Cuando Jonathan Hickman narró la última gran historia de Los Cuatro Fantásticos

En otoño de 2009, nadie hubiese podido defender que los cómics de Los Cuatro Fantásticos se publicasen con el lema “¡El mejor cómic del mundo!” impreso en la portada. Es cierto que “mejor” es un término que, cuando se trata de tebeos (o de libros, o de películas…), se aplica desde la subjetividad, pero una afirmación que podía sostenerse con argumentos sin que sonase a despropósito en los sesenta, cuando Stan Lee y Jack Kirby revolucionaron el medio con la creación de Míster Fantástico, la Mujer Invisible, la Antorcha Humana y La Cosa, o cuando en los ochenta John Byrne narró algunas de las historias más icónicas de los personajes, parecía estar muy lejos de ser cierta a finales de la primera década del siglo XXI.

El tándem formado por Mark Millar y Bryan Hitch abandonaba la colección tras apenas una decena de entregas en las que no habían logrado armar una historia que se acercase en interés ni en épica a la que habían firmado en The Ultimates entre marzo de 2002 y abril de 2004. A pesar del reclamo que seguían suponiendo los apellidos de ambos narradores impresos en la portada de un tebeo, su trabajo no consiguió despertar el interés de los lectores y en los despachos de Marvel veían cómo fracasaba un nuevo intento de que el formato papel capitalizase el éxito en taquilla de Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer. Millar y Hytch se despidieron de la franquicia vendiendo poco más de 40.000 ejemplares del FF #569 en el mercado norteamericano, muy por debajo de los 115.000 del Amazing Spider-Man #600, los 90.000 de Incredible Hulk #600, los 87.000 de Captain America #601, los 80.000 del Uncanny X-Men #513…

La elección de la dupla británica, a pesar de su popularidad, en el fondo, repetía un patrón que había conducido al estancamiento de la cabecera y la desafección por parte de los lectores desde que Mark Waid firmase su última entrega. El editor responsable de la colección en aquel momento, Tom Brevoort, alcanzó la conclusión de que tras una década escrita por guionistas consolidados como Waid, Straczysnki, McDuffie o Millar, Los Cuatro Fantásticos necesitaban alguien que pudiese acercarse a la serie desde una perspectiva completamente distinta, y reimaginarla. Entonces, levantó el teléfono y llamó a Jonathan Hickman.

Años después, tras haber leído su trabajo en Los Vengadores, Secret Wars o La Patrulla X, se hace complicado pensar que la apuesta de Brevoort fuese arriesgada. Sin embargo, en 2009, el apellido Hickman impreso en la cubierta de una grapa sólo resultaba familiar a los muy cafeteros. Había colaborado de forma circunstancial con Virgin Comics, diseñando portadas para obras de autores como Andy Diggle o Garth Ennis, y más activamente con Image, sello para el que firmó algunas series limitadas como The Nightly News, dibujada por él mismo, y con el que seguiría colaborando durante sus primeros años escribiendo para la Casa de las Ideas. Cuando Brevoort le ofreció escribir Los Cuatro Fantásticos, su currículum en Marvel se limitaba a algunas entregas de La Legión de Monstruos, y su colaboración con su padrino en la editorial, Brian Michael Bendis, en Guerreros Secretos. En ningún caso Hickman era una opción evidente. Sin embargo, el editor lo escogió porque consideraba que tenía “una voz única” y una gran “capacidad para planear a largo plazo”.

El autor de Carolina del Sur aceptó el encargo, a pesar de que, como ha explicado en diversas ocasiones, nunca había sido lector de los cómics de Los Cuatro Fantásticos “salvo cuando se producía algún crossover con las colecciones mutantes”. Sin embargo, Hickman recibió como un gran honor que pensasen en él para escribir la serie, “especialmente porque Tom Brevoort es un gran fan de los 4F”. Durante los dos o tres meses que tardó en preparar el proyecto a largo plazo que iba a presentarle a Brevoort leyó “más cómics de los 4F que en el resto de mi vida”.

El guionista valoraba también que, lejos de ser un hándicap, lo ayudó “no haber crecido leyendo Los Cuatro Fantásticos (…) porque realmente podía ver lo que funcionaba y lo que no, porque leí todos esos cómics de una vez. Sin nostalgia, sin amor por autores concretos…”. Hickman percibió el impacto no siempre positivo que la versión ultimate de los personajes había tenido en la serie regular, a pesar de no formar parte de la continuidad. Leyendo el material clásico en paralelo a los tebeos que se habían publicado en los últimos años, el guionista percibió que mientras que la esencia de la colección mezclaba las aventuras fantásticas con el tema de la familia, “cuando se lanzó Ultimate Fantastic Four y Warren Ellis se hizo cargo de la serie, se convirtió en una serie de exploradores científicos. Y he notado la propensión de varios escritores a intentar convertir Los Cuatro Fantásticos en una especie de ‘¡mira qué historia científica tan genial he descubierto!’. Y creo que la colección ha perdido un poco de alma”.

Además de sus propias valoraciones, Hickman recibió algunas directrices por parte de su editor. Cuando Brevoort le explicó lo que la compañía quería que hiciese con la colección, le pidió que tomase como referencia los Nuevos X-Men de Grant Morrison (“cogieron las ideas centrales de las series de los X-Men que todo el mundo conoce y las hicieron parecer nuevas gracias a su ejecución”) y Planetary, de Warren Ellis y John Cassaday, en cuanto a la escala macrocósmica y la vocación exploradora de los protagonistas.

Hickman respondió armando una historia que se desarrollaría a lo largo de más de tres años y sesenta y nueve grapas, y en la que iba a combinar con mano maestra lo que le habían pedido desde Marvel con su propia lectura de la serie. El autor regresó sobre los grandes argumentos de la franquicia y los presentó a través de nuevas narrativas, y planeó una historia de largo aliento y alcance multiversal. Pero fue más allá. Le devolvió el “alma” a la franquicia restituyendo la centralidad que las relaciones humanas y las dinámicas familiares habían ocupado en las épocas más memorables de Los Cuatro Fantásticos, los reconectó con su propia genealogía y, tanto o más importante, los volvió a vincular con la continuidad y el presente editorial del Universo Marvel.

A pesar de que, paradójicamente, su extensa etapa al frente de la colección no se publicó con el rimbombante eslogan acuñado por Stan Lee, Jonathan Hickman firmó junto a dibujantes como Dale Eaglesham y Steve Epting una de las etapas más memorables de la franquicia. Por su sofisticación narrativa, por su carga épica y dramática, por cómo explotó los elementos de la ciencia ficción y el universo propio de la Primera Familia, por su trabajo de caracterización de los personajes…, pero también por el sabor tan reconocible que logró cocinar, los cómics de Los Cuatro Fantásticos que llegaron a las librerías estadounidenses entre octubre de 2009 y diciembre de 2012 conforman una de las épocas doradas de la colección y, durante aquellos tres años, uno podía argumentar sin parecer un cretino que se trataba de “la mejor revista de cómics del mundo”.

