El Cabronazo, cuando el mundo depende de un rockero drogadicto

Rick Remender es uno de esos autores que funcionan mejor cuanta más libertad creativa tiene. Sí, ha tenido la oportunidad de trabajar sobre personajes para las grandes editoriales, pero no es ahí donde ha alcanzado mayores cotas de calidad. Ni él mismo ha estado particularmente cómodo en esos contextos. De hecho, es un nombre que ha ido creciendo en la medida en la que se ha emancipado de su etapa en Marvel para lanzar sus propios proyectos. 

Ha pasado por una época verdaderamente productiva y eso quema a cualquiera. Pero ha echado el freno para reevaluar y lanzar proyectos que realmente tengan un impacto. Pero para llegar a ese punto, hace falta una transición. Y ese es exactamente el poso que deja El Cabronazo en el lector.

El escritor afila sus lápices más que nunca contra el stablishment. Si hay algo que desprende este cómic es una rabia incuestionable, implacable y poderosa. Hay una sátira social muy marcada que, incluso, por absurda y excesiva que pueda parecer, es más certera de lo que a nadie le gustaría admitir.

La premisa parte de ¿Qué pasaría si un paleto drogadicto rockero fuese la última esperanza de la humanidad?  El desdichado personaje ve como muere la mejor agente del mundo delante suyo y, por algún motivo que no se debe desvelar, él es quien debe tomar su lugar.

El protagonista, por tanto, es un desvalido para la misión que debe llevar a cabo. Es la persona menos adecuada para proceder con el trabajo. Y mucho de los conflictos y de la sorna viene de ello. Ahora bien, como es lógico, el personaje pasará por un arco de transformación inevitable que termina quemando rápidamente una premisa tan absurda.

Remender se basta de esto para, tal y como hizo Kingsman, parodiar los clichés, manierismos, recursos y esquemas propios de las historias de espías. Sin embargo, Remender lo hace con un aspecto destructivo e iconoclasta y se atreve a ir donde la obra de Millar no lo hizo.

En parte, este proyecto parece ser Remender tratando de emular al Ennis más cafre y escatológico. Se nota que es algo con lo que ha querido rebajar tensiones y pretensiones que sí tiene su trayectoria anterior. Es un cómic más distendido y divertido, pero sin que se sacrifique algunos de los temas y preocupaciones de este autor. Siempre tiene un pie puesto en el mundo real.

Por tanto, seguramente sea su obra más abiertamente política y comprometida. Toda su trayectoria ha tenido mucho de esto, de un modo u otro, pero nunca lo había puesto encima de la mesa de una manera tan clara e indiscutible. No deja prisioneros en sus posicionamientos y eso es algo que a más de uno le va a escocer. Solo por eso, este proyecto ya merece la pena.

El personaje tiene un carisma muy particular. Es un cliché tratado como tal y se plantea cuál es su encaje en un mundo que le ha pasado por delante. Hay un algo de oda a los bichos raros nihilistas que no pintan nada y un tratamiento humanista que le hace evolucionar. Hay mucho cariño en un ser despreciable, que es el protagonista absoluto de la historia. Él es otra cosa que hace de esta obra algo muy especial.

Pero, por encima de todo, si algo es El Cabronazo, es un cómic entretenidísimo, con mucha acción y que pretende deconstruir de una manera muy punky. Es un cómic que se disfruta cuanto más se conoce todo aquello que se parodia. Es Remender con ganas de pasarlo bien. Con una febril lisergia que es una oda a épocas pasadas. ¿Cómo no se va a querer entrar en el juego?

El guionista se ha rodeado de algunos de los mejores artistas en activo. Cada uno de ellos ha realizado únicamente un número de esta propuesta, lo cual le ha dado la frescura necesaria para que el proyecto gane enteros. Es un cómic muy ecléctico puesto que, además, son estilos muy dispares. De lo cartoon, a lo más realista pasando por un trazo más sucio, a otro más definido. Es una apuesta arriesgada que conviva el realismo detallista de Lewis Larosa al trazo icónico y esquemático de Wes Craig. Aparte de los citados, el resto de artistas implicados son Andrew Robinson, Eric Powell y Roland Boschi.

Todos los artistas, sin embargo, parecen haber estado cómodos y lo han dado todo. Todas y cada una de las páginas son espectaculares, tienen recursos interesantes y han contribuido a que este cómic tenga una estética estimulante. Todo un acierto.

Para mantener la coherencia interna del proyecto, se ha mantenido a Moreno Dinisio como colorista de todos y cada uno de los números. El color no solo ha conseguido adaptarse al estilo de cada uno de los dibujantes, si no que ha optado por soluciones naturalistas que facilitan que un mundo tan radical tenga sentido y verosimilitud. Su labor no era sencilla y, por invisible que sea, ha demostrado su talento.

Panini Cómics trae este cómic en una edición que incluye todas las portadas de los números que recopila y una introducción de Lidia Castillo. Se echa en falta un contenido adicional más allá que complemente la lectura.

El Cabronazo es una fiesta. Una en la que cabe todo y que siempre está arriba. Una que sorprende y que, cuando parece que no puede ir a más, lo hace. Una que no deja prisioneros. Una en la que no puedes dejar de pedir más bebidas. El mejor tipo de guateque.