Make Mine Marvel… ¡Manga!: La historia de la Casa de las Ideas en el mercado japonés

Grandes guerreros. Mágicos artefactos. Poderes sobrenaturales. Jóvenes héroes inesperados que acceden, sin pretenderlo, a extraordinarias habilidades que usarán, inspirados, para vencer a las fuerzas del mal. ¿Cómo no nos van a apasionar estas historias, si llevan embrujando nuestra imaginación desde más allá de los mitos clásicos de la antigüedad? Está claro, desde el principio, estábamos condenados a sucumbir a sus encantos también desde las viñetas… sin importar si estas eran impresas en las páginas de los cómics Marvel, o de la revista semanal Shōnen Jump. Titanes ambos de la industria del cómic, dominantes cada uno en su respectivo mercado natal, lo cierto es que el manga (en general, no sólo el shōnen) ha conquistado con muchísima más facilidad la cultura popular de occidente que los héroes y villanos de la Casa de las Ideas, cuyo reconocimiento en Japón viene más desde las pantallas que del papel de pulpa.

No sólo por el actual Universo Cinematográfico de Marvel Studios y su implacable dominio de las taquillas de todo el mundo. Cada amago de incursión marvelita en el mercado del manga  japonés ha ido acompañado de intentos, en paralelo, de conquistar la pequeña pantalla. Estos podían nacer en las mentes y manos de creadores japoneses, como es el caso de la serie tokusatsu protagonizada por el Supaidāman nipón y su fiel mecha Leopardon, a finales de los sesenta. O el anime de la Tumba de Drácula que, en 1980, llevó al canal TV Asahi una adaptación de 94 minutos de las primeras 50 entregas de la cabecera USA, bajo el título Yami no Teio Kyuketsuki Dracula (Drácula: Vampiro Emperador de la Oscuridad). Estos serían, de hecho, los dos títulos que lograron ver la luz del día con éxito de las negociaciones entre Toei y Marvel que comentaremos en breve, uno live-action y otro animado. Las adaptaciones manga también podían acompañar a productos nacidos en América, como la famosísima serie animada noventera de los X-Men, de la que hablaremos más adelante…

En cualquier caso, el manga seguía siendo, desde el primer intento, el mejor de los medios en el que tratar de presentar a esos personajes al público japonés. Y de manga hemos venido a hablar, algunos icónicos, otros no tanto, pero todos ellos curiosos por lo que nos dicen del contexto en el que fueron publicados. No sólo en la medida de su éxito, sino en lo que en cada momento se decidió que sería el mejor exponente del Universo Marvel para un público ajeno a su grandeza, el manga parece tomar siempre el pulso a lo que en USA está en la cresta de la ola. Así que, sin más, demos un salto espacio temporal al Japón de hace ya medio siglo (¡qué vértigo!)… Excelsior だよ! 

A inicios de la década de los setenta, el primer acuerdo entre las editoriales Marvel y Kodansha arranca motores con dos adaptaciones manga de dos de los personajes más reconocibles del panorama marvelita, los dos relacionados curiosamente con el tema de la radiación. A través de estas series, publicadas ambas entre 1970 y 1971, los lectores japoneses conocerían a nuestro amistoso vecino arácnido y al gigante esmeralda… con diferentes resultados.

Por un lado tenemos a Hulk (ハルク, Haruku, que dirían en japonés), titulado así, sin más adjetivos. La publicación, recogida en 23 volúmenes, adaptaba la historia que tan bien conocemos sin grandes cambios, el accidente durante ensayos experimentales que hizo que Bruce Banner, al tratar de salvar a un despistado muchacho, se comiera la explosión de una bomba gamma y, contaminado, se convirtiera en una criatura… desconocida e incomprendida, el gran Hulk. El arte corrió a cargo de Kosei Saigo y Yoshihiro Morito, que bien podrían pasar por momentos por Herb Trimpe de tan inspirados por su arte como estaban a la hora de retratar a nuestro amigo verdoso. Los guiones los firmarían dos nombres que resultarán de lo más apropiados, cuando no familiares.

