Super Crooks, los villanos de Mark Millar y Leinil Yu dan el salto al anime de Netflix, con intrascendentes resultados

Uno de los grandes bombazos informativos comiqueros de los últimos años fue el que Mark Millar se “casara” con Netflix para poder levantar la producción de todas sus propiedades intelectuales presentes y futuras, salvo las producidas por Fox. Fue algo que dio de qué hablar en su momento, al tratarse de la apertura a un abanico de posibilidades de adaptaciones del contenido desarrollado por el célebre autor. Sin embargo, todo esto se ha ido desinflando.

El año pasado llegó la carta de presentación de esa colaboración: Jupiter’s Legacy. Había cierta fe en ver un producto que fuera a tener importancia, puesto que tenía que haber sido un contundente primer paso. Y si bien lo cierto es que tuvo algunas características acertadas, no tuvo la suficiente garra como para conectar con un público más que acostumbrado al aluvión constante contenido superheroico.

La producción fue cancelada fulminantemente por parte de Netflix, pero eso no quiere decir que se rechace a explorar la via superheroica creada por el escritor escocés.  En ese sentido Super Crooks, la adaptación en forma de anime del cómic creado por el propio Millar y por Leinil Francis Yu, ha llegado a la plataforma de streaming.

El cómic, como viene siendo habitual, partía de una premisa llamativa: ¿Qué pasaría si unos villanos agotados de ser derrotados constantemente por los superhéores, optaran por viajar a Europa para poder hacer sus fechorías con tranquilidad? No en vano, el superhéroe no es algo que vea demasiado por El Viejo Continente.

Fue una obra que, aunque su desarrollo fuera algo anodino, llamó la atención rápidamente gracias a la frescura conceptual. Tanto que atrajo al director Nacho Vigalondo para realizar la traducción cinematográfica de este material. Ese proyecto, que llegó a contar con storyboards que indican que se llevaron a cabo labores de preproducción, no llegó a buen puerto. Pero eso no quiere decir que el creador de Kick Ass no se quedase con ganas de hacerlo.

No en vano, lo que ha llegado ahora no deja de tomar el relevo de ese proyecto. A pesar de ello, no podría ser más diferente tanto de las ideas del realizador de la Cabezón de Sal como del cómic original. Mantiene cierta esencia respecto a la idea principal, actuar tratando de escapar de la vigía de los héroes, pero en ningún momento abandonan el territorio estadounidense.

Tal vez se deba a una cuestión cultura, puesto que la producción es netamente japonesa. Para el público americano, Europa puede resultar exótico. Del mismo modo que lo puede ser Estados Unidos para Japón. Sea como fuere, es algo que cambia radicalmente la premisa y se nota Bones, el estudio que ha producido el proyecto, ha gozado de libertad para reinterpretar el material.

Y el resultado es una serie con unos cuantos problemas que, probablemente, nazcan de intentar conectar cosas que no encajan del todo. Los arquetipos que manejan son profundamente occidentales y, sin embargo, la forma con las que se representan es muy propia del país nipón. Al final el resultado queda como una rara avis en la que parece que se ha intentado abarcar mucho sin terminar de lograr ser coherente para tratar de contentar a todo tipo de público.

El principal pero, por tanto, de la serie es que adolece de una dirección clara de lo que se ha buscado contar y, por ende, de cómo. Argumentalmente va dando bandazos y no parece haber una visión que guíe el todo. Hay muchas series aquí dentro puesto que está estructurada a través de los golpes siendo un “el más difícil todavía” el principal conductor, pero sin tener un desarrollo de personajes particularmente establecido.

El principal responsable del guion de la serie es Tsukasa Kondo, también escritor del anime de Altered Carbon. Y, probablemente, sea lo más olvidable. Tampoco es que partiera de un material realmente portentoso, pero el anime no deja de ser algo con potencial convertido en insípido. Tampoco consigue encajar narrativa como universo respecto a Jupiter’s Legacy, si no que parece que las referencias y cameos (que los hay) son más anecdóticos que otra cosa.

El ritmo con el que se construye todo es muy ágil, lo cual facilita un fácil enganche del espectador. No da tiempo a aburrirse y consigue que se conecte con facilidad con los personajes, que son carismáticos. En términos generales, eso es de lo positivo que se puede encontrar en la serie.

Es una serie que estéticamente ha tenido cierta ambición. Es muy interesante, por un lado, y resulta que eso se plasma en la forma. Pero, por otra, parece que esa ambición le ha pesado y no ha llegado a cumplir del todo. Si bien, algunas escenas están muy logradas, en otras los movimientos parecen muy forzados y se puede apreciar, incluso, algo de reutilización de planos.

En cualquier caso, recuerda enormemente a los cómics más punkies de Millar en determinados momentos. Con estos personajes nihilistas y hedonistas de Wanted pero, sobre todo, en ese gore descarnado y visceral. Puede suponer una vuelta a los orígenes tras la más blanca Jupiter’s Legacy o puede ser una aportación del estudio. El tiempo lo dirá.

También cabría mencionar que hay una sexualización exacerbada del único personaje femenino que participa en la serie y que, además, no deja de ser la pareja del protagonista. Es así hasta tal punto que en la introducción la mujer está contoneándose y ese parece ser el principal atractivo de esta. Evidentemente, en el tiempo en los que estamos, debería ser criticado como lo que es. En cualquier caso, por cuestionable que sea, lo justo es decir que no es algo omnipresente y tampoco termina de estropear el visionado.

Super Crooks es el segundo divertimento fallido de la asociación entre Millaworld y Netflix. Un producto de consumo que, por muchas virtudes que pueda llegar a tener, es profundamente intrascendente. Es una lástima porque siempre hay esperanzas depuestas en este tipo de producciones y cabría esperar algo más interesante. A ver si a la tercera va la vencida…