Sailor Moon Eternal: pasado, presente y futuro de las Magical Girls de Naoko Takeuchi

De entre tantos grandísimos títulos manganime que han alcanzado el estatus de culto, que han pasado a formar parte de la cultura pop más allá de las fronteras de su Japón natal, invadiendo el mundo con sus tremendas historias y valores… Sailor Moon reina con un poderío sin igual. Desde el manga hasta el anime clásico, pasando por merchandising, live-actions y un longevo revival que sobrevivió a un arranque rodeado de escepticismo, la historia de estas guerreras defensoras de la justicia y el amor cautivó a una afición devota que no las olvida. El estreno de la última adaptación animada de la leyenda de la Guerrera Luna, Pretty Guardian Sailor Moon Eternal: The Movie, iluminó el catálogo de Netflix con el fulgor de mil diamantes y reavivó los sueños de ese entregado fandom al hacer justicia a uno de los arcos más queridos del manga (y menos agraciados en el anime).

Esta doble adición a la línea que inició Pretty Guardian Sailor Moon Crystal llegó a las salas de cine japonesas en el espacio de un mes, el 8 de enero y 11 de febrero respectivamente, casi medio año después de su estreno previsto en 2020 debido al azote pandémico que sacudió el mundo… pero la espera ha merecido la pena. En Sala de Peligro, aprovechamos para repasar los casi 30 años de historia de Sailor Moon, coincidiendo con una fecha de lo más especial para su heroína titular. Una cabeza de chorlito que, entre risas, tropezones, y muchas lágrimas, cambió el mundo al grito de “Prístina Luna, dame el poder”. ¡Y vaya si nos lo dio!

Esta historia comienza con una joven tokiota que, con su uniforme escolar y su cabello recogido en redondos moños, acabaría adoptando en el futuro el título de princesa. Esa niña, sin embargo, no era la entrañable y bobalicona Usagi (o Bunny, en pantallas españolas)… sino Naoko Takeuchi, quien cultivó desde pequeña una afición al dibujo que (como a tantos niños japoneses, asegura) la hacía soñar con convertirse en una dibujante de manga. Los dos clubs en los que participó durante sus años de secundaria, el de dibujo y el de astronomía, fueron sembrando muchos de los intereses que más adelante florecerían en sus obras de una manera tan característica.

Al graduarse, debutó con sólo 18 años con su primer manga, “Yume ja Nai no ne”, que le valió el 2º premio Nakayoshi Comic para artistas newcomers. Al año siguiente, en 1986, comenzó sus estudios en química farmacéutica en la Universidad de Kyorutsu, a la vez que publicó, de nuevo para Nakayoshi Deluxe, su siguiente título: Love Call. Nombrada Mejor Artista Revelación, aquellas dos obras darían inicio a múltiples historias y one-shots que encontrarían su hogar en las páginas de la misma publicación. Todo esto, para mayor mérito, sin contar con formación artística académica, desarrollando su talento de manera autodidacta y a través de su propia afición y estudio de los mangakas a los que admiraba, entre quienes cita al maestro de obras como Capitán Harlock y la maravillosa Queen Emeraldas, Leiji Matsumoto.

Tras estrenar la década de los noventa con serializaciones como Maria y The Cherry Project, una historia centrada en el patinaje sobre hielo, la autora recibió una golosa recompensa al alcanzar sus respectivas entregas finales: luz verde por parte de la editorial para crear el proyecto que ella quisiera con su publicación asegurada en las páginas de la revista Run-Run de Kōdansha. Entonces comentó con su editor, Fumio Osano, las ganas que siempre había tenido de crear una historia con protagonista de corte heroico, la épica de un defensor de la justicia. Él lo vio fantástico, con un pequeño apunte, la sugerencia de que su héroe fuera heroína, y que vistiera el típico uniforme escolar de estética marinera (sailor) que visten las estudiantes japonesas. Dicho y hecho, aquel fue el origen de Codename wa Sailor V, un one-shot que se publicó en verano de 1991 para regresar dos años más tarde como serie regular.