El primero fue Yukio Togawa, autor de los mangas Kiba Ou y Ookami no Hi: Ezo Ookami Zetsumetsuki, creador de la película anime Daisetsusan no Yuusha Kibaou, y responsable de otros muchos títulos que, como los mencionados, exploraban la relación entre la naturaleza y humanidad a través de protagonistas que normalmente habrían sido vistos como bestias enemigas del hombre, como por ejemplo el lobo, y que sin embargo Togawa trataba con empatía y respeto. El segundo autor era ni más ni menos que Kazuo Koike, guionista responsable (entre otras muchísimas obras fuera del mundo del manga) de Golgo en 1960, El lobo solitario y su cachorro  en 1970, Asa, el ejecutor y Lady Snowblood un par de años más tarde y, ya en los ochenta, Crying Freeman junto a Ryōichi Ikegami. Ahí es nada.

Hulk no terminó de aplastar a la afición, pero nos quedamos con Ryōichi Ikegami porque él sí que lograría hacerse con su interés con su adaptación de Spider-Man (スパイダーマン, o Supaidāman, como dijimos antes), imprescindible en las estanterías de los más acérrimos fans del trepamuros (esto es un llamamiento nada disimulado al editor Marvel en España, Julián Clemente). Quien haya posado su mirada sobre cualquiera de las obras que Ikegami nos ha dejado, desde Sanctuary hasta Oen y Yuko, los dos tomos recopilatorios de historias cortas publicados recientemente por Satori, comprenderá el atractivo de esta adaptación y su espectacular arte, que además guionizaron primero Kōsei Ono y, tras el sexto arco argumental, Kazumasa Hirai, escritores muy versados ambos en la historia del cómic más allá de las fronteras de japonesas y por tanto ideales para distinguir entre los gustos estadounidenses y japoneses, y así decidir qué funcionaría y qué no al traducir el mito arácnido.

Spiderman se balanceó por las páginas de la revista mensual de Kodansha Monthly Shōnen Magazine durante 25 entregas, entre enero de 1970 y septiembre de 1971, que fueron recopiladas en 13 volúmenes en los que se puede distinguir una marcada diferencia entre el tono de los dos guionistas y la evolución artística del propio Ikegami. La historia comenzaba siendo en cierto modo igual a la original, o al menos similar con ciertas diferencias de localización, para poco a poco ir divergiendo más del material que adaptaba. El protagonista era un estudiante ejemplar llamado Yu Komori, en vez de Peter Parker, que vivía en Tokio con su Tía Mei –también viuda, como May– y que quería en secreto a Rumi Shiraishi, su amiga de la infancia, ahora lejos de él, en Hokkaido. Estudioso y retraído, Yu fue mordido por una araña radioactiva y obtuvo como resultado extraordinarias habilidades que mantendría en secreto hasta sentir el deber de frenar una amenaza pública, es decir, al villano Electro. Poco a poco, los autores irían presentando personajes originales y el ambiente y las interrelaciones entre personajes, o más bien las consecuencias de las mismas, tomarían connotaciones más oscuras.

A diferencia de Hulk, que desde entonces cayó en el olvido editorial, Spider-Man gustó a los lectores y fue reimpreso –tanto en Japón como en Estados Unidos, bajo el título de Spider-Man: The Manga–, cumpliendo el objetivo que Marvel buscaba al ceder sus derechos a la editorial japonesa. Y, aunque desde entonces se haya hecho algo más difícil de conseguir (y muy esquiva a reediciones), Yu Komori ya es reconocido como un Spiderman más, no sólo como una especie de rareza de versión, en gran parte gracias a las facilidades que brinda contar con tooodo un Universo Spiderman para canonizar cuanto haga falta (y un Spiderverse cinematográfico para que la idea cale entre el público menos comiquero). En concreto, si buscas a Yu Komori, puedes dirigirte directamente a Tierra-70019 y ahí le encontrarás.

El siguiente héroe que se paseó por las publicaciones japonesas fue uno muy de actualidad… ahora, más de cuatro décadas después, ¡pero para nada entonces! Aunque, como ahora mismo con su serie de Disney+, para hablar del manga del Caballero Luna (月光騎士ムーンナイト, Gekkou kishi) también hay que hablar de su potencial televisivo. Viajamos a 1978 y, en su siguiente intento de hacerse big in Japan, Marvel firmó un contrato con Toei mediante el cual se intercambiarían los derechos de los personajes de sus catálogos en sus respectivos países durante tres años, desde 1978 a 1980. Es aquí donde nacían la serie tokusatsu de Supaidāman del entonces Tokyo Channel 12 (actual TV Tokyo) y el anime de la Tumba de Drácula de TV Asahi que mencionamos al inicio de este artículo, y la idea era que Toei fuera contando con otras propiedades que, te adelantamos, no llegaron a buen puerto… pero de las cuales nos quedan sus artes conceptuales, propuestas, e incluso algún que otro muñequito de merchandising del que tanto ha gustado siempre en Japón.

