Wonder Woman: Historia. Otra historia, otra vez

La palabra con F

Sería discutible afirmar que el feminismo ha sido consustancial al personaje de Wonder Woman a lo largo de toda su historia. En su origen sí, o así la concibieron en 1941 sus creadores, William Moulton Marston, Elizabeth Marston, Olive Byrne y H. G. Peter. La heroína procedía de una sociedad formada solo por mujeres que se relacionaban mediante “amorosa sumisión”, una suerte de juego de dominación light que Marston había conocido en las logias universitarias femeninas a las que había pertenecido Olive Byrne, que mantenía una relación poliamorosa con el matrimonio Marston. Con el transcurso de sus aventuras la sumisión en forma de personajes atados de maneras intrincadas se iba haciendo más notoria, hasta el punto de hacer saltar las alarmas en la DC de aquella época. De la misma manera que Superman se enfrentaba cada vez más a supervillanos y menos a políticos corruptos y maltradores o Batman engrosaba su lista de villanos y colaboraba abiertamente con la Policía, Wonder Woman se enfrentaba cada vez más a malos de opereta y cada vez menos al machismo. Su papel de secretaria de la Sociedad de la Justicia no puede ser más definitorio.

Tenemos que llegar a los años 70 para que se nos presente una Wonder Woman moderna y urbana, al estilo de las nuevas profesionales surgidas de los movimientos feministas de la época. Fue algo bastante efímero. Ya en 1987, George Pérez con la ayuda de Greg Potter, Len Wein y luego Mindy Newell, con la dirección editorial de Karen Berger, realizaron una versión feminista del personaje, empezando con el origen de las amazonas, las almas reencarnadas de mujeres víctimas de la violencia machista resucitadas por el poder las diosas olímpicas con la ayuda de Hermes, convertido en proto aliado. Las amazonas recibían la misión de crear un mundo de paz e igualdad entre hombres y mujeres, lo cual provocaba la ira del dios de la guerra Ares, que influía en el garrulo de Hércules para acabar con las amazonas mediante el engaño. Haciéndose pasar por amigos e iguales drogaban y esclavizaban a las amazonas. La líder, Hipólita, rezaba a las diosas, que la liberaban con la misión de retirar a su grupo del Mundo del Hombre evitando deseos de venganza, pero su hermana Antíope, junto a un grupo de guerreras, masacra a los hombres de Hércules, creando una escisión en las amazonas.

Mientras que el grupo de Antíope partía a un lugar desconocido, el resto viajaba a la Isla Paraíso ayudadas por otro dios aliado, Poseidón. Allí creaban una sociedad idílica apartada del Mundo Patriarcal. Se daba la circunstancia que Hipólita estaba embarazada cuando su pareja la asesinó antes de ser resucitada por las diosas. El espíritu del bebé nonato se reencarnaba en un bebé hecho a partir del barro con la ayuda del panteón femeninio. Este primer número del volumen 2 de Wonder Woman probablemente sea una de las mejores historias de origen de DC.

Durante los cinco años en los que Pérez escribió el título, Wonder Woman vivía aventuras con una amplia base mitológica en las que incrustaba mensajes de corte feminista, atreviéndose a presentar a la Princesa Amazona delante de la ONU provocando con sus palabras el enojo de muchos mandatarios, incluyendo a un líder árabe, una escena que posiblemente hoy provocaría protestas diplomáticas. Esta visión del personaje, con sus altibajos, se mantuvo hasta que en Nuevos 52 se presentaba la versión de Brian Azzarello y Cliff Chiang en la que Diana era hija de Zeus y, más recientemente, se revelaba que tenía un hermano. Un despropósito que desvirtuaba al personaje y que se reflejó en las recientes películas.

Durante buena parte de su historia DC ha publicado Wonder Woman por necesidad contractual: si no lo hiciese perdería los derechos del personaje, que si no es lucrativo por sus ventas sí lo es por el merchandising asociado, un negocio que se ha acentuado gracias a las recientes películas y que ha motivado que la editorial haya incrementado el número de publicaciones del personaje. En abril de este 2022 DC editó cinco cómics insertos en el mundo de la Princesa Amazona. Superman solo tuvo tres.  Uno de esos cómics fue la segunda parte de Wonder Woman Historia: Las Amazonas cuyo primer número acaba de publicar ECC.

El mensaje es el mensaje

Los comicsgaters y ralea semejante siempre están con el mantra de que “los cómics ahora están politizados”. Esas cinco palabras esconden una falsedad y una realidad: los comics siempre han estado politizados y el problema para ellos es que el mensaje político o social no les gusta. El Dreadstar de Jim Starlin era una sátira brutal contra el poder de las instituciones eclesiales. En La Cosa del Pantano, Alan Moore escondía reflexiones sobre el estigma de la menstruación en un relato de licantropía. En Hellblazer Jamie Delano alertaba del peligro del fascismo entre exorcismo y exorcismo de John Constantine. En todo caso la historia estaba en un primer nivel y el mensaje en un segundo nivel, lo cual explica que esos unicejos mononeuronales del Comicsgate no sean capaces de captarlo.

