Wicca y Fondo: Sallybooks se hace mayor

Sallybooks, estancarse o crecer

Sallybooks puede servir como paradigma de la nueva ola de editoriales. Nacida en 2015 en un lugar como Antequera, a 45 km al norte de Málaga, apartado de los centros tradicionales de producción editorial, se especializó desde el primer momento en un nicho muy concreto, en este caso el cómic y el libro ilustrado infantil, de cero años en adelante, incluyendo una línea específica para niños y niñas con trastorno del espectro autista. En su afán por ayudar y ganarse la confianza de los padres, establecieron una clasificación por público objetivo: en libro ilustrado +0, +3 y P (la línea para lectores autistas) y en cómic +3, +6, +9 y J (juvenil). Como tantas editoriales pequeñas su catálogo es reducido pero muy selecto, está compuesto por obras inéditas de autores españoles y se cuida mucho la calidad de la edición.

Como medida del éxito de la iniciativa podemos destacar el premio como mejor cómic infantil y juvenil obtenido por El árbol que crecía en mi pared, obra de Lourdes Navarro, en el 37 Cómic Barcelona de 2019, y las varias nominaciones obtenidas en el evento de Barcelona como las nominaciones en los premios Carlos Giménez de la Héroes Comic-Con del mismo año con La invocación de Ión, de Manuel Gutiérrez y Álex Nieto, Invierno índigo de Adrián Rodríguez y el El marinero y el mar de Carlos Comendador.

El editor de Sallybooks es Manuel Gutiérrez, dibujante, guionista, ilustrador y escritor además de Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Granada, uno de los “hijos” del profesor y excelente historietista Sergio García, que tanto ha hecho por introducir el cómic en el mundo universitario y muchos de cuyos alumnos se han dedicado a esta disciplina. Como anécdota, decir que Natacha Bustos es compañera de promoción de Gutiérrez. Tras 21 cómics y 11 álbumes ilustrados el parón pandémico fue la oportunidad para que el editor planeara ampliar su catálogo con cómics para lectores más adultos a los que adjudicar la calificación +18.

Los cuatro primeros productos de esta nueva fase son Ulises de Damián Connelly y Nicolás Brondo, La tercera ley de Newton de Javier Marquina y Víctor Solana, Wicca. Las hijas del bosque de Antonio Sachs y Pablo M. Collar y Fondo de Rodrigo Vázquez. Vamos a ver qué nos han parecido las dos últimas.

Wicca. Las hijas del bosque, promesas incumplidas

Wicca narra las desavenencias entre varios grupos de brujas británicas de varios siglos de edad pero aspecto adolescente. Como mandan los cánones actuales empieza con un flashback situado en el siglo XVII en el que se ve como la villana de la historia, Shae, traiciona al resto de brujas, convirtiéndose en maldita para el resto. Cada país dentro del Reino Unido tiene su propia cábala que está enfrentada al resto y una de ellas, la inglesa Arnelia maniobra para enfrentarse a Shae en el mundo actual.

La premisa es interesante y está dirigida a un público que creció con Harry Potter. De hecho, el público objetivo de esta historia sería más bien adolescente, así que imagino que el +18 lo justificará algunas viñetas en las que las protagonistas aparecen desnudas, pero no por eróticos motivos. No hay morbo ni sexualización aquí, y eso es un plus. Lo atractivo de la historia de Antonio Sachs y el dibujo de Pablo M. Collar la han convertido en la joya en cuanto a ventas de esta fase de Sallybooks, pero esa impresión inicial no nos puede ocultar algunos aspectos que, en nuestra opinión, desmejoran el producto final.

La caracterización de personajes es muy leve. Más que personalidad tienen actitud. Todas las protagonistas tienen mucho carácter, todas están enfadadas con las demás, se traicionan unas a otras (sin que sepamos bien por qué), y todas derrochan chulería, salvo Nori, una chica con poderes que desconocía pero que desarrolla y maneja a las primeras de cambio, y que tampoco cumple su papel como guía del lector dentro de la historia. Pretenden ser muy cool pero no hay nada más detrás. Son como esos personajes de los carteles de las películas de animación que sonríen con suficiencia y una ceja alzada y que te caen mal sin haber visto la película, un poco como los protagonistas de The Wicked +The Divine, donde los personajes eran odiosos, pero ahí sí que había motivaciones e historia. De hecho, Shae se revela como cantante de pop, como lo eran los protagonistas de la historia de Kieron Gillen, como lo era el Lestat de Anne Rice.

Otra cuestión equívoca nos remite el mismo título, que hace referencia a la Wicca, ese culto pagano que bebe de las mitologías antiguas y de la creencia en la existencia una religión milenaria cuyas practicantes fueron acusadas de brujas por el cristianismo medieval. Más allá de que las brujas de la historia se agrupan en “casas” hay pocas referencias a la Wicca real, algo que hubiese dado mucho juego.

En el aspecto gráfico Pablo M. Collar hace una labor reseñable. Es buen dibujante y comparte con los artistas de su generación (nació en 1992) esa mezcla de cómic americano, europeo y japonés que le hacen muy atractivo para cualquier tipo de mercado. Sin embargo, aún tiene que trabajar muchos aspectos narrativos, especialmente en las escenas de acción, que son prácticamente indescifrables: no sabes quién lucha con quién y qué hace cada personaje envuelto en la pelea. Incluso ese recurso de las viñetas en “negativo” que usa en el primer tercio del libro queda desdibujado porque no se entiende qué pasa en esas viñetas. El color, dado por el propio Collar, es muy medido y efectivo, limitando mucho la paleta para no recargar la escena, un evidente mérito en una historia repleta de magia y hechizos.

En Wicca hay más potencialidad que realidad, que sobre el papel seguro que prometía más que lo que luego aparece sobre el papel. Sin embargo, tiene la cualidad de que sabe apelar al público al que se dirige, sabe qué temas les interesa. A pesar de las carencias que muestra la obra, los dos autores tienen el suficiente talento para pulirlas y en el futuro ofrecer trabajos más completos.

Fondo, menos es más

Fondo se puede resumir en un par de líneas. Un pastor se cae al fondo de un barranco y hace un pacto con el dios de los piratas: a cambio de salvarle la vida debe matar a Pinza, un temible pirata. La resolución se cuenta en seis palabras. La supuesta levedad casi anecdótica de la obra de Rodrigo Vázquez esconde una riqueza de silencios y reflexión. Fondo hace referencia al barranco en el que un traspiés cambia el destino de una persona, al mar de donde sale el dios supuestamente salvador, al pueblo donde se refugian los piratas, al alma del protagonista que se sabe condenado haga lo que haga y cuya única libertad parece ser la de elegir entre la sartén y las brasas.

Fondo es un cuento de piratas sobrenatural. Aunque esta definición nos puede recordar a El secreto de Monkey Island o a Piratas del Caribe, está mucho más cercano al relato de piratas de Watchmen y nos recuerda a lo que sería La Isla del Tesoro si Robert Louis Stevenson la hubiese escrito con el espíritu gótico de su relato titulado Olalla.

El dibujo sucio y expresivo del propio Vázquez nos remite a Paul Pope, James Harren o Daniel Warren Johnson, con su línea temblorosa y sus monstruos marinos y un color que acentúa la sordidez del mundo desesperanzado que retrata.

Fondo es una pequeña joya, un secreto que merece desvelarse, una llamada a esa parte de nosotros que mira al abismo y espera que no le devuelva la mirada.