Moby Dick; o la adaptación de Bill Sienkiewicz

Clásicos ilustrados

Se atribuye al editor Albert Lewis Kanter la idea de editar en 1941 versiones en comic book de los clásicos de la Literatura Universal. Dado el éxito que el formato estaba teniendo a raíz de Action Comics y sus derivados, parecía una buena manera de hacer llegar esas obras a los niños, obras además que ya estaban en el dominio público en su gran mayoría. La colección de 169 números duró hasta 1962. Su primera adaptación fue la de Los tres mosqueteros y el nº 5 estuvo dedicado a Moby Dick siendo los principales ilustradores de la colección Henry C. Kiefer, Alex Blum y Norman Nodel y contando con números realizados por autores que sonarán más a los aficionados al comic book clásico de superhéroes: Pete Constanza, Reed Crandall, Kurt Schaffenberger, Mike Sekowsky, Gray Morrow o Joe Orlando. También la empresa de Will Eisner y Bob Iger, Eisner & Iger Shop, realizó algunos números en los 40. El último número fue un especial de biografías de personajes históricos afroamericanos titulado Negro Americans, the Early Years.

Esta serie se editó en muchos países, incluyendo Francia, Alemania, Italia, Reino Unido o Portugal. No en España, donde Editorial Bruguera tuvo varias iniciativas similares como las colecciones Historia Selección (1966) e Historias Color (1972), que eran libros de casi 300 páginas que combinaban una versión traducida y editada de la novela en texto con la misma historia en forma de historieta. Ya en formato de historieta pura tenemos los 269 cuadernos de 36 páginas de Joyas Literarias Juveniles publicados entre 1970 y 1984. No creo que haya nadie que haya hecho la EGB que no recibiera como regalo alguna de estas ediciones.

Volviendo a Estados Unidos, la iniciativa tuvo su continuación por editoriales como Thorpe & Potter en los 60, Double Duo en los 70 y ya en 1990 por First Comics. Y aquí es donde nos pararemos, no sin antes decir que Acclaim, la sucesora de Valiant, publicó entre 1997 y 1998 59 números de la serie original y tres adaptaciones completamente nuevas. Entre 2008 y 2014 la editorial Papercutz reeditó parte de la serie original, de la de First, y produjo 12 nuevos volúmenes que encargaron a autores franceses.

First Comics publicó 27 comics entre febrero del 90 y junio del 91 contando con autores como Steven Grant, Tom Mandrake, P. Craig Russell, Jill Thompson, Joe Staton, Mike Ploog, Ricardo Villagrán, Kyle Baker, Chuck Dixon, Peter David,… Se llegó a hablar de una adaptación de El Quijote por Sergio Aragonés que, en algunas entrevistas, aún dice que tiene la esperanza de hacer. La idea y la propia serie se malograron con el cierre de la editorial. (Y, permítaseme el spam, tenemos un podcast muy chulo sobre ella).

Cazando la ballena de la adaptación

Moby-Dick; o, La Ballena, escrita por Herman Mellville en 1851, se puede definir como Novela Total. Es un libro de aventuras en el mar, un retrato psicológico de personajes, un tratado prolijo sobre la navegación marítima y la caza de las ballenas, la historia de una obsesión y una venganza, un comentario social y racial,… Todo ello en más de 700 páginas. 700 páginas que Dan Chichester y Bill Sienkiewicz tuvieron que resumir en 48 y no solo con texto, sino también con dibujos.

Hasta la propia Astiberri pone en portada “Una adaptación de Bill Sienkiewicz” pero tenemos que repartir los méritos de esta extraordinaria y (digámoslo ya) magistral adaptación con Dan Chichester que sí aparece acreditado en el interior.