Un puente de regreso a la continuidad

Antes de que tomase las riendas de la serie regular de Los Cuatro Fantásticos, Marvel le encargó a Jonathan Hickman que escribiese una serie limitada (DR: FF #1-5, V-IX, 09) que mostrase cómo iban a afectar a la familia Richards los sucesos de Reinado Oscuro. Argumentalmente, el crossover tenía como objetivo establecer las consecuencias de que, tras la desastrosa razia skrull en Invasión Secreta, el maquiavélico y oportunista Norman Osborn le hubiese arrebatado la confianza de las autoridades y su patrimonio a Nick Furia y Tony Stark. Además, desde una perspectiva interna, permitía a Brevoort comprobar cómo se desenvolvía con los personajes el guionista de Carolina del Sur antes de su desembarco en la colección principal.

Durante la breve etapa de Millar como guionista de Los Cuatro Fantásticos, los protagonistas se habían mantenido bastante al margen de los eventos que habían sacudido el Universo Marvel. Teniendo en cuenta el papel preponderante de los skrull y la relevancia de Reed Richards en la trama, hubiese sido de esperar que Invasión Secreta se hubiese dejado notar mucho más en la colección mensual de los Imaginautas, pero el guionista escocés había recibido carta blanca para narrar su propia historia, más bien aislada de todo lo demás. La miniserie de Reinado Oscuro se sintió como la primera maniobra para devolver a los personajes si no al centro de la acción, sí a unas coordenadas en las que no quedasen fuera del radar de los lectores.

Desde el punto de vista narrativo, que la serie mensual de Los Cuatro Fantásticos discurriese ajena a la continuidad era una incoherencia únicamente sostenida por la priorización de obtener buenos resultados comerciales, que se consideró que podrían llegar si Millar firmaba algo que se pareciese a The Ultimates o Civil War. Las cifras se obstinaron en señalar esta opción como desacertada, y Brevoort rectificó hábilmente pidiéndole a Hickman una historia en el sentido contrario, que encajase al grupo en la actualidad más inmediata del Universo Marvel. ¿Cómo abordaba Norman Osborn a Los Cuatro Fantásticos en su ambición por controlar la actividad superheroica en los Estados Unidos? ¿De qué forma lo recibieron en el Edificio Baxter?

En Reinado Oscuro: Los Cuatro Fantásticos, con dibujo de Sean Chen, Lorenzo Ruggiero a las tintas y John Rauch realizando un notable trabajo con el color, Hickman ofreció una respuesta breve a esos interrogantes derivados de Invasión Secreta. Por supuesto, un endiosado (incluso más que de costumbre) Norman Osborn tenía la intención de sacar de circulación al cuarteto superheróico, y con esa intención se presentaba en el Edificio Baxter, escoltado por un comando de H.A.M.M.E.R. y un simbionte. Pero el guionista convirtió el asalto en una trama secundaria, que llega a percibirse como un pretexto, como la condición impuesta para permitirle jugar con los personajes, y le bastó con el ingenio (que no es poco, claro) y la terquedad de los pequeños Franklin y Valeria para despachar el asedio de Osborn, mientras que los adultos andaban resolviendo problemas más graves en otras dimensiones.

Y es que, aunque la miniserie mostraba las consecuencias que Invasión Secreta tenía para la Primera Familia, éstas eran anecdóticas, y Hickman parece mucho más centrado en colocar los cimientos argumentales sobre los que asentaría la memorable etapa que comenzaría a publicarse en octubre de 2009, justo al mes siguiente de que el último número de Reinado Oscuro: Los Cuatro Fantásticos llegase a las librerías: el sentimiento de culpa de Reed Richards, su ambición por resolverlo todo, la creación de un portal interdimensional, la evolución de los poderes de Franklin y Val…

La trama de estos cinco números presentó el nuevo prodigio tecnológico diseñado por Reed Richards, que iba a convertirse en el desencadenante de todo lo que sucedió en decenas de grapas posteriores. El Puente era un dispositivo que actuaba como portal interdimensional y Míster Fantástico planeaba usar para observar distintos puntos y momentos del multiverso e intentar comprender qué errores había cometido, cómo podría haber evitado las grandes tragedias que acababan de azotar al mundo y, quizá, repararlas. “Yo provoqué todo esto. Y toda la humanidad, mi familia… mis hijos sufrieron por ello”, terminaba el primer monólogo del personaje escrito por Hickman.

El asalto de H.A.M.M.E.R. comenzaba justo en el instante en que Reed, atribulado pero optimista, se preparaba para viajar por primera vez utilizando El Puente. Como parte de su asalto, los hombres de Osborn cortaron la luz del rascacielos justo cuando Míster Fantástico estaba accionando el dispositivo, y provocaron que Sue, Johnny y Ben fuesen arrojados a un mundo salvaje y prehistórico, mientras Reed, sin tener noticia de lo que sucedía en el edificio, se asomaba a su particular aleph. El viaje del hombre más inteligente del mundo a través del multiverso partía de un propósito científico, pero acabó teniendo un resultado casi iniciático. Tras haber asistido a múltiples realidades y líneas temporales en El Puente, Reed ya no sentía, sino que estaba plenamente convencido de que las cosas malas que habían sucedido en el Universo Marvel eran culpa suya, y que sólo cabía una solución: planteárselo como cualquier otro problema científico y buscar la fórmula para resolverlo todo.

El argumento de Reinado Oscuro: Los Cuatro Fantásticos actuaba más como prólogo a las sesenta y cuatro entregas posteriores que escribirá Jonathan Hickman entre Los Cuatro Fantásticos y su derivada, Fundación Futuro, que como una historia autoconclusiva. En la última viñeta no se percibía una intención de cierre, sino que comunicaba la posibilidad de una historia de largo aliento. Pero, además, estas cinco grapas también sirvieron al propósito de reconectar a Reed, Sue y el resto del clan con los principales eventos que se habían sucedido en el Universo Marvel desde la Secret War de Bendis, e iba a dejarlos en una posición desde la que pudiesen interactuar con los que fuesen a venir. En la ficción, El Puente era una puerta abierta al multiverso, a distintos tiempos y realidades. Narrativamente, fue el motivo que puso en marcha las distintas líneas argumentales en torno a las que se articuló la gran saga de Hickman. Pero El Puente era también el hábil mecanismo narrativo que el escritor empleó para mostrar que no sólo los sucesos de Invasión Secreta habían marcado a los protagonistas, también el resto de los grandes eventos Marvel de la década, especialmente Civil War y Aniquilación.

