‘Cómo ser feliz’, anhelos y miserias del siglo XXI diseccionados por Eleanor Davis

Los atribulados personajes que pueblan las páginas de Cómo ser feliz acuden a una clínica para desprenderse de sus emociones, que brotan de sus cuerpos en forma de líquido viscoso, o se hacen adictos a las sesiones de un taller de auto-ayuda en el que se les enseña cómo llorar, aunque sea a base de convertir el sufrimiento ajeno en mercancía emocional con la que traficar. Mandan construir colosales esculturas en el salón de su casa para que sus carencias pasen desapercibidas a ojos de las visitas o recurren a la dieta sin gluten como delirante tratamiento para combatir una depresión galopante. Todos ellos parecen haber dado momentáneamente con la clave para salir del bache emocional en el que se encuentran, pero acaban atrapados en una situación aún peor de la que empezaron, remedando aquella estructura narrativa cinematográfica conocida como arco berlanguiano. Y es que, pese a que el título sugiere lo contrario, la intención de la dibujante e ilustradora estadounidense Eleanor Davis no es otra que la de  ironizar sobre las diversas formas de las que se vale el sistema para vender y comercializar la ilusión de felicidad en tiempos de modernidad líquida.

Cómo ser feliz documenta un momento de transición artística de Davis en el que aún aparecen trazos amables de sus obras para el público infantil, como aquella Stinky, el monstruo del pantano (La Galera, 2011), que se alternan con composiciones minimalistas, despojadas de todo ornamento y artificio, que exprimen al máximo la fuerza expresiva de los contrastes entre el blanco y negro. Aunque acaba de ser publicada en el mercado español, esta antología de trabajos primerizos data de 2014, y recopila en su mayoría material aparecido en MOME, la añorada publicación trimestral de cómics de Fantagraphics, o Nowbrow, así como ilustraciones e historias publicadas en su página en Tumblr. Como ha confesado en alguna ocasión, Davis aún no se veía capaz de enfrentarse al formato de novela gráfica, y construía sus ficciones en forma de fogonazos que chisporroteaban brevemente antes de desvanecerse envueltos en misterio o finalizar de forma abrupta, con un ingenioso giro final que obligaba a repensar el relato.

Las historias recopiladas en esta obra no ofrecen respuestas sencillas a problemas complejos. Tampoco buscan la complicidad con el lector, al que lanzan a la cara las grandes preguntas. En función de la tonalidad de la historia, Davis recurre por igual al sarcasmo y a la empatía para reflejar la angustia, incomunicación y desconcierto de las grandes sociedades tecnificadas del primer cuarto del siglo XXI. Así, en una de las historias más emblemáticas de la obra, un grupo de emprendedores decide hacer realidad la ensoñación mítica de la utopía bíblica, recreando el modo de vida previo a la expulsión del Paraíso de Adán y Eva, porque sin los útiles y distracciones del mundo moderno, razonan, también desaparecerán como por arte de ensalmo la ira y frustración que gobiernan sus vidas. Obviamente, el experimento sociológico fracasa tan pronto como los integrantes de esta comuna hipster comienzan a echar de menos su ración diaria de carne y marihuana.

Davis se presenta especialmente cruel en la crítica de aquellos personajes que, a pesar de gozar de los suficientes elementos afectivos y materiales para hacer su vida más soportable se embarcan en un viaje gratuito a la miseria emocional, pero también se muestra compasiva con los personajes apaleados por el entorno, especialmente femeninos, en un esfuerzo consciente de impregnar sus relatos de una sororidad de la que carecían sus trabajos anteriores. Así, en una de las historias, una muchacha baja emocionada cada día a la orilla de un río para divisar en la lejanía a una figura femenina que le habla, aunque desde la distante ribera es incapaz de descifrar su mensaje o atisbar su rostro. La esclavitud del culto al cuerpo y a las obligaciones autoimpuestas también aparecen reflejadas en la alegoría de ese Hércules contemporáneo que decide cargar sobre su espalda con todos los problemas del mundo, hasta que acaba sepultado bajo el peso de la responsabilidad.

Cómo ser feliz aspira a reflejar los matices y contradicciones de la vida moderna, estirando las posibilidades de la ficción distópica y la fábula para hablar del presente. La imaginería sobre sociedades futuras, en las que se ha de recurrir a grotescos trajes de contención para sobrellevar la toxicidad del aire, se combina con homenajes a los cuentos de hadas y mundos de fantasía que la autora devoró en su infancia. Es el caso de historias como Palo y cordón, en el que la irrefrenable curiosidad de un bonachón trovador del medievo, de cuyo laúd brotan notas mágicas que hacen felices a quienes las escuchan, le lleva a descubrir una sociedad secreta de seres mágicos entregada a ritos profanos; un encuentro del que no saldrá indemne. La diversidad tonal se ve acompañada de un apartado gráfico de la obra decididamente libre y ecléctico. Davis experimenta aquí con toda suerte de estilos, desde abigarradas acuarelas de colores cálidos y vivos a composiciones en las que renuncia al mismo concepto de viñeta y en las que cuerpos desnudos se retuercen en grandes escorzos sobre enormes fondos blancos, reservando el tono cartoonesco para aquellas historias centradas en la pérdida de la inocencia.

En Cómo ser feliz comienzan a aflorar las inquietudes políticas y compromiso social que permean sus últimos trabajos, los formidables Tú, una bici y la carretera (Astiberri, 2019), o El difícil mañana (Astiberri, 2020), incluida en la lista de esenciales del año 2020 de la Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España (ACDCómic). Su denuncia del estado totalitario, la preocupación por la urgencia medioambiental o la importancia de construir y reconstruir afectos aparecen ya en estado embrionario en el estremecedor relato en el que se narra un viaje en autobús entre Georgia y Los Angeles, bien trufado de machismo, brutalidad policial y claroscuros mentales, y en el que la joven protagonista experimenta una epifanía mística que cambiará para siempre su visión del mundo. Cómo ser feliz no llega a la altura de las obras citadas, en gran parte por su condición de muestrario, pero supone una de las más eficaces e ingeniosas traslaciones a viñetas del absurdo contemporáneo que se hayan publicado en la última década.