Palabra de editor 32 – Háblame de mí

Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia (@Fandogamia) y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga.

Me he esperado un tiempo prudencial para comenzar a escribir sobre este tema en frío, porque tuve que sufrir una de esas anécdotas que te hacen sonreír conforme pasan los días (jaja, qué mal lo pasamos aquella vez que casi nos quedamos atrapados en una ventisca al volver de madrugada de una Japan Weekend Madrid, ¿eh?), pero que en el momento le calientan a uno cosa mala y le hacen dudar de la inteligencia humana. En mi caso podemos eludir esto último: creo de manera firme en la imbecilidad congénita de nuestra especie, así que la historia para no dormir que voy a contaros no me pilló del todo desprevenido. Simplemente abrí el portátil, miré al techo y suspiré: “ni un puto día de calma”.

Os pongo en antecedentes. Hace ya casi un mes que publicamos la tercera obra de Kabi Nagata, Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad. La autora venía precedida por dos trabajos que se han vendido muy bien (de Mi Experiencia Lesbiana con la Soledad llevamos tres reimpresiones, aunque como he aprovechado cada una de ellas para retocar fallitos casi podríamos considerarlas reediciones), así que para promocionar este nuevo volumen y por probar cosas nuevas envié la rutinaria nota de prensa junto a un enlace para descargar una copia íntegra del manga en PDF. De esta forma quienes hacen reseñas podían leer el material fresquito, antes de recibir (si la pedían) una muestra física que les iba a tardar más en llegar, probablemente cuando el cómic ya hubiera salido a la venta.

La cosa se fue de madre cuando un blog sobre cómics copió el link de esa copia privada en su web, dentro de la noticia del manga, haciendo que cualquiera pudiera descargarlo.

Marrón. Marronaco. Y mea culpa. Por pasar material sensible creyendo que nadie sería capaz de hacer algo así (entiendo que ocurrió por despiste absoluto, porque no quiero creer que fuera algo intencionado… de hecho, hoy siguen teniendo el hipervínculo en su web, ajenos a toda la liada, aunque evidentemente lo desactivé en pocos minutos cuando me cosqué del asunto) y por no distinguir entre medios profesionales y amateurs. No creo que esta situación haya afectado en nada a las ventas, ni tampoco me voy a preocupar por ello (ni siquiera me molesto en calcular el retorno en ventas de todo el trabajo de promoción, así me manejo yo con la Interné). Es probable que yo fuera el primero en darse cuenta del asunto (nadie más había hecho RT o LIKE al tuit a través del que me enteré), lo que da pie a otra interesante reflexión sobre la eficacia hoy de los portales web, los clicks que llevan a otras páginas, etecé.

Creo que mi error más grande en comunicación es no ser un tiburón comercial, pero es que mi estilo va más de transmitir mi convicción por los tebeos que hacemos en lugar de intentar convencer a los demás. Puede que ambas cosas no sean incompatibles, pero de publicidad sé lo justito (intenté leer MARKETING PARA DUMMIES hace unos años y no pude acabarlo por mi desinterés en la materia, y eso que siempre me termino todas las lecturas ni que sea por deferencia al trabajo que sé que llevan detrás). Pero mi segundo gran error, y por el que acabo pagando el pato, es por no discriminar entre unos divulgadores y otros. De entrada, debería remitir exclusivamente la información manga a las webs de esa temática, las cosas USA a la gente que escribe sobre cómic americano… porque apenas hay quien hable sobre todo. Pero quizá por una mezclilla de amortizar mi tiempo de redacción, de tener pocos lanzamientos mensuales y de beneficiar a quienes son tan todoterreno en la lectura como nosotros en la edición, acabo enviando un email idéntico a todo quisqui. A Ramen Para Dos se la trufa que les escribamos sobre Giant Days, pero mis correos se los comen igual. En cambio, a muchos otros divulgadores (a título individual y que trabajan para distintas plataformas) sí que les viene bien recibirlo todo juntito. Pero esto es solo una visión superficial del mailing, una cuestión de etiquetas y formatos. La cuestión real es: ¿por qué no me centro exclusivamente en los medios profesionales?

Si tildamos de profesional a aquellos que cobran por su trabajo, la lista se reduce considerablemente. Cobrar en especie no cuenta. Yo mismo, mientras me sacaba la carrera, hice muchas otras cosas que me enseñaron DE VERDAD el oficio de publicar, y entre ellas estaba hacer reseñas de videojuegos para un medio digital que también tenía versión impresa. No pagaban nada, pero me permitían experimentar y escribir lo que me daba la gana. Las copias de prensa solían ser discos pelados sin carátula, pero yo escogía entre lo que se recibía en redacción y me llevaba juegos a malsalva, a la vez que aumentaba mi skill en esto de transmitir ideas con la palabra escrita. También toqué tebeos, y recuerdo con cariño haber podido hacer entrevistas a Liniers, David Lloyd o Chris Claremont. Para alguien que apenas había salido del cascarón era algo bastante guay.