Hickman en la casa que Stan y Jack construyeron

Lo que Reed Richards vio la primera vez que activó El Puente, lo que reafirmó al héroe en su sentimiento de culpa y en el convencimiento de que era su responsabilidad “resolverlo todo” fueron una serie de imágenes de las realidades alternativas resultantes de que él hubiese actuado de forma distinta frente al Acta de Registro de Superhumanos que ocasionó la guerra civil, o que hubiese convencido a los Illuminati para optar por un curso de acción que no hubiese desembocado en la invasión skrull. Reed asistió a muchas realidades, y en todas ellas, sus acciones estaban relacionadas, de un modo u otro, con la cadena de causas y consecuencias que terminaban con alguien enfrentado, con alguien lastimado… El héroe no tenía más remedio que concluir que él había sido responsable del sufrimiento que habían causado esos eventos, pero también se convencía de que si actúa solo y guiándose únicamente por su inteligencia sería capaz de “resolverlo todo” y transformar Tierra-616 en una utopía. Así, Hickman empezó a narrarnos una historia nueva, pero que no funcionaba al margen del presente y el pasado Marvel, sino que partía de él y que se encajaba en él de forma completamente orgánica.

A pesar de estar considerado como uno de los mejores guionistas de su generación, al de Carolina del Sur se le ha reprochado en ocasiones que emplee a personajes con tanta tradición como los de Marvel como títeres de marca blanca al servicio de las historias que él quiere contar. Que, a efectos narrativos, daría lo mismo sin el lugar de Míster Fantástico, Lobezno o el Capitán América fuesen otros los protagonistas de sus cómics, porque moldea sus pasados y caracteres para hacerlos funcionar en sus tramas, en lugar de construirlas a partir de esos emblemáticos personajes. Si bien es cierto que, posteriormente, su escritura de alguno de los mutantes iba a ser algo genérica, sus más de tres años al frente de Los Cuatro Fantásticos ofrecen un amplio catálogo de argumentos que se oponen al mantra que repiten algunos de sus detractores.

El primero de esos argumentos es precisamente la forma en que construyó y escribió a Reed Richards, respetando las líneas maestras del personaje, tomando los momentos clave (y algunos no tan clave) de las etapas anteriores como un pasado que necesariamente seguía condicionando sus acciones y haciéndolo evolucionar sin desprenderse de todo ello. El Míster Fantástico que se empezó a narrar en Reinado Oscuro y que llegó hasta el FF #611 (XII, 12) era un personaje sometido a las tensiones que se daban entre su condición de padre de familia y la superheróica, entre la responsabilidad que entrañaba ser el hombre más inteligente del universo y las limitaciones de la naturaleza humana. Como sucedía con los Nuevos X-Men de Morrison, los lectores ya habían leído antes a Reed sometido a estas tensiones. La culpabilidad y la responsabilidad forman parte estructural del personaje. A lo largo de sesenta años de historia de la serie, el sentimiento de culpabilidad por el accidente que les concedió sus poderes ha sido el leit motiv del cabeza de familia. Míster Fantástico ha sido siempre alguien que ha cargado sus hombros con el peso de la responsabilidad, y Hickman lo volvía a construir sobre esos cimientos, pero desplazaba el motivo de esos sentimientos encontrados a episodios más cercanos al presente del personaje y del lector, y les daba una nueva vuelta de tuerca.

El guionista comprendió al personaje, buscó su esencia, la destiló para no extraviarse cuando posteriormente lo hiciese evolucionar durante la larga saga, y mostró el proceso para que los aficionados tampoco se perdiesen. Porque Reed iba a hacer durante el trayecto algunas cosas que no se le habían leído antes, y era importante no perder de vista por qué las hacía, por qué el protagonista de la acción tenía que ser específicamente Reed Richards y no cualquier otro superhéroe con una inteligencia prodigiosa y unos conocimientos científicos y tecnológicos sin parangón. En la historia que Hickman decidió contar, la inteligencia y la responsabilidad del personaje hicieron eclosionar su ego, conduciéndolo por senderos ciertamente tortuosos que lo apartaban de su familia y amigos, e incluso iban a llevarlo a aliarse con enemigos como el Doctor Muerte, Diablo y el Pensador Loco. En los primeros compases, cuando se empezó a plantear armar una utopía por sí solo, Míster Fantástico se debatió entre si lo que se planteaba era “total arrogancia” o si durante los últimos años se había estado “ocultando detrás de una falsa humildad”. Y el superhéroe optó por validar lo segundo, aceptó algo así como que la mayor inteligencia del universo conllevaba la mayor de las responsabilidades. Y no pudo hacer otra cosa que ponerse manos a la obra.

Hickman explicó que, en su opinión, su trabajo consistía “en construir un mito o derribarlo. Me lo tomo en serio, en los 4F siempre trato de añadir al mito, en lugar de destruirlo”. Y el mito de Reed Richards comenzaba con Stan Lee y Jack Kirby, a los que el guionista norteamericano consideraba la base fundamental, y era desde sus números desde donde se permitía cuestionar, por ejemplo, a Warren Ellis en Ultimate Fantastic Four por eliminar las tensiones familiares de la ecuación.

El respeto del autor por el trabajo de los fundadores de Marvel y el conocimiento de las etapas más clásicas de Los Cuatro Fantásticos se hizo evidente a lo largo de toda su etapa. No se trataba sólo de la fidelidad en la caracterización de Míster Fantástico, de Sue como ancla de la familia, el uso recurrente de la Antorcha Humana y La Cosa como contrapunto a veces cómico, a veces emotivo… Con excepción del Super Skrull y el Amo de las Marionetas, el guionista introdujo a todos los villanos relevantes de la historia de Los Cuatro Fantásticos, que no son pocos, y fue capaz de darles un lugar en la trama que tenía pleno sentido en relación con su pasado.

Si lo que desató la principal amenaza a la que tuvieron que enfrentarse los superhéroes fue que, al usar El Puente, Reed acabó encontrándose con una logia de versiones de sí mismo procedentes de otras realidades que también se habían propuesto “resolverlo todo”, y que por ese motivo eran perseguidos por los grandes antagonistas de la macrosaga, las poderosas entidades cósmicas conocidas como Celestiales, las ambiciones de buena parte de la galería de antagonistas clásica fue la que desató el segundo conflicto en danza. La Guerra de las Cuatro Ciudades no era otra cosa que la colisión de las disputas de poder internas y externas que afectaron a Attilan y Hala enfrentadas, la Zona Negativa desde la que Annihilus pretendía abrir una brecha con la ayuda de una secta infiltrada en Nueva York, las disputas dinásticas que cuestionaban el poder de Namor en Atlantis, y el perjuicio que la Ciudad Eterna del Alto Evolucionador estaba causando a la nación subterránea del Hombre Topo, y posteriormente a Estados Unidos, cuando emergió en mitad de territorio norteamericano.