Las cosas han cambiado en la última década. Ahora las nuevas generaciones de escritores han decidido que el mensaje es el que tiene que ocupar el primer nivel de lectura y hasta los seguidores de Ethan Van Sciver pueden captarlo y apretar los puñitos en consecuencia. Señalar esa falta de sutileza no es una crítica, es simplemente constatar un hecho. Incluso Kieron Gillen cae en ello. En su magnífica Die presenta un protagonista masculino que asume un rol femenino en el mundo de fantasía al que es conducido y el escritor no puede evitar, tras cuatro tomos en los que es evidente que está tratando sobre fluidez y disforia de género, rematar la historia con un discurso sobre el tema, por si no había quedado suficientemente claro. La carrera de Kelly Sue DeConnick y su reciente obra sobre el origen de las amazonas es otro ejemplo de esta tendencia de “guionistas in your face”.

En Wonder Woman Historia: Las Amazonas DeConnick revisa el origen de la versión de George Pérez. También nos encontramos con un enfrentamiento entre diosas y dioses, y también las almas de mujeres muertas por la mano del hombre son la base de la tribu de las amazonas y pronto se hace evidente que la presencia de estas molesta, y mucho, al Mundo del Hombre. Sin embargo, los valores implicados cambian. Los bandos son mucho más férreos, sin posibilidad de que un dios tome partido por la postura de las diosas, mucho más belicosas y agresivas que en otras versiones. Están enfadadas y tienen motivos para ello. DeConnick también está enfadada y su obra (Capitana Marvel, Bitch Planet, Pretty Deadly,…) lleva muy a gala su feminismo de tercera generación, muchos de cuyos tropos son la base del primer nivel de lectura de la historia que nos ocupa.

En la discusión entre dioses y diosas, estas declaran estar hartas de los hombres. Cuando uno de los dioses hace un not all men, la respuesta es clara: están hartas de todos los hombres, todos son culpables. Cuando Hipólita hace algo terrible a su hija neonata siguiendo las costumbres de su sociedad y los remordimientos la hacen huir para ser encontrada por las amazonas, estas la reconfortan diciéndole que la culpa no la tiene ella, la tiene el Mundo del Hombre. Cuando una de las diosas decide no tomar partido por sus compañeras en principio se produce una agria discusión, pero al final la sangre no llega al río porque, sobre todo, sororidad. El mensaje está ahí, en primer plano, es claro, legítimo e inequívoco. Será el tiempo el que decida su vigencia y perdurabilidad. Curiosamente, mientras que las Amazonas de George Pérez formaban en principio un grupo homogéneo, aquí cada diosa crea su propia tribu, no sabemos si como representación de las distintas corrientes y sensibilidades del feminismo. Tampoco sabemos si esta versión del origen de las amazonas y, quizás, de Wonder Woman, es canónica o es otra historia más sin el apoyo de continuidad alguna que tanto se están prodigando en la DC actual.

Técnicamente, la historia es impecable. DeConnick hace gala de su habilidad con los diálogos y textos, probablemente su mayor virtud, y consigue que no se hagan pesados a pesar de su abundancia consiguiendo un ritmo tranquilo que no cansino, todo ello remarcado por las increíbles ilustraciones de Phil Jiménez que da el do de pecho con un dibujo preciosista e hiperdetallado, donde destacan los diseños del panteón olímpico que nunca se han visto, muy alejados del clasicismo de George Pérez o de la versión seudo Vertigo de Cliff Chiang. Algunos son tan chocantes como ese Zeus de piel azul y cuernos de carnero, que remiten a algunas versiones del personaje que adoptó características del Amón egipcio, lo cual da idea del cuidado en la preparación y documentación de esta miniserie. La doble página en la que las almas de las futuras amazonas se encuentran encerradas en jarras con ornamentaciones que relatan la manera en la que cada mujer murió es simplemente estremecedora. Esta, probablemente, sea la mejor obra de Phil Jiménez en toda su carrera.

El número 1 de esta miniserie de 3 ya tiene edición de ECC, el 2 cuenta con dibujos también superlativos de Gene Ha y ha salido en EEUU en abril y el tercero se espera para finales de año y será ilustrado por Nicola Scott. Esta magnífica epopeya que en su tercera parte promete un conflicto entre dioses y diosas, entre el mundo del hombre y el de la mujer, va a estar con toda seguridad en los Eisner de este año y, también con toda seguridad, no va a estar en unos hipotéticos premios concedidos por incels con el Jocker como avatar de Twitter. Lo cual no deja de ser un premio en sí mismo.