Batman: El Impostor, cuando el héroe es el villano

¿Qué es lo que hace que un personaje perdure décadas? Está la motivación comercial, el ritmo de publicación americano y el fortísimo marketing constante que lleva a que un icono esté presente en las vidas de propios y extraños de una manera prácticamente omnipresente. Vale, pero otros también han contado con eso y se han quemado por el camino. Otros, sin embargo, son tan o más relevantes que cuando nacieron. ¿Cómo es posible?

Pues solo hay una explicación posible: a su manera, son un lienzo en blanco. En su concepto, son una cosa simplísima que todo el mundo es capaz de entender. Pero, en cuanto se reflexiona más y más, se encuentran muchas características ambiguas que permiten que un autor pueda entrar a reflexionar en él y conseguir darle una serie de matices que aportan a su legado. Pero puede venir otro autor y barrer en un sentido contrario y que el todo siga siendo coherente.

Son personajes con una mitología establecida a lo largo de los años pero que pueden ser reinventados constantemente. Ahí consiste su fortaleza: todo debe sumar, en lugar de encorsetar más y más a un universo a ser una única cosa. Por ese motivo, siguen vivos a pesar de cumplir un siglo.

Eso queda patente en el mundo del cómic, en la que cada nueva etapa es tangencialmente distinta a la anterior. Pero también se puede aplicar al cine, con esa The Batman con Robert Pattinson dando piel al Caballero Oscuro, que todo el mundo espera impacientemente. Y eso que tan solo han pasado unos pocos meses desde que se vio la última iteración fílmica del personaje…

Como anticipo del filme, DC contó con el guionista de la película: Mattson Tomlin para lanzar una historia en la línea DC Black Label. Batman: El Impostor es una muestra de las capacidades narrativas del escritor. Y, como tal, debe ser entendido este proyecto. Una primera toma de contacto con todo aquello que uno se puede esperar una vez entre en la sala donde se proyecte la cinta dirigida por Matt Reeves. Una, que, además, trata de funcionar por sí misma y de llevar a Gotham a un terreno al que no esté supeditado a nada más que a un acercamiento autoral al Señor de la Noche.

Pero eso no quiere decir que se olvide de conseguir atrapar al lector desde el primer momento. Es una pieza absolutamente atmosférica que se atreve a buscar una iconografía propia y a dar una vuelta de tuerca a lo que se cree conocer de Batman.

La premisa parte de un Bruce Wayne, consumido por sus acciones violentas, que es acusado por los presuntos asesinatos llevados a cabo por Batman. Pero no es él el responsable. Hay otro Batman que está “manchando” su nombre. ¿Quién es y a qué responde? Esa dicotomía entre todo lo que Batman podría ser si se deja llevar y lo que realmente es, es el corazón de la historia.

Pero también el personaje ha sido tratado desde una perspectiva inusual: la sociológica. Se analizan cuestiones como el contexto económico empresarial de Gotham y el impacto que tiene las aventuras del justiciero o las causas de la criminalidad en la ciudad, cuestiones que normalmente son pasadas de soslayo en favor de las tramas trepidantes. Con ello, no quiere decir que el ritmo pierda fuerza, pero sí que se da un acercamiento muy particular y, por tanto, estimulante. Se acerca más a un terreno de cine negro clásico, con sus densísimas atmósferas que a un cómic tradicional de superhéroes.

La historia está narrada desde tres puntos de vista: una policía al cargo del caso, Leslie Thompkins, que hace las veces de abnegada terapeuta psicológica del protagonista, y el propio Batman. Dos de ellos son personajes femeninos la mar de interesantes y eso permite poner la lupa en el antihéroe de una forma poco habitual. A pesar de que tener una vocación, a su manera, cubista, no se pierde un ápice de la concreción.

Este es un proyecto muy ambicioso y parece que se tenía muy claro qué es lo que se ha querido contar. Y se ha hecho de una forma muy elocuente. Construyendo un universo propio y, con una aproximación realmente innovadora. No tanto por conseguir reinventar lo que se sabe de este microcosmos, si no por lograr dar un punto de vista alejada de los convencionalismos. Parece fácil, pero con un personaje por el que han pasado tantas manos, es algo verdaderamente meritorio.

El trabajo artístico de Andrea Sorrentino está a otro nivel. Es un autor ya experimentado con una narrativa siempre sugerente que consigue producir una cantidad inagotable de composiciones creativas y disruptivas. Es alguien que siempre consigue romper las expectativas y con una voz tan definida que divide a los lectores. Es un trabajo cuya única constante es la de deconstruir las formas y dar con nuevas maneras de contar. Y aquí vuelve a dar el do de pecho. Guste más o menos, es uno de los autores que siempre dan con nuevas vías.

Jordie Bellaire pone el color consiguiendo alimentar la densidad que este cómic. Opta por colores apagados, oscuros, en las que las explosiones de color estallan con virulencia en los ojos del lector. Le da un aire muy siniestro, misterioso y de una belleza oscura.  Un trabajo impecable más de la consolidada colorista. 

ECC Ediciones tiene disponible la historia en una edición original en tres volúmenes cartoné o, más recientemente, en un único volumen a un precio razonable. Lógicamente, es más recomendable adquirir la más actual reedición. En cualquier caso, se echa a faltar algún extra que culmine la experiencia. En cualquier caso, el material ha sido tratado con el cuidado habitual propio de esta editorial.

Batman: El Impostor no parece tener más intención que la de construir una historia de personajes y de encontrar claves sobre quién es esta persona que se pone un disfraz de murciélago para, noche a noche, enfrentarse al crimen en sus propios términos. No se trata de reinventar al icono, si no de ponerle frente a un espejo que lo deforme para entender quién es o no es. Y, como tal, es un buen retrato y una manera personalísima e interesante de comprender cuál es el núcleo de Batman. Además de ser una lectura condenadamente entretenida.