¿Quiénes eran los héroes elegidos para estas propuestas? Pues agárrense, que vienen curvas: Estela Plateada, con una serie de 26 episodios y un telefilm –con La Cosa y Ms. Marvel como invitados–, el Hombre 3D, a quien en Japón llamarían El guerrero del amor de otra dimensión, y nuestro protagonista, el Caballero Luna. Con un diseño bastante similar al original, obra de Ryu Noguchi, aunque con cierto toque del Capitán Centella de los cincuenta (Gekkō Kamen, tokusatsu como él sólo), quizás el motivo detrás de los tres héroes elegidos fuera que, al ser menos icónicos que Spiderman y Hulk, por ejemplo, tendrían más libertad para adaptarles… el caso es que ninguno llegó a las pantallas japonesas, pero el Caballero Luna si llegó a las páginas de la revista infantil de Shogakkan, Televi-kun (algo así como “Niño-TV”), Ojo, decimos a las páginas porque, durante las 12 entregas que aguantó, desde agosto de 1979 a julio de 1980, ¡no apareció en ninguna portada! Doraemon y Ultraman debían ser duros de pelar, porque ellos no se perdieron ni una cubierta…

Detrás de esta adaptación estuvo Gosaku Ōta, mangaka colaborador del famoso Go Nagai en adaptaciones de la creación de este, Mazinger Z. Pero, pese al indudable pedigrí, el manga del Caballero Luna comenzó su publicación antes de que su proyecto de serie recibiera luz verde y, tras la cancelación, continuó siendo publicado por compromiso, un poco como relleno de una revista en la que ni siquiera terminaba de encajar. Su protagonista, Shingo Tōma, se ajustaba al prototipo shōnen al ser un joven estudiante de instituto, pero también era el superviviente del clan de ninjas del Lobo Plateado, del cual heredaba el poder del sagrado lobo totémico con el que vencer al clan enemigo, los Lobos Negros. Parte del poder que heredaba daba lugar a situaciones un tanto violentas, desde luego demasiado para una revista tan infantil, pues al ser inmortal bajo la luz de la luna, esto daba carta blanca para cualquier lesión o golpe mortal.

Todo esto lo sabemos de oídas, gracias a la magia no de la luna, sino de Internet, porque el Caballero Luna no ha sido traducido ni publicado de nuevo, quedando limitado a los pocos escaneos que existen de los números de aquella revista de niños. Como pasó con Hulk, ante el poco éxito entre los lectores estos proyectos tienden a ser olvidados por Marvel, pese a la curiosidad que despiertan. El otro efecto secundario al fracaso de este segundo intento de Marvel fue que la editorial perdiera el interés en adaptar sus cómics al mercado nipón, limitándose a traducirlos (algunos), y a producir series televisivas dentro de la franquicia Super Sentai cuya temática marvelita es ligera, por no decir casi inexistente.

Battle Fever J, por ejemplo, fue una serie tokusatsu protagonizada por guerreros de varios países, como Battle Japan, Battle France, Battle Kenya, Battle… ¿Cossack? y… en fin, Miss America, cuyo diseño parece emparentarla con el Capi (y sería revisitado más tarde, en otro título born in the USA que comentaremos otro día). Las otras dos series Super Sentai en las que Marvel estuvo involucrada fueron Denshi Sentai Denziman, protagonizada por cinco guerreros ataviados en los cinco colores clásicos, enfrentados al Clan Vader, cuya reina Hedrian podría parecerse algo a la Hela marvelita… y Taiyou Sentai Sun Vulcan, esta vez con un total de sólo tres héroes y, hasta donde alcanzamos a ver, cero referencias a Marvel.