Las aventuras de su coqueta heroína enmascarada llamaron la atención de Toei Animation, y Naoko Takeuchi recibió la propuesta de adaptar Sailor V en un anime que se emitiría de manera simultánea a su publicación. La mangaka pensó que la historia necesitaba ser más grande y contraatacó ofreciendo una nueva serie que sirviera mejor a la adaptación. Necesitaría más tiempo, pero el resultado ofrecería una mayor complejidad y, por qué no decirlo, un mayor atractivo comercial, al añadir otras cuatro chicas guerreras al grupo y crear para ellas diseños con colores distintivos a cada una. Cada fan tendría su heroína favorita, de la que podría comprar sus propios juguetes, fácilmente personalizables a través de esa paleta de colores, win-win. Para ella, la inspiración vendría de las series de escuadrones de luchadores sentai que tanto le gustaban. Para su editor y compañía, puede que parte del atractivo viniera también de los grupos de idols cuyas integrantes visten colores identificativos.

Obviamente la idea gustó y Bishoujo Senshi Sailor Moon aterrizó en las páginas de Nakayoshi los últimos días de diciembre de 1991. Takeuchi continuaría su creación hasta su eventual final en 1997, mientras el anime propuesto por Toei se emitía simultáneamente. Sailor V, ahora Sailor Venus, cedió la varita de heroína principal a Sailor Moon, pero ambas chicas compartían su manera de ser y de comportarse, su entorno, los acontecimientos que llevan a su despertar como guerreras y la compañía gatuna de Artemis y LunaMinako Aino y Usagi Tsukino (Carola y Bunny para las amigas españolas) tenían mucho en común. Junto a ellas estarían la tímida y estudiosa Ami Mizuno, Rei Hino como voz más seria y espiritual, y la enamoradiza y arrojada Makoto Kino (Patricia, por estos lares).

Las Guerreras Mercurio, Marte y Júpiter eran las nuevas cinco sailor senshi que cerraban el grupo, con modelos finales algo diferentes a los de los prototipos iniciales que podemos ver en alguno de los artbooks. Sailor Moon primero se ocultaba tras un estilizado antifaz blanco, lucía una melena de ensueño rosada o blanco platino, y hasta probaba a llevar una capa que le habría venido de perlas para unas entradas de lo más dramáticas. Sus compañeras vestían uniformes bastante más variados entre sí, con diseños muy individualizados y elaborados detalles tecnológicos u ornamentales (estos últimos, en ocasiones, integrados a los diseños de vestuario para sus apariciones “en carne y hueso”).

Muchos otros aspectos permanecerían inmutables desde el inicio, todos relacionados con la vida y las aficiones de su autora. Ya fuera en el japonés original o en sus muchas traducciones, Sailor Moon siempre evocaría la imagen del conejito que prepara mochi desde su hogar en la Luna, un motivo que los japoneses ven en las manchas de la superficie lunar, llamándose Usagi Tsukino en Japón (literalmente conejo de la Luna), Bunny en España (conejito) y Selene en América Latina (en referencia a la diosa griega de la luna). Esa última inspiración se vuelve cristalina en la Reina Serenity y el Rey Endymion, en referencia al mito de Selene y Endimión. Casi todos los elementos y nombres propios de héroes y villanos hablan de planetas, constelaciones y demás cuerpos celestiales, de gemas preciosas y elementos químicos. El barrio por donde pasean las chicas es el mismo barrio de la mangaka, Azabu-Juban. El templo de Rei y su yayo tenía mucho del santuario de Shiba Daijingu en el que también Takeuchi fue miko en sus años universitarios.