Hickman situó en el centro tanto del desarrollo de ambos conflictos como de su desenlace al Doctor Muerte, a partir de su ambigua relación con Valeria Richards y de su agenda personal. La pequeña Val estaba convencida de que el villano de la máscara de hierro era la clave para que lograr un desenlace afortunado para el enorme conflicto, porque así se lo había dicho el Franklin Richards que la visitó desde el futuro (FF #574), o el no-futuro, en el que la contienda entre las ciudades y la amenaza de los Celestiales Locos habían acabado con (casi) todo. Y es que, si Reed respondía al arquetipo de personajes que le gusta manejar a Hickman, tipos inteligentísimos, con habilidad táctica y la vanidad como defecto, tanto la pequeña Val como el latverio no se quedaban atrás. De hecho, sabemos que el guionista opinaba que “El Doctor Muerte es posiblemente el mejor villano del Universo Marvel”. Tanto es así que la ¿heroica? actuación de Muerte en el desenlace de la trama, ganando tiempo para que los héroes pudiesen derrotar a los Celestiales, contenía la semilla de lo que Hickman haría florecer en el Universo Marvel en años posteriores y que culminaría en 2015 con una maravilla del noveno arte titulada Secret Wars, dibujada por Esad Ribić, y nuevamente con gran protagonismo del villano.

Lógicamente, su etapa al frente de Los Cuatro Fantásticos no hubiese catapultado a Hickman al estrellato si se hubiese limitado a homenajear a los clásicos y remozar las versiones originales de los personajes. El guionista partió de la esencia, pero no se quedó únicamente con lo más icónico, sino que geoffjohneó, buceó en la continuidad de la editorial para la que escribía buscando argumentos y puntos de anclaje. Civil War e Invasión Secreta son los desastres en los que se concretaba el sentimiento de culpa de Reed, pero la compleja arquitectura argumental de la historia que armó en Los Cuatro Fantásticos recogió también numerosos elementos de etapas mucho menos aclamadas. Lo que con tanto ahínco perseguía Reed, para empezar, esa “Idea nº101: resolverlo todo” escrita en las paredes de su laboratorio procedía del FF #551, en el que Dwayne McDuffie y Paul Pelletier mostraron el centenar de ideas que Reed y Tony Stark tenían para hacer del mundo un lugar mejor. La 101 consistía en: “acabar con el hambre, la pobreza, la enfermedad y la guerra. Aumentar la libertad. Fomentar el potencial individual y colectivo. Crear oportunidades para animar y enriquecer el espíritu humano”. Eso es lo que se propuso el Reed de McDuffie y lo que persiguió el de Hickman.

Por otra parte, si trabajaba con la voluntad de reconectar a los personajes con su biografía ficcional, la etapa inmediatamente anterior debía de reflejarse de algún modo en la historia, y quizá el más significativo se enunciaba de forma muy sugerente cuando acompañaron al Hombre Topo bajo el suelo de Manhattan. El villano pidió ayuda a los héroes porque otro de los sospechosos habituales, el Alto Evolucionador, había construido una ciudad subterránea a la que estaban escapando sus topoides, y en el viaje tierra a través, la comitiva pasaba por delante del cadáver del Galactus que Reed había enterrado durante la etapa de Mark Millar y Bryan Hitch para evitar que el Galactus de su línea temporal se enterase y pidiese explicaciones. En el FF #575 (II, 10) Dale Eaglesham mostró los restos del devorador de mundos como si se tratase de un guiño inocente, como esos nombres escritos en las lápidas de los cementerios de las películas que rinden homenaje a personajes admirados, a amigos que ya no están. Pero, efectivamente, una decena de grapas más tarde, en el FF #585 (I, 11), Estela Plateada surcaba el cielo de la Gran Manzana para anunciar en lo alto del Edificio Baxter la llegada de Galactus quien, en mitad de problemas más graves, exigía que se le explicase por qué “su” cadáver estaba enterrado a decenas de metros de profundidad en la Tierra-616. De la etapa de Millar, Hickman también reaprovechó el Neomundo creado por Ted Castle y Alyssa Moy como otro de los escenarios en los que discurría la batalla, para finalmente sacarlo de circulación haciendo que el coloso intergaláctico lo consumiese.

Además, cuando Hickman proyectó su historia hacia la parcela cósmica de Marvel, integró en Los Cuatro Fantásticos lo que venía sucediendo más allá de las estrellas en la última década. Aunque lo introdujo de manera que el lector conociese todo lo que necesitaba conocer para no perderse (demasiado) en una trama que se expandía y se volvía más y más compleja con cada número, cuando la Primera Familia acudió a la cara oculta de La Luna y se encontró con los Inhumanos (FF #577, V, 10), su encaje en el puzle se daba a partir de lo que Keith Giffen había narrado en Aniquilación, Dan Abnett y Andy Lanning en Aniquilación: Conquista, Guerra de Reyes y Reino de Reyes. La escala intergaláctica de esta historia no puede concebirse sin estos eventos.

“En algún momento me gustaría jugar con personajes y elementos de Aniquilación, especialmente con la Zona Negativa. Creo que se pueden hacer muchas cosas con eso”, había anticipado el autor durante las entrevistas promocionales que precedieron al lanzamiento del FF #570 (X, 09). Del evento escrito por Giffen, por ejemplo, tomó la Oleada Aniquiladora. Las hordas de insectos antropomórficos de la Zona Negativa que terminó comandando Johnny Storm en el momento decisivo (FF #600, I, 12) aparecieron por primera vez en las páginas del crossover, como una destructiva fuerza de ataque que pasaba sin miramientos por encima de los cuerpos Nova, de los skrull, de los kree…

La tensión política y el conflicto bélico que sostenían precisamente los kree y los Inhumanos procedía de Guerra de Reyes, donde estos últimos se habían rebelado contra su papel de víctimas para reclamar a los primeros su derecho a gobernar, y de Reino de Reyes, donde Rayo Negro había muerto (aparentemente), quedando Medusa como regente, y la nobleza kree se había alzado contra la familia real inhumana. A este par de eventos se debe también que cuando el lector de Los Cuatro Fantásticos se reencontrase con Crystal, esta fuese la esposa de Ronan el Acusador, con quien había contraído matrimonio en un enlace político, al estilo de las noblezas medievales. Y que la ciudad de Attilan apareciese convertida en una nave espacial (sin dejar de ser una ciudad). De nuevo, Hickman daba pasos hacia adelante, porque es la forma de sostener ese prodigio único de la historia de la literatura que es el universo narrativo compartido y sostenido a lo largo de seis décadas que llamamos Universo Marvel, pero lo hacía en diálogo con los autores que lo precedían. En el caso de los Inhumanos, el de Carolina del Sur se permitió reescribir una parte de su origen, explicar que las nieblas terrígenas y los Inhumanos de la Tierra no eran un fenómeno tan único como se había creído, sino que el experimento evolutivo de la raza kree que los originó fue llevado a cabo también en otros lugares y dio lugar a cinco razas de Inhumanos distintas que encontramos coaligadas y esperando el retorno de Rayo Negro.

