Cruel Summer: los destinos inexorables de Brubaker y Phillips

La pareja Noir

Ed Brubaker y Sean Phillips forman una de las parejas artísticas más estables y reconocibles del mercado estadounidense desde su primera colaboración en Escena del crimen (1999), donde Phillips entintó los lápices de Michael Lark. En esa obra seminal Brubaker afirmaba su fascinación por las historias Pulp y de serie negra, especialmente las del escritor James Ellroy (LA Confidential, La Dalia Negra, Perfidia,…), cuyos ladronzuelos y detectives de poca monta y escasa moralidad que sobreviven en escenarios paupérrimos impregnan su obra,  incluso cuando se dedica a los superhéroes: Catwoman, Batman, Gotham Central, Daredevil,…

Pero es con Sleeper, publicada en el 2002, donde la pareja establece sus propias reglas del juego. Esta serie, ambientada en el Universo Wildstorm, presentaba a un agente secreto infiltrado en la organización de Tao, el villano creado por Alan Moore. Esta situación solo es conocida por un John Lynch (el Nick Furia de ese universo) que queda en coma, dejando a su agente sin protección. Los 24 capítulos no fueron bien de ventas, pero llamaron mucho la atención de la crítica y la situó como serie de culto. Aprovechamos la ocasión para recomendarla encarecidamente.

Desde ese momento sus colaboraciones se hicieron colaboradores habituales, empezando en 2006 Criminal en el sello Icon que la Marvel de Quesada creó para evitar que sus autores publicaran sus obras de creación propia con Image. Criminal, que sucede entre los 70 y los 90, cuenta la historia de dos familias de ladrones, los Patterson (padre e hijo) y los Lawless (un padre y dos hijos), la amistad entre los miembros de cada generación, sus trabajos sucios realizados en común, y la tragedia que acabó con dicha amistad. Este relato se fue desgranando entre 2007 y 2011 en varias miniseries de, respectivamente, 10, 7, 5, 4 y 2 números recopilados en siete tomos, primero por Icon y luego por Image.

Las siguientes colaboraciones abundaron en el género negro, pero siempre con un giro. Incógnito (2008) aúna superhéroes con espionaje en un relato de personajes de dudosa moralidad, y ahí, en la descripción de personajes encontramos los lugares comunes del género. Fatale (2012) relata la odisea de una típica mujer fatal, inmortal y perseguida por un culto lovecraftiano en el Hollywood dorado de los 40 y 50, de nuevo con Ellroy como inspiración. The Fade Out (2014) nos remite a la película Barton Fink de los hermanos Coen, con ese guionista del Hollywood de la caza de brujas que despierta amnésico junto al cadáver de una actriz. Kill or Be Killed (2016) tiene una premisa que parece sacada de un manga, sobre un moribundo que hace un trato con un demonio que le ofrece vivir un mes más por cada persona que mate. El protagonista, a lo Dexter, mata indeseables que han escapado de la acción de la justicia.

El trabajo en equipo de ambos autores ha recibido parabienes críticos y abundantes premios: ocho de los 9 Eisners de Brubaker, ya sea como escritor (cuatro)  o a alguna serie (cuatro), los ha ganado en colaboración con Phillips, que además de esos cuatro Eisners compartidos tiene el extraño honor de haber sido nominado como mejor portadista en cinco ocasiones y no haber ganado ni una.

En 2018 ambos decidieron volver al universo de Criminal con la novela gráfica Mis héroes siempre han sido yonquis, en la que explora las causas y consecuencias de la drogadicción y que fue un completo éxito, premio Eisner incluido. Eso les animó a retomar las vidas de los Patterson y los Lawless.

Malos fines de semana y veranos crueles

En el primer número de la nueva serie, cuyo protagonista es Teeg, el patriarca de los Lawless, Brubaker contaba que quería alternar historias sueltas con otras de más duración con el fin de sorprender a los lectores, que no sabrían a priori cuándo y de qué manera acabaría cada arco argumental. Los números 2 y 3 conforman Bad Weekend, que ha sido publicado por Panini en un tomo aparte y cuyo protagonista es Jacob Kurtz, historietista y amigo de Leo Patterson y Ricky Lawless, que acompaña a una vieja gloria del cómic a una convención. Brubaker aprovecha para ahondar en el lado más oscuro de un medio, el cómic, que no está falto de pillos, piratas y ladrones. El 4 es otro número suelto, protagonizado por el cerebral Leo y el metepatas Ricky, y es a partir del 5 cuando empieza Cruel Summer, que dura hasta el número 12 donde dan por concluida la nueva serie.

En Cruel Summer confluye todo lo que es Criminal: los Lawless, los Patterson, mujeres fatales, robos, palizas, tiroteos y, sobre todo, una omnipresente sensación de que el amargo destino de estos personajes está escrito, que nada para ellos va a ser agradable, que forman parte de una rueda que gira inexorablemente y que los hijos van a seguir el camino de los padres, quieran o no.

La reciente edición de Panini recoge los números 1, que funciona casi como un prólogo, y del 5 al 12. En esta historia Brubaker no inventa nada. Tiene a su disposición todos los recursos y las herramientas del género y los utiliza con sabiduría y precisión. Llaman la atención las splash pages que son el retrato de un personaje jalonado por su discurso interior.

En el plano artístico Sean Phillips es de esos artistas que a medida que maduran apuestan por la concisión, la mancha de tinta y la línea gruesa en el sitio justo. Hay que valorar el color de su hijo, Jacob Phillips, que sustituye a los habituales Val Staples y Elizabeth Breitweiser. El colorista juega con manchas de color aparentemente anárquicas y con texturas que parecen casi de óleo aplicado con espátula, en todo caso buscando más el efecto narrativo que el estético.

Cruel Summer es una historia sólida, que funciona por sí misma, pero que se entiende mejor si conoces a los personajes, su biografía dispersa en los anteriores tomos de Criminal y las relaciones entre ellos, rellenando además huecos de esas trayectorias vitales y desvelando sucesos que se habían mencionado pero no mostrado anteriormente, incluyendo el desolador final.