Tanto volcó de sí misma en su joven heroína, que le cedió su personalidad bromista (“¡Eso no es cierto, yo no soy tan chisposa!”, solía responder ella, entre risas) y hasta su propia familia real. Todo quedaba en casa. En su casa de la infancia, para ser más exactos… Sus vivencias posteriores, tras su matrimonio con Yoshihiro Togashi (autor de Yu Yu Hakusho y Hunter × Hunter) las reflejaría en otro tipo de historietas en tono cómico bajo el apodo de Princess Naoko (el mismo con el que nombró su propio estudio, Princess Naoko Production).

Tras seis años de publicación, la historia de las hermosas guerreras se narró en cinco arcos (Dark Kingdom, Black Moon, Mugen, Yume y Stars) recopilados en 18 volúmenes tankōbon que llegaron a España de la mano de Glénat. Con ocasión del décimo aniversario en Japón, la colección fue reeditada en 12 bonitos tomos shinsōban (además de los 2 tomos de Historias cortas y los 3 de Sailor V) que tiempo después disfrutamos en España gracias a Norma Editorial. El anime haría que su popularidad alcanzase niveles estelares, pero la historia del manga resultaba más compleja de lo que podrían dar a entender sus simpáticos diseños.

El drama superaba a menudo su aspecto más dulce y romántico, y a Takeuchi no le temblaba el pulso al matar a personajes, ni al hacer que sus jóvenes heroínas dominasen e hiciesen uso de su poder como verdaderas amenazas contra las fuerzas del mal. También el ritmo ayudaba a transmitir la gravedad de la historia, al no contar con el extenso relleno que el anime necesitó para no adelantarse al manga. Ese relleno permitía, ocasionalmente, desarrollar más a fondo a los personajes (buenos y malos) en episodios y aventuras intrascendentes, pero agradables.

Sucede algo curioso con Sailor Moon, tanto en el manga como en su anime clásico. En su superficie, que es lo que muchos conocieron del título, los diseños de sus heroínas y todos los elementos que las rodean transmiten una imagen de hiperfeminidad y dulzura que (como todo lo considerado «femenino») arrastra para muchos connotaciones negativas, de «debilidad». Cualquiera que haya conocido su historia, en viñetas o en la pequeña pantalla, sabrá que esto es absurdo. Si bien en ocasiones deja entrever el contexto social y la época en la que fue creada con algún que otro estereotipo, Sailor Moon fue ideada, desde el principio, para romper esquemas.

Takeuchi lleva siendo clara sobre sus ideas e intenciones para su obra desde las entrevistas que concedió durante los años de su publicación, en las que comentaba perpleja lo raro que le pareció a todo el mundo hallar en un título de una revista shōjo (orientada, principalmente, a niñas y jóvenes) elementos que normalmente asociarían con el shōnen. ¿Por qué elegir entre uno u otro? Sus chicas, soñadoras y enamoradizas, no tenían porqué estar reñidas con la acción, con la lucha por la justicia. La fórmula heróica funcionaba igual para sus magical girls, kawaiis como ellas solas, con sus minifaldas, sus accesorios, su poder y su valentía. Para ella, era lo más normal del mundo (spoiler alert: ¡lo es!), pero para muchos fue de lo más raro.

Naoko Takeuchi creó en Usagi y en cada una de sus carismáticas compañeras heroínas brillantes y comprometidas… cuando importa. La mitad del tiempo, eran chicas normales que, a diferencia de los típicos héroes justicieros sentai, disfrutaban de vidas cotidianas y, entre batalla y batalla, estudiaban, se iban de compras, se atiborraban de dulces y paseaban por los mismos lugares que sus fans japoneses. Ese era uno de los atractivos que resaltaba el productor Toshihiko Arisako, que se hacía eco de lo que Takeuchi había afirmado tantas veces: no pensaba crear un personaje modélico, sino real.

Los justicieros suelen ser de una manera muy específica, pero yo quería que Usagi fuera una heroína poco convencional. Llorona, vaga, un poco tramposa a veces. Quería dibujar una chica normal”, decía Naoko. Usagi conoce su deber y lucha con honor, pero lo que la da fuerzas es sobre todo su amor por su príncipe enmascarado y por sus amigas del alma. Y, como buena heroína, evoluciona y crece, se transforma (literalmente), a través de muertes y renacimientos, hasta ser capaz de tomar decisiones que sólo ella podría tomar, de portar cargas imposibles sobre sus hombros.