Una década pasó antes del siguiente intento, impulsado por el éxito de la serie de animación que, desde Halloween de 1992, reinó en la programación matutina de los sábados en Fox: ¡X-Men: The Animated Series! La serie, que también se emitió en Japón (con su propia cabecera anime super molona), recibió primero un tie-in manga que enganchaba la popularidad de la serie con el juego arcade X-Men: Children of the Atom, con arte de Miyako Cojima y publicado entre 1994 y 1995 por la editorial Takeshobo únicamente en la revista Comic Gamma. Poco después llegaría X-Men: The Manga (como se llamó a su llegada a USA), una serie que adaptó sus dos primeras temporadas con un ritmo más relajado y un tono simpático y divertido. No era la primera adaptación a cómic de esta serie (que a su vez adaptaba los cómics, pescadilla que se muerde la cola). En Estados Unidos ya había comenzado la publicación de X-Men Adventures, con Ralph Macchio y Andrew Wildman en los créditos, un mes antes de la emisión del primer capítulo, y ambas se tomaban alguna libertad en ritmo (y en lo que era permisible en viñetas pero no en la pequeña pantalla), pero claro, el manga resulta más curioso a nuestros ojos. También es curioso que fuera publicado directamente en formato tankōbon por Bamboo Comics, sello de la editorial, saltándose el paso de aparecer en una revista, en 13 tomos que adaptaban 2 episodios por volumen.

Este manga comenzó bajo la pluma de Hiroshi Higuchi durante sus dos primeros números, para después ir pasando de mano en mano por una ristra de mangakas: Koji Yasue, Miyako Kojima, Reiji Hagihara, Rei Nakahara, Hirofumi Ichikawa y Uoriya Ohashi conforman el desfile de autores pasándose el testigo en cada entrega, con un estilo más o menos similar, en tono al menos, entre lo cómico y lo superdinámico. Y si podemos acceder a este título es porque años después, en 1998, después incluso de que la serie de dibujos terminase su emisión, el manga llegó de vuelta a los Estados Unidos, publicado por Marvel Comics en 26 números mensuales que dividían los 13 tomos originales en grapas.

Y es una lástima que no nos haya llegado aquí (de nuevo, lanzamos sin pudor un llamamiento a Panini Cómics) porque la mezcolanza que ofrece este manga es de lo más representativa de lo que supone adaptar entre medios –o mercados–. Piensa en todo lo que suele ser característico de los títulos shōnen. Viñetas a gran tamaño con los héroes en poses guays a más no poder, ataques ultravitaminados, humor súbito de parvulario, epicidad a raudales… Todo ello está presente en esta adaptación, que a la vez extendía escenas y recuerdos que en la serie apenas eran mencionados con un ritmo mucho más pausado que permitía pasar más tiempo con los personajes, cuyos pensamientos podíamos además leer. Los argumentos recreaban fielmente los de la serie animada, mientras los diálogos, de nuevo, se adaptaban más al estilo japonés de épica y ataques verbalizados a los cuatro vientos.

Entre la cantidad de títulos mutantes que atiborraban los estantes de las librerías especializadas ya en aquella década, y con el gusto tan diferente del público estadounidense, posiblemente la lectura de X-Men: The Manga no fuera más allá de ser la curiosidad de turno. Lo que también hay que reconocer es cómo su publicación en Estados Unidos cerró el círculo, meses después del episodio final de la serie, y aprovechó el éxito del juego de los mutantes de las recreativas de Capcom, Children of the Atom, así como X-Men vs. Street Fighter.

Spiderman, en su rol como embajador mundial de Marvel, tuvo más oportunidades de conquistar a los lectores japoneses. Entre noviembre de 2004 y mayo de 2005 protagonizó su segundo strike, Spider-Man J, en las páginas de la revista de Kodansha Comic Bom Bom. Cuando decimos que lo protagonizó nos referimos a Spiderman, no a Parker, porque de nuevo bajo la máscara no le encontraríamos a él sino a otro adolescente, Sho Amanō, con los mismos poderes arácnidos que nuestro Peter. El trepamuros que nos presentaba su autor, Yamanaka Akira, también vive con su tía, MāmiAmanō, y va a clase con sus compis Megumi y Densuke, quienes en la traducción al inglés fueron directamente llamados MJ y Harry porque… a quién queremos engañar. Hasta aquí las similitudes. Sho decidiría usar sus poderes arácnidos contra el villano Lord Gokibu para impedir sus malvados planes, algo relacionado con los fósiles del Rey Insecto.

Si recordamos la anterior adaptación firmada por Ikegami, ni tan siquiera contando con apariciones estelares de los Cuatro Fantásticos, el Doctor Muerte, Elektra y Blade (motivadas, suponemos, por los films de acción real marvelitas de la época), cualquier comparación es odiosa. Pero ambas fueron publicadas en Estados Unidos, la de Ikegami a finales de los noventa y este Spider-Man J a finales de los dosmiles, y ambas fueron abrazadas como parte de la familia arácnida y hechas canon en la gran tela de araña que es el Spiderverso.

