Whodunnit?, el cómic con el que El Torres y Vicente Cifuentes rinden homenaje a las historias de detectives

Algo tienen que tener las historias de “resolver un crimen” que enganchan desde el primer momento. Probablemente sea que posee algo de exotismo para la gran mayoría del público primermundista, que no suele moverse en entornos de violencia. Segundo, hay una tendencia de ambientarse en contextos que también salen de la norma: estos crímenes afectan a miembros de la alta sociedad. Es frecuente que este tipo de historias se den en lugares a los que solo puede acceder la case más privilegiada. Y ese tipo de vidas por encima de la media, también despiertan cierto interés.

Ya depende de la habilidad de quien cuente la historia si el crimen es lo suficientemente potente como para despistar al lector y resolver el embrollo de forma satisfactoria. En el mejor de los casos, los denominados whodunnit (con Agatha Christe como autora que representa la quintaesencia) demandan la participación activa del lector que, junto con los detectives, debe completar el puzle hasta llegar a la verdad. Y eso siempre debe ocurrir en un clímax en el que se reúnen todos los personajes y en el que, por supuesto, el detective da su soliloquio explicando su metodología y sus conclusiones. Aunque parezca que está despistado todo el rato, es él quien siempre ha ido cinco pasos por delante del o de la culpable.

Aunque parezcan narrativas que han envejecido mal o que están manidas en una era en la que el público demanda algo más inmediato, resulta curioso como hay un resurgimiento de este, con esas nuevas adaptaciones que Kenneth Brannagh ha realizado de las novelas protagonizadas por Hercules Poirot o esa aproximación absolutamente deconstructiva, posmoderna, reivindicativa y juguetona que fue Puñales por la Espalda. Actualmente, estas historias gozan de buena salud, a pesar de que, siendo justos, nunca han desaparecido del todo.

Y en estas circunstancias llega Whodunnit?, un cómic que pretende abrazar el clasicismo y aportar algunos elementos diferenciales y, por tanto, es de interés.  Este proyecto se ha hecho desde el conocimiento y el respeto de este subgénero literario y eso se deja apreciar en todas y cada una de las páginas. Eso explica los puntos en los que se consigue que esta obra sea algo diferente a otros ejemplos que puedan pasarse por la cabeza. Todo es conocido, pero esta obra consigue distanciarse. El hecho de que tome un look, y una ubicación británica lo evidencia esa referencialidad, pero toma una serie de decisiones que tienen el objetivo de conseguir su propia entidad. 

Lo primero que llama la atención es que la historia está protagonizada por animales antropomorfos. Es una decisión un tanto rupturista puesto que, salvo excepciones (Zootropolis, salvando las distancias) no es una combinación que suela verse en este tipo de ficciones, que tienden a optar por un tono más sobrio y menos excéntrico. Eso le da un aire desenfadado y sugerente.

Pero lo que realmente resulta interesante es ver como consiguen introducir el terror y, para más inri, dando otro salto, incluyen un mensaje social. Combinan distintos géneros y eso siempre es algo arriesgado. Sin embargo, todo está mezclado con las dosis adecuadas y sirve para ampliar tanto el target como las posibilidades que tienen todos esos géneros por separado. El corazón de la obra, proviniendo de un guionista tan amante del terror como es El Torres, está en eso y se nota.

El guion es sólido y coherente. Tal vez el clímax podría haber sido más chocante, teniendo en cuenta la potencia del segundo acto. Pero aun así no estropea la experiencia. Todo se desarrolla con un ritmo bastante ágil y consigue otorgar a todo de un carisma más que evidente. Se nota el oficio de El Torres, que sigue siendo uno de los guionistas más prolificos, diversos y efectivos. Siempre es una apuesta segura.

El arte de Vicente Cifuentes, ya veterano dentro de la industria, aporta un aspecto que logra distanciarse de lo que cabría esperar para esta historia. Es un artista de una versatilidad más que contrastada y se aprecia en un interés de probar cosas nuevas por su parte. El hecho de que todos los personajes sean animales antropomorfos, viene de que él hizo diseños antes de que estuviese preparada la historia y esta se adaptó a ello. Además, se tratan de diseños muy carismáticos e icónicos entran por los ojos. Ello juega a favor de que el lector identifique rápidamente a los personajes y pueda empatizar con ellos muy fácilmente. 

El artista logra aportarle un estilo cartoon que contrasta con lo oscura y truculenta que es la historia. Eso, lejos de resultar discordante, funciona y le otorga una personalidad a una obra más accesible gracias a ello. Aparte de determinadas escenas en las que se emplean soluciones más experimentales, Cifuentes opta por un clasicismo de manual, cosa que demanda este cómic. Es un trabajo muy de oficio, al servicio de lo que se está contando, pero que consigue aportar una frescura y unas particularidades de una forma notable.

Lo mismo se puede decir del color que aplica Ulises Arreola. Opta por una paleta naturalista en concordancia con el espíritu de todo lo que se quiere transmitir en la obra. En cierto modo, se siente un trabajo invisible (en el sentido de que no intenta quedar nunca por encima del relato). Pero eso no es negativo. Por el contrario, demuestra una capacidad de adaptación a la narrativa. Los colores empleados son muy variados y, a pesar de no sorprender, sí que consigue aportar la información que se requiere en todo momento. Es un trabajo eficaz y solvente.

La edición de Karras incluye una cantidad suculenta de páginas detallando el proceso junto con un extenso agradecimiento a todos aquellos que han apoyado el Verkami que ha permitido la publicación de este título. A su vez, en paralelo, se ha publicado una grapa que, en forma de relato ilustrado, narra las peripecias anteriores de los personajes protagonistas, una precuela.

Whodunit? es una celebración de ese clásico tipo de historias, que gustan a todo el mundo. Una sin mayor pretensión que la del entretenimiento, el homenaje, la reformulación y la diversión. Y con eso es fácil que se gane el cariño de cualquiera que quiera cruzar las majestuosas puertas de la mansión de Strutter.