La autora observaba una sociedad moderna, aún imperfecta, pero en la que la mujer podía ser y hacer lo que quisiera sin depender del hombre. Quiso retratar a esa mujer fuerte y autosuficiente en su obra y, al hacerlo, dio con una deliciosa dualidad. Ahí está Tuxedo Mask, El señor del Antifaz, como aliado de las chicas que, vestido de esmoquin y capa, se dejaba caer sólo para dar un empujón moral y desaparecer, dejando tras de sí una rosa roja. Que sí, que Mamoru (cuyo nombre en japonés le hace protector por naturaleza, mientras aquí le conocimos como Armando) tiene a Usagi loquita por sus huesos, y el resto de guerreras también sucumben ocasionalmente a los encantos de múltiples chicos… y eso no implica debilidad ninguna. Sailor Moon acepta la ayuda de sus aliados, pero también domina su poder en momentos de crisis ella solita, desafiando expectativas. El amor que siente, lejos de lastrar, la impulsa. Takeuchi pasa de elegir, nos anima a quererlo todo. Soñar con el amor valiéndose por sí misma. Luchar en minifalda y actuar como una quiera, sin que ningún señoro juzgue si esto es apropiado para una señorita. Alcanzar el máximo potencial de cada una sin contenerse, sin temores.

El mensaje de la autora fue escuchado alto y claro por el equipo responsable de su paso a la pequeña pantalla, y directores de la talla de Junichi Sato (Princess Tutu, Magical Doremi) y Kunihiko Ikuhara (Utena, la Chica Revolucionaria) captaron el espíritu de su obra. Lo vimos claro como el agua cuando algún villano de turno se burlaba de la capacidad de las senshi, como si no fueran nada por sí mismas, y eran ellas quienes le colocaban en su sitio, quitándole las ganas de decir más tonterías. Cuando heroínas y villanas sufrían mal de amores, y tanto unas como otras desafiaban la idea de seguir ansiando la atención de los hombres que las habían rechazado, cuando se tenían a sí mismas. “Cuando una chica rompe una relación, la labor de sus amigas es rodearla, animarla, recordar que no dependen de los hombres y que no tiene sentido deprimirse por un chico, e impulsarse para ser más fuertes… Creo que reflejé esos sentimientos en Sailor Moon, y es una de las fortalezas de las heroínas”, dijo Takeuchi en una entrevista allá por 1996. Hermandad más allá del grupo central de amigas, una sororidad contagiosa y transformadora contra el patriarcado. Así da gusto.

En el aspecto gráfico, el anime clásico contó con Kazuko Tadano a cargo de los diseños de personaje, de proporciones más redondeadas, algo menos estilizadas, pero igual de preciosos y carismáticos. Junto al equipo de animadores (protagonistas de un cameo en cierto episodio que ofrecía un pequeño vistazo al estudio de animación tras las bambalinas) retrataron a cada guerrera con características únicas dentro de los rasgos que compartían, especialmente en su modo de actuar, sus gestos exagerados y cómicos, y con pistas sutiles a la madurez que van alcanzando. Los más jóvenes encontraban en la serie a protagonistas divertidas, graciosas y encantadoras. La audiencia más adulta vería como, hace casi tres décadas y en un momento en el que podría haber supuesto la muerte asegurada del título, Sailor Moon se lanzaba con temas como la desigualdad y la representación, bastante normalizada, de personajes LGBT.

