Inmersión, el invernal cómic lovecraftiano de Joe Hill y de Stuart Immonem

El frío gélido siempre es un entorno muy potente para el terror. Será que el peligro sobrenatural se suma a un entorno, de por sí, hostil. O, tal vez lo atractivo esté entre ese contraste entre el blanco puro que da la nieve con los elementos oscuros, violentos y peligrosos.  Sea como fuere, es algo que funciona a nivel tanto simbólico como estético. El atractivo es evidente. 

Este cómic supone el fin de la primera hornada de Hill House Comics. Tal y como se ha podido comprobar, han dado productos de distinta índole e intencionalidad. Pero ha sido un sólido sello con el que se ha podido resucitar de forma consistente y continuada una de las tradiciones del cómic más añejas.

Es muy lógico que el último clavo en el ataúd (por el momento) de Hill House Comics lo pusiera la persona a la que lo ha apadrinado: Joe Hill. El guionista vuelve a su «casa» sacándose otra historia de debajo de la manga que tiene la fuerza suficiente como sentirse como algo verdaderamente especial.

Seguramente Inmersión sea el epítome de todo lo que ha buscado ser este sello: una historia imaginativa y, a la vez, autoconsciente que sirve para poner en valor el género en el cómic (al igual que las aportaciones cinematográficas y literarias). Se nota que este autor es producto de un legado histórico en el género y sabe sacar provecho de todo ello.

Esta historia narra la historia de una tripulación de una compañía petrolífera que viaja al Ártico a responder a la repentina llamada de un barco desaparecido en 1983. Y, como es lógico, el resultado les sorprenderá.

Puede que la premisa, a priori no sea lo más original ni la más atractiva. Pero lo cierto es que parte de la gracia reside en que esta obra tiene una serie de giros muy  complicados de predecir. La estructura es bastante clásica y el lector entra o no en el juego, pero lo cierto es que es difícil de negar que Hill sabe jugar muy bien unas cartas que, además buscan una apelación directa del consumidor habitual de ficciones de género.

A favor de ello también está las clarísimas referencias que van de La Cosa (y para dejarlo más claros, dos de los personajes se apellidan, casualmente, Carpenter) hasta Lovecraft e, incluso, algunos elementos de la reciente The Terror. Todo ello desde un tono eminentemente pulp que recuerda, en parte a los cómics de EC.

Pero más allá de ser una trituradora de referencias, esta obra ha buscado contar algo con mucha personalidad que, incluso, se atreva a hibridar con géneros tan distintos como la aventura. Es curioso como el guionista consigue darle una vuelta de tuerca a un mundo en el que parece conocerlo todo.

La exploración, a partir del siglo XX parece haberse querido centrar en la conquista del espacio, pero, ¿Cuánto sabemos verdaderamente de los fenómenos que ocurren todavía en este planeta? Esa parece haber querido ser la cuestión principal que ha aborda esa historia. Puede ser problemática para un público que cada vez parece estar más seguro de todo, pero lo cierto es que este tipo de cuestiones relativiza la importancia y el control que tiene el ser humano sobre su ambiente.

Ese puede ser la mayor pega, no es una historia que vaya a conectar con todo el mundo. Tampoco lo hará el tono gélido que presenta, con unos personajes a los que les puede más su interés por descubrir lo inédito y en resolver misterios que sus emociones humanas. Eso sucede también con la manera en la que se comportan y el lenguaje que utilizan. No es una obra amable ni cercana ni va a hacer nada por acomodar al lector.

Pero eso no quiere decir que sea una obra particularmente compleja, una vez se ha aceptado el tipo de obra que es, y tiene un ritmo bastante ágil en la que tiene tiempo de sobra para hacer una caracterización adecuada como para dejar paso a unas peripecias tan potentes, violentas (hay algo de terror corporal también) como sutiles. Se alcanza un equilibrio crucial en este género al que no todos llegan. 

El arte es de ese genio llamado Stuart Immonem. El hecho de que, después de un puñado de años (2018, exactamente) y un anuncio de jubilación, vuelva a las andadas en este proyecto es algo digno de celebrar. Se aprecia claramente unas ganas de salir de su zona de confort superheroica y probar nuevos mecanismos propios del género. Y lo cierto es que se nota que el artista ha cogido este proyecto con ganas. Manteniendo su estilo cartoon tan personal, vuelve a demostrar ser un narrador de primera. Ha conseguido ser muy detallista y ha creado una atmosfera perturbadora desde unos ambientes fríos, luminosos y legibles. Todo ello sin grandes artificios, poniendo su arte siempre al servicio de la historia.

Lo mismo se puede decir de Dave Stewart, siempre tan acertado y preciso en el color como cabría esperar. Opta por una paleta bien amplia, con unos colores apagados, que no tenebrosos. Se ha producido una creación del terror desde lo diurno y es bastante explícito con ello, para ser una obra de terror. Que haya acertado con un trabajo perfecto aquí tanto como en distintos cómics de otros subgéneros del terror, buscando las diferencias sin que este pierda su efecto, demuestra que es el mejor colorista en activo para este género.

El tomo de ECC Ediciones se presenta en unas características continuistas respecto a lo que ha venido realizando en esta línea. También incluye comentarios de los creadores sobre el proceso y unos cuantos bocetos exclusivos. Una prueba más del cuidado que pone la editorial sobre sus publicaciones.

Inmersión abraza el terror más puro: el que produce lo desconocido. Pero lo hace desde una perspectiva puramente racional con escasos puntos emocionales y logra aportar una perspectiva novedosa a asuntos manidos.  Es una pieza más que notable con la que dejarse atemorizar .

Ahora solo queda esperar con ansias con qué nos sorprenden los próximos títulos del sello. Porque los va a haber, ¿verdad? ¿Verdad? ¿VERDAD?