Daniel G. Chichester desarrolló su carrera en los comics entre 1987 y 1999. Entró en Marvel como asistente del asistente de Jim Shooter y luego como editor en el subsello Epic Comics. Como guionista es especialmente recordado como parte del dúo Chichester-McDaniel en una por otra parte polémica etapa en Daredevil entre 1991 y 1995, serie de la que tuvo una salida bastante traumática cuando se enteró de que la editora Bobbie Chase le iba a reemplazar justo cuando preparaba nuevas líneas argumentales. Chichester exigió que sus últimos cinco números aparecieran firmados como Alan Smithee, el famoso seudónimo usado por directores de cine que no quieren que su nombre aparezca en los créditos de su película. Aunque el grueso de su carrera la desarrolló en Marvel también escribió para DC, Dark Horse o Acclaim y ahora se dedica a la publicidad en la agencia Ogilvy.

Chichester y Bill Sienkiewicz se conocieron en 1988 cuando el artista estaba publicando Stray Toasters en Epic, congeniaron y por eso contó con él cuando First le propuso adaptar la novela de Herman Mellville. Sienkiewicz reconoce abiertamente la aportación del guionista en la difícil tarea de comprimir esas 700 páginas en solo 48.

“El éxito real de la adaptación se debió al hecho de que Dan Chichester clavó el sabor, la esencia de Mellville, permitiendo la oportunidad y el ambiente perfectos para mis excursiones visuales. Si la adaptación de Dan no fuese tan soberbia, y creedme, lo que hizo no era nada fácil, hubiese habido muchas ocasiones en los que nuestras decisiones hubiesen estado fuera de sintonía. Un escritor de menos valía no hubiese tenido el sentido que él mostró para tomar las decisiones correctas. Hablábamos a diario para decidir cuales eran las mejores elecciones visuales para que la historia funcionase y cupiese en el número previsto de páginas. En realidad, es uno de los trabajos más rápidos que he hecho nunca, todo fluía.”

Más que como una narración novelesca, este Moby Dick funciona como si fuese un poema en lugar de ser contado de manera secuencial, momento a momento. No nos vamos a meter ahora en la definición de qué es un cómic, pero podríamos discutir si este Moby Dick no es más un relato ilustrado que un cómic. Si desgajásemos el texto de las ilustraciones este funcionaría perfectamente como resumen del argumento del libro con un estilo literario soberbio. Sin embargo, las imágenes por sí solas tendrían en muchos momentos dificultades para contar la historia.

Esta afirmación no quiere quitarle méritos a Sienkiewicz sino establecer la jerarquía de los elementos que confluyen en este cómic. Las imágenes no son superfluas, establecen los momentos fundamentales del argumento, pero sobre todo añaden dos niveles de lectura más a la narración, y ahí está la grandeza de la obra. Por un lado, las ilustraciones añaden nuevas capas de significado al texto, haciendo en muchas ocasiones de contrapunto con el mismo, y consiguen llegar a un nivel emocional y subconsciente mediante imágenes que capturan el estado psicológico en vez de ilustrar de manera estricta la historia a un nivel superficial.

Junto a Stray Toasters, Moby Dick supone el culmen de una evolución artística de diez años desde aquel Caballero Luna de un estilo académico deudor de Neal Adams a principios de los 80, seguido por una etapa en New Mutants que el artista concebía como obra en blanco y negro en la que predominaba la abstracción y el movimiento. El siguiente paso estaría en Elektra: Asesina en la que añadió el color, y ya en las obras citadas al inicio de este párrafo experimentó añadiendo fotocopias, collage fotográfico y texturas variadas en paralelo a lo que en aquella época estaba haciendo Dave McKean.

Moby Dick es una obra soberbia, me atrevería a llamarla una experiencia inmersiva que se puede disfrutar haciendo correr en paralelo textos e imágenes dejándose llevar por las interacciones de ambos elementos, o simplemente sumergiéndose en las ilustraciones. En ese sentido fantaseo con una edición especial que contuviese el cómic original y, como complemento, las ilustraciones sin texto y para muestra, la portada elegida para esta edición, bastante mejor que la de la edición original. Mientras esta te representaba la tortura interior de Ahab, la usada en este caso transmite las dos obsesiones vengativas que conducen la historia, la de Ahab y la de Moby Dick, y la víctima de ambos, el Pequod y su tripulación.

 

En cualquier caso, nos encontramos ante uno de los acontecimientos editoriales del año, casi una obra de obligada lectura y un ejemplo palmario de la grandeza y posibilidades del medio de la historieta.