Hickman y Dale Eaglesham también añadieron a la mitología inhumana un curioso personaje llamado Eldrac, un portal viviente que conducía a quien lo atravesaba al lugar en el que desease estar y que recuerda, en cierto sentido, a los portales biológicos que algunos años después idearía como forma de entrada a la nación mutante de Krakoa. Y fueron los responsables de la creación de la Brigada Ligera (FF #578, VI, 10), un comando de operaciones especiales, formado por un miembro de cada una de las razas inhumanas, que ayudó a Johnny Storm a regresar de la Zona Negativa.

Durante algunos números, Hickman concedió tanto protagonismo al relato de los Inhumanos, lo volvió tan interesante, insinuó posibilidades tan sugerentes que dejó a muchos con ganas de leerlo como autor de la colección regular, o alguna exquisita serie limitada al estilo de su S.H.I.E.L.D.. Y quién sabe, ya que, durante esta etapa, la reconexión de Los Cuatro Fantásticos con su propia genealogía y tradición se sintió tan relevante como en los años posteriores lo irían siendo algunos de los argumentos que discretamente fue sembrando el guionista pensando en el futuro, ya no sólo de sus protagonistas, sino de todo el Universo Marvel.

La muerte de la Antorcha Humana y el número #600

En noviembre de 2011, la serie regular de Los Cuatro Fantásticos se convirtió en la primera cabecera de Marvel en cumplir cincuenta años y en publicar su número #600. Es cierto que, como dilucidó Julián Clemente, la efeméride no fue del todo exacta. El número #600 se puso a la venta el 23 de noviembre de 2011, pero con fecha de portada enero de 2012. Cinco décadas antes, el número #1 se había publicado con fecha de portada noviembre de 1961, pero realmente salió a la venta dos meses antes, en agosto.

Sea como fuere, la serie decana de la editorial alcanzaba una de esas cifras que en la Casa de las Ideas no pueden dejar pasar inadvertidas. En el departamento de márketing, la maquinaria se activó durante el verano previo, cuando anunciaron que la colección celebraría su número #600 con una grapa cuádruple completamente escrita por Jonathan Hickman y en la que participarían, además del dibujante que estaba a cargo de los lápices de la serie en aquel momento, Steve Epting, los artistas Carmine Di Giandomenico, Ming Doyle, Leinil Francis Yu y Farel Dalrymple. El propio guionista prometía un capítulo “tan grande, expansivo y épico” como requería la ocasión. Y con los lectores recuperados para la causa e inmersos en la historia a gran escala que durante los dos últimos años venía desarrollándose cerca de alcanzar su conclusión, parecía que el hito llegaba en un buen momento tanto creativo como comercial. Además, ¿qué marvelita no querría tener un ejemplar del FF #600 (I, 12) en su colección?

Las ventas en Estados Unidos, sin embargo, apenas superaron los 70.000 ejemplares. La cifra no parece acorde a la importancia histórica de la entrega, y se situó muy por debajo de los tebeos más vendidos de aquel mes. El Batman #3 de Scott Snyder y Greg Capullo colocaba alrededor de 150.000 ejemplares, y mirando exclusivamente dentro de Marvel, La Patrulla-X, Lobezno y La Patrulla-X y El Increíble Hulk vendieron entre 10.000 y 30.000 copias más que Los Cuatro Fantásticos. Resulta extraño.

Uno de los motivos podría encontrarse en la complejidad argumental de la etapa de Hickman que, si bien encontró el aplauso unánime de crítica y lectores, expulsaba a los aficionados que trataban de incorporarse a mitad del trayecto. Además, cuando Brevoort lo designó como guionista a largo plazo de la serie regular, el autor y el editor se plantearon el número #600 como un momento de clímax, como una entrega épica, pero integrada en la narración en marcha. La acción no se detuvo para contar un homenaje más o menos autoconclusivo o de lectura independiente, no tuvimos una boda, ni un entierro que invitasen al desfile de personajes, como en ocasiones sucede con esta clase de números, ni siquiera si hizo un paréntesis en la saga, sino que se buscó que ésta alcanzase su punto culminante coincidiendo con la efeméride. Así, los marvelitas que venían comprando las grapas durante los dos últimos años disfrutaron de una entrega memorable, emocionante, con una gran carga épica…, pero aquellos que llevasen tiempo sin asomarse un cómic de la Primera Familia y lo hojeasen en su librería, es probable que lo devolviesen a la mesa de novedades con la sensación de no saber muy bien cómo abordarlo.

El camino al número #600 comenzó a gestarse con un giro de guion que Marvel también buscó vestir con las mejores galas mercadotécnicas. En el verano de 2010, la editorial daba a conocer que el arco argumental que arrancaría con el FF# 583 (XI, 10) iba a concluir con la muerte de uno de Los Cuatro Fantásticos en el FF #587 (III, 11). De forma inmediata, internet se llenó de apuestas y teorías sobre quién sería el superhéroe sacrificado cuando “Tres” alcanzase su desenlace. La maniobra de la Casa de las Ideas logró generar tantas expectativas entre los seguidores de la colección que incluso derivó en la enésima oleada de histeria spoiler. Debido a la diferencia horaria, los lectores británicos pudieron comprar la entrega antes que los norteamericanos, y en apenas unas horas, si uno se asomaba por las redes sociales, tenía que andar con cuidado para no darse de frente con el destripe. Marvel, por su parte, alimentó el misterio hasta el último momento. El tebeo se vendió en una bolsa negra opaca con un “3” azul sobreimpreso en un círculo blanco.

Y, sin embargo, a las 08:30 del 25 de enero de 2011, antes de que los lectores de Nueva York, Boston o Philadelphia hubiesen podido acercarse a sus librerías, Marvel realizó un movimiento no del todo comprendido entre los lectores, pero que buscaba llamar la atención de la prensa. Desde las oficinas de la Casa de las Ideas se difundió un comunicado en el que se revelaba que era la Antorcha Humana el imaginauta al que Jonathan Hickman sacaba de circulación. “Fantastic Four no more”, tituló esa misma mañana la edición digital de The New York Times, en una de esas ocasiones (más raras en 2011 que en la actualidad) en las que los cómics de superhéroes se cuelan en la prensa generalista. Las maniobras mercadotécnicas junto con el trabajo de Hickman situaron el número como el cómic más vendido de enero de 2011 en Estados Unidos, colocando más de 115.000 ejemplares en manos de lectores, unas cifras que dejan todavía más cortas las ventas del FF #600 (I, 12).

