Hay Algo Matando Niños, el sólido cómic de terror de James Tynion IV, Werther Dell’edera y Miquel Muerto

No hay nada más doloroso para un padre que perder a sus hijos. Y pocas cosas pueden afectar más a una comunidad que la defunción de su futuro. Es algo que siempre impacta de una forma muy emocional en la psique colectiva. Por no hablar del pavor que siempre da la inocencia segada o perturbada. Es un miedo que golpea con la fuerza de una bola de demolición. Y esta es otra muestra de ello.

James Tynion IV tiene mucho oficio a estas alturas y es más que evidente que es un guionista solvente. Y esta es una prueba más de ello. El guion de Hay Algo Matando Niños parece haber buscado ser una variación de lo contado en The Woods (en el núcleo ambos cuentan historias de jóvenes afrontando lo desconocido, a pesar de las múltiples diferencias). Una en la que se han añadido y extendido muchas de las virtudes por las que está pasando a ser conocido este escritor. 

El actual guionista de Batman parece haber tomado la inercia y la experiencia contando historias de un marcado tono tétrico para expulsarlo todo en este cómic. Hay algo profundamente trágico y desesperanzador aquí, como debe haberlo en toda historia de terror. Hay mucha grandilocuencia en estas páginas en un entorno contenido y acotado. Ese contraste entre lo cotidiano, de la vida tranquila de un pueblo en medio de ninguna parte y lo peligroso, lo extraordinario y lo oscuro siempre funciona y esta no es una excepción.

Hay algo casi catártico y que entra por los ojos en estas páginas. Se trata de un cómic muy estilizado en todos los sentidos. Juega con cuatro elementos en una historia de un calado bastante grande. Y lo hace sin pretensiones de ningún tipo, para lo bueno y para lo malo. Es un proyecto que está acorde a su ambición. Es lo que es y es consciente en todo momento de su propia naturaleza.

Si hay un gran acierto en este cómic ese es un manejo de la tensión constante. A ello contribuye una atmósfera sobrenatural y tenebrosa que no deja de expandirse a cada página. Cada nueva revelación, el lector no tiene otra que seguir pasando páginas, puesto que es una obra en la que todo cuadra de forma verdaderamente satisfactoria.  

Afortunadamente en los dos tomos disponibles en España, el lector se puede encontrar con dos criaturas completamente distintas. El primero planta todos los misterios habidos y por haber mientras que cuenta una historia clásica de terror que, salvo por el cliffhanger, podría funcionar de forma totalmente autónoma (a pesar de que quedarían unas cuantas incógnitas por resolver). El segundo arco argumental, sin embargo, echa el freno al ritmo y se centra más en la profundización del lore de este universo que se plantea. Se conocen muchos detalles y se perfila con cuidado algunas de las características que definen a los personajes. Y, a pesar de ello, la acción tiene algunos avances. Con ello en mente, obviamente, todo parece indicar que esta es una narrativa que está trazada y estructurada con cuidado y previsión.

La narrativa está planteada a través de la dosificación de la información. Es un high concept de manual y, de hecho, la premisa de la que se parte se supera en el clímax del primer tomo (cinco números en Estados Unidos). Pero se ha tenido la habilidad de crear una serie de personajes que rebosan carisma suficiente como para mantener enganchado al lector y para que este quiera saber más de ellos y de este mundo.

A pesar de resultar fresco, las influencias de las que bebe están más que patentes. Tanto a nivel estético como conceptual, este proyecto parece haberse inspirado en aquellas oscuras aventuras con adolescentes como protagonistas que se lanzaban en los ochenta. La construcción mitológica parece una mezcla entre Stephen King y distintos animes aderezado con algunas trazas tonales de John Carpenter. Aun así, se resiste a ser una batidora de referencias puesto que no renuncia a encontrar su propia voz y unas características particulares.

Habiendo dicho esto, este proyecto peca de ser demasiado acomodaticio y convencional. Se notan ciertos dejes que no parecen responder a otro motivo que al de alcanzar a un gran público. Se echa en falta algo más de riesgo y de impulso por innovar en un contexto en el que abunda un contenido que buscar ir más allá.

En cualquier caso, no todos los cómics lo consiguen. Ni tampoco llegan a ser tan entretenidos como esto. Hay Algo Matando Niños es un cómic de terror a la vieja usanza ochentera que atrapa.

El arte de Werther Dell’edera le da un aspecto orgánico e, incluso, artesanal al título. Se trata de un artista de corte clásico que logra que, en esa sencillez casi rudimentaria, se perciba toda la violencia (implícita o explícita) que contiene este título. Es capaz de otorgar de ritmo muy ágil a las escenas, cosa que es algo que este proyecto necesitaba claramente.  

Esta obra tiene sabor español y es que el colorista catalán, Miquel Muerto, es quien proporciona una efectiva atmósfera. Los colores son particularmente importantes en las historias de terror y, como es lógico, opta por una paleta mayormente apagada y oscura. Resulta curioso cómo plantea unos colores tanto diurnos (en el que se permite usar unos colores más vivos) como nocturnos en los que el terror sigue estando presente en todo momento. A pesar de ello, consigue darle un fuerte componente pop e icónico a la estética de la serie.

Los dos tomos de Planeta Cómic contienen la biografía de los autores, entre otros extras. Sigue la línea marcada de las ediciones originales de BOOM! Studios.

Hay algo Matando Niños es una historia clásica de terror y fantasía pura y dura. Quien venga buscando una lectura sencilla y directa de evasión, está en el lugar adecuado. No se le puede pedir mucho más porque no se trata de eso. No va a cambiar nada, pero sí que es de las obras de género más adictivas de este año.