Supongo que es algo intrínseco a los sectores culturales o, específicamente, del entretenimiento. La misma razón que lleva a la gente a presentarse voluntaria para cooperar en unos Juegos Olímpicos, en un evento de manga, en cualquier cosa no remunerada que implica currarse algo debe ser esa visión ilusionante de formar parte de algo más grande. El voluntariado de molar, lo llamó una vez alguien en una charla a la que asistí (me quedé con el mensaje, pero no con la cara ni el nombre del mensajero). Una experiencia que puede ser enriquecedora a muchos niveles, pero que no llena la nevera cuando llegas al Mundo Real. No quiero contribuir a la precariedad del sector, pero sí que me gusta dar oportunidades a quienes entran en esto de comunicar, llámalos bookstagramers, influencers, chavalada con ganas de hacer cosas (cosas que a veces ya no entendemos bien aunque intentemos estar conectadísimos, porque cada cinco años hay una nueva generación que piensa y percibe las cosas de forma diferente) y que te mandan un correo pidiendo una muestra de tus cómics, un tebeo, una novedad para hacer un Tik-tok. Y ves que intentan hacerlo bien, que son constantes, que quizá sea solo un juego o una forma de aprender o emular, como los fanzines que hacíamos, imitando, COPIANDO RABIOSAMENTE A QUIENES LO HACÍAN BIEN hasta alcanzar un estilo propio, y mira, les mando la copia de prensa. Me identifico mucho con ellos. Ni siquiera lo hago por conseguir visitas a la web o que los tebeos se conozcan más o menos, para eso podría ahorrarme los envíos y pagar unas promos en Instagram: es por proporcionar esa sensación que yo también experimenté en su momento, que a mí me cuesta cuatro euros por decir algo pero para quienes están al otro lado representa mucho más. La validación. Cierta responsabilidad. Un compromiso, hasta cierto punto. Crecer, evolucionar o, como decía antes, hacer algo bastante guay.

En fin, estoy justificando que soy parte del problema. Me cavo mi propia tumba. No puedo exigir profesionalidad si me muevo en aguas pantanosas. En realidad, no puedo exigir nada. No estoy pagando por un servicio, estoy enviando datos, datos, más datos, esperando que alguien hable de nuestros tebeos. Quienes lo hacen no obtienen rédito de mi actividad económica. En muchos casos, ni siquiera lo obtienen de su labor divulgativa en general. Hay pocos medios y revistas que paguen a sus redactores, y si esos pocos tienen que hablar de todos los tebeos que salen cada mes el colapso está asegurado. Así que envío muchos correos electrónicos y unas cuantas copias de prensa como si fueran mensajes embotellados, esperando que lleguen a buen puerto. No se llegan a abrir ni un 40% de las comunicaciones que hago a través de los newsletters de Mailchimp. Muchos de esos medios profesionales no me reseñan porque el cupo está lleno. Y porque hay quienes editan cosas más interesantes que yo, no me importa reconocerlo y no se puede ganar siempre. Al final termino por convencerme de que la mejor publicidad posible es la que yo mismo puedo hacerle a los tebeos, y las respuestas directas le dan fuerza a mi convicción: subo un tuit hablando de un croufando y durante la hora siguiente llegan dos, tres, cuatro pedidos. Puedo certificar su utilidad. Esos pedidos son mi validación personal. “No lo hago tan mal”. Es una de las razones de mi actividad incesante en redes, y quizá sea mi tercer gran error en comunicación: esa compaciente sensación de fondo de que nos bastamos solos y que la inversión (en tiempo o en dinero) externa es innecesaria. Pero si hasta la Coca-Cola se gasta millones de euros en publicidad cada año aunque no tiene rival en los supermercados, y el marketing de Hollywood se come la mitad del presupuesto de los taquillazos… ¿quién soy yo, con mis tebeos que no han tocado techo, para sentar cátedra?

El tipo que envió al tuntún un manga digital para que se lo reseñaran y por poco no provoca un conflicto diplomático con la editorial japonesa, ese soy yo.

La semana que viene seguimos con «Las copias de prensa (II): los cómics que envío y las cosas de las que se hablan».