Aunque circularon teorías que apuntaban a la muerte del resto de protagonistas, visto en perspectiva, el guionista había preparado el terreno para que el héroe caído fuese Johnny Storm. “Formaba parte del proyecto desde el inicio”, explicó a los medios de comunicación, “desde el primer día trabajamos para llegar hasta este punto”. Si parte de la carga sentimental de la colección recaía sobre el resquebrajamiento de la relación entre Reed y Susan (Dale Eaglesham encogió corazones con aquella escena del FF #574 (II, 10) en la que el científico, encerrado en su laboratorio, y su resignada esposa hablan a través de una puerta metálica cerrada), el otro hilo emocional del que tiraba Hickman era la complicidad entre el tío Johnny y el pequeño Franklin. Johnny es el adulto que te cuida y que te quiere, pero que también te enseña que tus padres se equivocan, que no siempre tienen razón, que juega contigo cuando los demás están demasiado ocupados…, o que te lleva a la juguetería que Arcade y el Hombre Imposible acaban de inaugurar en Manhattan (FF #580, VIII, 10).

La muerte de la Antorcha Humana tuvo también un impacto especial en la historia de la colección, porque era el único miembro de Los Cuatro Fantásticos que no había muerto antes, aunque que Hickman lo escogiese “no tuvo nada que ver con el hecho de que él sea el único que no lo ha hecho [morir], porque no consideraba que Susan Storm hubiera muerto realmente (…) La razón por la que elegí a Johnny es porque es temáticamente relevante para la historia que estoy contando. Si has leído la serie, sabrás que Reed cree que el mundo en el que vivimos no es el mejor que podríamos tener. Está tratando de convertir el mundo en el mejor posible, y Johnny es un hijo de eso. Es optimista y cree en el mañana, es el personaje constructivo. Para aumentar la tensión y que la historia fuese aún mejor, es Johnny quien tiene que dejarnos. Hace que lo que Reed quiere hacer sea todavía más difícil”.

Sobre ese sustrato emotivo y argumental, Hickman y Steve Epting narraron una muerte a la altura del personaje y que comunicaba esa idea del guionista de que el personaje que se marchaba era el que tenía más esperanza en el mañana. Johnny se sacrificó voluntariamente para salvar a otros. Annihilus había logrado abrir una brecha en el portal que conectaba el Edificio Baxter con la Zona Negativa. La Oleada Aniquiladora se preparaba para lanzar un ataque devastador contra la Tierra, Reed y Sue no estaban, y según los cálculos de Valeria, la única forma de evitar la masacre pasaba por cerrar el portal desde dentro. Alguien tenía que inmolarse para que el resto sobreviviese. Y en una sucesión de viñetas sobre las que uno podía escuchar la música de cualquier banda sonora épica que le venga a la cabeza en estas ocasiones, Johnny cerró el portal, para desesperación de Ben, gritó “¡Llamas a mí!” y se lanzó en un ataque suicida contra las mesnadas de Annihilus.

La muerte de la Antorcha Humana no tuvo únicamente repercusiones narrativas, su impacto también fue editorial. A pesar de que, a petición del propio Johnny, Spiderman cubrió su baja en el grupo, Sue, Ben y Reed dejaron de considerarse Los Cuatro Fantásticos en un sentido estricto, y, en paralelo, Marvel renombró la cabecera como FF (que tanto podía aludir a Fantastic Four, como a la Fundación Futuro, creada por Reed y Susan para formar a las futuras generaciones de héroes y científicos como parte del proyecto utópico de Míster Fantástico). A partir del #600, la colección se desdobló, y la narración de Hickman se publicó hasta su desenlace en dos series que avanzaban en paralelo, complementándose, la clásica de Los Cuatro Fantásticos y FF, más centrada en Valeria, Franklin y el resto de becados por la fundación, entre los que se encuentran Mik, Tong y Turg, tres brillantes topoides adolescentes fascinados con “el Ben Grimm”; el androide Hombre Dragón; el morlock Sanguijuela, uno de los mejores amigos de Franklin, que además lo ayuda a contener sus poderes; Bentley, un niño clon del Mago que a menudo se deja llevar por el convencimiento de que terminará siendo un supervillano; el poderoso y responsable Alex Power…

El cambio de cabecera vino acompañado también por un vistoso rediseño de los trajes que llevó a cabo Marko Djurjević. Los Cuatro Fantásticos abandonaron por una temporada el clásico uniforme azul para lucir uno en blanco y negro, del que desaparecería el característico “4”, y que se hizo extensivo a sus pupilos, y a Spiderman. La alianza con Peter Parker se convirtió en uno más de los elementos que utilizaron Hickman y Brevoort para reconectar a la franquicia con el resto del Universo Marvel. Y es que de la misma forma que teníamos a Spiderman combatiendo junto a Míster Fantástico, la Mujer Invisible y La Cosa para evitar la invasión kree, el ataque de Annihilus y la destrucción que pretendían llevar a cabo los Celestiales, también encontramos al clan del Edificio Baxter en arcos argumentales arácnidos como Spider-Island, de Dan Slott (The Amazing Spider-Man #659-#673 y FCBD 2011). En una de las historias más celebradas de la etapa del guionista californiano en la colección, Reed aparecía buscando una cura para el virus que había provocado que buena parte de la población de Nueva York hubiese adquirido poderes similares a los del Trepamuros.

En 2011, Los Cuatro Fantásticos tuvieron también su propia historia dentro de Miedo encarnado. El evento, urdido principalmente por Matt Fraction, gravitaba en torno a la resurrección de Serpiente, hermano de Odín y Dios del Miedo, orquestada por la hija de Cráneo Rojo. Aunque no afectó de forma directa a la serie regular, los personajes tuvieron su propio tie-in escrito por Cullen Bunn, dibujado por Tom Grummett y entintado por Cory Hamscher y Rick Magyar, en el que Míster Fantástico, la Mujer Invisible y Hombre Dragón tenían que enfrentarse a La Cosa, poseído por el espíritu destructor de Angrir, una de las malvadas entidades asgardianas manipuladas por Serpiente.

Todo esto mientras mes a mes el grupo se recomponía, tras la muerte de Johnny en el FF #587 (III, 11) y un magistral epílogo (FF #588, IV, 11) que arrancaba con veintitrés páginas mudas, dolorosísimas, brillantemente narradas por el ilustrador Nick Dragotta. Hickman había querido, de alguna forma, someter a un test de estrés a sus personajes. Reed se había propuesto crear un mundo mejor, evitar el dolor de los demás… y su familia se veía golpeada por la muerte de su amigo, del hermano de su esposa, del tío de sus hijos. Pero, pese a todo el dolor, aunque pudiesen sentirse tentados a bajar los brazos, tanto los jóvenes alumnos que habían acogido en el Edificio Baxter como las poderosas amenazas que se cernían sobre la Tierra les impedían tomarse un respiro.