Estas, como la fidelidad en general a la versión original, quedarían sujetas a códigos de censura cambiantes entre países. Hay ejemplos que no podemos olvidar: Zoisite, un bellísimo villano que se ajustaba al tropo clásico del bishōnen y mantenía una emotiva relación con su compañero Kunzite. Haruka (Guerrera Urano, Timmy en español… cuyo planeta además no tiene género asignado en japonés), una de las más icónicas otokoyaku del manganime (entre ejemplos como Lady Oscar o la revolucionaria Utena) era una apuesta chica de aspecto andrógino, siempre enlazada a Michiru (Guerrera Neptuno, o Vicky) como pareja de enamoradas. Estos personajes fueron representados así en la versión original japonesa del anime, pero en diferentes países preferirían jugar a cambiar los géneros a conveniencia o a crear lazos familiares que dan a entender que, puestos a elegir entre una relación sana y homosexual o un subtexto de incesto inexistente en la obra original, las prioridades de los censores eran las que eran.

El anime fue, en cualquier caso, un éxito rotundo. 200 episodios, y tres películas de animación, que llevaron su opening, Moonlight Densetsu, en múltiples idiomas a cada rincón del planeta (si alguien afirma no haber cantado nunca este temazo… desconfía) y generaron una oleada de productos, juguetes, muñecas, videojuegos (durante aquella década, al menos, ¡actualmente deberían ponerse las pilas!), una adaptación live-action televisiva, conciertos y musicales, muchos musicales, con una producción cada vez más prodigiosa (sin ir más lejos, en septiembre de este año llegará a los escenarios teatrales japoneses Kaguyahime no Koibito).

La popularidad se mantuvo intacta desde su final, en 1997, sin signos de decaer con el paso de los años. Aun así, cuando en 2012 se celebró el 20 aniversario de Sailor Moon anunciando un reboot a cargo de Toei Animation Studios bajo el título Pretty Guardian Sailor Moon Crystal, la saga recibió un impulso con nuevas avalanchas de merchandising y la promesa de los responsables de un regreso a la esencia mágica de las heroínas del manga de Naoko Takeuchi, como simbolizaba ese cristal titular.

Esta nueva versión adaptó el manga con una fidelidad total, con nuevos diseños similares a los de la autora tanto en proporciones y caracterizaciones como en los acabados, con filtros que trataban de emular la suavidad del efecto acuarelado de sus ilustraciones. Sus tramas y diálogos también bebían directamente de los guiones del manga, sin el relleno y las licencias creativas del anime original. Todo sonaba muy bien pero, tras su estreno en verano de 2014, las reacciones de la afición fueron algo templadas. En su ambición por recrear el manga con exactitud, el tratamiento de los personajes podía parecer plano por momentos. Ni sus expresiones, ni sus transformaciones, ni todo aquello que técnicamente la acercaba más a la obra original conferían a esta nueva adaptación aquello que tan bien supo capturar el anime noventero: su encanto.

La tercera temporada trajo consigo una mejora notable tanto en las transformaciones como en las caracterizaciones, coincidiendo con la llegada de la directora Chiaki Kon (Back Street GirlsGOKUDOLS-, De yakuza a amo de casa). El cambio contentó a los fans que habían permanecido a bordo y atrajo a quienes se habían mantenido entre el escepticismo y la cautela. La nostalgia seguía pesando, mucho, pero el entusiasmo que transmitía esta “segunda venida” de la Guerrero Luna pesaba aún más.

Imposible no contagiarse de locura lunar ante la apertura, en 2017, de la Sailor Moon Store en el icónico Laforet de Harajuku, o con la fugaz llegada de Sailor Moon a los parques Universal Studios Japan con atracción 4D propia, o dejarse llevar por las emociones en el restaurante Shining Moon Tokyo (recientemente cerrado, por desgracia), situado por cierto en pleno Azabu-Juban, en el que por unas mágicas horas se vivía la ilusión de conocer a las senshi durante un inolvidable número musical. No sólo eso, el título es ya un habitual en colaboraciones con prestigiosas marcas, productos cosméticos, joyas, bolsos, y moda que ha llegado también a tiendas españolas. Cabe preguntarse el peso que tuvo el reboot en esa arrolladora nueva oleada de popularidad, ya que gran parte de su atractivo residía, precisamente, en el pasado… pero su remontada final trajo muy buenas noticias.