El mangaka Yūsuke Ōsawa firmó más recientemente, entre julio de 2019 y marzo de 2020, una adaptación más del héroe arácnido que, de nuevo, no era Peter Parker. El trepamuros de su obra, Spider-Man: Fake Red (スパイダーマン/偽りの赤, Spider-Man: Itsuwari no Aka), era Yu Onomae, un estudiante estadounidense de ascendencia japonesa que idolatra a Spiderman –o el Spidey de su Tierra-TRN854 de origen– y que, en vez de compartir su destino y recibir sus poderes, lo que recibe es su traje. A lo largo de 16 entregas, serializadas en la app de Kodansha Magazine Pocket, acompañamos a este héroe novato mientras decide qué rumbo tomará su destino, y aunque tuvo un recorrido muy breve, Yu Onomae se sumó a la larga estirpe de trepamuros japoneses, de creación o ambientación, desde Yu Komori y Takuya Yamashiro, hasta la pequeña Peni Parker y su mini mecha SP // dr.

Llegamos ya al punto de la historia en el que la popularidad pasa de los sospechosos habituales al nuevo supergrupo de moda, Los Vengadores. La primera toma de contacto se dio en mayo de 2014 cuando la revista infantil Monthly Koro Koro Comic dedicó a los Héroes Más Poderosos de la Tierra un pequeño one-shot con el doble objetivo de presentar a los personajes a los niños japoneses y, de paso, publicitar el anime del momento, Avengers: Disk Wars, y sus respectivos juguetes y merchandising coleccionable. Fujimnosuke Yorozuya presentaba la alineación de héroes en un estilo chibi muy cuco. Estos eran el Capitán América, Iron Man, Hulk, Thor, Spiderman y la Avispa (¡sorpresa, no son exactamente los de la película!), recién llegados a un Japón en el que son ampliamente desconocidos por el público, como en la vida real, y con mucho humor planteaba situaciones en las que Los Vengadores sucumbían a la diferencia entre culturas en gustos, costumbres y gastronomía.

Un año después, en 2015, la mangaka Yusaku Komiyama creaba un título marvelita más para la plataforma Mangabox con los Vengadores como protagonistas, Zombies Assemble, resultado de una de las múltiples iniciativas que C.B. Cebulski puso en marcha para acercar a Marvel a su querido Japón. Después de dos años, en 2017, este manga llegaría a Estados Unidos en 4 números recopilados en un tomo de tapa blanda, no sin antes pasar el guión y los diálogos de la autora japonesa por manos de Jim Zub para su adaptación. Lo llamativo de este título, aparte de adaptar algo tan exitoso como el concepto de llevar el fenómeno zombie al Universo Marvel, es el esfuerzo por retratar a los héroes en sus caracterizaciones cinematográficas, siendo todos ellos fácilmente reconocibles como los actores que les dan rostro en las películas de Marvel Studios (sin contar con los efectos que la amenaza zombie puedan tener en sus… carnes). ¡Además, la llegada a España de este ‘Marvel Zombies Reuníos‘ ya ha sido anunciada por Panini Manga!

En 2017, Marvel y Kodansha anunciaron una colaboración que se antojaba perfecta: Los Premios Marvel Manga, un concurso que invitaba a creadores de manga, fans o pros, a enviar historias originales protagonizadas por cuatro de las propiedades marvelitas más hot del momento, a elegir entre Iron Man, el Capitán América, Spiderman y los Guardianes de la Galaxia. Los participantes verían sus obras juzgadas por el mangaka creador de Fairy Tail, Hiro Mashima, y los pesos pesados de Marvel Comics C.B. Cebulski, Joe Quesada y Axel Alonso, y una vez se anunciase el nombre ganador en la Weekly Shōnen Magazine, el premio que le esperaba era muy suculento: 3 millones de yenes, y la publicación de su obra.

Estos premios se celebraron durante dos años consecutivos, en 2017 y 2018. El primer año ganó Kohei Uchida, con su título Guardians of the Galaxy: Galaxy Rush, mientras que el segundo año fue el trepamuros quien nuevamente robó el foco de atención en la obra ganadora, Spider-Man: I’m Not a Hero, de Yusuke Osawa, artista con títulos shōnen como Green Worldz a sus espaldas. Tanto Cebulski como Osawa hablaban con entusiasmo del proyecto. El primero resaltaba como la obra reflejaba el dilema personal y los conflictos morales que suelen protagonizar las historias de Spidey, mientras que Osawa anunciaba su victoria y la continuación de su obra en sus redes sociales. Habría sido fantástico que estos premios hubieran seguido organizándose cada año, dando un espacio a la publicación de títulos que, aunque no destaquen en la arrolladora continuidad del Universo Marvel, quizás sí pudieran ser recogidos en antologías celebratorias y representativas de esos lazos entre culturas y corrientes tan parecidas y, a la vez, tan dispares.

