Guionista de barrio #17 – ¿Y ahora qué?

Guionista de Barrio es la columna de opinión semanal de Fernando Llor (@FernandoLlor). Llor, que cuenta con el poder de la omnipresencia, es autor de obras como El espíritu del escorpión, Teluria 108, Ojos Grises o más recientemente Subnormal, entre otras muchas, así como miembro en activo de la Asociación Profesional de Guionistas de Cómic (ARGH!).

Llevo una semana diciéndome a mí mismo: «no voy a sacar el tema otra vez, ya hay cientos de miles de opiniones y nadie quiere una más» y seguro que es cierto y aún así… yo qué sé, me temo que ya nos hemos metido al lío de forma tan fuerte que va a ser difícil que caigamos en el «aquí no ha pasado nada, circulen, circulen» de otras ocasiones.

Encima de la mesa se han puesto temas muy enquistados para los que no hay una solución inmediata y que requieren de esfuerzo real y voluntad de todas las partes para llegar a acuerdos que no sean estéticos, que no sean una tirita maltrecha.

Se menciona mucho lo de «casi 300 autores» pero eso es quedarse cortos, parece que muy cortos.

Además del comunicado lanzado a título personal que hemos firmado varias centenas de autores y autoras, se han lanzado varios textos y opiniones más que reflejan un sentir general con base en problemas que están ahí y afectan sobremanera a creadores y creadoras.

La precariedad

Podríamos hacer un sencillo ejercicio: preguntemos a todos y todas las firmantes del primer comunicado si tienen ingresos suficientes como para vivir del cómic. 

Expresado de forma más numérica: ¿cuántos de ellos reciben un mínimo de 13300 euros al año por hacer tebeos, es decir, perciben al menos el salario mínimo por su trabajo?

Algunos me dirán que eso es simplificar demasiado, que es una situación compleja, que no se puede caer en el reduccionismo, que hacen falta análisis mucho más profundos e incluso que eso no son formas de preguntar.

Ya… si lo sé… todo eso me lo sé desde hace tiempo…

Pero sigamos, no lo dejemos en una única pregunta. De todas las que sí que pueden afirmar que perciben una cantidad anual por encima del salario mínimo, ¿cómo son sus jornadas de trabajo? ¿Cuántas horas deben dedicar a la semana para poder cumplir las fechas de entrega que marcan las empresas para las que trabajan?

Muchas de esas empresas son extranjeras ¿cuál es la protección que tienen esas autoras y autores frente a posibles abusos que se ejerzan contra sus derechos?

La situación aquí es complicada y no permite vivir de la profesión. La situación en el extranjero obliga, en muchos casos, a jornadas infinitas que provocan aislamiento y una absoluta desprotección.

¿Qué haces si te engaña una editorial ubicada en Ohio? ¿Te metes en un juicio? ¿Cómo reclamas? ¿Cómo pagas lo que cuesta emprender una demanda de ese tipo?

Esta situación se extiende desde hace años y, por mucho que se comente siempre habrá quienes en vez de decir «hagamos algo por cambiarlo» preferirá decir que «los autores son recalcitrantemente reivindicativos».

El vaso se llena, está siempre a puntito de desbordar y a veces pasan cosas que hacen que no se aguante más.

El tono

Y una vez desbordado el vaso porque un hecho muy concreto toca la fibra a un colectivo muy hastiado ya, aparecen los vigilantes de las formas, la estética y el lenguaje.

Puedo comprender que haya quien se sienta más cómodo con discursos calmados y abriendo espacios de debate en los que se pueda hablar de todo sin cortapisas y en un tono relajado.

Perfecto, yo también quiero eso, pero ¿dónde están esos espacios?

A veces le damos mucho las vueltas a la palabra INDUSTRIA. Enseguida hinchamos de aire los pulmones y le decimos a las demás que intenten abandonar aquello de «mundillo».

El cómic ha crecido muchísimo en España, eso no se puede negar, tenemos una red de librerías espectacular, se han creado unas cuantas escuelas profesionales, cada vez se mete más el tebeo en el aula y en los museos, existen eventos por toda la geografía nacional y se hacen verdaderos esfuerzos por la divulgación a todos los niveles.

Sin embargo, hay algo común a todas las industrias que parece que cuesta asumir en las culturales: la negociación colectiva.

Los problemas propios de esas industrias no se van a solucionar solos, no va a venir una orden ministerial a arreglarnos el marrón. Sin duda se puede, se debe y se hace un esfuerzo para implicar mucho más a las instituciones con el noveno arte, pero sigue faltando un espacio en el que hablar de puertas hacia dentro para mejorar la situación y evitar que todo vuelva a saltar por los aires cuando ocurran hechos concretos.

Y no se trata de hablar por encima tres o cuatro cosillas o caer en la mala costumbre de los «es lo que hay». ¿No se pide diálogo, debate, acuerdos y entendimiento?

Genial, hagámoslo.  

Las prisas

Y, por supuesto, esto no es algo para hacer deprisa y corriendo, eso difícilmente consigue solucionar nada.

Ese también es uno de los problemas que ha quedado patente estos días, gente reclamando inmediatez. Cuando apenas habían pasado 24 horas desde la concesión del Gran Premio, había autores repitiendo varias veces aquello de ¿dónde están las asociaciones, a ver, por qué no han dicho nada todavía?

Y, ojo, que después de que varias asociaciones emitiesen un comunicado conjunto en apenas cinco días salieron los «llega tarde». ¿No nos estaremos pasando? ¿No estaremos exigiendo demasiado a colectivos formados por mucha gente y que exigen debate y búsqueda de consenso antes de lanzar nada?

¿Y ahora qué?

Pues eso me pregunto yo: ¿y ahora qué? Y no lo tengo claro. Creo que es momento de hablar, pero no solo de lo que ha pasado con el premio, sino de todo lo que hay por detrás de eso y provoca que el vaso de la tensión viva constantemente a punto de desbordarse. ¿Puede hacerse? Por supuesto, es tan sencillo como tener voluntad y olvidarse de apriorismos.

Prometo que la semana que viene intentaré evitar el TEMITA, lo intentaré, de verda, pero a ver…