Por una parte, el anuncio de Crystal durante el 20 aniversario de la franquicia fue acompañado, en 2013, por una reedición del manga llamada la edición perfecta, kanzenban, que hasta hace poco no parecía que fuera a ver la luz más allá de las librerías japonesas. Mayor tamaño, portadas con preciosos acabados holográficos, y páginas a color… es este año cuando finalmente llegará a nuestros estantes. Por otra parte, desde que el episodio final de la última temporada de Crystal cerró el arco Mugen, la afición soñó con una adaptación más fiel del siguiente arco, Yume, en la esperada siguiente temporada. Este arco era para muchos un punto culmen en el manga original, en el que parábamos por un instante de dar puntadas, dábamos un paso atrás y admirábamos el complejo tapiz que se había ido formando ante nuestros ojos, con capas y capas de mitología, inspiraciones, relaciones entre todas las guerreras de un equipo, por fin, completo… y eventos pasados y futuros.

¿Por qué este nuevo arco unía a los seguidores de Crystal y a los aficionados al anime clásico en su deseo de una adaptación fiel y digna? Sencillo, hablamos maravillas del anime clásico, pero lo cierto es que Sailor Moon SuperS no cumplió las expectativas y tomó una dirección muy diferente a la de la obra original de Naoko Takeuchi, siendo una versión en la que faltaban muchos personajes y con un tono que la cadena TV Asahi describía en sus promociones como más cómico, más “de andar por casa”. Quizás, dos décadas después, el nuevo equipo haría justicia al arco original. Sus esperanzas no se vieron defraudadas y, en enero de 2017, la web oficial del 25 aniversario de Sailor Moon finalmente anunció la continuación de Crystal y reveló, ese mismo verano, que el arco Yume no sería una temporada al uso, sino un proyecto cinematográfico que llegaría a las salas de cine en dos partes: Pretty Guardian Sailor Moon Eternal: The Movie. Cuatro años después podemos respirar tranquilos. La nueva adaptación está a la altura del manga original y del resto de la franquicia animada en sus más altas cumbres.

Como si la experiencia completa, desde el clásico al reboot, hubiera sido para sus responsables un ejercicio de ensayo y error, Sailor Moon Eternal triunfa en todo lo que Crystal fallaba y, a la vez, corrige el rumbo respecto a SuperS. Aquello que comentábamos que captaron tan bien en el anime clásico, ese encanto que se echaba en falta en el pulidísimo reboot, vuelve a sentirse en una historia que evita tomarse libertades, como sí hicieron antaño, sin sacrificar el carisma y la dulzura de las guerreras que cautivaron a medio mundo en pos de traerlas al nuevo siglo. Hay dos nombres clave a quienes agradecer esto. Chiaki Kon regresa como directora tras rescatar Crystal en su tercera temporada y, con su dinamismo y su vivacidad, recrea escenas inolvidables.

La otra figura que regresa, esta vez desde los ya lejanos noventa, es Kazuko Tadano, la diseñadora que creó los modelos de los personajes durante las primeras temporadas del anime clásico y Sailor Moon R: The Movie. Y el resultado es mágico, una combinación de los trazos suaves y redondeados y los rasgos dulces y expresivos que favorecían a la queridísima adaptación noventera, con los medios y el acabado perfecto de la actual versión. “Hay un espacio tan grande en mi carrera desde la última vez que trabajé en Sailor Moon, que quiero esforzarme porque mis diseños sean reminiscentes de ese pasado pero con un toque de modernidad, y siempre fieles a las imágenes de Takeuchi. Además, he crecido mucho desde entonces, y también lo han hecho mi experiencia y mis horizontes personales, así que espero que eso se traduzca en poder llevar a la pantalla cosas que antes no era capaz de visualizar. ¡Espero que disfrutéis de una Usagi, y compañía, más maduras!”, se sinceraba la diseñadora.

