Bloodshot, de Dave Wilson

El cine de Vin Diesel es ya una etiqueta que canibaliza todo lo que rodea la película. Es un antihéroe del cine de acción pero que, al igual que en muchas de las producciones encabezadas por Arnold Scharwzenegger, tienen unas lecturas muy hechas para el fandom. Era tarde o temprano que terminase protagonizando un filme de superhéroes, con perdón de Groot.

El panorama de las adaptaciones superheroicas está casi bipolizado por DC Comics (que comenzó con un estilo de pretenciosidad gravísima y hueca pasando a aceptar con autoconsciencia su postura y la recepción de las películas, dando así, a sus productos más interesantes) mientras que Marvel ocupa el lugar de las epopeyas ligeras. Ambas tienen licencias que se venden solas a estas alturas, con lo que el trabajo de exploración ya está realizado. 

¿Qué huecos quedan en este punto? La propuesta de Valiant ha tenido serios problemas para arrancar y encontrar cómo enfocar sus planes de construcción de un universo compartido cinematográfico. Queda ya lejano ese 2015 cuando la editorial anunció su salto al desarrollo cinematográfico, asociándose con DMG Entertainment. También, se puede percibir que tuvieron problemas creativos: ni rastro del planteamiento inicial de dos películas que conducirían a las Harbinger Wars (comprensible dada la ruptura de Sony para asociarse con Paramount para desarrollar Harbinger), la película pasó por David Leitch y por Chad Stalehski hasta encontrar a un director  con un perfil diametralmente opuesto: Dave Wilson, especializado en la animación y los efectos especiales generados digitalmente. La impronta de este tortuoso desarrollo se ve claramente en una falta de definición que afea el resultado que podría haber sido mejor.

Dave Wilson parece haberse empapado de las películas de Zack Snyder ya que repite el slo mo (que, si tiramos del hilo, es deudor de Matrix) para hacer escenas que sean vistosas, tengan o no sentido dramático. También cabe señalar algún tiro de cámara extraño. Aunque cuente con alguna idea sugerente, que no innovadora (la escena de acción del túnel, la aproximación a la manipulación a través de la realidad virtual, el uso del sonido en algunas escenas…), el cómputo general es que recuerda a una película que, tal vez, hubiese sido refrescante hace quince años. Hasta la elección de la ubicación de las escenas de acción son muy manidas a estas alturas.

Es la obra primeriza de un director con escasa experiencia y eso explica una dirección tan errática e impersonal como plana. No es fallida, eso sí. Solo que está más centrada en salvar los platos y en no hacerlo mal que en encontrar su propia voz.

La película tiene buenas intenciones y, desde luego, da algo diferente a las películas de los dos grandes. El tratamiento más mundano y no tan fantasioso, de las habilidades sobrenaturales y de la ciencia que tienen detrás. Eso es un acierto, puesto que, con eso, Valiant puede aproximarse al género de un modo distinto. La Marvel Studios de los inicios no es la de ahora y lo justo es darle más recorrido a Valiant y la construcción de su universo. Algunas características aquí presentes llaman a la esperanza.

Vin Diesel, con su corazón llameante, a punto de hacer una declaración amorosa.

Es una adaptación fiel al espíritu (no a la literalidad) del material que adapta y bajo ningún instante traiciona las reglas de juego y el tipo de historias que plantea este personaje. Aunque hubiese sido más acertado que se fijase más en el jugoso material de Jeff Lemire (el cual, afirmaría, homenajean sutilmente).

El guion, al igual que el resto de la película, tiene un equilibrio fallido. Está firmado por Eric Heisserer y por Jeff Madlow, que no podrían tener voces más diferentes. Heisserer es conocido, principalmente, por el celebradísimo guion de La Llegada (a pesar de ser más memorable el reivindicable remake/precuela de La Cosa, de John Carpenter). Pero también es un veterano de la casa Valiant, ya que él mismo ha escrito Secret Weapons y otros títulos. El otro guionista, Jeff Madlow, quien es conocido por la masacrada Fantasy Island o Kick Ass 2. Y, habiendo visto la película, está claro que hay un choque entre el enfoque más autoparódico (que creo que, al final, es lo que redime la película y no la hace todo lo plomiza que podría haber sido) y una búsqueda de temas científicos e identitarios, ganando los segundos. Eso crea una curiosa bipolaridad de que la película en la que la película hace referencias a los clichés del género (el monstruo de Frankenstein revelándose contra su padre, el militar deshumanizado tratando de hacer justicia a su manera, el ser invulnerable frente a mil y un oompa loompas) a la vez que los recorre tomándoselo con cierta gravedad.

Los personajes tienen un problema severo y es que no quedan clara cuál es su motivación (o, peor, en ocasiones verbalizan como locos. Diesel termina explicitando el evidente tema principal de la película). Solo actúan y el espectador no tiene otro remedio que aceptarlo. Es difícil empatizar con este tipo Todo eso se logra disimularlo con un ritmo bastante frenético que hace que, como espectador, durante el visionado de la película no te preguntes nada. El problema aparece cuando sales de la sala.

Los nanitos en acción.

El más flagrante problema formal que le veo a la cinta es un montaje que parece realizado con una motosierra. El editor, Jim May tiene una carrera que habla por sí misma, pero en esta película se luce. Las escenas de acción pueden llegar a ser confusas y se toman una serie de decisiones que rompe con la invisibilidad del montaje. En una película que no tiene la intención subrayarse a sí misma, es reprochable.

¿Qué nos queda al final? Pues una película genérica para la mayor gloria de Vin Diesel (que lo sabe aprovechar, todo sea dicho) y con amplio margen de mejoría que tiene un bajísimo nivel de pretenciosidad y eso es exactamente lo que veo redimible del producto. Sabe perfectamente a lo que juega y no quiere ser más de lo que es. Aunque eso supone saltarme un principio que consiste en exigir lo mismo a todo tipo de películas (si perdonamos una serie de cosas a unas películas que a otras, el nivel, en general, baja. Y el público, como consumidor, debe exigir siempre lo mejor. Ni siquiera con los blockbusters. Si se puede llegar al nivel de Mad Max: Fury Road, ¿por qué nos conformamos y aplaudimos cosas inferiores?) con películas que no buscan tomar el pelo al espectador, hago la vista gorda. No hay que pedir peras al olmo. Lástima que no termine de acercarse a la autoparodia. O, por el contrario, no intentase profundizar en algunas cuestiones que pone sobre la mesa. Con uno (o varios) pulidos habría sido mejor.

Tiendo a despreciar los homenajes fílmicos. Pero Toby Kebell (que hace un papel breve en el que parece estar para pasárselo bien y resarcirse de la nefasta experiencia con las adaptaciones de cómics) se marca un homenaje musical over the top ultrarreferencial a Pulp Fiction y Reservoir Dogs bailando Psychokiller de Talking Heads. Las expectativas eran tan bajas que, con eso, ya se ha rentabilizado la entrada.