sea, Bucky.

Entonces pasaron muchas cosas: Loeb trabajó en las series Lost y Heroes, se convirtió en responsable de la productora de series de televisión de Marvel, sufrió la pérdida de su hijo Sam, y trabajó en una diversidad de series, como la mencionada Hulk, el volumen 3 de The Ultimates o escribió la miniserie Fallen Son que funcionaba de epitafio del fallecido Steve Rogers tras Civil War, que sería sustituido por un resucitado Bucky. La idea que él tenía en 2004 para la miniserie se quedaba obsoleta en 2007, lo que obligó a reescribir un guion que ya de por sí acumulaba retrasos por los muchos compromisos de Loeb y Sale e, intuyo, porque hasta ellos se estaban cansando de la fórmula.

En 2008 apareció un número 0 de Capitán América: Blanco que se suponía que iba a ser el prólogo de una miniserie de 6 pero hubo que esperar hasta noviembre de 2015 para que apareciera y solo con 5 números. Como Bucky llevaba ya más de 10 años resucitado, la historia no se cuenta desde el presente, sino que es el Capitán América al que Los Vengadores acaban de rescatar del témpano donde quedó congelado el que siente añoranza por su (supuestamente) fallecido compañero.

El tiempo había pasado y para mal. 2015 no era 2002, y ya no había necesidad de historias que ahondaran en la nostalgia y la continuidad más añeja. Además, la escritura es mucho más deficiente que en las otras tres miniseries y ni siquiera el dibujo está a la misma altura, a pesar de que intentaba remedar el estilo de los cómics bélicos de los años 50, o quizás por eso. El color en este caso corre a cuenta del mejor colorista de la Historia, Dave Stewart, que en 2015 ganó uno de sus muchos Eisners. La historia narra las primeras andanzas de la pareja Steve Rogers y Bucky Barnes en el Norte de África y Francia en el 1941 previo a la intervención de EEUU de la II Guerra Mundial, encontrándose con Nick Furia y los Comandos Aulladores, que ya estaban desplegados en territorio nazi. El aspecto emocional incide en el bromance entre el Capitán y Bucky, que se siente tan celoso cuando Rogers se acerca a una chica como el Robin de los años 50 respecto a Batman. Y motivos tiene, porque Steve pierde la virginidad, en un alarde de cliché, con una guerrillera de la resistencia francesa con boina.

Y ¿por qué la miniserie tiene el blanco en el título? Podría pensarse que por uno de los colores de la bandera norteamericana. Estando pillado el azul por Spiderman, quedaban el rojo (¿de la sangre de los soldados luchadores por la libertad?) y el blanco (¿de la paz?). Pero no, según contaron los autores era porque el blanco era el color del sombrero de los buenos en las películas del oeste y querían contrastar la visión del Capitán de un mundo en blanco y negro con los grises de la realidad. Sí, yo también creo que se lo inventaron sobre la marcha.

Las cuatro miniseries que hemos comentado están siendo reeditadas por Panini en los últimos tiempos y son, como en casi todos los trabajos de Loeb y Sale, un excelente punto de entrada en los mundos de los personajes protagonistas, aunque si te las lees de seguido el mensaje con el que te quedas es lo poco que renta ser novia o colega de un superhéroe.