Llegamos al final de nuestro recorrido, con las dos últimas propuestas que han llevado un cachito de la Casa de las Ideas a Japón. El primero de ellos tiene un título bastante auto-descriptivo: Marvel × Shōnen Jump+ Super Collaboration (MARVEL × 少年ジャンプ+ SUPER COLLABORATION!!) una serie de siete entregas one-shot publicadas en la plataforma digital Shōnen Jump+ y recogidas en un tomo tankōbon, para las que varios mangakas de la Weekly Shōnen Jump jugaban con los juguetes cedidos por Cebulski en plena euforia por el estreno de Vengadores: Endgame. El proyecto, anunciado en marzo de 2019, podría describirse como una carta de amor más de Cebulski al manga japonés con el que tantos paralelismos ve respecto a Marvel, con sus héroes, sus historias inspiradoras y su amplio abanico de lectores, y de los editores y autores de Shōnen Jump, también fans del Universo Marvel.

La iniciativa empezó, curiosamente, con un manga cómico que no protagonizaban esos héroes tan admirados y con quienes querían familiarizar al público, sino por el propio Cebulski siendo entrevistado por editores de la Shōnen, ilustrado todo por Sakurai Takeshi. Le siguió el creador de Yu-Gi-Oh, Kazuki Takahashi, con una propuesta propia que contaría con dos capítulos, este y el que cerraría la colaboración: Secret Reverse, una aventura en la que Iron Man y Spidey deberían detener el ataque de un malvado jefazo en una convención de videojuegos en Japón (que contaba entre sus asistentes con dos de los personajes de Yu-Gi-Oh, Katsuya Jonouchi y Mai Kujaku). Esta aventura en dos partes, que Takahashi creó además al estilo occidental de lectura, de izquierda a derecha, sería publicada más adelante en su propio tomito tankōbon.

El resto de entregas fueron mucho más individuales y anecdóticas: en “Avengers Gag ReelHachi Mizuno presentaba pequeñas tiras cómicas protagonizadas por el grupo, “Interview with Heroesera exactamente eso, una entrevista con Tony Stark, Thor Odinson, Steve Rogers y Bruce Banner retratada por Ken Ogino, “Halloween Avengers” de Mozu Hayanie (aka. Mato) era una pequeña misión contra un enemigo que elige la festividad como momento en el que actuar, obligando a los héroes a disfrazarse para el enfrentamiento, y en “Ant-Man+Toyotaka Haneda se llevaba a la hija de Scott Lang a Japón como estudiante de intercambio para ver como su padre seguía sus pasos, angustiado. Historias cortas, simpáticas, sin mayores ambiciones.

Pero hemos dejado una de las entregas fuera, no por despiste, sino porque rompió el patrón y, como su protagonista, sacó los pies del tiesto y fue a más. Esta fue Deadpool: Samurai, de Sanshirō Kasama y Hikaru Uesugi, un capítulo one-shot en el que Masacre viajaba en el tiempo al Japón feudal para vivir su propia peli de samurais, que gustó tanto y arrasó de tal manera en los rankings de Shōnen Jump+, que continuó siendo serializada a finales de 2020 y hasta verano de 2021. De ahí, a ser recopilada en Estados Unidos y anunciada por Panini aquí en España, y es que si comenzábamos diciendo que el manga marvelita era una buena manera de medir lo que más triunfa en cada momento, Masacre claramente se lo está llevando todo en los últimos años… y verle irrumpir en Tokio y encontrarse con cuanto héroe, figura o dios ahí le espere no puede ser sino un auténtico espectáculo.

Hasta aquí nuestra lista de incursiones marvelitas en el mercado del cómic manga japonés. ¿Cuántas de ellas conocías? ¿Te quedas con las ganas de poder acceder a alguno de estos títulos? En Sala de Peligro nos gustaría tener toda todita la colección Manga Marvel a nuestra disposición… Y otro día tocará hablar del otro lado de la moneda, mucho más accesible: los intentos de recrear el manga desde la madre nodriza, Marvel USA. ¡Los 2000s! ¡El animanga! Ay, qué tiempos…