Amigo muerto de Simon Gärdenfors, o seguir viviendo con la pérdida.

Simon es un joven sueco que, sin haber terminado siquiera el instituto, recibe un día una terrible noticia: su mejor amigo, Kalle, ha muerto de una repentina enfermedad. Tras el shock, Simme, como le llaman los más cercanos, recapitula cómo conoció a Kalle y cómo llegaron a trabar su intensa amistad: sus andanzas, los amores y desamores que afrontaron juntos, las estupideces propias de adolescencia que cometieron, las risas que compartieron, su gusto común por la cultura Hip-Hop. A partir del funeral, la vida de Simme sigue mientras va creciendo, y con los años llega a ser diseñador y cantante de rap. Pero esa tragedia de la que aparentemente parecía haberse recuperado en realidad ha fijado raíces en su ser y sin que él mismo haya sido consciente, le ha marcado.

Amigo muerto (Död Kompis) es una de las incursiones del rapero Simon Gärdenfors en el mundo del cómic. Simon G, como a veces firma, es también un conocido presentador de radio y televisión en Suecia, y la mitad del dúo musical llamado Las Palmas (tal cual en español). Como en otras de sus obras en viñetas (por ejemplo The 120 days of Simon, de 2008) Gärdenfons se decanta aquí por el género autobiográfico, desnudando su alma al lector y contando un dolorosísimo episodio verídico de su vida, quizás con cierta intención catártica. Estamos por tanto ante un interesante slice of life oriundo de latitudes no demasiado habituales para nosotros, realizado por un autor que no se ciñe al medio, sino que de hecho ha accedido a la popularidad a través de otros distintos al noveno arte. Esto último a veces no tiene por qué salir bien, y que cada lector rellene su lista de tebeos que con esta credencial han resultado auténticos chascos, pero afortunadamente en este caso, la cosa no solo funciona sino que lo hace espléndidamente.

Y es que las virtudes de Amigo muerto no se circunscriben únicamente a la historia que cuenta, la cual por sí sola es tan estremecedora como tierna, sino que la manera visual en que se narra resulta brillante. Gärdenfors despliega un curiosísimo estilo gráfico, cautivador, heredero del diseño gráfico puro, de la animación Rubber Hose de los años 30, de los envoltorios de golosinas vintage. La obra está dividida en varios amplios capítulos, pero las escenas que a su vez los componen tienen su propia autonomía, con páginas en las que va variando el color predominante cada cierto número de ellas, a veces rodeadas de imaginativas cenefas que aportan tono a la historia contada. Las esquinas llevan iconos que representan las caras de Simon (las inferiores de las páginas pares) y Kalle ( las superiores de las impares) y según progresa la lectura cambian sutilmente comunicándonos el estado de cada uno de los dos protagonistas. Y, como en algunos libros infantiles, si se dejan pasar rápidamente las hojas por estas esquinas, producen cierto efecto de animación. Los hallazgos visuales de este pequeño volumen en tapa dura de 176 páginas son múltiples, siguiendo un poco la línea (salvando las distancias) de Chris Ware. Para el lector español, la casualidad lleva a que además puedan venir a la memoria cosas tan dispares como La Gorda de las Galaxias de Nicolás, por ese aspecto algo psicodélico, pop e infantil que a veces utiliza trazos de color distinto al negro para delimitar las figuras, o a añejas colecciones de libros de bolsillo de editorial Bruguera, por el formato de la obra.

Cabe destacar de la edición española lanzada por Liana Editorial la labor de los traductores Mónica Corral y Martín Lexell, que consiguen que la lectura, con sus traslaciones de expresiones cotidianas, sea totalmente fluida, y la del rotulista Gabriel Regueiro. Al formar parte la rotulación de la unidad gráfica de cada página, y haber una tipografía nueva cada dos o tres de ellas, ha debido esforzarse muy a fondo, recreando fuentes (con sus efectos y texturas) para encajarlas sobre el dibujo en sí, dando lugar a un resultado sin fisuras. Como la obra requería, vaya, y cómo, a pesar de sin duda las dificultades, se ha conseguido plasmar, así que procede resaltar tan positivo punto. Por poner alguna pega con la edición, quizás, a pesar de que en realidad no suponga ningún problema para leerla cómodamente, sea un poco pequeña, algo más reducida que la original sueca.

Amigo muerto es una novela gráfica de esas que te dejan rumiando pensamientos y emociones durante varios días. Que inevitablemente te hace revisar las pérdidas similares que has podido tener a lo largo de tu propia vida, y reevaluar la influencia que han ejercido sobre tu forma de ser y de comportarte. No es una obra cómoda en ese sentido, pero no busca tanto provocar una sensación en el lector (que vaya que si lo consigue) como compartir lo que a su autor le funcionó y lo que no a la hora de asimilar este tipo de experiencias, con las que más tarde o más temprano desgraciadamente todos debemos enfrentarnos y nunca estamos preparados, como una parte del camino vital.