Naoko Takeuchi ha supervisado esta nueva entrega, que supuso el regreso de la Guerrero Luna a los cines japoneses por primera vez desde el estreno, en 1995, de Sailor Moon SuperS: El milagro del agujero de los sueños. El título ha sido capaz de mantenerse en el presente sin olvidar su pasado, incluso ha contado con una figura tan de actualidad como la cómica Naomi Watanabe para dar voz a la malvada Zirconia. Y, aunque funcione muy bien como reclamo para nuevos fans, de nuevo su mayor embrujo pasa por la nostalgia. Su exploración de los temores y dudas de las Sailor Senshi fascina precisamente porque siguen cautivándonos aun llevando casi tres décadas acompañandolas. Para sus voces, han optado por recuperar al elenco de actrices de doblaje de Crystal, con Hisako Kanemoto, Rina Satou, Ami Koshimizu, Shizuka Itou, y Misato Fukuen como Mercurio, Marte, Júpiter, Venus y Chibiusa, mientras que Kotono Mitsuishi sigue siendo y siempre será la seiyū eterna de Sailor Moon. Todas ellas, junto al grupo Momoiro Clover Z, participan además en el tema musical del film, Moon Color Chainon, escrito por la propia Takeuchi bajo su seudónimo, Sumire Shirobara. Por cierto, hablando de nostalgia y temazos musicales, los créditos finales de ambas partes de Eternal apuntan certeros al corazón de los fans con versiones de los endings originales de SuperS, Watashitachi ni Naritakute y Rashiku Ikimasho.

En definitiva, aunque Eternal ofrezca dos películas muy disfrutables y atractivas para cualquier espectador aún no converso, no deja de ser la cuarta temporada de la serie, así que sería recomendable comenzar la historia por su principio, desde el manga o las temporadas anteriores de cualquiera de las adaptaciones, antes de lanzarse a verlas. El target real, sobre quienes funciona a las mil maravillas, es la afición familiarizada con la historia, con el lore, a la espera de una adaptación fiel que despierte esas sensaciones que nos engancharon hace años. Y eso es exactamente lo que consigue Eternal. La visión de una Serenity soberbia, de las guardianas como princesas, y del resto de personajes que aguardaban en el arco Yume es todo lo que hacía falta para ganarse el corazoncito de la afición de antaño.

Y ahora, ¿qué? El siguiente paso sería el anuncio de una nueva adaptación del arco Stars, igualmente esperado por los fans, pero por ahora… toca esperar. Por suerte, vivimos días especiales en los que, quien sabe, quizás nos obsequien con algún anuncio. El 30 de junio, señalado en los calendarios por ser el cumple de Usagi y Chibiusa, coincide con el lanzamiento (en Japón) de Pretty Guardian Sailor Moon Eternal: The Movie en formato físico. También hubo expectación en torno a la retransmisión internacional, el 26 de junio, de la celebración del evento USAGI BIRTHDAY Memorial Pretty Guardian Sailor Moon Fan Meeting 2021. Este contó con el talkshow Oshioki Chibi Radio de Misato Fukuen (Chibiusa en Eternal) y Yukiyo Fujii (Hotaru Tomoe aka. Guerrero Saturno), actuaciones musicales de Akiko Kosaka, ANZA, Yoko Ishida y del elenco del próximo musical, Kaguyahime no Koibito, además de un desfile de moda nupcial… Pero, aparte del precioso cartel diseñado para la ocasión por Naoko Takeuchi, poco anuncio nos dejó el evento más allá de nuevos lanzamientos de productos.

Veremos si el cumpleaños de las dos cabecillas de odango o, ya en 2022, el 30 aniversario de la franquicia resulta ser la fecha elegida para darnos alguna sorpresa. Hasta entonces, quedaremos a la espera de poder disfrutar una vez más del resto de esta fantasía en su versión más moderna, un lavado de cara a la leyenda de esa pasión nacida en la tierra… como un romance sin final.