Durante un año, los héroes continuaron peleando al tiempo que lidiaban con la ausencia de Johnny en las páginas de FF. La trama no se detuvo porque los enemigos no daban tregua. La acción continuaba, aunque el guionista se las arregló para que el dolor por la pérdida no quedase subsumido por la acción. Y de esta forma pudo convertir el regreso de la Antorcha Humana en el momento estelar del número #600. Cuando la situación alcanzó el punto más crítico, con la flota kree castigando la Tierra en su enfrentamiento contra los Inhumanos, y tres de las versiones multiversales más pragmáticas de Reed abriendo el portal a la Zona Negativa para sacrificar la Tierra-616 con tal de salvar otros mundos, la Antorcha Humana reapareció como comandante de la Oleada Aniquiladora y con el pobre Annihilus atado con una correa al cuello, como si fuese su perro.

El regreso de Johnny inclinó la batalla del lado de los superhéroes y el número #600 de Los Cuatro Fantásticos se convirtió así en el comienzo del desenlace de la intricada historia que Hickman llevaba más de dos años narrando. La conclusión, de hecho, llegó en el FF #604, cuando la versión futura de Franklin (convertido en un ser tan poderoso como para rescatar aquella idea no canónica de Alex Ross que Jim Krueger y John Paul Leon plasmaron en Tierra X en 1999 de que el mismísimo Galactus se convertía en su heraldo) lograse acabar con los malvados Celestiales Locos y pusiese fin a la amenaza que se había desatado después de que Reed, usando El Puente, descubriese el Consejo de versiones de sí mismo.

Sembrando el futuro del Universo Marvel

Inicialmente, Hickman había trabajado con la idea de cerrar todos los cabos sueltos en el número #600 y ceder el testigo a otro guionista. Sin embargo, Breevort lo invitó a seguir un poco más y Hickman aceptó. De esta forma pudo alargar su historia principal hasta el #604, y continuó escribiendo Los Cuatro Fantásticos hasta el #611 (XII, 12) y FF hasta el #23 (XII, 12). El guionista lo aprovechó para contarnos un puñado de historias más sencillas, que venían a complementar algunos de los episodios que habían dado forma a su gran saga, a rendir homenaje a clásicos de la cabecera, o a asentar las bases de futuras narraciones del Universo Marvel.

El número #605 (VI, 12) fue un sentido homenaje a Los Cuatro Fantásticos y a su legado ético, ese que Reed se empeñaba en cimentar y que, después de todo, parecía haber asegurado. Y el #606 (VII, 12) se afirmaba como un tributo a las etapas clásicas de la colección, con los superhéroes movilizados para salvar al eterno cartero del Edificio Baxter, Willie Lumpkin, diagnosticado con una enfermedad terminal. Escribió Julián Clemente, editor de Marvel en España, que esta grapa parecía un homenaje a la película de los años sesenta Viaje alucinante, de Richard Fleischer, aunque quizá a los lectores más jóvenes les puedan resultar más familiares referencias como sendos capítulos de Futurama o Rick y Morty en los que los protagonistas reducen su tamaño para poder adentrarse en el cuerpo de un enfermo para salvarlo.

Pero tras la pausa nostálgica de este par de grapas, el escritor de Carolina del Sur retomó su labor de ir construyendo y sembrando de posibles historias los fértiles campos de Marvel. Arrastró a Los Cuatro Fantásticos a Wakanda para narrar una aventura aparentemente ligera. Sin embargo, esa excursión de la Fundación Futuro in extenso no sólo contemplaba los sucesos de Doomwar (2010), cuando el Doctor Muerte trató de derrocar a la familia real wakandiana para controlar el vibranium, sino que contenía una de las semillas de las que brotaría posteriormente Los Vengadores vs. La Patrulla X, el crossover con el que Bendis preparó el terreno para el relanzamiento que llegó a las librerías en octubre de 2012 con el lema Marvel Now!

La breve aventura en Wakanda de los exploradores cósmicos no fue el único momento en que los planes de futuro de Bendis y Hickman empezaron a trenzarse. Y no de forma anecdótica, precisamente. Si en VvX era el primero quien aprovechaba alguno de los cabos que había dejado tendidos el segundo, años después sería (inesperadamente) crucial para la enorme estructura argumental que había comenzado a escribir Hickman una breve narración que su valedor en la Casa de las Ideas escribió en 2010: Ultimate Enemy. En esta serie limitada de cuatro entregas dibujada por el granadino Rafa Sandoval, Bendis convirtió al Reed Richards de la Tierra-1610 en un peligrosísimo villano. Casi como si se tratase del negativo del héroe que nos narró Hickman, la culpa hizo que la versión ultimate del personaje iniciase un descenso al lado oscuro. Incapaz de procesar que su amigo Victor van Damme se transformase en el Doctor Muerte y de que fuese el responsable de la muerte de millones de inocentes tal como se cuenta en Ultimatum, y con el corazón roto después de que Susan Storm hubiese rechazado su proposición de matrimonio, Bendis entendió que se le presentaba la oportunidad de explorar el personaje de una forma singular y arriesgada. El de Cleveland lo convirtió en una criatura rota por el dolor, despótica hasta la saciedad, que decidía poner su inteligencia prodigiosa al servicio del rencor y del ego. Reed Richards se convirtió así en uno de los mayores villanos de la Tierra-1610, algo que Hickman desarrolló posteriormente en Ultimates vol. 2, donde le concedió la identidad de El Creador, y que alcanzó su punto culminante en Secret Wars, historia en la que el de Carolina del Sur lo convirtió en uno de los objetivos a batir.

De regreso a la Tierra-616 y a sus Cuatro Fantásticos, Hickman aún aprovechó su larga despedida de la colección para narrar lo que había sucedido con el Doctor Muerte después de que se hubiese sacrificado al otro lado de El Puente, ganando el tiempo suficiente para que Franklin llegase del futuro y pudiese acabar con los Celestiales. El guionista contó que la pequeña y siempre díscola Val había obsequiado a Muerte en secreto con un Guantelete del Infinito que había obtenido de una de las versiones de su padre y Víctor logró escapar de la batalla suicida, pero hacia el universo al que pertenecía su guantelete en lugar de regresar a la Tierra-616. Allí se convirtió en Dios, pero fue traicionado y derrocado por su propia creación. La Val del futuro le desveló finalmente a Reed que su yo de 3 años lo había engañado, que “tío Muerte” seguía vivo, y que debían rescatarlo. Algo que, por supuesto, consiguieron (FF #611). El gran enemigo de Los Cuatro Fantásticos quedaba así rehabilitado, aunque Marvel prohibiría a sus guionistas alterar su situación de forma significativa, en previsión de los planes del propio Hickman para su futura etapa en Los Vengadores y, claro, en Secret Wars.

