Jose Luís Munuera se atreve con la obra maestra de Helman Melville

Cuando hablamos del novelista, cuentista y poeta norteamericano Helman Melville (1819-1891) siempre tenemos en mente su novela más ambiciosa y referenciada. Hablamos, claro, de la mastodóntica, como su protagonista, Moby-Dick (1851), que tardó más de un año y medio en escribir. Enfrentarse con la mentalidad de finales del siglo XX y principios del XXI a la inmortal historia del cetáceo más peligroso de los siete mares y su obsesivo perseguidor, el Capitán Ahab, no es tarea fácil: se trata de una obra tan opaca y rigurosa que va mucho más allá del cuento de aventuras decimonónico. Su adaptación al cómic es una tarea titánica, y algunos artistas como Will Eisner, Bill Sienkiewicz (editada por Astiberri en julio) o Christophe Chabouté lo han intentado con diversos y dispares resultados narrativos.

Más allá de la gran ballena blanca inmortalizada por John Huston en la película de 1956, Melville tiene otra novela de corte psicológico más moderna que Moby-Dick. Hablamos de Bartleby, el escribiente: Una historia de Wall Street, publicada en 1853 en el primer volumen de la revista literaria de Nueva York Putnam’s Magazine. Bartleby se considera uno de los primeros ejemplos de novela psicológica publicada en Estados Unidos. En el Wall Street de mediados de siglo, un abogado dueño de una notaría contrata a un nuevo copista que pronto demuestra ser un trabajador muy eficiente. En su notaría trabajan tres empleados a los que conocemos por sus apodos: Turkey (pavo), Nippers (pinzas) y el joven Ginger Nut (Bizcocho de jengibre), de doce años de edad que suele hacer de aprendiz y chico para todo. Como la notaría de nuestro abogado narrador va viento en popa, contrata a un nuevo empleado que es descrito como una figura pálidamente pulcra, lamentablemente respetable e incurablemente solitaria. El joven Bartleby es colocado frente a una gran ventana en el despacho del director de la notaría, frente a una pared enladrillada. El director oculta a Bartleby con un biombo para que éste tenga un poco de intimidad en su trabajo. El joven copista cumple con su cometido al pie de la letra hasta que un día su jefe le pide que repase un documento que ha duplicado para ver si contiene errores. El copista le contesta muy educadamente que “Preferíria no hacerlo” (I would prefer not to). Comienza entonces un viaje sin retorno por parte del narrador por el insondable misterio de la extraña mente de Bartleby, el escribiente.

La corta novela de Melville ha tenido cientos de reinterpretaciones a lo largo de la historia literaria. En la que más coinciden los críticos es que Bartleby es una crítica de Melville a la creación literaria. El educado pero obstinado protagonista es un escritor que prefiere perderlo todo y morir antes que copiar, negándose a seguir escribiendo el tipo de historias que se le exige. Una referencia a la propia frustración de Melville como escritor, quien quería huir de las convenciones de la narrativa de su época. De hecho, momentos como el narrador ocultando a Bartleby tras un biombo puede ser interpretado como el propio Melville sintiendo vergüenza por esa clase de escritor-copista. Pero también se trata de una novela que contiene una crítica bastante certera a la naciente sociedad capitalista del Nueva York de mediados de siglo. Una historia profética sobre cuál sería el triste devenir económico de la sociedad moderna.

El autor Jose Luís Munuera (Lorca, 1972) ha puesto su mirada en esta reinterpretación de la corta novela de Melville, alejándose del juego de espejos literario de algunas interpretaciones mucho más psicológicas. Curtido en la industria francesa, donde ha trabajado en Las Aventuras de Spirou y Fantasio (con Jean David Morvan y Yann), en Sortilegios (junto a Jean Dufaux) o en la serie Merlín (con Joann Sfar y Morvan), al Munuera más personal lo tenemos que encontrar en trabajos como El juego de la luna (Astiberri, 2009) y Fraternity (Astiberri, 2011), con guiones de Enrique Bonet y Juan Díaz Canales, respectivamente. Pero su obra más personal es, sin lugar a dudas, la divertida Oficio: dibujante (Astiberri, 2012), que tiene bastante relación narrativa con el Memorias de un hombre en pijama de su amigo Paco Roca. Para su nuevo cómic firmado enteramente por él, Munuera se atreve con este clásico incontestable de Melville del que sale excelentemente bien parado.

Repleto de momentos oníricos que no aparecen en el libro original, el Bartleby de Munuera se centra mucho más en la figura del jefe del despacho de notarios, narrador de las desgracias del joven y gris copista. Al recaer tanto gráficamente como psicológicamente gran peso del dibujo sobre los frágiles hombros del narrador, Munuera tensiona la historia mucho más que en el relato original, acercándose en un par de ocasiones al thriller. Bartleby es un gran misterio, uno que preocupa y obsesiona a un narrador arrollado por las circunstancias. Munuera también introduce a un nuevo personaje para dar enfasis a la crítica al capitalismo que podemos encontrar en gran parte de la obra original, una figura que adquirirá su terrorífico potencial al final del relato, coincidiendo con el fatídico final de Bartleby.

Fiel a su estilo, Munuera ha entregado un precioso álbum BD donde los detalles tanto arquitectónicos como narrativos se van volviendo más y más kafkianos, homenajeando a otro gran autor de la novela psicológica. Impresiona algunos detalles muy representativos como la presentación de la ventana enfrente de la pared de ladrillos o esa escalera asfixiante que lleva a la notaría y que el narrador sube dubitativo y con miedo para enfrentarse a la firme negativa de Bartleby, el escribiente. Munuera ha realizado una gran obra tan recomendable para fans de la novela original como para desconocedores de esta gran obra de la historia de la literatura.