Tellos, el caleidoscopio de la fantasía de Todd DeZago y Mike Wieringo

Para evitar emplear los muy desgastados adjetivos de “legendario” o “histórico”, cuanto menos se puede describir como fabulosa la cosecha del 1999 a lo largo y ancho de la cultura popular. El penúltimo año del siglo XX trajo consigo grandes debuts e incontables éxitos rotundos, dejando ya detrás prácticas noventeras altamente identificables y abriéndose paso a una nueva forma de entender la cultura, más transversal y globalizada, integrando estilos e influencias de todas las artes en una nueva forma de entender las disciplinas culturales. Aquel año debutaban Los Soprano, American Beauty, Bob Esponja o el debut de Britney Spears con su Baby One More Time… En 1999 aparecieron El Sexto Sentido de Shyamalan, el último gran éxito de los Backstreet Boys o de Cristina Aguilera, la explosión definitiva de los Pokemon… Aquel Matrix de los hermanos Wachowski, con Neo El Elegido a la cabeza… Y todo ello mientras J. K. Rowling publicaba el tercer libro de Harry Potter (también “El Elegido”), adelantándose por un año a la tercera entrega de Juego de Tronos, en una década que vio publicados tres libros de la saga. En el mundo del cómic y también con veinte años a las espaldas, 1999 traía el debut de 100 Balas, la Liga de Caballeros Extraordinarios, Tierra-X o Authority, protectores de otro Elegido (Elegida, en este caso) que sería clave con el cambio de siglo. Un año casi sencillamente perfecto (exceptuando aquello de Jar Jar Binks que, claramente, no era El Elegido) donde además debutó otra pequeña joya que, a la sombra de las anteriores, pasó un poco desapercibida. Este es el caso de Tellos, la magnus opum de Todd DeZago y Mike Wieringo, que homenajea a las historias de aventura y fantasía más clásicas del género a través de la figura del Elegido. Pero vayamos por partes, retrocediendo a un par de veranos antes. 

En plena Saga del Clon arácnida de 1996, el editor Ralph Macchio reunió en las páginas de Sensational Spider-Man #8 al inquieto guionista neoyorkino Todd DeZago (X-Factor) y al prometedor dibujante de origen italiano Mike Wieringo (Flash), quienes apenas llevaban dos y cuatro años respectivamente trabajando en una industria en continua expansión y la dependencia de nuevos talentos para poder sobrevivir a la combustión comiquera de los noventa. Aquel primer team-up arácnido se alargaría durante dos años y veinte números más, casi hasta el final del volumen donde, ya compartiendo labores argumentales, se había forjado una amistad que perduraría más allá de sus colaboraciones en Marvel Comics. “Mike y yo compartíamos inquietudes temáticas y artísticas, pero la que más nos fascinaba era la del género fantástico, que ya es algo que intentamos introducir en nuestra etapa en Spiderman. Aquellos cómics o libros de historias amenas, fantasiosas u optimistas parecían casi olvidadas. Se había perdido la inocencia, y era algo que a Mike y a mí no nos gustaba”, recordaba DeZago, quien se mostraba preocupado por el cariz serio y oscuro que imperaba en los cómics de aquellos años, más allá de las técnicas de marketing del momento. Eso, o expresado de otra manera, era lo que se intuía del estilo de Wieringo, alegre, con influencias reconocidas y reconocibles de dibujantes amerimanga que triunfaban en aquel momento como Joe Madureira, Scott Campbell o Humberto Ramos, alejados de los cánones oscuros que se venían reproduciendo desde la segunda mitad de los ochenta. Así pues, de la mente de DeZago, quien había estudiado para ser actor y que compaginaba sus labores como guionista con las de profesor de guionista en colegios e institutos, y de los lápices de Wieringo surgió Tellos.