Con F de familia, con F de futuro

A menudo, cuando se habla del periodo que va de 2009 a 2012, con Jonathan Hickman al frente de la colección, se destaca Los Cuatro Fantásticos como una colección de ciencia ficción dura, que explotaba el gusto del lector del siglo XXI por los multiversos, que jugaba con la popularización de la física cuántica que en las últimas décadas le debemos a divulgadores científicos mediáticos como Michio Kaku, Brian Greene…, y se recreaba en esos conceptos.

La ciencia ficción es el género favorito del escritor norteamericano y eso se dejó sentir en su trabajo. “Mi escritor preferido de todos los tiempos es Frank Herbert”, explicaba en una entrevista. “He entrado y salido de William Gibson, pero obviamente, es una gran influencia. Más allá de eso, solo una espantosa cantidad de libros de fantasía y ciencia ficción. Cada escritor de fantasía y ciencia ficción de los excelentes a los de segunda, todo eso he leído (…) Si tenía que hacer un trabajo sobre un libro en la escuela, en lugar de Shakespeare, lo hacía sobre alguien como Piers Anthony o Raymond Feist”. Dune, Neuromante, Desafío total o La saga de la fractura forman parte del sustrato literario en el que hundieron sus raíces y del que se nutrieron Los Cuatro Fantásticos de principios de la década de 2010. Por ejemplo, la versión de Muerte que Hickman mostró en los compases finales de su etapa como guionista de la Primera Familia parece dialogar, de alguna forma, con el Dios Emperador Leto II Atreides de Hijos de Dune.

Sin embargo, como sucede con buena parte de los autores que cita como influencias, la ciencia ficción dura era solamente el envoltorio, por más que atractivo, del mensaje que buscó comunicar el autor con su más de medio centenar de grapas y sobre el que el propio escritor arrojó luz con una carta de despedida a los lectores. La familia y la preocupación por el futuro que legaremos a las generaciones venideras son los dos ejes temáticos en torno a los que giraron sus tebeos de Los Cuatro Fantásticos. Resulta imposible no pensar entonces en La carretera, excepcional y crudísima novela de otro de los autores que Hickman suele citar entre sus preferidos, Cormac McCarthy. En esta obra, ambientada en un futuro distópico, asistimos a los esfuerzos sobrehumanos de un padre para asegurar el futuro de su hijo, a pesar del entorno hostil, de la violencia que se extiende a su alrededor, de la falta de los recursos más básicos… De alguna forma, sus objetivos emparentaban al protagonista de McCarthy con el Reed Richards que leímos entre octubre de 2009 y diciembre de 2012.

En este sentido podemos comprender la que quizá sea, junto con el Consejo Interdimensional de Reeds, la principal adición del guionista a la mitología de Los Cuatro Fantásticos: la Fundación Futuro. Cuando Míster Fantástico asumió como suya la responsabilidad de crear una utopía, de encontrar la solución a la ecuación de los problemas que azotaban el mundo, buscó una solución total y a gran escala. Pero como parte de ese andamiaje, o casi como si fuese un plan de contingencia por si todo lo demás fallaba o él no fuese capaz de concretar sus planes, impulsó esta institución de educación con sede en el Edificio Baxter que no tenía otra razón de ser que formar a jóvenes especialmente dotados para que tomasen el relevo cuando Los Cuatro Fantásticos originales ya no estuviesen.

Cuando Hickman se hizo cargo de la colección, el mundo estaba padeciendo las estrecheces provocadas por la crisis financiera que se precipitó en 2008 con el desplome de Lehman Brothers. En Estados Unidos, como luego sucedería en España, muchas de las grandes compañías llevaron a cabo despidos masivos, elevando la tasa de desempleo al 6,5%. Casi un millón y medio de estadounidenses perdieron su trabajo. Por otra parte, la situación económica motivó que las políticas destinadas a preservar el futuro se viesen comprometidas. Era el caso, por citar un ejemplo reconocible, de los Protocolos de Kioto, cuya ratificación por parte de las principales potencias estuvo en entredicho. Ni la crisis financiera, ni la conflictividad social, ni la preocupación por el calentamiento global aparecieron de forma explícita en los tebeos de Los Cuatro Fantásticos, pero resultaría ingenuo pensar que todo ese contexto áspero y pesimista no fue determinante en su configuración. La etapa del de Carolina del Sur casi puede leerse como una respuesta a la situación, muy en la tradición de Marvel, esto es, optimista y combativa. El presente de los lectores era complicado. También lo era para los protagonistas de las viñetas, tras haber vivido una guerra civil, un intento de invasión alienígena y tener a un megalómano tarado manejando los hilos de la seguridad nacional. Por eso resultaba tan necesario que los héroes mantuviesen la fe en la utopía y, más importante que la fe, que tuviesen la determinación de edificarla, de asegurar un futuro mejor.

La familia, en un sentido extenso, fue el puntal sobre el que el autor propone que debe edificarse ese futuro. Habían fallado las autoridades, que permitieron que la especulación acabase en un colapso económico que pagaron las clases trabajadoras, o que entregaron las llaves del poder a un villano como Osborn, pero por suerte seguíamos contando con los nuestros, con esa gente que estaba dispuesta a pelear junto a nosotros hasta el último aliento. Si Reed Richards era quien transmitía de forma más nítida el mensaje de Hickman sobre la necesidad de legar un futuro mejor durante el memorable discurso en el que echó en cara a sus colegas científicos que “tenéis miedo al mañana”, y que habían vuelto sus investigaciones “política disfrazada de pragmatismo” (FF #579, VII, 10), el resto del clan actuó como una alegoría de la lealtad inquebrantable. Franklin y Val porque no aceptaron que los Celestiales hubiesen matado a su padre y acabado con el futuro que intentaba construir. Y Susan y Ben, e incluso el resto de héroes del Universo Marvel, porque a pesar de que podrían haberle vuelto la espalda después de que Reed escogiese confiar en sus viejos adversarios antes que en ellos para tratar de frustrar los planes de sus nuevos y terribles enemigos, cuando Míster Fantástico está a punto de hincar la rodilla, le colocan la mano sobre el hombro.

Como el propio autor explicó, su etapa en Los Cuatro Fantásticos nos invitó a ejercer la resistencia al “asco de mundo” en que a veces vivimos, desde “el amor, sin ataduras, sin condiciones, que va hasta el fin de los tiempos y vuelve, que nos rescata incluso de la misma muerte”.