“Cuando en Marvel empezaron a marearnos de aquí para allí, prometiéndonos varios proyectos que luego nos cancelaban a última hora, decidimos que había llegado la hora de volar solos”, recuerda uno de los padres de la serie. Tellos empezó a publicarse en 1999 dentro de Image Comics, una editorial en la que el tebeo más vendido era todavía el Spawn de Todd McFarlane y donde Witchblade y Darkness eran sinónimos tanto de excesos como de lingotes de oro. Los noventa todavía estaban muy presentes en forma y fondo de la compañía de los hot-artists, pero DeZago y Wieringo querían probar una forma distinta de hacer las cosas, y estaban convencidos que las aventuras de Jarek, Serra o Koj podían encajar en la industria USA y en otro tipo de público. Según el dibujante, “se supone que Tellos es un cómic para toda la familia, uno que puedes compartir con tu padre o con tu madre; con tu hermana o con tus hijos. Es un cruce entre Star Wars o Indiana Jones”. Pero Tellos va mucho más allá, bebiendo de El Mago de Oz, El Señor de Los Anillos o Las Mil y Una Noches, influencias clara en esta obra. Tellos funciona como homenaje y revisión de los greatest hits de un género presente a lo largo y ancho de la cultura pop pero, curiosamente, altamente olvidado dentro del mundo del cómic más centrada en el terror, la sci-fi, la introspección o el apocalipsis. Con todos esos ingredientes, además de cantidades industriales de ilusión, pasión y esfuerzo, en mayo de 1999 se publicaba el primer número de Tellos, nombre con los autores bautizaban al mundo mágico compuesto por fragmentos de una miríada de reinos fantásticos distintos poblados por criaturas igual de fantásticas y distintas.

Antes de abrir el espectro a todas las criaturas del colectivo imaginario de la fantasía habidas y por haber/crear, Tellos se centra en narrar la historia de Jarek, joven e intrépido espadachín, que ve como su vida cambia de forma radical cuando el mago Thomestharustra le otorga el papel de salvador de Tellos, dando comienzo un viaje del héroe de manual y pasando por todas las fases, desde el escepticismo inicial hasta la catarsis definitiva. Pasado, presente y futuro del mundo de Tellos se dan cita con la nostalgia y con los valores de amistad, honor y valentía, siempre premiando la aventura por parte de los autores, en unas secuencias que siempre dejan con ganas de más. Jarek contará con el apoyo de su amigo Koj, un guerrero/tigre con un pasado a mitad camino entre misterioso y traumático, y con Serra, la pirata carismática que se ve envuelta en una guerra que no era la suya y que queda muy lejos del estereotipo de damisela en apuros. A medida que avanza este viaje iniciático se irán sumando amigos, enemigos y viceversa, llegando el momento en el que DeZago y Wieringo se encuentran tan cómodos con el ecosistema creado que centran la lupa en él, siendo el elenco de personajes secundarios tan jugoso y disfrutable como los sucesos en torno a Jarek y Koj. Cualquier excusa es buena para poder permitir desatarse a Weriringo y a los lectores disfrutar con ello. La montaña rusa emocional da paso a un desfile de criaturas fantásticas made in Mike. “Siempre tuvimos claro que queríamos que hubiera personajes antropomórficos y prácticamente no cambió ningún personaje desde su concepción original, salvo Rikk que pasó de ser un roedor a un zorro, ya que Mike pensó que tendría más posibilidades de comedia”, recuerda DeZago. El tamaño de la chistera de su compañero de aventuras no tenía límites.

 

Curiosamente, la travesía de Jarek por este mundo para luchar y/o abrazar su destino es comparable a la de la propia serie por el mercado USA. Originalmente, DeZago y Wieringo publicaron diez números entre 1999 y el año 2000, además de varios números especiales dibujados por otros artistas (Tellos: The Last Heist y Tellos: Maiden Voyage, en 2001, Tellos: Sons & Moons en 2002). Todo ello fue publicado bajo el paraguas de Image Comics, al menos hasta 2004, donde se publicó unaminiserie de tres números titulada Tales of Tellos que vería la luz en Gorilla Comics. Gorilla fue una editorial a medio camino entre un subsello de la propia Image y un pre-crowfunding fundado a principios de siglo por autores como Kurt Busiek, Stuart Immonen (Shockrockets), Mark Waid, Barry Kitson (Empire), Karl Kesel, Tom Grummett (Section Zero, en cuyo primer número también se publicó una historia corta de Tellos) o George Perez (Crimson Plague). La idea era promocionar la editorial como un sello donde primaba la calidad de las historias y unos guiones sólidos, alejándose de la fama más visual que aportaba Image. “La idea es que cuando pase el tiempo, la marca de Gorilla suponga un sinónimo de calidad. Una marca que te diga que la gente detrás de ese logo lo da todo para contar las mejores historias posibles”, explicaba el propio DeZago. Y tenía razón. Todos fueron cómics excelentes y reivindicables. Sin embargo, aquella aventura de series de creación propia a medio camino entre la expansión de los noventa y la revolución de la Image 2.0 de Eric Stehpenson no funcionó muy bien, y casi todas las series se cancelaron, suponiendo el final de Tellos en 2004. La inesperada muerte de Wieringo tres años después, a la edad de 44 años, puso punto y final a cualquier rumor de regreso o, incluso, a un salto a serie de animación, quedando por tanto una magnífica obra cerrada que, este 2019, cumple veinte años desde sus inicios.